miércoles, 5 de marzo de 2014

CAPITULO 84




Que mierda habían sido las últimas horas. Rumiaba sobre qué había
pasado mientras conducía en la noche. Cambio de planes, había decidido
tan pronto llegamos a casa. Llamé a Luciana y le dejé saber que estábamos
manejando esta noche hasta Somerset. Parecía sorprendida pero dijo que
se alegraba de tenernos pronto y que la casa estaría abierta para que
pudiéramos entrar cuando llegáramos.
Paula era un hueso un poco más duro de roer. No se sentía bien
para una cosa y luego estaba preocupada por la amenaza de bomba y
todos los cuados. Hasta ahora, no había habido ninguna explosión pero
todo el desastre estaba en cada estación de noticias y fue clasificado como
un riesgo terrorista. Tendría a mi gente investigando sobre la amenaza
como medida obligatoria, pero lo que más me preocupaba eran los
mensajes de esta noche en su celular. Quién fuera que los había enviado
estaba cerca. Lo suficiente para verme fumando detrás de la Galería
Nacional. Y si estaba lo suficientemente cerca para eso, entonces también
estaba malditamente cerca de mi chica. Apenas podía darle sentido a los
mensajes de texto, sólo la letra de la canción escrito con la añadidura del
nombre de Paula. Me daba escalofríos, y hacía muy fácil la decisión de
sacarla de la ciudad.
La miré durmiendo en el asiento del pasajero, su cabeza inclinada
sobre la almohada que había traído. La llevé rápidamente fuera de la
ciudad, y sabía que tendría que explicarlo luego, pero afortunadamente no
había estado en un humor desafiante y me siguió la corriente con todo.
Nos habíamos cambiado a ropas normales, agarrado los bolsos, y
golpeamos la M-4 por tres horas de viaje hacía la costa.
Se agitó por dos horas de viaje y luego despertó con una pregunta
directa.
—¿Entonces vas a decirme por qué me arrastraste lejos esta noche
cuando el plan había sido irnos en la mañana durante semanas?
—No quiero decirte porque no va a ser agradable que sepas y de por
sí ya te estás sintiendo mal. —Le tomé la mano—. ¿Podemos esperar hasta
mañana para hablar de esto?
Negó con la cabeza. —No.
—Nena… por favor, estás cansada y…
—Recuerda nuestro trato, Pedro —me interrumpió—. Tengo que
saberlo todo o no puedo confiar en ti.
El tono de su voz era muy duro y espantó la mierda en mí. Oh,
recordaba muy bien nuestro acuerdo y odiaba lo que sabía. Pero también
sabía a qué había acordado con Pedro. Y si ocultarle la información nos
separaba, entonces para mí no valía la pena pagar ese precio.
—Sí, recuerdo nuestro trato. —Busqué en mi bolsillo por su
celular—. Un mensaje llegó a tu celular cuando estaba detrás fumando. Es
por eso que no sabía dónde estabas. Había salido y la amenaza de bomba
ocurrió de manera simultánea a ese mensaje en tu teléfono.
Alargó una mano temblorosa y lo tomó. —¿Pedro? ¿Qué dice?
—Un video musical al inicio y luego un mensaje de alguien
haciéndose llamar ArmyOps. —Coloqué mi mano en su brazo—. No tienes
que escucharlo. Realmente no…
Su cara se veía absolutamente afligida por el miedo pero preguntó de
todas formas—: ¿Es… es el video de… mí?
—¡No! Es sólo el video musical de la canción de los “Nine Inch
Nails”… Mira, ¡no tienes que hacer esto Paula!
—¡Si, tengo que hacerlo! ¡Este mensaje es para mí! ¿No es así?
Asentí.
—Y si no estuviéramos juntos todavía me lo habrían enviado,
¿correcto?
—Supongo. Pero estamos juntos y quiero evitar que te preocupes por
mierda así. Me mata, Paula. ¡Me mata jodidamente verte así!
Empezó a llorar. Era el tipo de llanto silencioso. La forma en que
normalmente lloraba, y de alguna manera, el silencio de sus lágrimas
parecía estar gritando ruidosamente en el auto..
—Esa es una de las razones por las que te amo, Pedro —resopló—.
Quieres protegerme porque realmente te preocupas.
—Lo hago, nena. Te amo tanto. No quiero que tengas que ver ese
pedazo de mier…

Presionó iniciar y la canción sonó mientras se reproducía el video. La
miré y contuve el aliento.
Paula se mantuvo compuesta durante toda la cosa, viéndolo hasta
el final, con toda su temática fetichista de científico-loco de mierda. No
tuve ninguna indicación de ella respecto a cómo se sentía viéndolo. Al
menos, no por fuera. No podía saber.
Sin embargo, sabía cómo me sentí al verla. Totalmente indefenso.
Entonces llegó a la parte del mensaje de texto.
—¿Estaba ahí? ¡¿Viéndote fumar?! ¡Oh mierda! —Llevó la mano a su
boca de nuevo y se atragantó—. ¡Détente!
¡Mierda! Desafié las leyes de la física y de tránsito, pero de alguna
manera logré estacionar a un lado. Estuvo fuera y vomitando sobre los
arbustos en el instante en que se detuvieron los neumáticos. Sostuve su
cabello y froté su espalda. ¿Podía esta noche ponerse peor?
—¿Qué demonios está mal conmigo?—jadeó—. ¿Puedes
conseguirme una servilleta o algo así?
Saqué algunas toallas de la guantera y cogí una botella de agua para
que se enjuagara la boca. Y mantuve la boca cerrada, positivamente
seguro de que estaba teniendo una experiencia extracorpórea. Esto
simplemente no podía estar ocurriendo en este momento.
—Me siento mejor —jadeó—. Sea lo que sea que fue esta noche
parece haber pasado. —Poco a poco se enderezó y levantó la cabeza hacia
el cielo nocturno—. ¡Dios!
—Lo siento tanto, nena. Estás enferma y te estoy arrastrando en un
viaje por carretera y todo está tan regiamente jodido…
—Pero estás aquí conmigo —exclamó—, y vas a ayudarme en lo que
sea que fue esa mierda en mi teléfono, ¿no? —Me miró, sus ojos aún
húmedos, su pecho aún agitado por estar con nauseas en los arbustos, y
absolutamente increíble para mí a causa de su valentía.
—Lo haré, Pau. —Di el par de pasos que nos separaban y la
atraje cerca. Se acomodó en mis brazos y apoyó la mejilla en mi pecho—.
Voy a estar aquí en cada paso del camino para mantenerte a salvo. Estoy
hasta el fondo, ¿recuerdas?
Asintió. —También estoy hasta el fondo, Pedro.
—Bien. Todo va a estar bien, nena. —Froté arriba y abajo su espalda
y la sentí relajarse un poco.
—Es bueno que te sientas mejor. Y sólo hueles un poquito a vómito.
—Besé la cima de su cabeza y me apretó en las costillas—. Pero tenemos
que salir de la carretera. No falta mucho y quiero meterte en la cama para
que puedas descansar. Angel es doctor. Puede revisarte mañana después
de que hayas dormido.
—De acuerdo. Qué infierno de noche, ¿no?
—Eres una cita divertida, Señorita Chaves —La coloqué en su
asiento—. Pero creo que prefiero que nos quedemos en casa que salir
contigo. —La besé en la frente antes de cerrar la puerta.
Se rió y me alegré que aún pudiera sacarle una sonrisa después de
la noche tan jodida que acabábamos de tener.
—¿Puedes oler el océano? —pregunté después de avanzar un poco
más.
—Sí. Me recuerda a casa. Crecí con el olor del mar. —Miró por la
ventana—. Cuéntame sobre Luciana y su familia.
Me pregunté si el recuerdo de su casa que había traído era triste,
pero decidí no entrometerme. Era algo para tal vez otro momento.
—Bueno, Luciana es cinco años mayor que yo y mandona como el
infierno,pero ama a su hermano menor. Somos muy unidos…
probablemente porque perdimos a nuestra mamá a tan temprana edad.
Nos unimos juntos cuando se fue. Nuestro papá, Luciana y yo.
—Suena muy agradable, Pedro… lo mucho que se preocupan por los
otros.
—No puedo esperar para que te conozcan. Angel es un buen tipo.
Es un doctor, como dije antes, y practica en el pueblo en Kilve. Su casa es
llamada Halborough, una antigua finca de la familia de Angel, los
Greymonts. Estas grandes casas en el registro histórico son difíciles de
mantener así que hacen alojamientos y desayunos ejecutados por Luciana,
junto con la crianza de tres fabulosos niños.
—¿Cuáles son sus nombres y edades?
—Andres tendrá trece en noviembre. Teo acaba de cumplir once y
mi princesa de hadas que tengo por sobrina, la pequeña Delfina, fue una
gran sorpresa para todos en el momento en que llegó este mes hace cinco
años. —No pude evitar la sonrisa al pensar en Delfi. Tenía una debilidad
por las niñas pequeñas—. Ella es algo más, te lo digo. Esa pequeña
señorita deja atrás a sus hermanos.
—No puedo esperar para conocer a Delfina, entonces. Es bueno ver a
una mujer que puede controlar a todos los hombres en su vida,
especialmente a tan temprana edad.
—Bueno, tendrás tu oportunidad en la mañana, porque ya llegamos.
Entré en el camino de grava que corría en un semicírculo hasta la
casa gregoriana de piedra pálida.Había habido cierta mezcla de
influencias arquitectónicas durante los siglos a lo largo de varias
remodelaciones. Las ventanas góticas y puntos eran un bonito detalle si
querías histórico. Todavía era una casa de buen aspecto y dado que estaba
sobre la costa, no estaba mal para una casa de campo junto al mar. Eso
siempre me causó risa. De acuerdo con Angel, Halborough había sido el
retiro de verano para su familia hace doscientos años cuando necesitaban
alejarse de la ciudad. Si esto era una casa de campo, entonces ¿qué
consideraban esas personas una casa?
—Dios, Pedro, esto es increíble. —Miró la fachada y parecía
impresionada—. Es precioso. No puedo esperar por un recorrido.
—Mañana. —Reuní nuestras maletas del baúl y cerré el auto. —
Tiempo de llevarte a la cama. Necesitas dormir.
Me siguió hasta la puerta de entrada lateral que estaba abierta tal
como Luciana había prometido.
—Lo que necesito es una ducha —murmuró detrás de mí.
—Puedes tener un baño si quieres. Las habitaciones están muy bien
equipadas —susurré mientras la llevaba a la escalera principal. Sabía que
suite quería para nosotros cuando llame a Luciana y le pregunté. La azul
en la esquina del ala oeste con la vista completa al océano por todo el
camino hasta Welsh Coast a través de la bahía.

CAPITULO 83



Levanté mi cabeza y escaneé el perímetro y luego los tejados. ¡¿Este
hijo de puta estaba sobre mí en estos momentos?! No creo que me haya
movido tan rápido en mi vida, pero tenía un propósito y sólo era encontrar
a Paula y sacarla de aquí.
Me metí de nuevo en el interior y empecé a correr. Tenía a Pablo en el
auricular y le conté en breve para informarlo.
—En las instalaciones de seguridad, acabo de recibir una llamada de
amenaza de bomba. Están evacuando el lugar completo,Pepe.
¿Qué? Mi mente se tambaleó con conexiones, pero no había tiempo
para jugar a Sherlock. —¡Quédate con Paula y espérame! —labré.
Pablo hizo una pausa antes de contestar. No era una buena señal.
—¡Carajo, no me digas que no estás con ella en este momento!
—Creo que se fue al baño de damas, y los del local se me
asercaron… voy a encontrarla ahora.
—¡Mierda!
Cambié de dirección y el sistema de alarmas se disparó. Realmente
mi sangre corría rápido. Todas las salidas y las puertas empezaron a
abrirse. Gabriele salió de una puerta justo delante de mí y comenzó a
correr como si estuviera en una carrera a pie, lo que era notable
considerando los tacones que se había puesto esta noche. Su cabello
estaba todo torcido, así como la falda de su vestido verde mientras huía.
No tenía tiempo para preguntar qué estaba haciendo, sin embargo;
necesitaba encontrar a mi chica. Oí pasos detrás de mí y di la vuelta. Tomas.
No se veía mucho mejor que Gabriela con su cabello reorganizado y su
camisa medio metida. Tuve que preguntarme si habían estado juntos allá
atrás… ¡Realmente no tengo tiempo para esto!
—Amenaza de bomba. Eso es lo que es. —Hice un gesto a las luces
intermitentes—. Todos están siendo evacuados.
—¡¿Estás bromeando?! ¡¿Todo esto es por mí?! —explotó Tomas.
—No conozco los detalles. Estaba afuera fumando cuando se disparó
la alarma. Pablo dijo a la seguridad que tenía una amenaza de bomba dentro
y cerraron todo. Vamos a arreglarlo más tarde. ¡Sólo lárgate!
Dejé a Tomas y corrí a la Galería Victoriana. El lugar era un absoluto
choque de locura. Personas gritando y corriendo alrededor por el pánico.
Como yo.
¡Paula, ¿dónde estás?!
Busqué por un destello de vincapervinca en la multitud y no lo vi. Y
mi corazón se hundió.
—¿La tienes? —Tenía a Pablo de nuevo en el auricular.
—Aún no. He comprobado dos lavabos diferentes en ese piso. Vacíos.
Le dije a Eliana que la llevara adelante si la veía en la salida a la calle
donde están llevando a las personas. Voy a seguir buscando.
En mi desesperación pienso que habría hecho un pacto con el diablo
si pudiera sólo para encontrar a mi chica sana y salva. Me dirigí de nuevo
al ala donde Lady Percival estaba en pantalla, esperando que pudiera
darme una pista. Recordé a Paula diciendo algo acerca de acceso a la
habitación del fondo donde había ayudado cuando Lady Percival había
sido trasladada de Rothvale a aquí por el espectáculo de esta noche.
Busqué por una puerta y no estaba a más de diez pies, mezclada con la
pared… El contorno del sello, y entonces un pequeño signo particular de
privado marcado al mismo.
¡Sí!
Giré la manija y empujé a una gran sala de trabajo de depósito con
muchas puertas… y una estaba marcada inodoro.
—¡¿Paula?! —grité su nombre y apreté la mano fuertemente. Traté
de abrirla pero estaba con llave.
—Estoy aquí —vino en una débil respuesta, pero alabados sean los
ángeles, ¡era ella!
—¡Nena! Gracias Dios… —Traté de abrirla de nuevo—. Déjame
entrar. ¡Tenemos que irnos!
El cierre de la puerta hizo clic y no perdí tiempo en abrir la última
barrera entre mi chica y yo. La habría arrancado y arrojado si hubiera
tenido la habilidad.
Se quedó pálida mirando con la mano sobre su boca, sudor
salpicando su frente, en su hermoso vestido vincapervinca. ¡El más
hermoso color en el sangriento mundo entero en este momento! Tal vez
para siempre. No creía que alguna vez olvidara como me sentí en este
momento. El crudo alivio al encontrarla casi me llevó a las rodillas en
agradecimiento.
—¿Qué está pasando con la alarma de incendio? —preguntó.
—¿Estás bien? —Envolví los brazos a su alrededor pero llevó una
mano a mi pecho para mantener la distancia.
—Acabo de vomitar, Pedro. No te acerques. —Mantuve una mano
sobre la boca—. No sé qué está mal conmigo. Gracias a Dios me acordé de
este baño al estar tan cerca. Estaba aquí inclinada sobre el lavabo y las
alarmas se dispararon…
—Oh, nena. —Besé su frente—. ¡Tenemos que irnos ahora! No es un
incendio, ¡pero una amenaza de bomba las activó! —Agarró su otra mano y
empezó a tirar—. ¿Puedes caminar?
Su rostro palideció aún más pero revivió un poco. —¡Sí!
Llamé a Pablo mientras salíamos de ese edificio.
La adrenalina tiene increíbles poderes en el cuerpo humano. Hay
muchas pequeñas cosas por las que agradecer, pero la más grande de
todas estaba a salvo en mis brazos.

CAPITULO 82




—¿Disfrutando el espectáculo? —La voz de Tomas vino por mi hombro.
—Me alegro que pudieras venir esta noche.Hemos estado
preguntándonos cuando nos honrarías con tu presencia. Paula quiere
presentarte a su amiga —miré alrededor por Gabriele en su vestido verde,
pero no la vi.
—Paula luce bastante ocupada en este momento. —Miró a mi chica
con admiración—. Tal vez, más tarde.
—Mira,Tomas, había una pseudo amenaza entregada en mi oficina,
hoy. No estoy terriblemente preocupado, pero quiero que sepas los
detalles. —Le entregué el sobre de fotografías que había traído a lo largo de
la noche, anticipando su asistencia. Era un firme creyente de que todo el
mundo debería saber sobre las amenazas contra ellos, sin importar cuán
insignificante fueran. Los locos nunca parecen mejorar, así que todos
necesitaban saber lo que podría ser un problema potencial en el futuro.
Tomas y yo habíamos hecho esto muchas veces antes, así que no era
nada nuevo. Gruñó ante las fotos mientras las hojeaba y después de un
minuto, me entregó el lote completo. —Gracias, Pepe, por ir con cuidado.
Estoy seguro que todo se calmará cuando las Olimpiadas no sean más que
un recuerdo. —Miró al trago en mi mano—. Al menos puedo esperar,
¿verdad?
—Es todo lo que podemos hacer, amigo —asentí, dándole una
palmada en la espalda con una mano.
—Necesito tener algo en los labios de lo que estás teniendo. —Se
despidió y fue al bar.
Cuidé mi vodka por unos minutos más antes de decidir que fumar
sería la cosa. Paula todavía estaba demasiado ocupada para ser
interrumpida, así que encontré a Pablo y le dije a dónde me dirigía. Localicé
una puerta de salida hacia el nivel de la calle, la sostuve abierta lo
suficiente para poder volver de la misma manera que había salido, y
avancé a la fría y fresca noche.
El cigarrillo sabía tan bien que creo que me puse un poco duro.
Apenas unas horas más y estaremos en nuestro camino fuera Londres y la
tendría toda para mí. Las luces y los sonidos de la ciudad eran un
consuelo arremolinado con el humo perfumado que me envolvía como un
manto. Mientras estaba allí y me entregaba a otro pitillo, me pregunté
cómo nunca dejé el cigarrillo completamente. Realmente trataba de limitar
mi consumo, pero lo había consumido por tanto tiempo que no sabía como
dejarlo por completo. La adicción era un componente poderoso del cuerpo
y el espíritu. Y el humo tenía más poder sobre mí que la nicotina. Supongo
que un poco de ayuda profesional era necesaria, y era tiempo de enfrentar
esa realidad, así como algunas otras.
Sentí la vibración contra mi pecho y me dio un gusto, porque me
tomó un momento determinar lo que era. El viejo móvil de Paula en el
bolsillo delantero de mi chaqueta. La cosa había estado silenciada por
tanto tiempo que casi había olvidado que lo traía esta noche, pero por
costumbre lo había cargado y encendido.
Lo saqué y vi la alerta de mensaje multimedia. Eso significaba una
foto. Sentí que me volvía frío y reconocí la hoja aterradora del trozo de
miedo en mi estómago. Presioné abrir y traté de respirar.

ArmyOps ha enviado a Paula un video de música en Spotify.

¡Oh, mierda, no! Esto no está pasando justo ahora. Presioné aceptar
contra mi mejor juicio, pero estaba obligado a mirar. El profesional en mí
tenía que ver exactamente lo que era. Reconocí la canción al momento que
empezó a sonar. Closer de Nine Inch Nails. La que fue utilizada en el video
de sexo con Paula. Lo dejé sonar porque tenía que hacerlo, pero se sintió
mal durante toda la canción. Y era sólo el video musical oficial, y no el de
Paula.
Gracias. Santa. Mierda.
Imágenes de un mono en una cruz, una cabeza de cerdo dando
vueltas en algo, Trent Reznor en una máscara de cuero colgando de
cadenas, usando alguna mordaza fetiche, y un diagrama médico del sexo
femenino…
Dejé de respirar en el momento que terminó y me quedé mirando la
pantalla. ¿ArmyOps? ¿Quién carajo iba a enviar esta mierda? ¿Pieres? Mi
entendimiento con él era tan seguro como se podía obtener. Facundo Pieres
estaba en Irak y no iba a ir a ninguna parte pronto, a menos que un
cuerpo en una bolsa volviera a San Francisco si tenía esa suerte. Podría
suceder, razoné.
El texto venía un poco más tarde: Paula, Ayúdame; he roto mis
entrañas. Paula Ayúdame; no tengo alma que vender. Paula,
Ayúdame a escapar de mí mismo. Paula, Ayúdame a derribar mi
razón. Paula, Ayúdame a ser alguien diferente. Paula, ¡¡AYÚDAME!!
Mis dedos definitivamente temblaban mientras respondía a ese lio
monstruoso de palabras: ¿Quién eres y qué quieres de mí?
La respuesta fue inmediata: No tú, Alfonso. Quiero a Paula.
Apaga tu cigarrillo y vuelve a entrar a darle mi mensaje.

CAPITULO 81


Después de la cena, tuve el placer de ser presentado a la muy
femenina y muy atenta Ale Craven de Victoria y Albert. Envié una oración
de agradecimiento a mi madre que nunca envié a la Sra. Craven el
mensaje tóxico de “Pedro con el cuchillo grande” e imaginé que mamá tuvo
que estar cuidando de mí ese día. Nunca tomo mi suerte por sentado.
No pasó mucho tiempo para que Paula fuese llevada por los
clientes que querían una narración detallada de la conservación de Lady
Percival. Me resigné a esa eventualidad y me dirigí a conseguir otro trago.
Sentí una mirada en mí y giré para encontrar a Rubia Fresa dirigiéndose
rápidamente hacia mí. Mierda. Sabía que esto sucedería.
—Hola, Pedro. Es tan bueno verte aquí, esta noche. Estaba
preguntándole a Tomas sobre ti el otro día.
—¿En serio? —Asentí hacia ella, deseando desesperadamente
recordar su nombre—. ¿Bebes… um…? —Bajé la mirada, sintiéndome
como un idiota y queriendo estar en cualquier otro lugar en este momento.
—Priscila.
Bueno, recordaba la primera letra correctamente. Chasqueé mis
dedos y apunté al techo. —Bueno… Priscila, ¿te sirvo una copa? Estoy a
punto de volver a la Galería Victoriana. —Por favor, di que no.
—¡Sí! Me encantaría un Cosmo. —Habló con entusiasmo, sus ojos
iluminándose al percibir cierto interés de mi parte. Me dio una profunda
mirada y me encontré más que incómodo. Esto era algo que aguanté
durante años en las mujeres. Lo había hecho por sexo, por supuesto.
Quiero decir, ¿quién cogería si al menos no las dejas admirar y pretender
estar halagado por sus intensiones? Pero en realidad no me gustaba, y
había sido nada más que un juego para mí. Antes de Paula, mucho de lo
que había estado haciendo habían sido juegos. Había sido un idiota.
—¿Y qué dijo Tomas de mí?
—Dijo que estabas muy ocupado con tu trabajo y las Olimpiadas… y
tu nueva novia.
—Ahhh… bueno, te dijo la verdad al menos —dije, buscando una
manera de salir de la habitación sin ser cruel—. Tengo una novia —¡Y
necesito alejarme de ti como el.infierno.justo.ahora!
—La vi antes en la cena. Es una pequeña cosa joven, ¿verdad? —
Priscila dio un paso más cerca y puso su mano en mi brazo, su voz
mezclada con suficiente toxina para picar.
—No es tan joven —tragué un sorbo de vodka y rogué por algún acto
de Dios para conseguir la mierda fuera de esta incómoda situación,
cuando entró La Cucaracha con Paula a su lado.
Allí está tu acto de Dios, idiota.
—Cariño. —Me separé de Priscila y fui hacia Paula—. Estaba
consiguiendo una bebida y me encontré con… um… Priscila. —¡Maldita
sea si no sabía su apellido, tampoco! Esto apestaba, y no tenía las
habilidades para hacer esta mierda más, no que las hubiera tenido alguna
vez, pero esto era incómodo como la mierda.
—Alfonso. —Luis me dio una mirada acusatoria—.
Paula se estaba sintiendo un poco mareada y necesitaba tomar un
descanso.
Tomé su mano y puse mis labios en ella. —¿Estás bien?
—Creo que necesito un poco de agua —dijo—. Me sentí de repente
caliente y extraña.
—Aquí, quiero que te sientes y te conseguiré un poco de agua. —Pero
antes de que pudiera moverme, allí estaba el bueno  de Luis
presionando un vaso de cristal en sus manos. Intenté telepatía metal con
él. Puedes dejarnos ahora, Luis.
No funcionó.
—Gracias,Luis. —Paula le dio una sonrisa rápida en
agradecimiento y empezó a beber.
—El placer es mío, querida —ronroneó La Cucaracha a ella.
Maldición… esperaba que hubiera dejado la sala. Luis, el epítome
de las costumbres que al parecer era, tendió su mano a Priscila y se
presentó. —Luis.
—Priscila . Encantada de conocerte.
Maravilloso. Ahora, ¿pueden los dos irse juntos y follar en el baño o
hablar detrás de nuestras espaldas o algo así? Cualquiera estaría
jodidamente perfecto.
Para mi buena fortuna, se alejaron y comenzaron una conversación.
Volví a mirar a Paula y pregunté—: ¿Te sientes mejor?
—Sí, mucho. —Miró a Luis y Priscila y luego, de nuevo a mí. —
¿Quién es esa, Pedro? —susurró.
—Una amiga de Tomas.
No se lo estaba comprando y me dio una mirada que escribía muerte
segura si no confesaba. —¿Fue amiga tuya, también?
—No en realidad —ofrecí.
—¿Qué quiere decir no en realidad?
Hice una pausa, sin saber a dónde llevar esto desagradable. Un
evento público de caridad no era el lugar, pero no siempre filtraba mis
pensamientos de lo que sale de mi boca, por lo que seguí adelante de todos
modos. —Quiere decir que salimos un tiempo juntos y no somos amigos en
cualquier sentido de la palabra. No como tú y Luis son amigos. —
Levanté una ceja.
—Está bien. Muy bien —dijo, con una larga mirada reflexiva hacia
Priscila y luego, de nuevo a mí, antes de terminar el resto de su agua.
Hmmm… así que parecía que estaba dispuesta a dejarlo pasar por el
momento. Gracias. Dios. Ahora, si pudiéramos sólo escapar de La
Cucaracha y Rubia Fresa, las cosas serían de oro.
—¿Vamos a volver a la galería? Debes tener legiones de fans aún
esperando hablar contigo.
—Cierto —se rió, sacudiendo su cabeza—. Pero sí, realmente
deberíamos volver. Quiero que Lady Percival consiga su pago esta noche.
Ha estado escondida en la oscuridad por demasiado tiempo.
Mientras llevaba a Paula a la Galería Victoriana, no pude dejar de
pensar que se estaba refiriendo a sí misma metafóricamente con esa
última parte: Ha estado escondida en la oscuridad por demasiado tiempo.
Eso me hizo feliz por alguna razón.
No pasó mucho tiempo para que Paula quedara atrapada en otra
ronda de entrevistas y en cierto modo, me desvanecí en el fondo y la dejé
hacer lo suyo. Estaba empezando su carrera y quería su éxito por varias
razones. Uno, era su sueño, y dos, un buen trabajo en su campo elegido la
mantendría en Londres conmigo. Estaba tan motivado como mi chica lo
estaba.

CAPITULO 80




La Galería Nacional Portrait es un lugar magnífico para
eventos y uno con el que estoy bien familiarizado, habiendo
estado allí muchas veces antes de trabajar en seguridad, a
veces como un invitado y una o dos veces en una cita.
Pero nunca como esto.
Paula trajo un completo nuevo significado a la idea de posesividad.
Al menos para mí, lo hizo. Pensé que podría estar muerto para el final de
la noche por mantenerme al día con todas las personas que querían un
pedazo de ella.
Se veía tan hermosa y perfecta en su vestido de encaje violeta y
zapatos plateados; cada centímetro de la modelo estaba por fuera, pero por
dentro, esa mente artística suya era brillante y respetada por el trabajo
que hacía en su campo. Mi chica era una celebridad esta noche. Maldita
sea que bien ayudó ver mi regalo alrededor de su cuello, también. ¡Ella es
mía, gente! ¡Mía! ¡Y no lo olviden tampoco, joder!
La pantalla de Lady Percival era de hecho un éxito. Había sido
creada como un tutorial en el proceso de conservación, como su
restauración que fue solamente parcialmente completada. Y Paula, por
supuesto, fue acreditada como el conservador para el proyecto. A medida
que fuimos a que nos sentaran para la cena, se hizo mención sobre su
descubrimiento en el discurso de bienvenida. La mirada de orgullo en su
rostro era algo que creo nunca olvidaré. Todas las ganancias del evento de
esta noche iban para apoyar la Fundación Rothvale para el Avance de las
Artes, y al mirar alrededor en la habitación, pude ver mucho dinero y
viejos nombres entre los invitados. Parecía que Mallerton estaba
experimentando un renacimiento, y la divulgación de Paula, de lo que él
había pintado, tuvo que ayudar a generar interés en su trabajo, y como
resultado, la caridad Rothvale.
—Paula, tu Lady Percival es impresionante —dijo Gabriela—. Tuve
una buena mirada de ella cuando llegué. Me encanta cómo la están
mostrando, como una oportunidad para enseñar sobre los métodos de
conservación y procesos que entran en un tesoro como ella. Y, Pedro,
fuiste decisivo en la solución del misterio también, según escuché.
—Difícilmente decisivo. Solo una palabra de traducción, pero
gracias, Gabriela. Estaba contento de ayudar a mi chica con un poco de
francés —guiñé un ojo a Paula—. Ella parecía bastante feliz cuando
comprendió todo.
—Estaba extasiada. Esa pintura fue un creador de carrera para mí.
Y te lo debo todo a ti, cariño. —Llegó y cubrió mi mano con la suya.
Dios, amaba cuando hacía pequeños gestos de afecto como ese.
Llevé su mano a mis labios y me importó poco quien viera. Simplemente
no me importaba.
—Me pregunto donde está Tomas. ¿Crees que estará aquí pronto? —
me preguntó Paula.
Mis sentimientos de alegría se convirtieron en pura envidia en
aproximadamente dos punto cinco segundos, y seguro que fruncí el ceño
antes de que yo mismo me diera cuenta y aceptara que ella sólo estaba
siendo amable. Recodé que tenía que hacerle saber sobre las fotografías de
hoy, pero maldición, a Tomas se le caería la baba por Paula cuando viera
cuan hermosa lucía esta noche.
Paula se giró hacia su amiga y comenzó con entusiasmo —Gab,
realmente espero que él venga esta noche, quiero que conozcas al primo de
Paula. Tiene una casa llena de Mallerton que necesita catalogación y Dios
sabe que más. Necesitas conocer a este hombre. Quiero decir, realmente lo
necesitas.
Gabriela se echó a reír, luciendo muy feliz y encantadora, usando
un ajustado vestido verde que hacía cosas maravillosas a la par con su
color y ojos a juego. Esta podía ser una fijación muy buena, me di cuenta.
Un Tomas distraído por Gabriela sería excelente para alejarlo de coquetear
con Paula. Y algo me decía que Tomas iba a lanzarse sobre Gabriela una
vez que tomara una buena mirada de ella. Apostaría bronce en ello. Y
ganaría, también.
—Es difícil de decir, cariño. Tomas ve el tiempo en su propio conjunto
de parámetros, y siempre lo hecho. Es terriblemente molesto… —Mis
palabras se desvanecieron cuando la vi cruzar la mesa. Que me jodan.
Rubia Fresa a las tres en punto, toda decorada y a la caza. No es bueno.
Aparté rápidamente la mirada y me concentré en Paula. Ella miró
hacia donde mis ojos habían estado y luego de nuevo a mí. Su mente
estaba dando vueltas, estaba bastante seguro. Paula era una chica
inteligente. Intenté hacer como si nada hubiera pasado y rogué que Pamela
o Penélope no tuviera mejor memoria que yo, pero no mantenía mucho las
esperanzas. Era una amiga de Tomas y sabía que terminaría acercándose a
mí antes de que la noche hubiera terminado. ¿Dónde está el libro de reglas
para manejar estas situaciones incómodas? ¿No era simplemente vulgar
presentar a la última persona que había follado a la persona que estás
fallándote ahora? Ugh.
—¿Está todo bien? —preguntó Paula.
—Sí. —Alcancé mi copa y puse mi brazo en el respaldo de la silla de
Paula—. Perfecto. —Sonreí.
—Oh. Mira, allí está Luis. —Sonrío y saludó a mi enemigo, que
levantó su copa en nuestra dirección. Había esperado que estuviera aquí
porque lo había dicho esa mañana cuando quise presentarle a la acera—.
Sé agradable. Ni siquiera pienses en tener otro berrinche delante de él —
me murmuró en voz baja.
—Está bien —dije, levantando mi copa y deseando mentalmente por
conocimiento directo de las artes oscuras para así poder echarle una
maldición y convertirlo en sapo. Espera, ya era un sapo; tendría que ser
algo diferente… ¿una cucaracha, tal vez?
—¿Qué estás pensando?
—En cuánto desprecio a ciertos insectos —dije, tomando un trago de
vino.
Rodó los ojos. —¿En serio?
—Ajá. No es broma. Las cucarachas son sólo criaturas viles, que se
deslizan alrededor de lugares a los que definitivamente no pertenecen.
Se rió de mí. —Eres adorable cuando estás celoso. —Entrecerró los
ojos y se inclinó más cerca—. Pero si me avergüenzas de nuevo, como lo
hiciste esa mañana consiguiendo café, te haré daño, Alfonso. Y habrá
mucho insoportable dolor involucrado. —Bajó la mirada a mi cintura.
Me reí de nuevo, solamente porque era divertido no dudaba de su
amenaza por un momento, y el hecho de que La Cucaracha nos estaba
mirando desde el otro lado. —Seré un perfecto caballero… siempre y
cuando él mantenga sus tenazas para sí mismo.
Rodó los ojos otra vez y me di cuenta de cuan azules se veían, a la
par con su vestido de esta noche.