jueves, 20 de febrero de 2014

CAPITULO 39




Asintió ligeramente, de esa manera condescendiente que tenía —La
mirada que me dio me volvió completamente loco por ella hasta tal grado
que mi posesividad me sorprendió.
Yo sabía que estaba herida y temerosa, pero también sabía que ella
pelearía por atravesar cualquier dificultar que la persiguiera. Sin embargo,
no cambiaba lo que yo sentía. Para mí, era mi hermosa chica americana y
siempre lo sería.
—No iré a ninguna parte, Paula. Estás atrapada conmigo y es
mejor que te acostumbres a eso —dije. La besé en sus labios y dejé ir su
barbilla.
Medio sonrió mientras yo puse el auto en reversa. —Te extrañé
mucho, Pedro.
—Yo como no tienes idea —Alargué mi mano y toqué su rostro otra
vez. No podía evitarlo. Tocarla significaba que ella realmente estaba aquí
conmigo. Sentir su piel y cuerpo cálido me decía que yo no estaba
soñándolo—. Comida primero. Vas a comer algo substancial, y yo voy a
verte y disfrutar cada segundo de lo que tu boca puede hacer. ¿Qué te
apetece en este momento?
—No lo sé. ¿Pizza? No estoy exactamente vestida para la cena —
sonrió, señalando su ropa—. Tú usas traje.
—Como estás vestida es la menor de mis preocupaciones, nena —
Llevé su mano a mis labios y besé su piel suave—. Eres hermosa para mí
en cualquier cosa… o con nada. Especialmente con nada —bromeé.
Ella se sonrojó ligeramente. Sentí mi polla vibrar cuando vi su
reacción. Quería llevarla pronto a mi casa. A mi cama, donde podía tocarla
toda la noche y saber que ella estaba allí conmigo. No la dejaría irse
nuevamente.
Una vez me dijo que amaba cuando le besaba la mano. Y sé que yo
no puedo evitarlo. Es difícil no tocarla y besarla todo el tiempo, porque no
soy una persona que se niega cualquier placer que quiera. Y la quiero a
ella.
Articuló un silencioso «gracias», pero aun parecía triste.
Probablemente temía nuestra conversación, pero yo sabía que eso tenía
que ocurrir. Por su propio bien tenía que decirme algo fuerte y yo debía
escucharla. Si esto es lo que ella necesitaba hacer para que nosotros
siguiéramos adelante, entonces yo escucharía lo que fuera.
—Entonces, pizza será —Dejé ir su mano para conducir, pero apenas
pude arreglármelas. Sólo a duras penas. Mi chica estaba a mi lado en mi
auto. Podía olerla, verla, e incluso tocarla si extendía la mano; estaba tan
cerca de mí. Y por primera vez en días, el constante dolor en mi pecho
desapareció.

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