martes, 25 de febrero de 2014

CAPITULO 56





Recogerla del trabajo era algo que esperaba con interés y
hoy no fue la excepción. Todo fue bien hasta cuando
llegó un texto a su móvil. Ahora simplemente parecía un
viejo desesperado en ir a mirarla.
Me detuve dentro de The Rothvale, me estacioné y vi las puertas
desde donde ella saldría del edificio, la conversación con mi primo todavía
persistía en mí desde que habíamos hablado, y honestamente infectó mi
imaginación con toda clase de locura, ¡¿Matrimonio... en serio?! ¿Qué tal
una relación exclusiva, comprometidos para empezar?
La idea de casarme con alguien nunca había estado en mi lista de
vida. Yo no veía un futuro en mis cartas y nunca lo tuve. La propia
institución tenía mi mayor respeto, pero con toda probabilidad, a una
persona con mi estilo de vida, el resultado sería, sin duda un fracaso épico
como marido. Había tanta mierda en mi armario, demasiada, que apenas
podía tener un tiempo para hacer cosas normales.
Mi hermana se encontraba casada, y muy feliz, con tres hermosos
hijos. Luciana y Angel eran una pareja estándar, supongo, yo nunca
pensé en ello. Mi hermana tenía un camino doméstico y bendijo a nuestro
padre con sus nietos, y básicamente ya no tenía que competir. Quiero
decir, Luciana lo hizo tan bien que no era necesario para mí sentir la
presión.
Decidí llamarla mientras esperaba a que Paula saliera. Sonreí
cuando contesto al segundo timbrazo.
—¿Cómo está mi hermanito?
—Perdiendo su mente con el trabajo —le dije.
—Su mente no es lo único que está perdiendo, o eso me han dicho —
Luciana podría ser muy presumida y molesta cuando le daba la gana.
—¿Así que papá ya te contó el chisme, verdad?
—Está preocupado por ti. Me dijo que nunca te había visto así, ni
siquiera cuando llegaste a casa de la guerra.
—Umm. No debí haber ido allí y dicho todas esas cosas. Soy un
idiota por hacerlo. Voy a hacer las paces con él de alguna manera.
Entonces, ¿cómo están las cosas con mi hermana mayor?
—Buen intento, Pepe, pero no caeré en tu juego. Mi hermano
finalmente se enamora de alguien ¿y crees que dejaré pasar un chisme así
de jugoso? ¿Por quién me tomas? Los dos sabemos quién es el hermano
más inteligente aquí.
Suspiré a mi hermana. —No voy a discutir contigo ese punto, Lu.
—Guau. ¿Realmente has cambiado?
—Sí, supongo. Espero que sea para bien. Y que papá pueda dejar de
preocuparse por mí, estamos de nuevo juntos, así que ahora ya no soy la
criatura miserable y rota que vio la última vez.
—¿Has estado leyendo poesía, Pedro? Suenas diferente.
—Sin comentarios —dije con sarcasmo—. Escucha, me preguntaba
si podía llevarla hasta tu casa para un fin de semana. Creo que a Paula
le encantaría Halborough y prefiero sacarla de la ciudad por unos pocos
días. ¿Pueden tú y Angel acomodarnos ahí?
—¿Por ti? ¿Para tener la oportunidad de conocer a esa americana
que ha transformado a mí distante y pequeño hermano ñoño, cursi,
enfermo de amor, y bebedor de cervezas mexicanas? No hay problema.
Me eché a reír. —Bien. Hazme saber la fecha, Lu. Quiero que todos
la conozcan, y su encantadora casa sería el lugar perfecto para hacerlo. Y
echo de menos a los niños.
—Ellos extrañan a su tío Pedro. Bueno... Voy a verificar los libros y
les hare saber cuándo. Estará más ocupado con los juegos que vienen.
—No hace falta que me digas eso. ¡Toda la ciudad se ha vuelto loca y
sólo estamos en junio!
Colgamos y miré por la ventana esperando por Paula. Saqué su
móvil del bolsillo y abrí el texto que había arruinado mi día pacifico. Algún
chico llamado Ale Craven del Museo Victoria & Albert al que me
encantaría convertirlo en un eunuco:

Paula, fue adorable verte hoy. Espléndido en el
Mallerton, también. Me gustaría mucho llevarte a cenar y
discutir más a fondo la forma en que podemos obtenerte en el
equipo. No sabía que modelabas ¡pero ahora que he visto las
fotos debo saber más! –Ale.

Estoy seguro de que me iba a rebanar una parte de la lengua por
rechinar los dientes. El impulso de responderle el mensaje era algo que
ansiaba tanto que podía saborearlo en la sangre de mi boca, una línea
larga:

Vete a la mierda, tú idiota inútil. Ella ya ha elegido
y su hombre te cortara las pelotas si tan solo piensas en
ella desnuda. -Pedro con un gran cuchillo.

Por supuesto que no lo hice, pero por poco.
Dios, ¿cómo comportarme? Mi sangre no era buena para este tipo de
cosas. Los celos me consumían y con Paula los tenía en exceso. Es
inevitable cuando ella es tan hermosa y además se exhibe. Necesitaba más
tranquilidad y yo estaba bastante seguro de que ella no tenía en mente
darme más por el momento.
La puerta del pasajero se abrió y ella entró, dejándose caer en el
asiento, se sonrojó de un momento a través de la llovizna que había
empezado desde que me había estacionado. Sonrió y se inclinó hacia mí
para darme un beso.
—Bueno, ahí lo tienes —le dije y la apreté contra mí. Su piel, un
poco fría, pero sus labios eran cálidos y suaves para mí.
¡Joder, sí, para mí!
Saqueé su boca y sostuve su cara frente a la mía, alegando con mi
lengua profunda para que así pudiera sentir lo mucho que la quería. Ella
permitió la invasión al principio y no la deje hasta que chilló, diciéndome
que tenía que retroceder. La solté y se inclinó hacia el lado de mi asiento
para que pudiera mirarla.
—Lo siento, esa fue la pequeña bestia que hay en mi —Le di mi
mejor mirada castigada.
Su rostro cambió y mis ojos buscaron su mirada. Cristo, era
hermosa. No es de extrañar que el ese hijo de puta llamado Ale la quisiera
desnuda. Yo la quería desnuda. ¡Quería follarla justo ahora! Hoy su cabello
caía suelto y tenía una chaqueta de color verde oscuro y una bufanda. El
color era precioso en ella, combinaba con el verde y avellana de sus ojos y
tenía unas pocas gotas de lluvia esparcidos en su cabello.
—¿Qué está mal, Pedro?
—¿Por qué piensas que algo está mal?
—Es sólo una corazonada —Sonrió—, y tu lengua jodiéndome lo
confirmó.
Negué con la cabeza. —Solo te extrañaba, eso es todo. ¿Cómo estuvo
tu almuerzo con los colegas que querías impresionar?
—Fue impresionante. Tuve que contarles sobre la restauración de
Lady Percival y les di un buen gancho para que me recuerden. Espero que
algo venga. Tal vez así sea —sonrió—. Y te lo debo todo a ti. —Me dio un
beso en los labios solo una vez y me tomó de la barbilla con su mano.
Traté de devolverle la sonrisa. Creo que lo hice, pero al parecer soy
muy malo en fingir mis sentimientos tanto como soy muy malo en tratar
con mis celos. Oh algo vendrá de ahí, nena. ¡Ale Craven obtendrá una
erección y el gancho será recordar tus fotos desnuda, no el alma de Lady
Percival sosteniendo su raro y precioso libro! Pinturas Mallerton se puede ir
a la basura ¡pero él quiere a Paula Chaves en su polla!
Suspiró ante mí. —¿Vas a decirme qué está mal? Sólo gruñes y estoy
bastante segura de que gruñir no es una señal universal de la felicidad y
armonía. —Lucía muy molesta conmigo.
—Esto tiene que ver con algo que pasó antes. —Dejé el móvil en su
regazo con el texto en la pantalla.
Lo recogió y lo leyó, tragó una vez y luego miró a un lado de mí. —Te
pusiste celoso cuando lo viste. —No era una pregunta.
Asentí con la cabeza hacia ella. Más vale dejar salir todo el asunto
aquí mientras estábamos en ello. —Él quiere follarte.
Todos los hombres lo hacen cuando ven tus fotografías desnudas. Yo
no era estúpido como para decirle eso a ella, pero hombre, estoy seguro de
pensarlo que si quería. ¡Era la cruda verdad!
—Lo dudo mucho, Pedro.
—¿Es gay, entonces?
Se encogió de hombros. —No creo que Ale sea gay, pero realmente
no lo sé.
—Entonces, definitivamente quiere follarte —dije tristemente por la
ventana ahora cubierta con llovizna y el estacionamiento con un estado de
ánimo en perfecta armonía con lo que sentía.
—Pedro, mírame.
El tono de su orden me sacó de mi estado de ánimo. Y me puse
duro.
Miré a mi chica, quien llego a significar tanto para mí en tan poco
tiempo y me pregunté lo que quería decir. No sabía cómo compartirla, o
cómo no ser celoso, o cómo ser el acompañante educado de una modelo de
desnudo artístico y que otros hombres sólo querían babear o fantasear
sobre follar. Yo no sabía cómo ser ese hombre.
—Ale Craven no es un él.
Paula apretó sus labios para no reír abiertamente. No importaba.
Me alivió lo suficiente como para tomar sus bromas y algo más.
—Oh —Logré decir, sintiéndome muy, muy tonto—, pues bien, tienes
que ir a cenar con Ale Craven y te deseo mucha suerte, nena. Ella
realmente suena como si quisiera contratarte —asentí.
Se rió de mí y dijo—: Te preocupas demasiado, bebé.
Me incliné hacia sus labios, pero no los toqué. —No puedo dejar de
preocuparme, y me encanta cuando me llamas bebé —La besé de nuevo,
esta vez no como un Neanderthal, pero si cómo debí haberla besado en
primer lugar. Enrosqué mis dedos alrededor de su cabeza y traté de
mostrar lo que significaba para mí. Me aparté lentamente mordisqueado
un poco el labio inferior, colocando mi mano a un costado de su cara y
cuello—. Quiero llevarte a casa ahora. A mi casa. Lo necesito...mucho.
Esperé que ella supiera que era mi versión de una solicitud. Yo le
pedí que trajera ropa suficiente para unos días, pero no podía estar seguro
de que en realidad lo hubiera hecho. La quería conmigo todo el tiempo. No
podía explicar este profundo deseo... un requisito de tenerla ahí para mí,
hablar y tocarla. Y joder. Me convertía en un bastardo necesitado, pero
simplemente no me importaba nada, y tener que presionarla era
difícilmente molesto.
—Está bien, tú casa esta noche —Llevó una mano a mi pelo y lo
acarició, mirándome otra vez con sus ojos inteligentes. Juro que me podía
leer como un libro abierto y me pregunté por qué me aguantaba. Yo
esperaba que fuera porque comenzaba a amarme de nuevo, pero odiaba
reflexionar mucho porque siempre vuelvo a... ¿y si ella no lo hace?
—Gracias —Tomé su mano de donde me sostenía y la lleve a mis
labios para besarla. Alcé los ojos para ver su reacción y fui muy muy feliz
de ver la sonrisa en ella. 
Le devolví la sonrisa y puse el coche en marcha.
Ahora llevaría a mi chica a casa a solas, donde podía conseguir las cosas que realmente quería hacer con ella.

CAPITULO 55




Paula me envió un mensaje alrededor de una hora más tarde:

¡¿Hblste con mi madre?! :O

Oh, hombre. Mamá ya se lo había contado. Esperaba que no
estuviera en demasiados problemas. Le contesté:

Sí, nena. Llamó a tú viejo móvil y no estaba contenta
cuando contesté :/

Brynne contestó de inmediato:

Siento que hays tenido que tratar c/ ella. Te recmpnsré.
♥♥

Tuve que sonreír a eso. Escribí:

Me dste 2 ♥’s!! Acpto tu oferta, nena… y no stuvo tan
mal.

Imaginé que una pequeña mentira piadosa respecto a su madre no
la heriría. Esa mujer no era agradable.
Hubo una pequeña pausa antes de que respondiera, pero valió la
pena cuando llegó.

Causste una gran impresión. Te cuento sta noche. Tengo
que ir a ese almuerzo ahora. 
Te xtraño… bebé xxx ♥

Acaricié las palabras en la pantalla, no queriendo cerrar el mensaje.
Me llamó bebé. Dijo que me extrañaba. Me dejó besos y corazones. Traté
de leer entre líneas, pero aun así era difícil no hacerlo. Simplemente quería
lo que quería y no quería esperar ni un momento más.
Mis reflexiones fueron interrumpidas cuando Francisca llamó y me
recordó que, efectivamente, tenía una empresa que dirigir. —Tengo a Tomas
Everley en línea para ti —dijo por el altavoz.
La dije que me lo pasara y lo cogí. —Estás en problemas otra vez,
¿no? —dije sarcásticamente.
—Otra amenaza de muerte llegó, Pepe. Esta vez de la Oficina Mundial
de Tiro con Arco. No me importa una mierda, pero esos idiotas de la
Comisión Olímpica no me asegurarán un lugar para anunciar la
competición sin  alguna garantía tuya. La verdadera locura está
gobernando estos juegos, te digo, y no tengo tiempo para esta mierda.
—No lo sé. Hablaré con ellos pero creo que deberíamos reunirnos y
revisar el horario para así poder asegurarte un equipo de seguridad —le
dije.
—¿En qué estás pensando?
—No lo sé, ¿un almuerzo? Puedo hacer que Francisca arregle algo
para cuando estés libre.
—Eso debería funcionar. Estoy muy agradecido por ti, Pepe, o no creo
que pudiera presentarme a los juegos en absoluto. Tu compañía calma a
esos idiotas organizadores.
—Hablando de idiotas que organizan las cosas… Tomas, me acabas de
recordar algo. ¿No estabas en el consejo ejecutivo del National Gallery?
Tomas bufó. —Seh, algo así. ¿Por qué? Y haré como que no me acabas
de insultar porque soy así de generoso… y eres familia.
—Vale, primo. —Rodé los ojos—. Mi novia estudia conservación del
arte en la Universidad de Londres. Es Americana y necesita una visa de
trabajo para quedarse aquí definitivamente.
—Espera. Retrocede el culo. ¿Acabas de decir tu “novia”? ¿El
escurridizo Alfonso está fuera del mercado? ¿Cómo es eso posible,
amigo?
Debería haber sabido que sería hostigado nada más abrir la boca.
Me reí un poco incómodo. —Apenas lo sé, pero sí, es brillante en la
restauración de pinturas y realmente ama lo que hace. Y de verdad que no
quiero que su visa expire…
—Te he oído, Pepe. Preguntaré. Está este próximo evento en el National.
The Mallerton Society…
—Oh sí, me contó sobre eso. La voy a llevar. Ha estado trabajando
en una de las pinturas de Mallerton. Sé que Paula puede explicarlo
mucho mejor que yo. Te la presentaré y verás a lo que me refiero.
—Espero con gran interés conocer a la belleza Americana qué sacó
tu polla de ese circuito de una-sola-noche.
—Por favor, no digas eso cuando la conozcas o tendré que ignorar
todas esas encantadoras amenazas de muerte que recibes con regularidad
de tus fieles seguidores.
Se rió de mí. —Sabes, Pepe, si la quieres aquí indefinidamente todo lo
que tienes que hacer es casarte con ella y no necesitará una visa de
trabajo.
Mi mente obtuvo un sobre exceso cuando dijo las palabras “casarte
con ella”, y me encontré buscando otro cigarrillo del cajón del escritorio.
—Fingiré que no acabas de decirme eso, incluso aunque no debería
sorprenderme, eres un ignorante. Tú, de todas las personas que no apoyan
el matrimonio; es la cosa más hilarante que te he escuchado decir en todo
el año, o debería decir, de tu jodida vida.
Mi primo se rió un poco más a mi costa. —Sólo porque el
matrimonio sea una inmensa cagada no significa que el tuyo vaya a serlo,
Pepe.
—Definitivamente hemos llegado al final de esta conversación, Tomas.
Estoy colgándote ahora. —Todavía podía oír su risa cuando me aparté el
teléfono del oído.

CAPITULO 54





El móvil de Paula se iluminó y me despertó de mi trabajo. Miré el
identificador. Una palabra—Mamá.
Bueno, esto será divertido, pensé mientras pulsaba aceptar. —Hola.
Hubo un instante de silencio, y luego una voz altanera. —Trato de
localizar a mi hija, y por lo que sé este es su número, ¿con quién estoy
hablando?
—Con Pedro Alfonso, señora.
—¿Por qué está contestando al móvil de mi hija, señor Alfonso?
—Estoy vigilando su antiguo número, ¿señora…? Lo siento, no
conozco su nombre. —No iba a dárselo en bandeja de plata. La mamá de
Paula tendría que preguntarme. Amablemente. De momento, no estaba
impresionado.
—Shultz. —Esperó a que dijera algo pero no lo hice. Juego al póquer y
sé cómo esperar—. ¿Por qué estás vigilando su móvil?
No pude evitar sonreír. Ambos sabíamos quién había ganado esta
ronda. —Sí, bueno, yo trabajo en el área de seguridad, señora Shultz. Ese es 
mi trabajo. El padre de Paula me contrató para velar por ella ya que el
Senador Pieres está siendo investigado. No seré tímido con usted
tampoco, señora. Sé por qué su seguridad está en peligro y usted también.
Lo sé todo. —Hice una pausa para el efecto—. Me contó lo que le pasó a
manos del hijo de Pieres.
Escuché una fuerte inhalación; habría pagado dinero por ver su
cara, pero por desgracia, tenía que usar mi imaginación. —Usted es el que
compró el retrato, ¿no? Me contó que compró su foto desnuda y la llevó a
casa después. Algo que debería saber sobre Paula, señor Alfonso, es
que adora sorprenderme.
—¿En serio? No tenía ni idea de eso, señora Shultz. Paula nunca la
mencionó hasta anoche. No tengo nada con que compararla.
Pareció ignorar mi insulto encubierto y fue a matar. —¿Así que está
saliendo con mi hija, señor Alfonso? Puedo leer entre líneas y hacer
suposiciones tan bien como cualquier otra persona. Y Paula es mi única
hija, y al contrario de lo que le ha dicho, la quiero y sólo quiero lo mejor
para ella.
—Pedro, por favor; y sí, puedo decir sin lugar a dudas que estoy
saliendo con Paula. —Cogí un nuevo cigarrillo y abrí el mechero. ¿En
serio? Esta mujer no sabía con quién estaba jugando. Podríamos seguir así
todo el día y aún seguiría ganando—. Y yo también.
Se quedó callada un momento y luego preguntó—: ¿Usted también,
qué, señor Alfonso?
—Quiero a su hija y sólo quiero lo mejor para ella. La mantendré a
salvo de cualquier peligro. Ella es mi responsabilidad ahora.
De nuevo sólo pude imaginármela poniendo los ojos en blanco a lo
que acababa de decir y preguntarme cómo mi chica aguantaba toda esa
desaprobación de esta mujer. Capté que no tomó la oferta de tutearme
tampoco. Me hizo sentir triste por Paula. Especialmente porque yo
llevaba toda mi vida anhelando a mi madre y aquí estaba Paula con una
que la censuraba en cada decisión. Prefería tener el cariñoso recuerdo de
una madre que nunca tuve, que tener que aguantar a esta dama-dragón el
resto de mi vida.
—Bueno, entonces, ¿podría conseguir el nuevo número de su móvil
dado a que ella no se dignó a dármelo? —Sonaba más como una víctima
herida ahora, y a un intento de deshacerse de mí tan rápido como fuera
posible.
Y ahora yo sonreí. Amaba jodidamente tener la mano ganadora. —
Oh, por favor, no, señora Shultz, no se ofenda. Todo esto sucedió muy
repentinamente. Paula me dijo algo ayer y tomé la decisión de que
necesitaba un número nuevo. Es así de simple. No ha tenido tiempo de
ponerse en contacto con usted todavía, estoy seguro de que es por eso. —
Era fácil ser magnánimo cuando tenías las mejores cartas.
—¿Usted tomó la decisión, señor Alfonso?
—Sí. —Hombre, mi cigarrillo sabía a gloria.
—¿Por qué está tomando esas decisiones por Paula? —Mamá tenía
garras al parecer.
—Porque como dije antes, señora Shultz, la mantendré a salvo de
cualquier persona o cosa que trate de hacerla daño. De cualquiera… o
cualquier cosa. —Di una gran calada y saboreé el sabor.
Se tranquilizó entonces. La esperé, y eventualmente cedió. —¿El
nuevo número, señor Alfonso?
—Cierto, señora Shultz. Le diré algo. Le enviaré el nuevo número
desde mi móvil, y de esa forma podrá tener el mío también. Si tiene alguna
duda sobre esta situación con Paula o surge alguna indagación sobre su
pasado de parte de los medios de comunicación o de otros, me gustaría
que lo compartiera conmigo. Por favor, llámeme en cualquier momento.
Nuestra conversación terminó muy rápidamente después de eso y
estaba un poco más que agotado para cuando colgamos. Señor, era difícil.
Pobre Paula. Pobre Miguel Chaves. ¿Cómo diablos salió con ella alguna
vez? No podía ver cómo esa relación pudo haber despegado, y ni siquiera
sabía qué aspecto tenía. Apostaba a que era hermosa, sin embargo. Fría,
pero bella.
Le envié un mensaje a la madre de Paula con el nuevo número y
un pequeño mensaje:

Un placer hablar con usted, Sra.Pedro. —PA; 

y sonreí todo el tiempo mientras lo hacía.