sábado, 6 de septiembre de 2014

CAPITULO 178



Paula


Quien diga que el gobierno se mueve lentamente no está hablando de la gente que trabaja para el futuro Vicepresidente de los Estados Unidos. Las cosas se movieron a la velocidad de la luz tan pronto como di mi acuerdo para visitar a Facundo Pieres.


Tienes que hacer esto. Me puse de pie en el pasillo del hospital, a la espera de entrar, el olor a antisépticos y alimentos impregnando el aire esterilizado me daba ganas de vomitar. El ramo de flores que me habían dado se sacudía ligeramente en mi mano mientras trataba de salir del auto. No tienes elección. La mano de Pedro en mi espalda se sentía posesiva, pero no podía hacer frente a ninguna emoción que él sintiera en el momento. Tienes que hacerlo para proteger a tu bebé. Sabía por qué Pedro se estaba volviendo loco. Pero no había nada que pudiera hacer por él ahora mismo.


En el momento en que Pedro había enviado mi acuerdo para visitar a Facundo en un mensaje de texto desde mi teléfono, un bien organizado show mediático se puso en movimiento. Limosinas, escoltas policiales, entradas secretas, fotógrafos personales, regalos para el paciente, sesiones informativas sobre qué hacer, cuánto tiempo debía quedarme, qué decir. Cada cosa fue arreglada hasta el milésimo segundo. Vas a hacer esto. La mano de Pedro acarició la parte baja de mi espalda. Él estaba siendo forzado a ser parte de este circo también. Mi marido estaba a punto de conocer mi pasado. Todo lo que quería olvidar. No es más que un soldado que ha sido lesionado por servir a su país.


—Sr. Alfonso, se quedará a su izquierda hasta después de su introducción al Teniente Pieres, entonces se excusará de la habitación para tomar una llamada telefónica. Su esposa va a terminar la visita por sí sola con el Teniente Pieres. —La secretaria de prensa que se dirigió a Pedro, palideció ante la mirada que él le dio. Hizo una mueca de dolor. No pude verlo lanzándole la mirada de aléjate-maldita-pretenciosa, ya que estaba un poco fuera de mi campo de visión, pero pude imaginar cómo lucía su rostro ahora. Y no, Pedro no se llevaba bien con las instrucciones en absoluto, ¿lo haría ahora? Especialmente cuando le había dicho que me dejara en manos de otro hombre. Facundo no es solo cualquier otro hombre. Pedro podría ni siquiera seguir sus instrucciones. Supongo que la Señorita Secretaria de Prensa estaba a punto de averiguarlo.


—¿Ya estamos listos? —Me preguntó, evitando deliberadamente el contacto visual con Pedro.


No.


—Sí. —Él es un soldado que ha sido lesionado por servir a su país. Lo conociste hace mucho tiempo… puedes hacer esto.

CAOITULO 177



PEDRO


Histérica, era la única manera de describirla cuando llegó a mi oficina. Leo hizo subir a Paula hasta el piso cuarenta y cuatro, y nos encontramos en la recepción. A partir de ahí la llevé directamente a la suite adyacente en donde trabajaba.


Ella miró alrededor del estudio con confusión, preguntándose probablemente por qué nunca estuvo aquí, o me oyó hablar de él. Decirle que este era el lugar donde me había follado a todas las mujeres antes de que ella llegara, no parecía apropiado en ningún momento, ¿pero ahora mismo? Estaba fuera de puta cuestión.


Así que la sostuve entre mis brazos en su lugar.


—Dime que estás bien, nena.


—Pedro, ¿por qué me hacen esto? ¿Cuándo, alguna vez, van a parar?—Sus preguntas me rompieron el corazón. Como si me clavaran un cuchillo en el pecho dándole un golpe cordial, rompiendo mis huesos y arrasando mi carne.


Paula, necesito que te calmes y que me escuches. —Tomé su rostro entre mis manos y lo levanté, obligándola a concentrarse en mí—. El senador Pieres me llamó esa noche después de que la noticia estallara. Él quiere que tú visites a su... hijo en el hospital, y mostrar al mundo lo buenos amigos que son. —Me puso enfermo tener que decirle eso, pero me había dado cuenta hace un par de noches, que no había manera de salir de este lío.


—¿Él te llamó? ¿Hablaste con él y no me lo dijiste?—Gritó en tono acusador.


Sacudí la cabeza.


—Lo siento, pero hice un juzgamiento de la llamada…


—Pero, ¿por qué? No quiero ver a Facundo Pieres otra vez, jamás mientras esté viva. No te atrevas a pedirme que vaya con él —espetó—. ¡No eres mejor que mi madre!
Con sus ojos quemándome violentamente, me di cuenta de que ella hablaba en serio, así que cerré esa idea de una puta vez.


—No, no es cierto —dije, agarrándola con ambos brazos, obligándola a enfocarse en mí—. Le dije que no. Le dije que no iba a pedirte que hagas algo que te molestaría, pero entonces me mandaron esa captura de Facebook. —Bajé la voz y le dije la brutal verdad—. Esa mierda no va a desaparecer hasta que vayas y registres que eres una amiga cercana de la familia.


—No… —dijo lastimosamente.


Paula, nena… hay otros que saben acerca del video, tú misma me lo dijiste. Esta visita para ver a Pieres en el hospital hará que sea inútil. No puedo arriesgarte más de lo que ya he hecho. Por favor, sólo escucha el porqué.


¿La mirada que me dio? Esa expresión trágica en su hermoso rostro, surcado de lágrimas y devastación… Jodidamente lastimándome.


Después de un momento, cerró los ojos y asintió con la cabeza casi imperceptiblemente.


La besé largo y lentamente. Sólo para acercarnos, y mostrarle primero y ante todo, lo mucho que la amaba. Entonces la hice sentarse y le hablé de mi conversación con el Senador. Acerca de lo importante que era evitar que algún otro que supiera de la existencia del video, intentara hacer lo que había hecho Bruno Westman. El punto degenerado chantajista. Y, también neutralizar cualquier efecto negativo al declarar la amistad con Facundo Pieres. Perro violador con dos pollas. Como si verlos siendo amigos, entonces un crimen nunca pudo haber ocurrido… sólo una indiscreción juvenil entre dos niños, en caso de que el video alguna vez saliera a la superficie para avergonzar al futuro Vicepresidente de los Estados Unidos. Gusano inmoral chupapollas.


Paula lo asimiló todo, escuchándome hablar sin interrumpir o arrastrar cada cosa con más preguntas. Sus claros ojos marrones me seguían, procesando silenciosamente la situación. Dios, admiraba su fuerza. Nunca dudaría de la valentía de mi chica, o su inteligencia.


Pero también estaba haciéndole daño en este momento. 


Sabía cómo era enfrentar las cosas que te asustaban. Para Paula, ser obligada a visitar a Oakley en cama la asustaba.


Está jodidamente matándome también.


Ella pareció pensar en cada cosa que le había dicho, y se levantó dirigiéndose al cuarto del baño, deteniéndose ante el espejo. Se quedó allí observándose, con aparentemente poca emoción, luciendo, en algunos aspectos, en nada similar a la chica apasionada que había conocido en mayo.
Finalmente se dio la vuelta para mirarme. Sus labios temblantes, con los ojos llenos de lágrimas, abrió la boca para hablar. Su garganta tragando reflexivamente, su voz quebrada:
—Yo-Yo tengo que ir a ver a Facundo… ¿no?


Me encogí ante su pregunta, sabiendo que solo había una respuesta que le podía dar. Puta situación llena de mierda.

CAPITULO 176




Leo sostuvo la puerta para mí cuando salí de la oficina de la Doctora Roswell.


—¿Quiere que la lleve a casa, Señora Alfonso?
Suspiré hacia mi gentil y gigante conductor.


—Leo, por favor. Ya hemos pasado por esto una y otra vez. Quiero que me llames Paula.


—Sí, Señora Alfonso. ¿A casa entonces?


Le lancé una lenta inclinación de cabeza, y murmuré:
—Me rindo. —El hombre era tan estoico, y sin embargo todos los días sentía que me estaba tomando del pelo, jugando a este pequeño juego nuestro. Me acomodé en el asiento y medité lo que la Dra. Roswell y yo habíamos hablado sobre el TDEP Trastorno de estrés postraumático. Tenía mucho en qué pensar. Por Pedro y por mí misma, pero sobretodo, sólo quería ser una buena esposa y un apoyo para él. 


Haciéndole saber que estaba allí, y que lo amaba, no importaba lo que él había gritado durante un mal sueño, o necesitaba de mí para que se sintiera mejor. Si se necesitaba un poco de sexo duro para ayudarlo a relajarse después de un mal sueño, entonces podía hacer eso. El sexo era siempre excelente, y ahora mismo mi cuerpo era una gran unidad llena de hormonas, así que…


Mi teléfono sonó y lo saqué de mi bolso. Era Oscar.


¿Estás bien, cariño?


Sonreí cuando lo leí. Oscar no había debajo de preocuparse por mí solo porque estaba casada con Pedro ahora. Nos manteníamos en contacto religiosamente. Él era un amigo que me amaba con todo el corazón, y sabía que sólo podía ser yo misma cuando estábamos juntos. Oscar y yo éramos diferentes de una manera que no podía ser con Gaby. Oscar y Gaby eran muy cercanos, pero ella tenía sus propios demonios también. Las dos le tomábamos el pelo a Oscar con que atraía a amigas con montañas de problemas emocionales. Él dijo que le daba “puntos de marica” saber que nos hacía mujeres motivadas. No podía estar en uno, pero hacía girar al mundo, por lo que valía la comprensión. Tristemente, su broma era cierta. Oscar había visto la historia de Facundo salpicando en todas las noticias. Diablos, una persona tendría que vivir bajo una roca para no haberlo escuchado. Así que sólo estaba haciéndome saber que estaba en mi esquina.


Le respondí:


Lo estoy :) Te extraño también. ¿Me llevarás a comprar unas cuantas prendas de maternidad algún día pronto?


Sí, mamá sexy. XO


Tenía el mejor gusto, en cuanto a todas las cosas de la moda y diseño. Oscar haría que lo haga bien en el departamento de ropa, no tenía ninguna duda.


El tráfico de Londres dictó que el tiempo dedicado para llegar a casa iba a tomar mucho más de lo que debería, así que comprobé los correos electrónicos y los respondí, hasta que mi bandeja de entrada quedó limpia. Leo no era un charlatán, así que no tenía que mantener con él una conversación mientras conducía el Rover expertamente a través de las calles obstruidas y la llovizna de otoño.


No se me escapó el conocimiento de que mi madre nunca trató de llamarme tampoco. No era una sorpresa realmente. Yo había dicho algunas cosas bastantes duras y le había colgado. Pasaría un tiempo antes de que volviéramos a hablarnos. Nuestra relación estaba hecha un asco. Odiaba creer eso, pera la verdad a menudo era fea, y para mi madre y para mí, la verdad era un súcubo con intenso SPM sindrome pre-menstrual.


Mi teléfono me alertó sobre un texto entrante. Cavé dentro de mi bolso una vez más y lo leí.


Era un mensaje multimedia que incluía una captura de pantalla de mi perfil de Facebook. Miré más de cerca, sintiendo a mi corazón hundirse como una piedra cuando descifré exactamente lo que me habían enviado. Una publicación que habían hecho de mi perfil, cuando había usado el GPS en Facebook para que Pedro diera con el lugar en donde Bruno me tenía. También había etiquetado a Bruno Westman en ¿Con quién estás? Así que Pedro supo quién me habían llevado. Debajo de la pantalla había solo una frase:
Bruno Westman ha estado desaparecido desde el 3 de Agosto y el último contacto conocido eras tú.