martes, 9 de septiembre de 2014

CAPITULO 187




—¿Puedo sentarme contigo? —Una voz sedosa preguntó a mi oído.


Damian Carrington estaba de hecho aquí, justo como había prometido cuando lo conocimos en Italia. Era uno de los padrinos de boda de Pablo y tenía a todas las damas desmayándose. Me imaginé que no era nada a lo que no estuviera ya acostumbrado, al ser un campeón de carreras famoso y todo. Las oscuras y buenas miradas no lastimaban sus posibilidades, tampoco. El hombre era sencillamente precioso. Pero él lo sabía.


—Claro, si pasar el rato con una chica embarazada e irritable por la falta de vino es lo tuyo. —Le guiñé un ojo.
Se rió y acercó una silla.


—Bueno, eres preciosa, embarazada o no, incluso si la falta de vino te ha vuelto un poco chiflada. ¿Cómo puedo ayudarte?


Negué con la cabeza y sonreí.


—Estoy bien, solo sentándome y observando a la gente. Es mi cosa favorita.


—¿En serio? Sé que a la gente le gusta mirarte en fotografías.


¿Estaba coqueteando conmigo? Y si era así, ¿por qué demonios estaba prestándome atención a mí, cuando él podría tener su opción en cualquier mujer soltera en la sala?


—¿Has visto mis fotografías, Damian?


Frunció los labios como si estuviera tratando de contener una sonrisa.


—Sí, Paula, lo he hecho. —Él inclinó la cabeza en deferencia—. Las apruebo de todo corazón.


Resoplé una carcajada.


—Pedro no lo hace.


Asintió con la cabeza inclinada como si estuviera considerándolo.


—Creo que puedo ver por qué se sentiría de esa manera. 
Pedro tiene tendencias territoriales. Tiene que hacerlo, en su profesión, además de que acaba de arrebatarte fuera del mercado, así que puedo imaginarlo.


—Sí, lo sé. —Respiré profundamente y pensé en ello desde la perspectiva de Pedro. ¿Y si él fuera el modelo y las mujeres lo vieran desnudo en fotografías? No me gustaría. Honestamente, lo odiaría. Decidí que era necesario un cambio de tema rápido para levantar el estado de ánimo—. ¿Dónde está tu linda novia, Damian? ¿Por qué no estás allá, bailando con ella en este momento?


—Oh, ¿Gwen? Ella no es mi novia, es sólo mi cita para este fin de semana. —Me dedicó una sonrisa diabólica que me dijo más de lo que quería saber sobre la habilidad sexual de Damian Carrington con las mujeres. Él escribía PROBLEMA en capas rectas, y Pedro tenía razón en objetar que Damian sólo tenía citas—. Y no estoy bailando con ella en este momento porque tu marido lo está.




Damian se rió de mi reacción. Pedro estaba, de hecho, con la “cita” de Damian, la piernas largas Gwen, que parecía estar realmente muy metida en el baile con mi marido. Él simplemente parecía ebrio. Oh, no me gustas en absoluto, Gwen.


—Iba a pedirte bailar conmigo, pero cuando me acerqué, parecía como que quizá no estabas dispuesta a dar una vuelta, y no pude enfrentar el posible rechazo. —Sus ojos ámbar brillaron con picardía.


Con mi decisión tomada, eché un vistazo de lado a Pedro, y me levanté para alisar mi vestido.


—Damian, me encantaría bailar contigo.


Las habilidades de Damian eran tales que me hizo quedar bien allá afuera. Y fue divertido. Cuando me hizo girar, la falda se acampanó en una ola de gasa y me encantó. Me sentí bonita y deseable por primera vez hoy, en lugar de ser la dama de honor embarazada y torpe que observaba todos los demás divertirse mientras se sentaba alrededor de su enorme trasero.


Cuando la canción cambió a Bloodstream de Stateless, di gracias a Damian por hacerme compañía, y miré a mi alrededor en busca de Pedro. Era una de mis canciones favoritas y me recordaba mucho la forma en que Pedro era conmigo. Creo que podría haber inhalado de ti… Puedo sentirte detrás de mis ojos… Te has metido en mi torrente sanguíneo… Puedo sentirte fluyendo en mí. Bailar lento esa canción en particular con alguien que no fuera mi hombre, estaba fuera de cuestión. Ni siquiera lo vi bailar con Gwen más. ¿Adónde demonios se había ido? Mi marido debía estar bailando conmigo en esta boda. No con una mujer cualquiera, que era delgada y hermosa... Mi cuerpo está cambiando muy rápido.


Francamente, estaba irritada. Básicamente me había abandonado para beber en la barra con los chicos, y luego se había ido a bailar con otra mujer. No me gustaba sentirme de esta manera, y por primera vez, desde que había conocido a Pedro, pude imaginar que me estaba evitando. Pero, ¿por qué? Esta mañana había estado muy bien, y más tarde antes de la ceremonia había venido a ver cómo estaba, preocupado por mi dolor de cabeza. Mi cariñoso y atento hombre, como siempre era conmigo. Pero entonces, después que la ceremonia se trasladó a la recepción, pareció distante, y se fue con Tomas y el hermano de Eliana, Ian, para algún tiempo de bromance, supuse. ¿Era posible que todos los corazones de la boda y el amor floreciente estuvieran molestándolo?


Bueno, él fue quien insistió en casarse, me recordé a mí misma. Yo nunca exigí un anillo. Todo Pedro, todo el tiempo con la ridiculez de vamos-a-casarnos-ahora-mismo. Si él estaba teniendo segundos pensamientos sobre su nuevas pelotas-en-cadenas, entonces estaba un poco malditamente tarde para descubrirlo.


¿El juego de Pedro hasta el momento? Idiotez en niveles insospechados al millonésimo poder. Y una amarga decepción por parte de su, embarazada y de mal humor, esposa.


Besé a la novia y el novio, hice una excusa para Gaby y Oscar acerca de mi dolor de cabeza, y me imaginé que vería al resto de la multitud mañana en el desayuno tardío. En este momento, estaba lista para que mi cabeza se encontrara con mi almohada. El crecimiento de un pequeño ser humano hacía que requiriera una tonelada más de horas de sueño de lo habitual. Mientras me dirigía por las escaleras, me invité a hacer una mini rabieta —dentro de mi cabeza, por supuesto— por lo poco romántica que esta noche había sido para mí. Hablando de aguafiestas.


Mi decisión a favor de sueño, por sobre la búsqueda de dondequiera que se hubiera perdido Pedro fue realmente muy fácil para mí. Debido a que se sentía como si hubiera estado sola toda la noche, de cualquier manera. Cuando llegué a la habitación, me puse un camisón cálido y acogedor, y me recosté en la solitaria cama, sintiéndome despojada, preguntándome cuándo él iba a arrastrarse arriba para unirse a mí. Pero sabía que lo haría eventualmente.


Esa era la cosa con nosotros. Confiaba en Pedro aunque estaba siendo un idiota. Él conocía la disposición de la tierra conmigo. La honestidad y la confianza eran requeridas, o no habría nada que nos mantuviera unidos.


El buen sexo no era amor.


Para mí, honesta devoción y lealtad era amor.


Si Pedro me engañaba alguna vez, saldría por la puerta y nunca miraría hacia atrás. Yo lo sabía. Él lo sabía.

CAPITULO 186



PAULA

—¿Cómo está tu dolor de cabeza? —Preguntó Gaby.


—Por desgracia para mi cabeza, todavía está conmigo —le contesté irónicamente—. Una de las partes no tan agradables del embarazo, y el hecho de que no puedo tomar nada para ello, apesta a lo grande. —Levanté el agua helada y presioné el lado del vidrio en mi frente.


—Bueno, te ves hermosa si eso ayuda —dijo ella, recogiendo la falda de su vestido de gasa de dama de honor—, y tienes un vestido nuevo bastante lindo para agregar a tu colección de vestidos lindos. —Se encogió de hombros—. Yo estoy consiguiendo toda una variedad. —Eliana nos había pedido a ambas estar en su boda, lo que aterrizó a Gaby en su segunda tarea como dama de honor en tan sólo siete semanas. Primero mi boda, y ahora la de Eliana… ella debía estar ahogándose en un mar de acaramelados, rogando por un rescate.


—Desearías poder estar en cualquier lugar menos aquí, ¿eh?


—Por supuesto que no. Quiero estar aquí, Pau. —Me dio una mirada que me dijo mucho más que las palabras que acababa de pronunciar. Conocía a mi amiga, y por consiguiente, estaba al tanto de la información que confirmaba porqué esto sería difícil para ella.


—Eres una hermosa mentirosa, querida. —Le palmeé la mano cariñosamente—. Pero sé que Eliana aprecia que estés aquí para ella.


—No, no estoy mintiendo —dijo ella tercamente, tomando un sorbo de algo alcohólico que se veía maravilloso, y yo no iba a tenerlo—. No quiero estar en ningún otro sitio más que aquí mismo, para Eliana, en el día de su boda.


Me reí de mi mejor amiga, quien nunca parecía reconocer su propia belleza. Gabriela Hargreave era una absolutamente preciosa mujer, con su cabello caoba y ojos verdes, y un cuerpo que no se quedaba corto, pero ella no lo veía. Los hombres jadeaban tras ella todo el tiempo. Y habían hombres justo aquí, mirándola en este mismo momento. El primo de Pedro, Tomas, era uno de ellos.


—Entonces, ¿qué pasa contigo y Tomas? —Lancé una mirada hacia la barra, donde Pedro y Tomas estaban charlando con cervezas. Un montón de cervezas. Mi marido podría emborracharse en esta recepción de boda. A ambos se nos había pedido estar en esta boda, al igual que Pablo y Eliana habían estado en la nuestra. Supongo que se estaba dejando relajar un poco, y tenía derecho a eso. Durante la ceremonia había parecido un poco tenso para mí. Me pregunté por qué. Era un momento feliz. Su mejor amigo acababa de casarse con la chica que había amado por años. El comportamiento de Pedro no tenía sentido, incluso para él.


—¿Qué quieres decir? —Los ojos de Gaby ahora estaban enfocados hacia donde Pedro y Tomas estaban instalados. 
No me perdí cómo Tomas la encontró en el instante en que ella miró hacia la barra, tampoco—. Nos conocimos en tu boda, obviamente como dama de honor y padrino. Hemos… hemos estado forzados a estar en la compañía del otro.


—Forzados, ¿eh? Tomas es tan dulce... y caliente. ¿Por qué no querrías estar cerca de él? —Olí a una canalla con su explicación poco convincente. Pero también, estaba pescando con mi mejor amiga. No había olvidado lo que Pedro me había dicho acerca de la noche en la Gala Mallerton cuando la alarma se accionó y todos tuvieron que huir del edificio a toda prisa. Pedro los había visto todo revueltos, como si quizá podrían habían estado juntos. 


Pedro también parecía conocer el tipo de mujer que le gustaba a su primo, y me había dicho más de una vez que Gaby tenía todas las cualidades necesarias.


—Bueno, creo… creo que él es-está muy... um... Tomas es un hombre interesante. —Torció la servilleta de papel en la forma de un palillo—. Me contó todo sobre los Mallerton en su finca en Irlanda. Él quiere que vuelva allá y trabaje en la catalogación de toda la colección.


Ahhh, ahí estaba. La nerviosa destrucción de la servilleta, el tartamudeo, el rubor en sus mejillas, todo sugería que la predicción de Pedro era un objetivo en la mira.


—¿Que vuelvas allá? —Pregunté.


—¿Hmmm? —Su mirada inocente no me engañó.


—Dijiste, “que vuelva allá” como si ya hubieras estado en su finca irlandesa. —Incliné la cabeza hacia ella—. Gaby, ¿has ido a ver las pinturas de Tomas y no le dijiste a tu mejor amiga al respecto?


—Um... sí, fui enviada allá por Luis Langley para comprobar lo que estaba ahí. —Ella negó con la cabeza—. No pude quedarme, sin embargo. El tiempo era… malo para mí. —Tomó otro sorbo de su copa y miró hacia abajo, evitando el contacto visual.


—Bueno, quizá encuentres un mejor tiempo para volver allá luego. Apuesto a que las pinturas son magníficas si se parecen en algo a mi Lady Percival. —Decidí dejar mi sondeo, por ahora. Me di cuenta de que ella había terminado con la confesión, y no quería hacerle daño al traer a colación remembranzas de cosas que no necesitaba recordar.


—Sí. Espero que sí. —Levantó la vista y preguntó sinceramente—: ¿Cómo estás lidiando con tu celebridad política?


Bonito cambio de tema, Gaby. Ahora era mi turno para abrazar lo esquivo.


—Trato de no prestarle atención —mentí—. Los dos teníamos que montar un espectáculo, y lo hicimos. Ahora, sólo quiero seguir adelante y dejar que mi pasado permanecer allí, ¿sabes?


—Lo sé, amiga mía. —Me apretó la mano cariñosamente antes de irse a buscar a Oscar, que estaba haciendo las fotografías de boda.

CAPITULO 185



PEDRO


19 de octubre


Escocia


Paula y yo estábamos vestidos para una boda, pero no éramos la novia y el novio. Ese honor era para Pablo y Eliana hoy. Eso si Pablo no caía muerto de ansiedad antes de que pudiera recitar los votos a su novia.


—Vas a hacer un agujero en este antiguo suelo de piedra si no dejas de andar de un lado a otro como un lunático. ¿Vas a sentarte en la esquina y balancearte de atrás hacia adelante, también? —No pude contenerme, la oportunidad de darle cuerda era demasiado dulce para ser pasada por alto.


Pablo me lanzó una mirada asesina y se mantuvo en marcha de atrás hacia adelante.


—Es fácil para ti decirme eso, ahora que ya estás casado. Recuerdo cuán loco estabas en esa habitación antes de que dijeras tus votos a Pablo. Te habrías fumado tus Blacks de tres en tres si no los hubiéramos escondido lejos de tu guarida, donde no pudieras encontrarlos.


Negué con la cabeza. Así que ahí era donde se habían ido mis cigarrillos. Hijos de perra.


—Escucha compañero, todo irá bien en muy poco tiempo. Estás empezando a preocuparme.


Pablo dejó de andar.


—Me siento mal —chilló—. Necesito agua.


—Creo que necesitas una jodida botella de whisky, pero de verdad, todo va a estar bien.


Él asintió débilmente y tragó grandes bocanadas de aire.


—¿Qué hora es?


—Alrededor de dos minutos después de la última vez que preguntaste. —Tuve pena del pobre diablo. Él era una ruina miserable. Así que me le acerqué y lo golpeé con fuerza en la espalda, bajo el disfraz de amor fraternal, y le dije una pequeña mentira—. Vi a Eliana en su vestido, toda lista para ti cuando robé un vistazo de mi chica en esa habitación lateral, donde están todas esperando. —Realmente no había visto a Eliana, pero él no necesitaba saber eso. Había visto a Paula en su vestido azul pálido, sin embargo. 


Deliciosa. Necesitaba asegurarme de que se sentía bien, porque había despertado con un dolor de cabeza por la mañana.


Pablo comenzó rápidamente a disparar preguntas, demasiado desesperado para esperar alguna respuesta, la cual sería inventada, pero mi mezcla de la verdad no venía al caso, necesitaba llevarlo al altar de pie y consciente, en lugar de sobre su espalda.


—¿La viste? ¿Cómo estaba ella? ¿Parecía nerviosa? ¿Lucía preocupada por alguna…?


Mentí bien, lo que no era difícil en absoluto. Eliana estaría encantadora como siempre.


—Ella se veía preciosa y como si no pudiera esperar a estar atada a ti, el más grande de los simios. ¿Tengo que tranquilizarte o algo así?


Mi comentario hizo el truco, porque él volvió a la vida y escupió de inmediato en respuesta:
—Voy a recordar esto, cuando Pablo esté lista para dar a luz a tu bebé, y seas una temblorosa masa de jalea en el suelo. No te preocupes, te devolveré el favor con la oferta de tranquilizantes.


Bueno, mierda. Él tiene un punto. Me negué a pensar en el nacimiento en ese momento. Si empezaba a bajar por esa pista, estaría en el suelo junto con Pablo. Estoy seguro de que mi boca se parecía mucho a la de Simba cuando quería un kril; colgando abierta por un momento antes de que pudiera conseguir un agarre y cerrarla. Pablo me sonrió y negó con la cabeza. Miré el reloj y decidí darle la brutal verdad. Era mi mejor amigo, y merecía saber lo que venía. Sobreviviría al igual que el resto de nosotros.


—Está bien, voy a ser honesto. La ceremonia es una puta bola de tensión de mierda, y no puedo ayudarte ni siquiera un poco. ¿La buena noticia? En cerca de cinco horas más, podrás empezar la noche de bodas y esa parte completamente vale oro. —Manipulé mi mano como un avión en un viaje suave.


Pablo me miró como si yo fuera el idiota más grande jamás visto para tomar aliento. Me encogí de hombros ante él y ambos rompimos en carcajadas por lo jodidamente ridículo que era esto, alejando toda la tensión. Se veía mejor y ése era el propósito principal de mi confesión. Pablo iba a estar bien. No conocía a nadie más fuerte que él, o más leal. Las dos razones por las que era mi compañero y confidente. Estaba consiguiendo a su chica después de años y años de esperar por ella, y yo estaba feliz de ver que sucediera. Honrado de estar parado arriba para mi amigo en el día de su boda.


Llamaron a la puerta, y la madre de Eliana asomó la cabeza.


—¿Está bien que entre?


—Te dejaré hasta entonces, hermano. —Me excusé, dejando a Pablo y su futura suegra en paz. Pablo se había sacado la lotería con ella. Caroline Morrison era una señora dulce y una madre amorosa. El polo opuesto de mi suegra, pensé con una mueca. Debe ser agradable.


Salí y miré mi Rolex de nuevo. Si lo hacía rápido, tenía el tiempo justo para tener un poco de humo antes de la llamada de paneles.


El impresionante paisaje en toda su cruda robustez enmarcaba la casa perfectamente. La casa de Pablo aquí en Escocia era muy similar al establecimiento de un hombre campestre. Me puse de pie debajo de un árbol en flor y encendí un clavo. Mi decisión de trabajar en conseguir algún tipo de tratamiento para mis problemas había ayudado con la ansiedad de los sueños en flashback gracias a Pablo, y sólo a ella. ¿Tanto como hacer algo para ayudarme a terminar con las uñas en los ataúdes? No tanto. Un paso a la vez, me dije a mí mismo, mientras aspiraba.


Apagué mi cigarrito y busqué un lugar para deshacerme de la colilla. No quería ponerlo en mi bolsillo, lo cual parecía un poco crudo teniendo en cuenta la ocasión, pero podría verme obligado a hacerlo.


—¿Pedro?


Me di la vuelta para encontrar a alguien que nunca pensé alguna vez volver a ver. Mi corazón se dejó caer como una piedra, y luego rebotó a lo largo de los adoquines, propulsado por un impulso que parecía no tener un puto final. Mi pasado viene para su debida notificación, supongo.


—Sarah... —Mi voz se quebró al decir su nombre cuando la capté, justo delante de mí, después de tanto tiempo. Ella se veía tan hermosa como siempre; no parecía haber envejecido ni un poco. La sonrisa que me dio, hizo cosas a mi corazón que no quería hacer frente de nuevo. No me jodidamente sonrías, Sarah. No lo merezco.


Cuando sus brazos vinieron a abrazarme, cerré los ojos, aterrado de lo que sentiría… y también, de la ironía del destino, que justo ahora, la ponía de nuevo en mi camino.




—¿Estás bien? —Preguntó Paula en voz baja, sus ojos mirándome con preocupación.


En realidad no.


—Sí. ¿Por qué lo preguntas?


Ella se encogió de hombros y movió su tenedor por el plato de la cena, haciendo un buen trabajo en no comer.


—Parecías preocupado durante la ceremonia, e incluso ahora —dijo con tristeza.


Recupera el control.


—No, nena. —Puse mi mano alrededor de su cuello y tiré de ella debajo de mi barbilla para besar la parte superior de su cabeza—. ¿Todavía tienes dolor de cabeza?


Asintió contra mi mandíbula. Froté arriba en la parte posterior de su cuello, masajeando profundamente sobre los puntos de presión.


—Mmmmm, eso realmente ayuda —gimió ella, enderezando su cuello en mi mano para que pudiera trabajar las torceduras.


—Bueno. Quiero que lo tomes tranquila en el…


—Pedro, no me has presentado a tu nueva novia —nos interrumpió Sarah desde atrás, con una expresión agradable que simplemente era una máscara por el amor al decoro.



Mierda.



Yyyyyy así comienza.


Así que, Sarah iba de mártir hoy. Solo arrojándose a los rieles ante un tren pasando a toda velocidad. Traté de envolver mi cabeza alrededor de sus motivos, pero no estaba funcionando. Ella deseaba conocer a Paula... ¿mi esposa? ¿Quería saber todo acerca de nuestra elegante boda y luna de miel? ¿Disfrutaba escuchar del bebé, y encontraba divertido que no íbamos a saber de antemano si tendríamos un niño o una niña? ¿Necesitaba felicitarme por mi buena fortuna con Alfonso Security?


¿Por qué? ¿Cómo podía soportar hacer algo de eso? 

Seguramente yo no podría. Tenía que largarme.


Pero no había ningún lugar donde esconderse aquí, a excepción de la parte inferior de una pinta. O cuatro. Lo mejor en que podía pensar dada la situación.


La boda de un ex soldado con mi novia embarazada a mi lado...


Emborracharme, posiblemente, podría opacar el borde lo suficiente para que pudiera quitar el ánimo feliz-y-agradable requerido para la celebración de un matrimonio. O quizá no.
Más bien era una bendición que Paula no se sintiera mucho en el ambiente de fiesta realmente. De esta manera, no podría darse cuenta qué tan jodida estaba la cabeza de su marido.


Pensé que había manejado la visita sorpresa de Sarah bastante bien, teniendo en cuenta que no tuve absolutamente nada de tiempo para procesarlo, antes de que se esperara que estuviera de pie para mi amigo delante de una multitud de personas. Y con Paula ahí, brillando con una nueva vida y disfrutando del momento. No era malditamente justo.


No digas eso. Nada de esto es justo. No para Sarah. Y ciertamente no para Mauro.


Había estado demasiado distraído durante la ceremonia para prestar mucha atención a lo que podría notar Paula. Mi chica podía leerme tan bien. Ella no necesitaba esta preocupación añadida a su plato, además de ya sentirse enferma. No podía permitirlo.


Había pensado que podría, de alguna manera, lograr pasar esta noche, hasta que Sarah me atrapó mientras estaba consiguiendo agua helada fresca para Paula. Vino a decirme que tenía que irse... con lágrimas en los ojos. Dijo que había esperado poder quedarse por el bien de Pablo, pero una vez que llegó y nos vio a los dos, fue demasiado difícil. 


Demasiado. Demasiado doloroso. Así que debía irse.
Y yo empecé a beber.