jueves, 20 de febrero de 2014

CAPITULO 40


Pizza a la luz de las velas es excelente con la persona
indicada. Para mí, la persona indicada se encontraba
sentada justo frente a mí y no me habría importado
donde estuviéramos siempre y cuando fuera juntos. Pero
Paula necesitaba comida y yo necesitaba oír su
historia, por lo que Bellísima serviría como cualquier otro lugar.
Teníamos una mesa en un rincón oscuro y privado, una botella de
vino tinto, y una grande de pepperoni y salsa para compartir. Intenté no
ponerla incómoda mirándola demasiado, pero era malditamente difícil
porque mis ojos morían de hambre por verla. Estaban famélicos.
En cambio, hice lo mejor para escucharla bien. Frente a mí, Paula
parecía luchar con por donde empezar. Le sonreí y comenté lo bien que
sabía la comida. Me descubrí deseando que comiera un poco más pero
mantuve la boca cerrada al respecto. Estoy seguro de que no soy un idiota.
Crecí con una hermana mayor y las lecciones aprendidas de Luciana sin
duda me han acompañado todos estos años. A las mujeres no les gusta
que les digan qué comer y qué no. Es recomendable dejarla tranquila y
esperar lo mejor.
Parecía muy perdida en sus pensamientos cuando comenzó a
contarme de su familia. No me gustaba el lenguaje corporal triste ni el tono
derrotado de su voz, pero eso era irrelevante.
—Mis padres se separaron cuando tenía catorce. Supongo que no lo
manejé muy bien. Soy hija única, por lo que supongo que quería llamar su
atención o quizás quería vengarme de ellos por divorciarse. Quién sabe,
¿pero lo peor? Era una zorra de la escuela —Levantó su mirada para
encontrarla con la mía, determinada para que comprendiera—. Es verdad,
lo era. No era muy buena eligiendo a los chicos con los que salía y no me
importaba mi reputación.Era malcriada e inmadura, y muy
estúpidamente osada.
¡Enserio! Primera sorpresa de la noche. No podía imaginar así a
Paula y tampoco quería, pero mi parte pragmática comprendió que casi
todos teníamos un pasados, y mi chica no era diferente. Tomó su copa de
vino y la miró como si estuviera recordando. No dije nada. Sólo la escuché
y disfruté tenerla tan cerca.
—Una vez salió una noticia que se difundió por toda California hace
unos años. El hijo de un sheriff hizo un video de una chica en una fiesta.
Ella estaba desmayada de borracha cuando él y dos amigos la follaron y
jugaron con ella en la mesa de billar.
Sentí los vellos en mi nuca erizarse. Por favor, no. —Recuerdo eso —
dije, forzándome a escuchar y no reaccionar demasiado—. El sheriff
intentó eliminar la evidencia contra su hijo pero no pudo y los estúpidos
fueron presos de todas formas.
—Sí… en ese caso sí. —Bajó la mirada a su pizza y luego volvió a
mirarme—. Aunque no en el mío.
Sus ojos se llenaron de lágrimas y de repente yo tampoco tenía
hambre.
—Fui a una fiesta con mi amiga Sofia y por supuesto, nos
emborrachamos. Tanto que no recuerdo nada de esa noche hasta que me
desperté y los oí riendo y hablando de mí —Tomó un gran trago de vino
antes de seguir—. Facundo Pieres era, es, un completo imbécil, rico y rufián.
Su papá era Senador del Estado de California en esa época. No sé por qué
alguna vez salí con él. Probablemente sólo porque me lo pidió. Como dije
antes, no tomaba buenas decisiones. Me arriesgaba. Así de poco me
importaba yo misma.
Odio esto.
—Él estaba en la universidad y yo estaba en mi último año del
instituto. Supongo que se sentía con derecho a que cada vez que viniera yo
anduviera con él, aunque no éramos exclusivos ni nada. Sé que me
engañaba. Supongo que él creía que yo me quedaba esperando que
volviera a casa de la universidad y me usara a su conveniencia. Sabía que
estaba enojado conmigo por salir con otro chico que conocí en una
competencia de atletismo, pero no qué tan cruel sería por ello.
—¿Hacías atletismo en la escuela? —pregunté.
—Sí… corría —Asintió y volvió a mirar su copa—. Entonces me
desperté completamente desorientada e incapaz de mover mis
extremidades. Creemos que pudo haber puesto algo en mi bebida… —
Tragó fuertemente y siguió con valentía—, hablaban, pero al principio no
sabía que era sobre mí. O lo que me habían hecho. Eran tres, todos en sus
vacaciones de Acción de Gracias. Ni siquiera conocía a los otros dos, sólo a
Facundo. No eran de mi escuela —Bebió un poco de vino—. Podía oírlos
riéndose de alguien. Diciendo cómo le habían metido una botella y un palo
de billar y… y la follaron con esas cosas… cómo ella era una zorra que les
había rogado que lo hicieran.
Paula cerró los ojos e inspiró hondo. Sentía pena por ella. Quería
matar a Pieres y su amigo, y deseé que su otro amigo estuviera vivo para
poder matarlo también. No sabía nada de esto. Había asumido que había
sido una indiscreción juvenil que un idiota decidió grabar, no una
completa violación de una chica de diecisiete. Estiré mi mano y cubrí la
suya. Se tensó un instante y cerró los ojos con más fuerza, pero no
retrocedió. De nuevo, su coraje me sorprendió y esperé que dijera más.
—Aunque no tenía idea de que hablaban de mí, estaba muy
confundida. Cuando pude mover mis piernas y brazos luché para
levantarme. Se rieron y me dejaron allí en la mesa. Yo sabía que había
tenido sexo pero no sabía con quién ni tenía los detalles. Me sentía
enferma y con resaca. Sólo quería salir de la casa. Por lo que me puse mi
ropa, encontré a Sofia y me llevó a casa.
Un gruñido surgió de mi garganta. No pude evitarlo. Incluso para mí
sonaba bajo. Paula me miró casi anonadada por un segundo y luego puse
mano sobre la de ella. Me concentré en ella y controlé mis emociones.
Perder la calma no ayudaría a Paula en nada, por lo que pasé mi pulgar
sobre su mano suavemente, esperando que entendiera cuánto me dolía
saber que la habían usado así. Mi mente daba vueltas con la información.
En el momento del crimen, los culpables eran adultos y ella menor.
Interesante. Y no podía imaginar por qué Miguel Chaves omitió esa
información al contratarme. Al parecer sólo intentaba proteger la
reputación de su única hija. Ahora entiendo por qué reaccionó así cuando
descubrió que dormía con ella.

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