lunes, 8 de septiembre de 2014

CAPITULO 184




PEDRO



Salté sobresaltado de la cama, jadeando, con ambas manos alrededor de mi garganta, simplemente necesitando tener oxígeno.


Respira, hijo de puta. Adentro, afuera, adentro, afuera.


Ese flashback era el peor. Mi más profundo tormento, uno que nunca podría ser borrado de mi mente. Sabía que estaba condenado a llevar esto dentro de mí siempre. Él está en paz ahora. Me decía a mí mismo, siempre que la culpa me llevaba al punto en el que estaba entonces. No ayudaba mucho, sólo un poco. Y era lo mejor que podía hacer.


Adentro, afuera, adentro, afuera.


—Pedro, cariño… —Su amable voz me dijo que estaba despierta en ese momento.


Me daba miedo mirarla. Malditamente aterrorizado de levantar la cabeza y enfrentar a mi dulce chica. Si lo hiciera, podría ver mi vergüenza y debilidad. Jodía todo lo que sabía que había gritado. Me sentía como si estuviera enfermo.


Pero Paula no hizo lo que había hecho en otras ocasiones. 


No se molestó o exigió que comenzara a hablar. No me juzgó o me cuestionó. Sólo puso su mano suave contra mi pecho y se acercó a mí para que pudiera sentir su aroma, y supiera que estaba aquí y ahora, y no perdido en mi pasado. Me dejó ver que estaba seguro a su lado.


—Estoy aquí, y te amo —canturreó ella en mi oído—. ¿Cómo puedo ayudarte?


Puro e inundante alivio cayó en cascada sobre mí ante sus palabras. La atraje hacia mí y la sostuve para salvar mi vida. El idioma era una descripción perfecta para mí. Me aferré a mi chica para salvar mi vida.


El cabello en la parte posterior de su cuello estaba un poco húmedo. Podría estar enredado en su cabello durante horas. Me encantaba la suavidad del mismo, su textura, su olor, todo. Tan pronto como ella me preguntó cómo podía ayudarme, le mostré exactamente como.


Pensé que lo sabía porque me había “ayudado” antes, permitiéndome encontrar una pequeña cantidad de confort en su cuerpo al usar el sexo para exorcizar mis demonios. 


Ahora venía la parte difícil. La parte donde me disculpaba por mi brusca reacción de usarla como tranquilizante.


Recostándonos en forma de cuchara, respiré de ella y acuné a nuestro pequeño bulto encubado con mi mano. 


Estaba esperando sentir una patada o un bombeo, pero no había tenido tanta suerte todavía. Paula llevó su mano para cubrir la mía en su estómago y suspiró con satisfacción. Eso me hizo sentir mil veces mejor. Una Paula satisfecha era un buen comienzo.


—Lo siento, nena —susurré finalmente en su oído—. Perdóname…


—No tienes nada porqué sentirlo, Pedro, nunca. Todo lo que importa es que sepas que estoy aquí para ti y que te amo. Eso es lo importante para mí. —Bostezó dormilonamente y dio unas palmaditas sobre mi mano—. Ve a dormir ahora.


Mis ojos se abrieron de golpe. ¿Acababa de oír bien? ¿No iba a interrogarme sobre la pesadilla, o exigir que fuera a “hablar” con algún loquero sobre la mierda en mi jodido pasado? Sus acciones me dieron curiosidad.


—¿Paula? —Acaricié la parte posterior de su hombro.


—¿Hummm?


—¿Por qué no estás trastornada por lo que… hice esta noche? ¿Mi pesadilla? —Pregunté con cuidado, mis labios presionándose en su piel con un beso, tan pronto como la pregunta estuvo fuera de mi boca.


—Hablé con la Dra. Roswell sobre tu TEPTTrastorno de Estrés Post Traumático.


Mi cuerpo se tensó mientras luchaba con los sentimientos de traición por un momento, pero los alejé, porque estaba seguro de que había más de una explicación. Paula no era tan impetuosa como yo. Pensaba las cosas antes de decirlas. La mayor parte del tiempo. Y si estuviera en sus zapatos, probablemente haría lo mismo. Mi condición no era un secreto para nadie. ¿Por qué fingir con la única persona en la que podía confiar?


—Bueno, no le conté mucho, sólo que tienes malos recuerdos de tu tiempo como prisionero en el ejército. Le pregunté cómo podía ayudarte. —Ella rodó para enfrentarme, su expresión diciendo la verdad de sus palabras—. Porque te amo, Pedro, y haré cualquier cosa para sacarte de ese oscuro lugar si puedo.


—Ya lo haces. Lo has hecho desde el principio —le dije—. Tú eres lo único que me ayuda. —Tracé su pómulo con mi dedo, deseando poder decirle que nunca tendría otro flashback, o la despertaría de un profundo sueño con delirios de un loco chiflado por la noche. Lo haría de nuevo. Podría nunca dejar de hacerlo.


—Así que la Dra. Roswell me contó un poco de la forma en que los recuerdos traumáticos funcionan —comenzó con cautela, su voz una caricia suave.


—¿Qué dijo? —Me las arreglé para preguntar.


—Ella me dijo que las personas con TEPT harán casi cualquier cosa para no tener que recordar los acontecimientos. Es demasiado doloroso y aterrorizante.


La Dra. Roswell está en lo cierto.


Ella negó con la cabeza lentamente.


—Así que no voy a preguntar más… Sólo voy a estar aquí para ti. Para todo lo que necesites de mí. Estoy aquí para ti. ¿Sexo? Para traerte de vuelta si es lo que necesitas. Sin presión para hablar si no quieres. —Tragó saliva y su garganta se presionó en el hueco de su cuello. El tacto fresco de su mano en mi mejilla vino después—. Ahora sé que cuando te empujaba a hablarme de tus pesadillas lo hacía más difícil para ti. Lo siento, Pedro, pensé que hablarlo te ayudaría. No sabía que te estaba hiriendo al intentar forzarte a…


La besé, cortando sus palabras. Había oído demasiado. Sus hermosas palabras de aceptación iban más allá de sanarme de lo que cualquier otra cosa probablemente haría. Sabía que esto era cierto. Mi chica me había ayudado a dar el primer paso. Quizá ahora, con su apoyo incondicional,podría encontrar el valor para salir y encontrar algo de ayuda en alguna parte.


Paula llevó sus manos a mi cabello y se agarró con fuerza, haciéndome saber que iba a estar bien conmigo, en lo bueno y en lo malo. Dios, la amaba tanto, más de lo que jamás podría expresar. Era algo que solo tendría que mantener dentro de mí. Era el único que podría alguna vez saber cómo de profundo era mi amor por Paula.


Cuando por fin terminé nuestro beso, todavía la tenía abrazada contra mí porque no podía soportar la idea de dejarla ir fuera de mis brazos. No sabría cómo mierda soportarlo. Me aferré a ella durante el resto de la noche.

CAPITULO 183




PAULA



Inmersa en la bañera con agua perfumada de lujo calentando mi cuerpo, procesé las últimas doce horas. 


Jesucristo, tomaría más que un baño entender todo ello.


Pedro se había dormido tan profundamente, después de haber terminado la segunda vez, que ni siquiera se movió cuando me deslicé fuera de la cama. Normalmente me hubiera seguido en cuanto escuchara la bañera llenarse, si no hubiera sido él quien lo hiciera en primer lugar. Pero no esta noche.


Imaginé que Pedro estaba exhausto por la simulación en el hospital. Podía decir que él estaba desgarrado por dentro, por tener que pedirme que fuera. Pero no teníamos opción. 


Facundo Oakley iba a asegurar la presidencia de Benjamin Colt debido a un giro del destino que hizo a su hijo un héroe de guerra en el momento justo. Un apuesto y joven oficial del Ejército consigue una pierna amputada en la guerra. Ah, y el guapo y joven oficial resulta ser el hijo del candidato a vicepresidente de los Estados Unidos de América. Las encuestas ya pronosticaban una victoria aplastante, y todo el mundo lo sabía.


¿La parte escalofriante de esto? Una vez que el senador Pieres fuera el vicepresidente, solo estaría a un paso de ser… el Presidente. La sola idea hacía doler a mi corazón. 


La respuesta normal sería frotar el área para aliviar la picadura, pero acuné mi vientre en su lugar, mi primer instinto siendo proteger a mi pequeño ángel mariposa. 


Había terminado con lo que tenía que hacer hoy. Tenía que conseguir algún tipo de garantía de que mi sórdido pasado con Facundo no dañara el futuro de su padre, o el mío. Y voluntariamente lo haría de nuevo, también. Cualquier cosa por mi ángel mariposa.


Facundo… Cuando había despertado esta mañana, él era la última persona que alguna vez imaginé ver. No estaba preparada para lidiar con él todavía, pero era lo suficientemente realista para ver que Facundo Pieres no iba a desaparecer. Especialmente ahora. “Paula, por favor ven a verme otra vez. Tengo que decirte cuán arrepentido estoy por lo que te hice.”


Lo que me llevó a mi segundo shock. ¿Estaba arrepentido? 


No sabía qué pensar de su petición, pero entendí que Facundo solo quería que yo lo escuchara, porque lo dijo en un secreto susurro. No importaba. No volvería allí para verlo de nuevo. No tenía que hacerlo. Extrañamente, estaba bien con lo que estaba pasando. Con todo, la forma en que la visita tuvo lugar, no fue traumático para mí como pensaba que sería. Estuve fuerte durante la reunión, e hice todo lo que me pidieron hacer. Como lo hizo Facundo.


Realmente no me iba a obsesionar con la idea de lo que esto significaba respecto a mi salud emocional, porque no tenía el tiempo o la inclinación de profundizar en ello. Tenía una vida que vivir, con un marido que me amaba y necesitaba mi apoyo, y un bebé que me necesitaba para todo. Toda la mierda del pasado con Facundo sólo tendría que ocupar un asiento trasero en el motor que era ahora mi vida. 


No veía otra manera de seguir adelante.


Y estaba decidida a seguir adelante. Llevé la mano a mi estómago otra vez y traté de sentir un mayor movimiento, pero el bebé no estaba de humor, supongo.


No podía dejar que Facundo, o su padre político e intrigante, me detuviera de hacer lo que tenía que hacer. La reunión realmente me había sorprendido por la manera en que Facundo parecía tan diferente de lo que había sido cuando estábamos juntos. Parecía a ciento ochenta grados de diferente. Todavía tenía algunos problemas conectando al hombre que había visto hoy, con el que había conocido antes. Ni siquiera se sentía como si fuera la misma persona. 


Quizá había ido cambiando con el curso de los años. Su cuerpo sin duda había cambiado con todos esos tatuajes…


—¡Noooo! Mauro, lo siento, hermano. ¡No lo haré de nuevo! Awww, mierda no. ¡MAURO! Dios, por favor no. ¡MIERDA! NO, POR FAVOR NO LO HAGAS. ¡NO….NO…NO!


Pedro. Le oí gritar desde el dormitorio y comprendí inmediatamente. Mi hombre tenía otra noche de pesadillas. 


Me puse de pie en el baño, el agua chorreando por mi piel, y tomé la bata. La ceñí en mi goteante cuerpo y salí corriendo del baño. Él me necesitaba, y yo tenía que ayudarlo. Tan simple como eso.

CAPITULO 182




PEDRO


Paula apretando y aferrándose a mi alrededor mientras se corría… era tan bueno. Malditamente bueno. Cada convulsivo apretón y cada temblor viniendo de su sexo, poseía mi polla. Sentí el endurecimiento acelerar en mis pelotas cuando empecé a correrme.


—Uhn…uhn…uhmm —gruñí, con cada sumergida en su coño apretado.


Mi hermosa chica se entregó a mí con exquisita rendición.


—¡Joder, SÍ! —Dije entre dientes, con una caliente inundación de semen saliendo a borbotones, corriéndome buena y suciamente en ella. Seguí follando a través del éxtasis, sosteniéndola contra mí por partes de su hermoso cabello. Follar. Amar. Mía. Paula… Pensamientos aleatorios se filtraron en mi consciencia mientras me fundía en ella, pero sin embargo sólo una idea permanecía conmigo. No importa cuán lejos alguna vez iba, no perdía de vista la verdad: esta mujer me pertenecía de la cabeza a los pies, con todo lo demás en medio.


Y siempre lo haría.


Solté mi agarre de su cabello, enderecé su cuello, y enterré mi cara detrás del mismo. Inhalando su aroma floral, mezclado con el olor de su coño, tracé la parte posterior de su espalda con mis labios, susurrándole, acariciándola, besando entre las palabras. Puede que estuviera calmado ahora, pero era plenamente consciente que acababa de follar a mi esposa como un loco en el recibidor de nuestra casa.


—¿Estás bien?


—Mmm hmm —ronroneó sensualmente.


Me preguntaba qué estaba pensando. Aun así, sabía que no había nada que podría haber hecho diferente. Después de dejar a Oakley en el hospital, me había metido en un lugar muy oscuro dentro de mi cabeza. Entendía que la visita era necesaria, pero odié cada segundo de ella. Todo lo que quería era proteger a mi preciosa chica de las cosas que pudieran herirla. Y no fui capaz de hacer eso hoy. Tuve que hacerme a un lado y permitirle poner sus manos en ella… otra vez.


No pienses en esa mierda chupapollas.


Saliendo, subí mis pantalones, solo molestándome para que pudiera ser capaz de caminar. Ellos no estarían en mí en unos dos minutos.


Barrí mi mano sobre la magnífica imagen de su trasero y apreté una nalga, disfrutando de la vista.


—Eres tan… malditamente… hermosa. —La palabra ni siquiera hacía justicia a como lucía en este momento. No había palabras. Y nunca podría cansarme de mirarla.


Ella rodó su cuello como un gato consiguiendo un buen estiramiento a su manera. Mi chica parecía agradablemente saciada, pero yo no había terminado con ella todavía. La desesperada follada en el recibidor era simplemente un calentamiento.


—Creo que necesito estar de pie —dijo, desde su posición doblada en la mesa, su coño rosa enmarcado entre sus piernas abiertas, permaneciendo largas y rectas, todo el camino hacia los zapatos de tacón al final de sus delicados pies.


La culpa atravesó mis entrañas. Por supuesto que debía estar de pie. Estaba embarazada. Eres un maldito idiota a veces. La ayudé a enderezarse y la giré hacia mí.


—Lo siento por eso, nena. Déjame recompensártelo. —La recogí en mis brazos y la besé, aliviado de ver la sexy sonrisa burlona en sus labios cuando nos llevé hacia el dormitorio—. Voy a masajearlos durante largo tiempo.


—Bastante, por favor —tarareó en mi pecho.


Y eso es todo lo que tomó para que todo estuviera bien en el mundo. Sólo necesitaba una señal de ella. Una sonrisa, una palabra, una caricia… algo que me dijera que no estaba preocupada por mi pérdida de papeles, y que todavía me amaba. Eso, y el hecho de que tuviera al menos otro orgasmo cegador saliendo de mí. Paula, por otro lado, se merecía al menos dos más, además de un masaje muy agradable de pies.


—Lo será —le dije mientras la acostaba en nuestra cama.



En las FE(Siglas para Fuerzas Especiales)., los Capitanes lideran tropas de cinco hombres. Los escuadrones pequeños para operaciones tácticas requieren cero detecciones. Mis hombres fueron los mejores que el EB(Siglas para Ejército Británico) tuvo para ofrecer. Mauro, Dutch, Leo, Chip y Jackie. El día que encontramos al chico y a su madre muerta en medio de la carretera fue el último que estuvimos todos vivos al mismo tiempo. Por última vez que hermanos, maridos, padres e hijos de Gran Bretaña cogieron aliento. Veinte días después, ese número se redujo a… uno.
Mauro fue el único además de mí en lograr salir de la emboscada en la calle. Hubiera sido mucho mejor si no lo hubiera hecho…