lunes, 24 de febrero de 2014

CAPITULO 51


Me ronroneó y sus ojos brillaron mientras rozaba su otro pecho
encontrando su pezón floreciendo apretado. Tenía los pezones sensibles y
me encantaba devorarlos. Y hacer que me deseara. Esa era la motivación
real, si era honesto. Hacer que Paula me deseara era mi obsesión.
Moví su pelo al otro lado y me aferré a su cuello con los labios.
Me encantaba el sabor de su piel y como respondía cuando la
tocaba. Teníamos química juntos, y lo supe desde el principio. En ese
momento estaba arqueándose en mi pecho, empujando el suyo más y más
en mi mano. Le pellizqué el pezón y disfruté del sonido que hizo cuando lo
hice. Sabía hacia donde se estaba dirigiendo esto, o hacia donde quería
que se dirigiera. Yo moviéndome dentro de ella, haciendo que se corriera,
consiguiendo esa suave y magnifica mirada de sus ojos después de llegar al
clímax. Vivía por esa mirada en sus ojos. Esa mirada me llevaba a
comportamientos que nunca había considerado antes con una mujer.
Ella comenzó a frotarse en mi regazo. Sus caderas balanceándose
sobre mi “muy excitada” polla bajo la fina tela de los pantalones,
haciéndome imaginar todo tipo de cosas pervertidas para probar. Y
hombre, yo quería probar algunas cosas pervertidas con ella.
Deslicé mi mano a través del canal de los boxers de seda que llevaba
y directamente a su hendidura. Fácil acceso. Y estaba tan jodidamente
mojada para mí que sólo pude avanzar más. Hizo sonidos cuando rocé su
coño y empecé a hacer círculos sobre su apretado capullo de clítoris que
quería mi polla golpeando contra él. Ella me quería. La hice quererme
sexualmente. Si por el momento era lo mejor que tener con ella, entonces
aceptaría lo que pudiese. Sin embargo, yo quería más de mi con Paula.
Mucho más.
Aparté mi boca de su cuello y mi mano de su coño, la levanté de mi
regazo y la puse de pie, delante de mí. Me quedé en la tumbona y encendí
mi mirada sobre ella.
—Desnúdate para mí.
Ella se tambaleó un poco sobre sus pies, mirándome, con expresión
indescifrable. No sabía cómo podría tomarse esa orden, pero no me
preocupó. Estaba a punto de descubrirlo, y la emoción y el desafío me
endurecieron como hierro.
—Pero estamos afuera… —Se giró para mirar por el balcón y
después a mí.
—Desnúdate y ponte de espaldas sobre mí.
Comenzó a respirar pesadamente y seguí sin estar seguro de lo que
haría, pero se lo dije de todos modos. A Paula le gustaba cuando era
contundente.
—Nadie puede vernos. Quiero follar aquí mismo, ahora mismo, bajo
las estrellas —dije.
Me miró con esos ojos suyos cuyo color no puede ser nombrado y
llevó las manos a la parte baja de su camiseta. La tiró hacia arriba y hacia
fuera en un abrir y cerrar de ojos, pero la sostuvo en una mano durante
un momento antes de soltar la tela y dejarla caer sobre suelo del balcón.
Esa demora y esa mirada que me dio era puramente y sin adulterar sexy.
Mi chica sabía cómo jugar a este juego. También tenía las tetas más
hermosas del mundo.
Fue a la cinturilla de sus pantalones cortos en el siguiente paso. Sus
pulgares se atrincheraron bajo el elástico. Mi boca se hizo agua mientras
comenzaba a bajarlos. Se inclinó con gracia y salió de mis boxers de seda.
Se puso de pie completamente desnuda para mí, con las piernas
ligeramente separadas y su pelo revuelto violentamente por un sueño,
esperando que le dijera que hacer a continuación.
—Dios, sólo mírate. No hay nada que pudieras decirme que cambie
lo que siento por ti, o hacer que te quiera menos. —Mi polla latía con
corazón propio—. Créeme —dije con mi
tono cargado de ardor.
Tenía una expresión que sugería que mis palabras la aliviaban.
Paula todavía tenía tantas dudas sobre cómo su pasado podría cambiar
mis sentimientos por ella. Tendría que esforzarme para demostrarle que eso
era insignificante para mí.
—Ven aquí, preciosa.
Ella vino a mí y se subió de nuevo en mi regazo, cruzando sus
piernas y situándose justo sobre mi polla con sólo una capa de suave
algodón separando nuestra piel. Primero fui a por sus tetas, ahuecando
una en cada mano y apretándolas. Llenaron mis manos exactamente, no
desbordante, pero un peso suave que tentaba con la promesa de pretender
otra parte de su cuerpo por mi cuenta. Perfección.
Arqueó la espalda cuando le mordí un pezón. Sin fuerza, pero con la
suficiente como para darle una pequeña punzada y luego exhaló un
glorioso gemido cuando lo tranquilicé con mi lengua. Me pregunté cómo lo
haría con unas esposas. Me apuesto que podría hacerla llegar al orgasmo.
De hecho, yo más o menos sabía que podía. Sería algo magnifico de ver
cuando sucediera. Trabajé en el otro pecho y sentí que se le endurecían,
curvándose de nuevo en mis brazos, toda extendida, cálida… y magnifica.
Tenía que estar dentro de ella. Sentir el orgasmo de Paula
alrededor de mis dedos, de mi lengua o de mi polla era una sensación
indescriptible, me había convertido en adicto. Moví mi mano por su
espalda, deslizándola sobre el sendero de su trasero, yendo más abajo y
por debajo para satisfacer su coño mojado por detrás. Jadeó un suave
sonido cuando mis dedos tocaron su coño y gimió cuando penetraron su
calor húmedo en un abrazo profundo.
—Eres mía… —dije en un susurro, a pocos centímetros de su cara—.
Este coño es mío. Todo el tiempo… ya sea de mis dedos… de mi lengua… o
de mi polla.
Me miró ardientemente mientras mis dedos trabajaban. Tomé su
boca y hundí mi lengua todo lo que pude a la par con lo que mis dedos
estaban haciendo entre sus muslos. Esos magníficos muslos extendidos y
abiertos sobre mi regazo porque yo le había dicho que lo hiciera.
Estaba tan cachondo que estoy seguro de que era demasiado duro
con ella, pero no podía controlarlo. Ella no protestó, y si lo hubiera hecho,
yo hubiera parado. Cada respuesta, cada sonido y suspiro, cada vibración
sobre mi polla, me dijo que, de hecho, ella estaba de acuerdo.
A Paula le gustaba que fuera dominante cuando follábamos y yo la
quería exactamente como era conmigo.

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