sábado, 22 de febrero de 2014

CAPITULO 46


Salí de la cama y fui a abrir el agua del baño. Sus ojos me siguieron,
mirando por encima de mi espalda. Sabía que ella miraba las cicatrices.
Sabía que ella me preguntaría por ellas muy pronto. Y tendría que
compartir mi jodido pasado. No quería hacerlo. La idea de traerla a ese
mundo iba en contra de todo instinto que poseía, pero aun así, no volvería
a ocultarle la verdad. Eso no era una opción con Paula y había aprendido
mi lección.
Vertí algunas burbujas de baño y ajusté la temperatura. Levanté la
mirada al escuchar los pasos de ella caminando hacia el baño. Desnuda y
hermosa y viniendo hacia mí, me dejaba sin aliento incluso si ahora estaba
demasiado delgada. Me encontré pensando en otra ronda de prehistórico
sexo, pero me obligué a controlarlo, así la parte racional de mi cerebro
podría funcionar. Realmente necesitaba hablar de algunas cosas y el sexo
tenía una manera de hacerme olvidar otros asuntos y eclipsar todo lo
demás. El bastardo codicioso.
Así que tomé su mano y la ayudé a entrar en la bañera conmigo y
nos acomodamos. Me senté en la parte de atrás y la puse delante de mí, su
culo resbaladizo descansando tentadoramente contra mi polla
repentinamente despierta. Le digo a mi paquete que cierre la maldita boca,
e imagine a Marta, la vendedora ambulante y su bigote para apaciguarse.
Eso funcionó. Marta era horrible, y probablemente ni siquiera una mujer
de verdad. Tal vez, ni siquiera humana. De hecho, estoy seguro de que
Marta es realmente un extraterrestre explorador enviado aquí a vender
periódicos y aprender el idioma. Todavía ansiaba mis Djarums. Varios.
Paula olfateó el aire. —¿Fumas aquí?
—A veces. —En realidad necesito dejar de hacer eso—. Pero tendré
que dejar de fumar en la casa ahora que estás aquí conmigo.
—No me importa, Pedro. El olor de las especias y los clavos es
agradable, y no me importa, pero sé que es malo para ti y no me gusta eso.
—Estoy tratando de dejarlo. —Deslicé mis manos por su brazo hacia
arriba y luego hacia abajo sobre su pecho, descansando justo al nivel del
agua—. Contigo aquí, lo haré mejor. Puedes ser mi motivación, ¿de
acuerdo?
Tomó una respiración profunda y asintió. Entonces, empezó a
hablar.
—Nunca volví a mi escuela de nuevo. Sólo faltaban seis meses de la
graduación y lo dejé. Mis padres estaban en shock por el cambio en mí. No
pasó mucho tiempo para que se enteraran del video. Discutían sobre qué
hacer, y tenían opiniones muy diferentes. No me importaba. Mi mente
estaba en otro lugar y muy, muy enferma. Es difícil de admitirlo, pero es la
verdad. Estaba destrozada emocionalmente y sin forma de escapar de los
demonios.
Besé su nuca y la sostuve un poco más fuerte. Sabía todo sobre sus
demonios, los malditos hijos de puta que eran. —¿Puedo preguntar por
qué tus padres no trataron de presentar cargos por asalto a los tres?
Hubiera sido fácil arrestarlos. Eras menor de edad y ellos adultos… y
había un video grabado en evidencia.
—Mi papá los quería en prisión. Mi mamá no quería la publicidad.
Afirmó que mi reputación de zorra sólo arrastraría nuestro nombre por el
fango y alteraría el orden social de las cosas. Probablemente tenía razón.
Pero de nuevo, no me importó que nadie hiciera algo al respecto. Estaba
perdida en mis pensamientos.
—Oh, nena…
—Y entonces, descubrí que me habían dejado embarazada.
Me calmé ante esas desagradables noticias. Jodido infierno…
—Eso me puso al borde. Yo… yo no podía tratar con nada de eso. Mi
papá no sabía qué hacer con un embarazo. Empezó a hablar con el
Senador. Mi mamá programó un aborto para mí, y yo simplemente no
podía manejar más. No quería un bebé. No quería matar lo que estaba
dentro de mí, tampoco. Sólo no quería estar recordando el incidente y todo
y todos me lo recordaba. Supongo que si me hubiera sentido mejor
conmigo misma, podría haberle hecho frente a las cosas, pero entonces, si
me hubiera sentido mejor conmigo misma nunca hubiera ido esa fiesta en
primer lugar y terminado en esa mesa de billar.
—Lo siento mucho… —dije con voz suave pero firme, queriendo que
realmente entendiera cómo me sentía—. Escucha, nena, no puedes
culparte por lo que te sucedió —Presioné cerca de su oído—. Fuiste la
víctima de un crimen y trato abominable. No fue tu culpa, Paula. Espero
que sepas eso ahora. —Froté arriba y abajo sus brazos, echando agua
caliente en su piel.
Se acomodó más en mi cuerpo y tomó una profunda respiración. —
Creo que lo hago ahora, en su mayor parte, al menos. La Dr. Roswell me
ayudó, y encontrar mi lugar en el mundo también ayudó. Pero, en aquel
entonces, estaba acabada. Acabada en vida. No podía ver otro camino para
mí.
Todo el calor anterior me dejó y me preparé para lo que venía. Como
un choque de trenes que no puedes dejar de mirar, tenía que saber lo que
había sucedido con ella, pero tampoco quería saberlo. No quería ir a su
lugar oscuro con ella.

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