lunes, 3 de marzo de 2014

CAPITULO 76




Me desperté con un montón de ruido y movimiento irregular a mi
lado. Paula tenía un sueño. No una pesadilla, sino un sueño. Al menos,
es lo que me parecía. Ella se retorcía por todas partes y movía las piernas.
Agarraba su camiseta y arqueaba todo su cuerpo. Debía un muy agradable
maldito sueño. ¡Y mejor que sea yo con el que está malditamente soñando!
—Nena. —Puse una mano en su hombro y la sacudí un poco—.
Estás soñando... no te asustes. Sólo soy yo.
Abrió los ojos y se incorporó de inmediato, mirando alrededor de la
habitación hasta que su mirada se fijó en mí. Dios, era tremendamente
hermosa con el pelo sobre sus hombros y el pecho agitado. —¿Pedro? —
Estiró una mano.
—Estoy aquí, cariño. —Tomé su mano en una de los mías—.
¿Estabas soñando?
—Sí... fue raro. —Salió de la cama y fue al baño. Oí como corría el
agua y un vaso siendo puesto sobre el mostrador. Esperé en la cama hasta
que regresara y después de un par de minutos lo hizo.
Hombre. Cómo. Lo. Hizo.
Se escabulló completamente desnuda con una mirada en sus ojos
que ya había visto antes. Una mirada que decía: “Quiero sexo y lo quiero
AHORA.”
—¿Paula? ¿Qué está pasando?
—Creo que ya sabes —dijo con voz sensual mientras se subía
encima de mí y bajaba la mirada, su pelo cayó hacia adelante como una
diosa del placer decidida a devastarme.
¡Oh, joder sí!
Mis manos subieron hasta sus pechos sin pensarlo. ¡Dios! Ahuequé
toda esa carne suave en mis manos y las atraje hasta mi boca. Ella se
arqueó y comenzó a moverse por encima de mi polla que ahora estaba
completamente despierta, como mi cerebro. Me olvidé de ella estando fuera
de servicio porque en verdad que no actuaba como si estuviera fuera de
servicio.
Pongo mi boca sobre su pezón y lo chupó con ganas. Amaba el sabor
de su piel y podría pasar mucho tiempo antes de que estuviera dispuesto a
dejar sus hermosas tetas. Tomé el otro pezón y lo mordí un poco, con
ganas de llevarla al borde, donde un poco de dolor hacía que el placer se
sintiera mucho mejor. Gritó y empujó con más fuerza contra mi boca.
Sentí su mano deslizarse por debajo de los calzoncillos que traía
puesto para dormir y envolverse alrededor de mi polla.
—Quiero esto, Pedro.
Saltó de mis caderas y su pezón salió de mi boca con un chasquido.
No tuve tiempo para protestar por la pérdida antes de que me quitara los
molestos pantaloncillos y llevara sus labios alrededor del extremo de mi
polla.
—¡Ahhh, Dios! —Tiré la cabeza hacia atrás y le permití trabajar en
mí. Estaba tan jodidamente bien que mis bolas dolían. Era realmente
buena en esto. Agarré un puñado de su pelo y le sostuve la cabeza
mientras me chupaba al borde del orgasmo. Deseaba poder venirme en su
interior en lugar de su boca. Prefería estar dentro de ella cuando me venía,
con mis ojos fijos en ella.
Bueno, mi chica tenía más sorpresas para mí, porque me dijo—: Te
quiero dentro de mí cuando te vengas.
¿Cómo diablos hizo eso?
—¿Estás bien? —Logré decir con voz entrecortada mientras se movía
hacia arriba para sostenerse sobre sí misma.
—Aaaja —gimió, empujando hacia arriba sus rodillas para sentarse
a horcajadas sobre mí y empujarse para enterrar mi polla hasta las bolas.
No sé cómo esto no le hacía daño. Tal vez lo hizo, pero no fui yo, era
ella tomando lo que obviamente más quería. ¡Ya que insistes!
—¡Ohhhh, joooder! —grité, enganchando sus caderas y ayudándola
a salir.
Paula se volvió salvaje, montándome duro, frotando su sexo donde
mejor la hacía sentir. El golpeteo se escuchaba entre nosotros, y lo que iba
a venir, yo sabía que iba a ser enorme. Sentí mi endurecimiento comenzar,
pero necesitaba desesperadamente traerla conmigo. No había manera de
que fuera a venirme sin que ella lo disfrutara también. No funcionaba así.
Sentí su núcleo interno apretado y caliente mientras se movía arriba
y abajo. Deslicé una mano entre sus piernas para satisfacer donde
nuestros cuerpos se unían y encontré su clítoris a través de todo lo mojado
y resbaladizo. Me hubiera gustado que fuera mi lengua, pero me conformé
con los dedos y comencé a acariciar.
—Me vengo —jadeó.
Lo había dicho así antes, tan suave y delicada. Esas dos palabras.
Me enloqueció escucharlo de ella otra vez. Lo hizo porque era yo quien la
hacía explotar y me dio todo de ella en el instante en que ocurrió.
Sus suaves palabras también me enviaron rodando al límite.
—Sí, cariño. Vente. Ahora. ¡Vente sobre mí!
La vi venirse y seguir mis órdenes como una experta. Apretó y gritó y
se agarró y se estremeció.
—¡Ohhhhhh, Pedrooo! Sí. Sí. ¡Sí!
Viniéndose a la orden. Esa es mi chica, que lo hace cuando se lo
digo. Soy un bastardo con suerte.
Me encantó mirarla en todo momento. Sentir su placer. Y cuando
sentí que empecé a irme, la sostuve violentamente por última vez mientras
empujaba dentro de ella y me dejaba ir.

Algún tiempo después, no tengo ni idea de cuánto tiempo, se sacudió
en mi pecho y levantó la cabeza. Sus ojos brillaban en la oscuridad y me
sonrió.
—¿Qué fue eso?
—¿Un impresionante polvo de medianoche? —bromeó ella.
Me reí entre dientes. —Realmente un increíble jodido polvo de
medianoche.
La besé en los labios y le sostuve la cabeza hasta que estuve
dispuesto a dejarla ir. Como que soy posesivo después de tener sexo. No
me gustaba salir de inmediato, y como ella se encontraba encima de mí, no
tenía de que preocuparme al quedarme un poco más.
Empujé profundamente de nuevo y la hice gemir contra mis labios.
—¿Quieres más? —preguntó ella con un tono entre sorpresa y
felicidad.
—Sólo si tú quieres —le dije—. Nunca te rechazaré y me gusta
cuando saltas sobre mí, pero pensé que estabas teniendo tu período
menstrual…
—No. En mi caso es distinto debido a las pastillas que tomo. Es
apenas nada, un día tal vez, si acaso... a veces no tengo ni siquiera uno...
—Comenzó a besar mi pecho y rozó un pezón con los dientes.
Cristo, se sentía tan bien. Sus atenciones me sacudieron de nuevo
en el momento, y el deseo hizo aparicion para una segunda ronda.
—Creo que me vas a matar, mujer... de una manera muy
jodidamente agradable —Me las arreglé para decir, pero fue lo último que
cualquiera de nosotros habló durante un rato. Mi Medusa acababa de
convertirse en Afrodita adorando el altar de Eros. Mi suerte al parecer no
conocía límites.

CAPITULO 75


—Pollo Marsala… mmmm. Paula cariño, ¿qué es eso de aquí? —
preguntó papá entre bocado y bocado—. Es realmente maravilloso.
—Usé un vino de chocolate para saltear el pollo.
—Interesante. Me encanta el gusto que le da. —Papá le hizo un
guiño a Paula—. Así que ¿eres una gourmet?
—Gracias, pero no soy realmente una gourmet. Lo disfruto y aprendí
a cocinar para mi papá cuando mis padres se separaron. Tengo estos
maravillosos libros de cocina de Rhonda Plumhoff en mi e-reader. Ella
mezcla sus recetas con los libros populares. Es famosa desde donde vengo.
Adoro sus recetas.
Él inclinó la cabeza hacia mí. —Muy inteligente el hijo que crié.
—No soy un idiota, papá, y ella puede cocinar, pero al principio no
tenía ni idea de esa parte. Su primera comida conmigo fue una barrita
energética, así que imaginen mi sorpresa cuando comenzó a servir platos y
a agitar cuchillos afilados en mi cocina. ¡Sólo me mantuve alejado y salí de
su camino!
—Una vez más, siempre fuiste un rápido muchacho —dijo papá con
un guiño.
Todo el mundo se rió y parecían muy a gusto el uno con el otro, lo
cual me ayudó, pero todavía me sentía nervioso por lo que tenía que
decirles. No por la parte de seguridad, esa yo la sabía hacer y muy bien,
pero compartir la información con la presencia de Paula es lo que me
agitaba. No quería rebajarla como un trabajo de seguridad cuando ella era
mucho más para mí. Tampoco quería tenerla toda enredada en la
emotividad de la situación y alterarla, y a su vez perturbar nuestra
relación otra vez. Intentaba protegernos. Protegerla a ella. Sí, esa era la
cruda realidad y no lo cambiaría por nada. No podía soportar hacerle más
daño con ese lío sórdido, y tampoco dejaría que nadie más lo hiciera.
Así que hicimos un trato. Les informaría a Oscar y Gabriela
juntos en mi oficina mientras Paula jugaba de anfitriona con los demás,
y luego cambiaría con Maria y mi papá. De esta manera, Paula no tenía
que estar ahí con la sensación de incomodidad mirando la presentación en
PowerPoint que había hecho con los horarios y las fotos de las que todo el
mundo conocía las caras y nombres. Era importante que las personas más
cercanas a Paula conocieran todos los detalles de quién, qué, dónde, y
las posibles motivaciones de lo que puede avecinarse. No podrías obtener
ningún propósito político más alto que una elección presidencial en los
EE.UU. Y el lado queriendo explotar a Paula trabajaría tan duro como el
lado que quería que su existencia se desconociera. No sabía de qué otra
manera protegerla y sacarle información a las personas que importaban.
Eliana y Pablo ya estaban poniéndose al día y Paula había dicho que
estaba cómoda con que ellos y mi padre supieran. Los otros ya conocían
su historia, por supuesto.
Teníamos una reunión prevista con el Dr. Roswell para repasar
algunas cosas como pareja. Estuve de acuerdo cuando ella me lo pidió.
Paula todavía tenía esta idea en la cabeza que yo no podía amarla lo
suficiente como para pasar por alto que ella hubiese estado con esos
chicos en el video. El sello del tiempo la había marcado como una puta
para siempre a los diecisiete años. Se me hacía muy triste que se culpara
por ello. Definitivamente era un problema para ella, no para mí, pero que
crea que la amo menos debido a aquel ataque asqueroso que había
sufrido, era el verdadero obstáculo. Teníamos nuestras cosas sobre las que
trabajar y ni siquiera habíamos tocado en absoluto la superficie de mis
demonios. Por más de una vez me pregunté si necesitaba hablar con
alguien acerca de mis pedazos. El pensamiento de otra pesadilla siempre
me asustaba. Sobre todo que Paula me viera así de nuevo.
Durante toda la noche la observé con atención. En apariencia se veía
hermosa y encantadora, pero por dentro supuse que luchaba mientras la
noche avanzaba. En el momento en que terminé con papá y Maria, fui a
encontrarla en la cocina, donde preparaba café y el postre para nuestros
huéspedes. Mantuvo la cabeza baja a pesar de que sabía que me
encontraba allí. Por detrás, envolví mis brazos a su alrededor y apoyé la
barbilla en la parte superior de su cabeza. Se sentía suave contra mí y su
cabello olía a flores.
—¿Qué tenemos aquí, mi amor?
—Brownies con helado de vainilla. El mejor postre en todo el
planeta. —Su voz era plana.
—Luce exquisito. Casi tan delicioso como tú te ves ésta noche.
Hizo un ruido y luego se quedó callada. La vi limpiarse un ojo y
entonces lo supe. Le di la vuelta y tomé su cara entre las manos. Odiaba
cuando lloraba. No las lágrimas en sí, sino la tristeza detrás de ellas. —Tu
padre… —No pudo terminar pero ya había dicho suficiente. La puse contra
mi pecho y la atraje más hacia la cocina para que la gente no pudiera ver,
y sólo la sostuve por un momento.
—¿Te preocupa lo que piense?
Asintió con la cabeza apoyada contra mi pecho.
—Él te adora, al igual que todos los demás. Mi padre no es un
hombre de críticas. No es así. Nada lo hace más feliz que verme feliz. Y
sabe que lo que me hace feliz eres tú. —Puse mis manos en cada lado de
su cara—. Tú me haces feliz, nena.
Me miró con tristes y hermosos ojos que brillaron e iluminaron
cuando comprendió mis palabras. —Te amo —susurró.
—¿Ves? —Empujé mi pecho con un dedo—. Tipo muy feliz.
Me besó en los labios e hizo que mi corazón golpeara duro en mi
interior.
—Postre... —dijo, haciendo un gesto hacia el mostrador—, el helado
se va a derretir.
Es algo bueno que lo haya recordado, porque estoy seguro que yo no
lo habría hecho. —Deja que te ayude con eso —dije—, cuanto antes les
sirvamos, más pronto pueden regresar a sus casas, ¿no? —Empecé
recogiendo platos de postre y repartiéndoselo a la gente. Por lo menos, soy
un hombre de acción.

CAPITULO 74



Esa debe ser la tía Maria! Pedro, ¿puedes dejarla entrar?
Estoy hasta los codos aquí. —Paula se señaló a sí misma,
frenética, terminando los toques de última hora para la cena.
—Lo tengo. —Le di un beso al aire y dije—: Que comience el
show, ¿no?
Asintió con la cabeza, luciendo hermosa como siempre en su falda
larga y camiseta negro púrpura. El color se veía precioso en ella, y ya que
ahora sabía que era su favorito, tenía que creer en mi suerte aquella
primera vez en que le envié las flores púrpuras.
Todo o nada, nena.


Abrí la puerta a una mujer encantadora de la que no tenía otras
expectativas más que se trataba de la tía abuela de Paula. La hermana
de su abuela por parte de mamá. Pero la persona que se encontraba en la
puerta de mi casa, sonriéndome, era lo menos que pensarías cuando
escuchabas la palabra abuela. Con una piel libre de arrugas y cabello de
una tonalidad rojo oscuro, se veía joven, con estilo, y bastante... caliente
para una mujer que no podía estar por encima de los cincuenta y cinco.
—Tú debes ser el Pedro del que he estado escuchando tanto —dijo
en una lengua nativa.
—¿Y tú debes ser Maria, la tía de Paula? —dudé, por si estuviera
equivocado,pero en realidad,las mujeres de su familia eran
impresionantes. Me pregunté de nuevo cuán bella debía ser la madre de
Paula.
Ella se echó a reír con encanto. —Suenas un poco inseguro.
La hice pasar y cerré la puerta. —No, en absoluto. Como ve,
esperaba a su tía abuela, no a su hermana mayor. Ella está bastante
ocupada en la cocina y me envió a darle la bienvenida. —Le tendí la
mano—. Pedro Alfonso. Es para mí un gran placer, tía Maria. Todo el
tiempo escucho a Paula alabarla y esperaba con impaciencia poder
conocerla.
—Oh, por favor llámame Maria —dijo, tomando mi mano—, eres
bastante encantador, Pedro. Su hermana, ¿eh?
Me eché a reír y encogí mis hombros. —¿Demasiado halagador? No
lo creo, y bienvenida, Maria. Te agradezco que te hayas tomado el tiempo
para acompañarnos esta noche.
—Gracias por la invitación a tu preciosa casa. No veo a mi sobrina
muy a menudo, por lo que es un extra. Y tu comentario fue encantador,
aunque demasiado halagador. Ganaste mi voto, Pedro. —Me guiñó un ojo,
y creo que en ese preciso momento, me enamoré de ella.
Paula salió de la cocina y abrazó a su tía. Vi su sonrisa de felicidad
por encima del hombro de Maria. Estaba claro que cualquier problema que
tenía con su madre, no los tenía con Maria y eso me hacía muy feliz. Todo
el mundo necesitaba a alguien quien le diera amor incondicional. Se
fueron a la cocina y yo fui por bebidas antes de que el timbre volviera a
sonar. Sonreí para mis adentros por lo que papá pensaría de Mariacuando
le echara un vistazo. Sabía que ella era una viuda sin hijos, pero por su
belleza, tenía que haber una larga fila de hombres aclamando por un poco
de su tiempo. No podía esperar para que Paula me contara su historia.
Oscar y Gabriela llegaron después y puesto que ya conocían a
Maria, todo lo que tuve que hacer fue preparar bebidas y pasarlas
alrededor. Oscar y yo tuvimos una especie de tregua fácil, muy parecida
a mi relación con Gabriela. A todos nos importaba Paula y queríamos
que fuese feliz. No me emocionaba que él le tomara fotos, pero no había
razón por la cual no ser amable, ya él era gay. En serio, sé que ese es justo
mi problema, ¿pero si fuera heterosexual y le tomara fotos desnuda a
Paula? Ahora mismo no estuviese en mi casa.
Una vez que Pablo y Eliana aparecieron, me sentí un poco más a
gusto. Oscar fue a ayudar a Paula y Maria en la cocina mientras
Gabriela y Eliana parecían hacerse buenas amigas hablando de libros—
especialmente uno muy popular sobre un multimillonario muy joven y su
obsesión con una mujer aún más joven... y el sexo. Habían montón de
escenas de sexo eróticas en el libro, aparentemente en cada página.
Pablo y yo nos miramos con simpatía el uno al otro, y no tuvimos
absolutamente nada que añadir a la conversación. Es decir decir, ¿quién
lee esta basura? ¿Quién tiene tiempo? ¿Por qué incluso leer sobre sexo en
un libro cuando se puede tenerlo en la vida real? No lo entiendo. ¿Y
multimillonarios a los veinte años? Mentalmente negué con la cabeza y
fingí importancia. Soy un hijo de puta.
Miré mi reloj y como si lo hubiese convocado, el timbre sonó. Mi
papá, por fin. Salté de mi asiento para abrir la puerta. Pobre Pablo, parecía
que deseaba poder venir conmigo.
—Papá. Estaba preocupado. Ven a conocer a mi chica.
—Hijo. —Me dio una palmada en la espalda la cual era nuestro
saludo estándar y sonrió—. Te ves más feliz que la última vez que puse
mis ojos en ti. Luciana me dijo que irás a Somerset a visitarla. Llevarás a
Paula.
—Sí. Quiero que todos se conozcan. Hablando de conocer, vamos,
papá, está por allí. —Lo llevé a la cocina y fui recibido por el resplandor
más brillante en el rostro de Paula cuando le dio un vistazo a papá. Esto
hizo que mi corazón saltara. Conocer a la familia y provocar impresiones.
Era algo grande. El deseo de que se llevaran bien, de pronto, era muy
importante para mí.
—Bueno, esta debe ser la encantadora Paula y su… ¿hermana
mayor? —dijo papá hacia Paula y Maria.
—¡Oye! ¡Te robaste mi línea, papá!
—Tiene razón —dijo Maria—. Tu hijo dijo lo mismo cuando llegué.
—De tal palo, tal astilla —dijo papá, sonriendo alegremente entre
Paula, Maria y Oscar.
—Mi padre, Horacio Alfonso. —Salí de mi estupor al hacer las
presentaciones y froté lentamente de arriba a abajo en la espalda de
Paula. Me pregunté cómo tomaba todo esto. Habíamos llegado muy lejos,
bastante rápido, lo cual era más que un poco loco, pero como había dicho
antes, no había ninguna vuelta atrás en nuestro camino. Íbamos a toda
velocidad por una montaña y no nos detendríamos por nada. Se inclinó
hacia mi lado y le di un pequeño apretón.
Mi papá tomó la mano de Paula y la besó, como había estado
saludando a las mujeres durante toda su vida. Le dijo lo bonito que era
por fin conocer a la mujer que me había capturado, y lo hermosa que era.
Ella se sonrojó y presentó a Maria y Oscar. Maldita sea si el viejo
coqueto no besaba la mano de Maria también. Negué con la cabeza,
sabiendo que lo haría alrededor de todas las mujeres que habían aquí esta
noche. Si tenían una mano, él tendría sus labios sobre ella. Ah, y sí, pensó
que Maria era caliente. Algo muy fácil de notar, así que estaba seguro.
—No voy a besar tu mano —dijo papá a Oscar mientras se
estrechaban la mano.
—Si de verdad quieres, puedes hacerlo —ofreció Oscar, en
ultimátum para romper el hielo.
—Gracias por eso, amigo. Creo que lo has dejado mudo —le dije a
Oscar.
Paula me miró y luego a papá. —Ahora Sé donde Pedro aprendió a
hacer esa cosa de besar la mano que tanto amo, señor Alfonso. Puedo
ver que ha sido entrenado por un maestro —le dijo con una hermosa
sonrisa. Una sonrisa con el poder de iluminar una habitación.
—Llámame Horacio por favor, y aguanta conmigo un poco más,
cariño, mientras me tomo un poco de libertad más adelante. —¡Papá se
inclinó y la besó en la mejilla! Ella se sonrojó un poco más y se puso un
poco tímida, pero parecía feliz. Seguí acariciando su espalda y realmente
esperaba que no fuera demasiado... de todo.
—Tranquilo, viejo —le dije, sacudiendo la cabeza—. Mi chica. Mía. —
La atraje muy cerca de mí hasta que Paula chilló.
—Creo que entendió, Pedro —dijo ella, apretando su mano en mí
pecho.
—Está bien, siempre y cuando nadie lo olvide.
—Es como imposible que eso suceda, nene.
Me llamó nene. Todo está bien ahora, pensé, alegre de poder reírme
de mí mismo ya que nuestro propósito de reunirnos esta noche había
salido bien.