viernes, 5 de septiembre de 2014

CAPITULO 175




Paula


—Encontré a Pedro fuera en el balcón fumando, hace unas pocas noches. Había estado molesta antes por… la situación con Facundo Pieres… y desperté en medio de la noche encontrando la cama vacía. Me levanté para ir al baño, y luego fui a buscarlo. Él había intentado dejar de fumar, y lo estaba haciendo bien por lo que sabía, pero hace un par de noches… me di cuenta que se había salido de la carreta.


—La adicción a la nicotina no es más difícil de superar de lo que son las drogas o el alcohol —dijo la Dra. Roswell sin prejuicios.


—Creo que es más que solo la adicción a la nicotina en su caso, sin embargo.


—¿Cómo es eso, Paula?


—Umm, me dijo una vez sobre el tiempo que pasó como prisionero de guerra en Afganistán. —No estaba segura de qué contarle, porque sentía que era como una traición compartir la historia de Pedro sin su permiso. Decidí que mi necesidad de información superaba su vida privada—. Fue captivo y torturado durante veintidós días. Durante su tiempo en cautiverio, sufrió necesidad por los cigarrillos hasta el punto de que casi se volvió loco. Me dijo que los cigarrillos eran un recordatorio de que había sobrevivido. De que él estaba vivo después de todo lo que tuvo que soportar… para poder fumar un día más. Él tiene terribles pesadillas y sufre a través de ellas, y cuando intento ayudarlo se cierra. No me dice mucho, y creo que se siente avergonzado. Es horrible… Me preocupo mucho por él.


—Me imagino que es muy difícil para Pedro. Muchos soldados sufren de Trastorno de Estrés Postraumático. —Me di cuenta que ella lo escribió en su libro.


—Entonces, ¿qué puedo hacer por él?


—Lo que tienes que entender acerca de las víctimas de traumas, y por lo que acabas de decirme, Pedro ha sufrido y sobrevivido a un trauma en extremo, por el cual ellos harán casi cualquier cosa para no tener que recordar lo que le provocó el trauma en primer lugar. Es demasiado doloroso.


—Así que, cuando lo presiono para que me diga, ¿sólo lo hace más difícil para él? Pedirle que hable de lo sucedido, ¿le dolerá aún más?


—Bueno, pensando en tus términos, Paula. Tú has sufrido un trauma. Y eso afectó tu vida en todos los sentidos. Me acabas de decir acerca de cómo la cobertura de las lesiones de Facundo en los medios de esta semana te ha molestado muchísimo. —La Dra. Roswell nunca fue de aquellos que endulzaban las cosas—. ¿Qué tan duro trabajas en evitar recordar lo que te pasó?


Real y jodidamente duro, Doctora.

CAPITULO 174




PEDRO


Pieres no perdió ni un día. Había pensado que pasaría unos días antes de que llegara una petición. Pero, no, supongo que no. El Senador no tenía mucho, en sentido de tiempo, con que trabajar. La elección en los Estados Unidos tenía menos de un mes de distancia, y el tiempo no se detenía para nadie. Lo había reproducido en el escenario en mi mente tan pronto como vi el informe de prensa en el restaurante durante el almuerzo. Ese hijo de puta iba a usar a su hijo herido para impulsar a su socio de campaña hacia la silla presidencial. E iba a funcionar.


La llamada se produjo a través de mi móvil mientras estaba fumando mi cigarrillo de la noche.


—Alfonso.


—Sí. ¿Qué quieres?


—Quiero un seguro que ponga el pasado a descansar de una vez por todas.


—Por supuesto que quieres un seguro. Todos lo queremos. ¿Cómo propones que eso ocurra, Senador? —Me temía lo que él podría sugerir. Probablemente porque no tenía la menor idea de lo que podría ser. La llamada anterior de la madre de Paula era una buena puta idea.


—Una simple muestra de apoyo de una vieja familia amiga debería hacerlo. Visiten el hospital. Los medios serán convocados.


Bingo. Me encogí ante la idea.


—Mi mujer nunca estará de acuerdo —le dije, imaginando cómo la había dejado en la cama después de llorar hasta quedarse dormida. Drenada y agotada, y muy emocional por la discusión con su madre. Esa perra insensible había estirado mi paciencia hasta la última reserva de hoy. ¿Qué clase de jodida vaca piensa tan poco en el bienestar físico y emocional de su hija? Y ahora éste idiota. Apagué mi cigarrito y encendí otro.


—Haz que esté de acuerdo, Alfonso.


—Sé que no te interesa nada a excepción del éxito de tu campaña, Senador, ni siquiera lo que le ha pasado a tu hijo, pero no doy una jodida mierda sobre tu política, o tu hijo violador.


Le daría a Pieres puntos por explicarse en una línea. No desperdició nada en palabras. Simplemente fue directo a la cuestión en ese tonal acento americano suyo que parecía casi desprovisto de humanidad.


—¿No crees que es mejor llamarlo una pareja de indiscretos adolescentes que tuvieron un lapso de juicio hace años, y que lo han puesto firmemente detrás de ellos, en lugar de preocuparse por la extorsión que debería traer su vergonzoso secreto al salir a la luz? Si todavía son amigos, entonces nunca se produjo ningún delito. Un simple seguro, Alfonso. Creo que debería importarte mucho.


Por mucho que odiara admitirlo, el esquema de "seguro" de Pieres era realmente muy inteligente. Pero la inteligencia de ello no ayudaría a Paula. Le haría daño.


—Me importa el bienestar de mi mujer embarazada, que cayó enferma esta noche por toda esta tormenta de mierda que sopla en los medios de comunicación. Y eso, Senador, no va a ayudarte ni un ápice. No puedo hacer que vaya y lo vea. Ella no lo hará.


Él respondió:
—Dentro de la semana, por favor. —Y se cortó la línea. 


Jodido hijo de puta. Me quedé mirando mi móvil, seguro de que el número del que había llamado ya estaba desactivado. El cosquilleo de temor rascó su camino por mi espina dorsal. Encendí otro Djarum y llené mis pulmones. 


No sabía cómo solucionar este problema, y había crecido de manera exponencial en cuestión de horas. La elección presidencial de los Estados Unidos estaba impulsando esto. 


¿Cómo por la maldita mierda en el infierno, alguien pelearía con esa bestia monstruosa?


Así que me levanté y salí de mi oficina. Fui a sentarme afuera en el balcón, donde empecé a fumar en serio. Un Djarum después de otro, hasta que estuve drogado de bombeante nicotina y especias que alimentaban la adicción que no podía negar.


El humo se alejó en la brisa fresca de la noche en perezosos remolinos flotantes. Tuve un destellante deseo de que mis problemas pudieran mágicamente hacer lo mismo. 


Deseándolo en mi mente. Pero la vida real nunca funcionaba de esa manera. Mi mano estaba siendo forzada en esto. A veces mi experiencia con el póquer era una maldición... porque conocía las probabilidades aquí. Podía ver cuán plegada era la única opción.


No evitaría que Paula llegara al círculo de Pieres, pero me temía que ya era demasiado tarde para eso. Mi pobre niña iba a ser lastimada.

CAPITULO 173



PAULA


La mirada en el rostro de Pedro cuando regresé del baño, me dijo que algo estaba muy mal. Seguí los ojos de Pedro al televisor y sentí mis rodillas debilitarse cuando vi su cara. Escuché lo que dijo el periodista sobre él. Leí su nombre en letras por la pantalla.


Siete años era un largo tiempo.


Habían pasado siete años desde que había visto su cara. 


Más de siete años, en realidad. Estaría mintiendo si dijera que nunca había pensado en él a lo largo de ese tiempo.


 Por supuesto, pensaba en él algunas veces. Cosas como, "¿Cómo pudiste hacerme eso?" O, "¿Me odiabas tanto? O, la mejor de todas, "¿Acaso sabías que intenté matarme por lo que me hiciste?”


El periodista contó toda la historia para mí, con palabras eficaces y perfectas que no quería oír, o enfrentar tener que comprenderlas.


El segundo teniente, Facundo Pieres, fue uno de los heridos críticamente ayer, cuando frente a la sede del Ministerio del Interior en Bagdad, una bomba mató a cinco personas e hirió a ocho más, en lo que se cree que fue un incidente terrorista. El atentado se produjo en la mañana, justo cuando los trabajadores llegaban para pasar su día en un bloque de edificios del gobierno, donde él se había estacionado como uno de los pocos restantes de las tropas estadounidenses que trabajaban en capacidad de embajadores sobre el terreno en ese país. Ninguna organización terrorista ha reclamado la autoría del ataque hasta el momento, pero se espera que cambie debido a la naturaleza de la conexión del teniente Pieres con el círculo interno de la política estadounidense en los más altos niveles. El teniente Pieres es el único hijo del senador de los Estados Unidos, Lucas Pieres, candidato a la vicepresidencia junto a Benjamin Colt, en las próximas elecciones de Estados Unidos que se llevan a cabo a principios de noviembre, cada cuatro años. La oferta de campaña de Colt para el más alto cargo en los Estados Unidos ha estado plagada de tragedia desde su comienzo. La muerte de Peter Woodson, Congresista de los Estados Unidos, a principios de abril en un accidente aéreo fatal, llevó a Pieres a estar vetado como reemplazo de Woodson. Se dijo que el Senador está en camino a ver a su hijo, quien está recibiendo atención médica en el Hospital Lord Guildford en Londres. El teniente Pieres, y los demás heridos, fueron transportados por aire fuera de Bagdad hacia el Reino Unido para atención especializada y rehabilitación. Hay informes de que las lesiones del teniente Pieres han hecho necesaria la amputación de parte de su pierna derecha, debajo de la rodilla. Las agencias de noticias están inundando a los funcionarios aquí, en Lord Guildford, por cualquier información sobre el estado del teniente Pieres. Los analistas políticos ya están ponderando, teniendo en cuenta el efecto que esto tendrá en el resultado de las elecciones presidenciales de los Estados Unidos en menos de un mes. Reportando en vivo para CNN en Londres...



Pedro nos llevó directamente al apartamento después de nuestra comida en Indigo. Ambos silenciosos de camino a casa. Me preguntaba qué pensaba de todo, pero realmente no quería hablar de ello con él. Me leía bien. No preguntó nada ni hizo alguna demanda. Mi hombre solo me llevó a casa y me dejó ser.


Este era territorio de la Dra. Roswell sin duda.


Pedro estaba trabajando en su oficina cuando mi teléfono sonó. Sabía quién era antes de que siquiera revisara.


—Hola, mamá.


—Cariño, ¿viste las noticias sobre Facundo?


—Sí.


—¿Y cómo te sientes al respecto?


Tomé una respiración profunda y estuve muy agradecida de que mi madre viviera en San Francisco y que estuviéramos separadas por un océano, porque rápidamente me di cuenta adónde esta conversación se dirigía, y no me gustó.


—Me siento como que no quiero oír su nombre, o ver su foto, o escuchar acerca de su padre postulando para vicepresidente, o saber que estará en todas partes en las noticias…


—…Paula, escúchame. El senador Pieres querrá que vayas y visites a Facundo como una muestra de apoyo y vínculo a su amistad, y puesto que vives en Londres creo que deberías considerar…


—¡No! ¡No hay manera en el infierno, Mamá! ¿Has perdido la cabeza?


Silencio. Podía imaginar sus labios frunciéndose de frustración conmigo.


—No, Paula, no he perdido la cabeza. Estoy pensando en ti, tratando de hacerte ver que por el bien de tu felicidad y futura paz mental, deberías ir y hacer una visita a un viejo amigo de la familia.


—¿Cómo puedes pedirme eso, Madre? ¿Quieres que vaya a visitar al hombre que me hizo daño e hizo un video que casi me destruyó? ¿Quieres que haga esto? ¿Por qué? ¿Porque su padre es candidato a vicepresidente y se vería muy bien para nuestra familia estar conectada a su familia? ¿Es… por eso? —Me dolió hacer la pregunta, pero tenía que saber. 


Esperaba que me dijera si era cierto. Lo dudaba, sin embargo. Las lágrimas que quería llorar no salieron. En su lugar, mi corazón se endureció un poco más por la mujer que me había dado la vida. Ella decía que me amaba, pero ya no lo creía más.


—No, Paula. Solo estoy pensando en ti y preocupada de que distanciarte de esta oportunidad para dejar atrás el pasado... sea un error.


—¿Dejar atrás el pasado? —Ahora, esto era lo que llamarías ser sorprendida ahí mismo. Sólo arrastrada al infierno, sin previo aviso en absoluto, por el inminente golpe a punto de rasgarte en dos. Me encontré tambaleándome de dolor y conmoción, en total incredulidad suspendida, antes de que me las arreglara para encontrar mi voz de nuevo—. ¿Cómo puede ser eso posible, Mamá? Tú… ¿crees que debería ir a visitarlo en el hospital y fingir que no me violó, que no dejó que sus amigos abusaran de mí en esa mesa de billar? ¿Qué… que debo perdonarlo?


—Así es, cariño. Deja atrás el pasado, y podrás seguir adelante con tu vida. No está ayudándote al aferrarte a ello.


Ahora las lágrimas salían.


Mi madre no podía amarme. No había manera de que ella lo hiciera. Tuve que contener un jadeante aliento ante el agudo dolor que atravesó mi corazón.


—No, Mamá. —Mi voz se agrietó mientras hablaba, pero las palabras eran ciertas, y ella entendería lo que quería decir—. Ojalá Papá estuviera aquí para ayudarme. Él me amaba. Papá me amaba. ¿Sabes cómo lo sé, Mamá? ¡Porque nunca me pediría hacer lo que tú acabas de pedirme!


No le di la oportunidad de responder. Colgué en su lugar y resistí la tentación de tirar el teléfono contra la pared. 


Mientras estaba en nuestra habitación, fui incapaz de hacer mucho más que respirar adentro y afuera constantemente. 


Me sentía curiosamente adormecida, y fuerte.


Esto sería cierto si no hubiera lágrimas corriendo por mi rostro.


Los brazos musculosos de mi marido me rodearon por detrás y me apretaron a su cuerpo. Jalé mis manos para aferrarme a sus brazos y... sólo lo perdí.


Pedro… ella-ella me dijo que debía ir y v-visitar a Facundo y p-perdonarlo... —Las abundantes lágrimas habían mojado mi rostro hasta el punto en que ni siquiera podía ver—. Ella-ella piensa que me va a ayudar dejar ir mi mala experien...


—Shh, silencio. —Él me dio la vuelta y me abrazó contra su pecho, su bienvenida esencia envolviendo mis sentidos, y por lo tanto consolándome en mi estado miserable —. Lo sé —canturreó—. Escuché algo de lo que te dijo. No tienes que ir a ningún lugar, nena. No tienes que ver a nadie que no quieras ver. O hablar con nadie con quien no quieras hablar.


—Yo-yo no puedo creer que ella me pidió que hiciera e-eso... echo de menos a mi papá... —arrastré las palabras, mi lloriqueo ganando impulso con cada nueva lágrima que se escapaba de mí, hasta que Pedro se hizo cargo de la desagradable tarea de intentar estabilizarme.


—Tienes que ir a la cama. Esto no es bueno para ti o nuestro hijo, así que te recostarás ahora. —Me llevó a la cama y me sentó a un lado de la misma. Se inclinó para quitarme los zapatos, trabajando silenciosa pero eficazmente, maniobrando para meterme en la cama en menos de un minuto. Él se inclinó sobre mí, trayendo su rostro muy cerca—. Me puedes decir todo si quieres, pero te necesito fuera de tus pies y descansando cuando lo hagas. Estás exhausta y molesta, y eso está jodidamente mal. —Sus acciones eran suaves, pero el tono de su voz era cualquier cosa menos eso. También lucía el ceño fruncido que me demostraba lo enojado que estaba por la situación. Y con mi madre. Los dos tenían absolutamente ninguna posibilidad de ser amigos. Me burlé interiormente. No te hagas ilusiones. Ni siquiera tú eres amiga de ella.


Después de traerme una toalla fresca para limpiar mi rostro, y un vaso de agua, se unió a mí en la cama. Permaneciendo muy quieto, Pedro me consoló, acunando su gran cuerpo detrás del mío, acariciando mi cabello una y otra vez, y me escuchó reproducir la conversación con mi madre con todos los detalles chillones.


Cuando por fin terminé, él me hizo una pregunta. Su tono cambió de uno de consolación y gentileza a uno mucho más firme y grave.


—Paula, ¿alguna vez le dijiste a tu madre lo que pasó con Bruno Westman?


—No, dijiste que nunca hablara de él con nadie.


—¿Y no le has dicho nada?


—No, Pedro, ni una palabra. Ni siquiera se lo mencioné a la Dra. Roswell.


—Bueno. Eso es bueno. —Continuó frotando mi cabeza y haciendo senderos con sus dedos a través de mi cabello durante un minuto antes de decir—: Nena, sé que esto es difícil de sacar a colación, y en qué pensar, pero nadie puede saber nunca lo que pasó con Westman la noche que te tomó. Nunca. Tienes que tomar esa experiencia y sólo ponerla en la basura, en alguna parte de nuestra mente como si nunca hubiera sucedido.


—Lo-Lo sé. Porque lo mataron, ¿no? La gente del senador Pieres mató a Bruno porque estaba tratando de chantajearlos y conservaba el video como daño colateral sobre ellos, ¿verdad?
Siguió frotando mi cabeza con sus fuertes dedos, masajeando el cuero cabelludo a través de mi cabello. Se sentía divino, y era un contraste radical con el tema desagradable que estábamos discutiendo.


—Creo que está muy cerca de lo sucedido, aunque nunca habrá ninguna prueba o evidencia para demostrarlo. Su cuerpo nunca se encontró. Westman ha sido borrado de la faz de la tierra.


Asentí. Realmente no podía expresar mis sentimientos, pero entendía. La elección de las palabras de Pedro me golpeó justo en el corazón. Borrado de la faz de la tierra. Porque eso es lo que había pasado con mi papá. Se había ido. No estaba más aquí para mí. No más de escuchar el amor por mí en su voz cuando hablábamos.


Y la razón por la que él había desaparecido, era por algo que había permitido pasar hace años. Las consecuencias de mis acciones. Facundo estaba ahí también, sí, pero fue mi decisión lo que hizo sus malas acciones posibles. Fui a la fiesta. Me emborraché y no respeté mi cuerpo. Fui usada y abusada, y dejé que la experiencia me llevara al punto que estaba dispuesta a ir por esta vida. Patética. Pero al final, fue la vida de mi padre la que fue sacrificada.


—¿Qué estás pensando? —Me preguntó en voz baja, por segunda vez en el día.


—En cómo echo de menos a mi papá —espeté, mis emociones tan crudas que sentí otro llanto viniendo fuerte.


—Nena... —Pedro puso su mano sobre mi vientre y empezó a frotar. El gesto fue muy dulce, pero sólo me hizo añorar a mi papá aún más.


Las palabras empezaron a trastabillar fuera de mí y no podía detenerlas.


—Hoy fuimos a los médicos y vimos fotos de nuestro bebé. Si Papá todavía estuviera aquí, lo habría compartido con él, y habría querido escuchar... y habría estado emocionado de ser abuelo. Le habría mostrado las fotos… querría saber cómo me sentía. Sólo le echo tanto de menos... —Hice una pausa para tomar aliento—. No puedo hablar con él ahora, y no puedo hablar con mi madre tampoco. No tengo a nadie... me siento como una huérfana… —Finalmente me rompí, en silencio esta vez, pero no menos emocionalmente lastimada, compartiendo mi dolor por algo que dolería durante mucho tiempo.


Pedro sintió mis silenciosos estremecimientos sollozantes, pero su respuesta fue simplemente abrazarme un poco más fuerte, mostrándome que incluso con mi gran pérdida, todavía lo tenía. El roce sobre mi vientre debe haberse vuelto un poco más fuerte también, porque es entonces cuando sucedió.


Un pequeño cosquilleo oscilante desde el interior de mi vientre. Una frotadura a lo largo de la parte delantera de mi vientre, que me recordó e golpeteo de las alas de una mariposa. Me quedé inmóvil, y cubrí la mano de Pedro con la mía, presionando en el lugar donde lo sentí.


—¿Qué? —Preguntó con preocupación—. Te duele…


—Sentí a nuestro bebé. Moverse dentro de mí. Como alas de mariposa golpeteando. —Como el mensaje de un ángel.


Él mantuvo su mano sobre mí, probablemente con la esperanza de que pudiera sentir lo que yo estaba sintiendo, pero dudaba de que fuera posible todavía. Mientras nos recostábamos en la cama juntos, preocupándonos acerca de las cosas malas que no se podían cambiar, me di cuenta de algo muy importante. Nunca podría pasar por esto sin Pedro. Su fuerza me empujaba a través de las partes difíciles.


Pedro nunca me dejaba rendirme.


Las palabras que salieron de su boca después, me mostraron lo bendecida que había sido porque él me había encontrado, a pesar de mis pérdidas.


—Te amo —arrulló en mi oído—, y esta pequeña persona te ama… mucho. —Explayó sus dedos abiertos, centrándolos sobre mi estómago en una demostración de posesión cariñosa cuando me dijo la última parte—. Él está allí viéndote. Tu padre. Él te ama desde otro lugar ahora, pero su amor sigue ahí, Paula, y siempre lo estará.