martes, 4 de marzo de 2014

CAPITULO 79




Moviéndome muy silenciosamente, me quité la chaqueta, abandoné
mis zapatos, y me arrastré con cuidado sobre la cama y me acurruqué en
torno a su figura durmiendo. Aspiré su perfume encantador y permití que
mi ritmo cardíaco se reluciera. El impulso de encender un cigarrillo era
intenso pero en su lugar me concentré en su calor contra mi cuerpo y
pensé que mi adicción a los cigarrillos tendrían que disminuir con el
tiempo.
Paula estaba fría durmiendo muy profundamente, y me pregunté
por qué estaba tan cansada pero no quería molestarla tampoco. Podría
mirar el reloj y esperar bien con ella junto a mí y pensar en la lección que
acababa de aprender. Paula no era la única con problemas de confianza,
al parecer. Tenía que trabajar en la mía un poco más. Cuando ella decía
que no me dejaría, entonces yo tenía que confiar en que mantenía su
palabra.
Abrí los ojos para encontrarla estudiándome. Sonrió, pareciendo feliz
y hermosa y un poco presumida. —Me gusta verte dormir.
—¿Qué hora es? —Miré hacia el tragaluz al ver la luz del día
aferrándose—. ¿Me dormí? Llegué a casa y te encontré en la cama y no
pudo resistirme a unirme a ti. Supongo que me quedé así, dormido.
—Son las cinco y media y tiempo de empezar a moverse. —Se estiró
como un gato, viéndose gloriosamente sensual y erótica mientras lo
hacía—. No sé por qué estaba tan cansada. Sólo me acosté por un minuto
y cuando abrí los ojos... estabas aquí. —Comenzó a rodar fuera de la
cama.
Me aferré a su hombro y la rodé sobre su espalda, sujetándola
debajo de mí y colocándome entre sus piernas. —No tan rápido, mi belleza.
Necesito un poco de tiempo a solas primero. Va a ser una noche larga y
voy a tener que compartirte con miles de idiotas.
Se acercó y tomó mi rostro, sonriéndome. —¿Qué clase de tiempo a
solos imaginabas?
La besé lenta y delicadamente, recorriendo mi lengua por cada
centímetro de su boca antes de contestar. —La clase en la que estás
desnuda y gritando mi nombre. —Empujé mis caderas lentamente en su
cuerpo blando—. Esta clase.
—Mmmmm, usted es convincente, Sr. Alfonso —dijo ella, todavía
sosteniendo mi cara—, pero es necesario empezar a prepararse para la
cosa de esta noche. ¿Qué tan bueno eres en hacer varias cosas a la vez?
—Soy bueno en muchas cosas —le respondí antes de besarla otra
vez—. Dame una pista.
—Bueno, a mi me gusta la ducha, casi tanto como tu bañera —dijo
tímidamente.
—Ahhh, ¿así que sólo me usas por mis excelentes servicios de baño?
Se rió y movió la mano hacia abajo entre nosotros para agarrar por
encima de mi endurecida polla. —Excelentes servicios en todos los
sentidos como yo lo veo.
Me reí y gemí al mismo tiempo, levantándola y entrando en el baño.
—Iré preparando el agua caliente... te estaré esperando.
No tuve que esperar mucho tiempo antes de que ella se uniera a mí,
desnuda e impresionantemente sexy como siempre, dejándome totalmente
cautivo y furioso para reclamar su cuerpo con el dominante sexo que no
era capaz de controlar cuando estábamos juntos. Mi mejor recompensa y
mi mayor temor, todo en uno. Bromeaba sobre la gala de esta noche y
compartirla con los demás, pero la declaración había tenido mucha más
verdad de lo que quería admitir. Odiaba compartirla con otros hombres
que la admiraban demasiado, en mi opinión.
Sin embargo, era la realidad de Paula, y si ella era mi chica
entonces tendría que aprender a tomarlo como un hombre.
Hicimos un muy buen uso del tiempo en la caliente agua jabonosa.
Sí... multi-tareas es uno de mis puntos fuertes y no voy a rechazar
ninguna oportunidad que ofrezca.

—Te ves más allá de hermosa, ¿sabes?
Se ruborizó en el espejo, y el oscuro color se movía por su cuello e
incluso sobre la curva de sus pechos en el escote de ese vestido decadente
que encontró. Era de encaje y muy ajustado a su forma, la falda corta
bastante espumosa de algún otro material del que yo no sabía el nombre.
No importaba que fuera, ese vestido iba a ser mi muerte esta noche.
Estaba bastante jodido.
—Te ves muy hermoso,Pedro. Hacemos juego también. ¿Escogiste
esa corbata sólo por mi vestido?
—Por supuesto. Tengo un montón de corbatas. —La miré
maquillándose y acabando con los últimos retoques, agradecido de que a
ella no le importaba mi acecho, y poniéndome nervioso por lo que estaba a
punto de hacer.
—¿Vas a usar ese clip de corbata vintage de plata? ¿El que tanto me
gusta?
—Seguro. —Fui a buscarlo sobre la cómoda.
—¿Era una pieza familiar? —preguntó mientras lo inmovilizó sobre
mi corbata.
—En realidad sí. De la familia de mi madre. Mis abuelos eran
conservadores ingleses y sólo tenían dos hijas, mi mamá y la mamá de
Tomas. Entonces las cosas fueron pasando entre los nietos, Luciana, Tomas y
yo.
—Bueno, es increíble y me encantan las piezas antiguas como esa.
Las cosas vintage están tan bien elaboradas y si tienen algún significado
sentimental, entonces todo es mejor, ¿no?
—No tengo muchos recuerdos de mi madre, yo era muy joven
cuando murió. Aunque sí recuerdo a mi abuela. Ella nos hacía quedarnos
durante las vacaciones, nos contaba un montón de historias y nos
mostraba fotografías; intentó ayudarnos a conocer mejor a nuestra madre
como mejor pudo, porque siempre decía que es lo que mamá hubiera
querido.
Paula dejó el pincel de maquillaje y se acercó a mí. Acomodó la
manga y luego ajustó la corbata un poco, y, finalmente alisó el clip de
plata con reverencia. —Tu abuela suena como una mujer encantadora y
también tu madre.
—A ambas les habría encantado conocerte. —La besé con cuidado
para no manchar su lápiz de labios y saqué la caja de mi bolsillo—. Tengo
algo para ti. Es especial... para ti. —Se lo tendí a ella.
Sus ojos se abrieron ante la caja de terciopelo negro y luego miró un
poco sorprendida. —¿Qué es eso?
—Sólo un regalo para mi chica. Quiero que lo tengas.
Le temblaba la mano mientras abría la caja y entonces se acercó a
su boca en un grito suave. —Oh, Pedro... es... es tan hermoso...
—Es una pequeña pieza vintage de mi madre y es perfecto para ti... y
cómo que siento por ti.
—Pero no deberías darme esta pieza familiar a mí. —Sacudió la
cabeza—. No es correcto para... para darme...
—Debería dártelo a ti y te lo estoy dando —hablé sobre ella con
firmeza—. ¿Quieres que te lo ponga?
Volvió a mirar el colgante y luego a mí, repitió sus acciones.
—Quiero que lo uses esta noche y aceptes el regalo.
—Oh, Pedro... —Su labio inferior temblaba—. ¿Por qué esto?
¿Honestamente? El colgante de corazón amatista con diamantes y
perlas era una cosita muy bonita, pero era más que eso, gritaba el nombre
de Paula. Cuando recordé que estaba en la colección de mi parte de la
parcela de la finca de mi madre, había bajado a la cripta y la abrí. Había
otras cosas allí también, pero tal vez para algunos se necesitaba más
tiempo antes de que nos adentráramos más profundos en regalos de joyas
adicionales.
—Es sólo un collar, Paula. Algo muy fino que me recuerda a ti. Es
de época y es tu color favorito en un corazón. —Tomé la caja de su mano y
saqué el colgante—. Espero que lo aceptes y lo uses y sepas que te amo.
Eso es todo. —Incliné la cabeza y mantuve con los dos extremos de los
dedos, esperando a que estuviera de acuerdo.
Frunció los labios, respiró profundo, y tenía esa brillante mirada en
sus ojos cuando me miró. —Me vas a hacer llorar, Pedro. Eso es tan... tan
hermoso y me encanta... y... y me encanta que quieras que yo lo tenga... y
yo también te amo. —Se volvió hacia el espejo y levantó el pelo de la nuca.
¡La victoria se sintió tan jodidamente fabulosa! Estoy seguro de que
estaba radiante, conociendo más felicidad en este momento de lo que
había sentido en mucho tiempo cuando uní esa cadena alrededor de su
cuello hermoso, mirando el corazón sobre su piel, encontrando un hogar,
por fin, después de décadas en la oscuridad.
Muchas como mi corazón.

CAPITULO 78



El plan era salir temprano en la mañana para evitar el tráfico luego
de esta noche de gala, ya no podía esperar por tener a Paula allí. Quería
un poco de tiempo romántico con mi chica, y también simplemente
necesitaba salir de la ciudad y meterme en el aire fresco del campo. Amaba
Londres, pero aún así, el deseo de tener tiempo lejos de la aglomeración
urbana con el fin de mantener mi cordura, jugaba con regularidad.
En ese momento, entró una llamada, sacándome de mi
ensoñamiento y regresándome al muy demandante y urgente presente de
mis responsabilidades de trabajo.
El día pasó rápido y antes de darme cuenta, era hora de irse.
Llamé a Paula cuando me iba de la oficina para decirle que me
encontraba en camino y esperé obtener un jadeante resumen de todo lo
que había que hacer antes de lo de esta noche y nuestro viaje inminente.
Me llevó al correo de voz en su lugar. Así que le envié un texto breve:
Estoy en camino a casa. ¿Necesitas algo? No obtuve respuesta.
No me gustó y me di cuenta en ese mismo momento, que siempre me
preocuparé por ella.
La preocupación nunca se iría. Había escuchado a gente decir tales
cosas de sus hijos. Que no sabían lo que era la preocupación real hasta
que tenían a alguien lo suficientemente importante en sus vidas que
medían la verdadera esencia de lo que significa amar a otra persona. Con
ese amor vino la carga de la posible perdida—una perspectiva demasiado
incómoda para mí en la que pensar.
Al acordarme del sobre de la pila de periódicos, me dirigí al quiosco
de Marta en camino a mi coche. Me vio y siguió acercándose con sus ojos
conmovedores. Ella pudo haber tenido una vida dura y una existencia
difícil, pero esas verdades no alteraban el hecho de que era muy
inteligente. Sus ojos agudos no se perdían nada.
—Hola, Marta.
—Hola, Jefe. ¿Qué puedo hacer por ti? Tengo cada periodicucho
como tú quieres ¿eh?
—Sí. Muy bien. —Le sonreí—. Aunque tengo una pregunta, Marta.
—Observé su lenguaje corporal mientras hablaba, en busca de pistas para
ver si ella sabía lo que preguntaba o no. Saqué el sobre con las fotos de
Tomas y la sostuvo en alto—. ¿Qué sabes sobre esto siendo colocado dentro
de la pila de periódicos de hoy?
—Nada. —No miró hacia la izquierda. No perdió el contacto con mis
ojos tampoco. Esas dos cosas eran partidarios de que me decía la verdad.
Sólo podía suponer y usar mi intuición, y recordar con quien me estaba
relacionando.
Puse un billete de diez libras en el mostrador. —Necesito tu ayuda,
Marta. Si ves a alguien o algo sospechoso quiero que me lo cuentes. Es
importante. La vida de una persona podría estar en juego. —Le di un
movimiento de cabeza—. ¿Mantendrás los ojos abiertos?
Bajó la mirada al billete de diez y luego de vuelta a mí. Destelló esos
dientes horribles en una sonrisa sincera y dijo—: Por ti, guapo, lo haré. —
Marta tomó las diez libras y lo puso en su bolsillo.
—Pedro Alfonso, cuadragésimo cuarto piso —le dije, señalando a
mi edificio.
—Sé tu nombre y no lo voy a olvidar.
Supuse que tenía tan buen negocio como era posible considerando
con quien lo estaba teniendo. Me dirigí a mi coche, ansioso por llegar a
casa y ver a mi chica.
Marqué a Paula una segunda vez y una vez más me llevó al correo
de voz, así que le dejé un mensaje diciendo que estaba en camino. Me
pregunté lo que hacía para no contestar y traté de imaginar algo como
tomar un baño, hacer ejercicio con auriculares, o tener su teléfono en
modo silencioso.
Luché con mis preocupaciones. Ante todo, la emoción era todavía
desconocida, pero a la vez no era algo que podría dejar de lado tampoco.
Me preocupaba por Paula constantemente. Y sólo porque todo esto era
nuevo para mí, seguro que no lo hacía más fácil de entender. Era un
completo novato aprendiendo a mi manera.
El piso se hallaba silencioso como una tumba cuando entré. Sentí
mi pico de ansiedad a niveles muy desagradables al comencé a buscar. —
¿Paula?
Simplemente más silencio. Ella  no estaba entrenando y
definitivamente no se encontraba en mi oficina. Tampoco fuera en el
balcón. El baño era mi última esperanza. Mi corazón latía con fuerza en mi
pecho mientras abría la puerta. Y se estrelló cuando no la encontré allí
tampoco.
¡Mierda! Paula, ¿dónde estás?
Sin embargo, su hermoso vestido colgaba de un gancho. El lavanda
azulado que había comprado en la tienda de la vendimia con Gabriela el
día que nos reunimos para almorzar en Gladstone. Hubo pruebas de
embalaje también—cosméticos y una pequeña bolsa a medio camino de
hacer. Así que ella había estado aquí preparándose para esta noche y
nuestro fin de semana.
Quería darle el beneficio de la duda, ¿pero se había ido sola antes y
qué si lo hubiese hecho otra vez? Después de esas fotos lunáticas de hoy,
mi estómago se encontraba hecho un nudo y ¡sólo tenía que saber dónde
diablos estaba!
Entré al dormitorio, intentando llamar a Pablo en mi estado de pánico
cuando la vi. La visión más maravillosa del mundo. En medio de la
dispersión de ropa y de maletas se encontraba Paula, acurrucada en la
cama... durmiendo.
—¿Sí? —respondió Pablo. Yo estaba tan congelado, que todavía tenía
el móvil en mi oído.
—Umm... falsa alarma. Lo siento. Nos vemos en el Nacional en unas
horas. —Colgué antes de que pudiera responder. Pobre compañero debe
pensar que lo he perdido.

CAPITULO 77



—Los periódicos estadounidenses —dijo Francisca, el establecimiento
de la pila sobre mi escritorio—. Hay un interesante artículo sobre los¿
miembros del Congreso con los niños en el servicio militar activo en Los
Angeles Times. ¿Adivina a quién entrevistaron?
—Debe ser uno de los pocos. Pieres lo explotará todo lo que pueda.
Gracias por estos. —Toqué el montón de papeles—. ¿Qué era lo otro?
Francisca parecía muy satisfecha de sí misma. —Lo recojeré cuando
salga a almorzar. El Sr. Morris dijo que lo restauró maravillosamente
después de tantos años en bóveda.
—Gracias por ocuparte de esto por mí. —Francisca era una joya de
asistente. Dirigía mi oficina de la compañía eficientemente. Yo podía
organizar la seguridad, pero esa mujer mantenía mi negocio ordenado y no
subestimaba su mérito en ninguna instancia.
—A ella le va a encantar. —Francisca vaciló en la puerta—. ¿Todavía
quieres que limpie tu agenda para el lunes?
—Sí, por favor. La cosa de los Mallerton es esta noche y luego
salimos por la mañana para Somerset. Vamos a regresar el lunes por la
noche.
—Me ocuparé de ello. No debería haber ningún problema.
Tomé el periódico Los Angeles Times cuando Francisca se fue y busqué
el artículo del senador. Quise estar enfermo. La escurridiza culebra no
mencionaba como su valioso hijo fue una gran pérdida recientemente, pero
esa no era ninguna sorpresa. Me pregunté lo que pensaba realmente el
hijo del padre. Sólo podía imaginar la impotencia en la familia, y no era ni
siquiera un poco agradable.
Puse de nuevo el periódico en la pila y cuando lo hice, el movimiento
causó que algo se asomara debajo de él. Un sobre. Lo habían puesto entre
el montón de periódicos. Eso sí era extraño, pero las palabras en el sobre…
PARA SU CONSIDERACIÓN… y mi nombre debajo, consiguió que mi
corazón latiera con fuerza.
—Francisca, ¿quién te entregó los periódicos esta mañana? —grité en
el intercomunicador.
—Marta los tiene preparados cada mañana. Ella los deja a un lado
al igual que lo ha estado haciendo durante el último mes. Sólo estaban allí
esperando por mí. —Vaciló—. ¿Está todo bien?
—Sí. Gracias.
Mi corazón todavía latía con fuerza mientras miraba el sobre en mi
escritorio. ¿Quería mirar? Cogí la solapa y desenrollé el hilo rojo del
amarre. Metí la mano y saqué fotos. Ocho de diez fotografías en blanco y
negro de Tomas y Paula hablando en Gladstone. Él besándola en la mejilla
mientras esperaba que ella entrara en el coche. Tomas inclinándose para
hablar conmigo y despidiéndonos. Tomas en la calle después de que nos
habíamos ido. Tomas esperando en la calle por su propio coche.
¿Ese fotógrafo que había visto fuera del restaurante estaba allí
específicamente por Tomas? Él había recibido amenazas de muerte antes...
¿y ahora teníamos fotos de él y Paula y yo juntos? No es una buena
conexión para ella. Tomas tenía su propia mierda de problemas, y seguro
como el infierno que no necesitaba añadir la complicación de quienquiera
que sea que acosaba a Tomas arrastrara a mi Paula en su lío. ¡Mierda!
Revisé las imágenes una por una. Nada. Hasta la última. Nunca
intentes asesinar a un hombre que está cometiendo suicidio.
Había visto este tipo de cosas a lo largo de mi carrera. Tenía que ser
tomado seriamente, por supuesto, pero la mayoría de las veces no lo era,
ya que una lunática que tenía un interés personal en una persona notable
que consideraba que le habían causado ofensa personalmente y con
intención cruel. Las figuras deportivas especialmente sufrían este tipo de
basura.Tomas había ofendido a un montón de gente en su tiempo y tenía las
medallas de oro para demostrarlo. Un ex arquero olímpico ya retirado del
deporte, seguía siendo alabado chico de oro de Gran Bretaña acosado por
los medios de comunicación. El hecho de que él era mi familia de sangre le
habían valido la protección, pero sin duda me mantenía ocupado.
Estas fotos habían sido tomadas hace dos semanas. ¿El fotógrafo
estaba allí por Tomas en concreto, o simplemente vendía las fotos que había
tomado de Tomas Everley, el arquero Olímpico, porque había tenido la suerte
de acoplarse y poder conseguir algunas libras por la venta? Los Paparazzi
rondaban los lugares que recibían una gran cantidad de tráfico de
celebridades por hábito, por lo que era difícil decir si las fotos habían sido
previamente acordadas o mera casualidad.
Y si era una lunática con la intención de matar a alguien famoso,
¿por qué diablos se molestaría en informar a su personal de seguridad
privada que tenían previsto hacerlo? No tenía ningún sentido en absoluto.
¿Por qué enviármelas a mí? El que había conseguido las fotos, obviamente,
quería que yo las viera. Se habían tomado la molestia de insertarlas en un
montón de periódicos que suelo ordenar de la cesta en la calle.
Marta.
Hice una nota mental de hablar con Marta cuando me fuera. Estaría
saliendo temprano de todos modos, debido a la cosa de Mallerton esta
noche, así que debería ser capaz de atraparla antes de que cerrara sus
puertas por la noche.
Abrí el cajón de mi escritorio y saqué los cigarrillos y el encendedor.
Vi el viejo móvil de Paula y lo saqué también. No había mucho
movimiento en él durante las últimas dos semanas, ya que ahora todos
sus contactos se encontraban en su nuevo teléfono. El tipo de The
Washington Review nunca llamó de nuevo, lo más probable es que la
tomara como alguien insignificante, lo cual funcionaba perfectamente a
favor de Paula. Lo puse a cargar para que estuviese encendido durante
esta noche y todo el fin de semana.
Encendí mi primer Djarum del día. La inhalación fue perfecta. Me
sentí como si estuviera haciendo bastante bien con el recorte. Paula me
ayudaba motivarme, pero cuando las cosas estaban inestables entre
nosotros, era un fumador empedernido. Tal vez debería probar los parches
de nicotina.
Intenté disfrutar de mi cigarrillo, y pensé en el fin de semana que se
avecinaba. Nuestro primer viaje juntos. Me las había arreglado para tener
tres días de tiempo para que pudiera llevar a mi chica a la costa de
Somerset a alojarse en el país de origen de mi hermana. El lugar también
funciona como un alto-nivel-de-alojamiento-y-desayuno y era muy
consciente del hecho de que nunca le había preguntado a mi hermana si
podía llevar a un invitado conmigo en alguna ocasión en la que había
estado allí antes.
Paula era diferente por muchas razones y si yo no estaba dispuesto
a confesar públicamente esos sentimientos, los reconocía por lo que eran.
Quería hablar con ella acerca de hacia dónde nos dirigíamos, y pedirle lo
que quería. La única razón por la que no lo hacía ya era porque su posible
respuesta me ponía jodidamente nervioso. ¿Y si ella no quería lo que yo
quería? ¿Qué pasa si yo era su primera relación real con la que podía
tantear el terreno? ¿Y si conocía a alguien más adelante?
Mi lista podría seguir y seguir. Sólo tenía que recordarme a mí
mismo que Paula era una persona muy honesta y cuando me decía lo
que sentía por mí, entonces bueno, era la verdad. Mi chica no era
mentirosa. Ella te dijo que te ama.