martes, 25 de febrero de 2014

CAPITULO 54





El móvil de Paula se iluminó y me despertó de mi trabajo. Miré el
identificador. Una palabra—Mamá.
Bueno, esto será divertido, pensé mientras pulsaba aceptar. —Hola.
Hubo un instante de silencio, y luego una voz altanera. —Trato de
localizar a mi hija, y por lo que sé este es su número, ¿con quién estoy
hablando?
—Con Pedro Alfonso, señora.
—¿Por qué está contestando al móvil de mi hija, señor Alfonso?
—Estoy vigilando su antiguo número, ¿señora…? Lo siento, no
conozco su nombre. —No iba a dárselo en bandeja de plata. La mamá de
Paula tendría que preguntarme. Amablemente. De momento, no estaba
impresionado.
—Shultz. —Esperó a que dijera algo pero no lo hice. Juego al póquer y
sé cómo esperar—. ¿Por qué estás vigilando su móvil?
No pude evitar sonreír. Ambos sabíamos quién había ganado esta
ronda. —Sí, bueno, yo trabajo en el área de seguridad, señora Shultz. Ese es 
mi trabajo. El padre de Paula me contrató para velar por ella ya que el
Senador Pieres está siendo investigado. No seré tímido con usted
tampoco, señora. Sé por qué su seguridad está en peligro y usted también.
Lo sé todo. —Hice una pausa para el efecto—. Me contó lo que le pasó a
manos del hijo de Pieres.
Escuché una fuerte inhalación; habría pagado dinero por ver su
cara, pero por desgracia, tenía que usar mi imaginación. —Usted es el que
compró el retrato, ¿no? Me contó que compró su foto desnuda y la llevó a
casa después. Algo que debería saber sobre Paula, señor Alfonso, es
que adora sorprenderme.
—¿En serio? No tenía ni idea de eso, señora Shultz. Paula nunca la
mencionó hasta anoche. No tengo nada con que compararla.
Pareció ignorar mi insulto encubierto y fue a matar. —¿Así que está
saliendo con mi hija, señor Alfonso? Puedo leer entre líneas y hacer
suposiciones tan bien como cualquier otra persona. Y Paula es mi única
hija, y al contrario de lo que le ha dicho, la quiero y sólo quiero lo mejor
para ella.
—Pedro, por favor; y sí, puedo decir sin lugar a dudas que estoy
saliendo con Paula. —Cogí un nuevo cigarrillo y abrí el mechero. ¿En
serio? Esta mujer no sabía con quién estaba jugando. Podríamos seguir así
todo el día y aún seguiría ganando—. Y yo también.
Se quedó callada un momento y luego preguntó—: ¿Usted también,
qué, señor Alfonso?
—Quiero a su hija y sólo quiero lo mejor para ella. La mantendré a
salvo de cualquier peligro. Ella es mi responsabilidad ahora.
De nuevo sólo pude imaginármela poniendo los ojos en blanco a lo
que acababa de decir y preguntarme cómo mi chica aguantaba toda esa
desaprobación de esta mujer. Capté que no tomó la oferta de tutearme
tampoco. Me hizo sentir triste por Paula. Especialmente porque yo
llevaba toda mi vida anhelando a mi madre y aquí estaba Paula con una
que la censuraba en cada decisión. Prefería tener el cariñoso recuerdo de
una madre que nunca tuve, que tener que aguantar a esta dama-dragón el
resto de mi vida.
—Bueno, entonces, ¿podría conseguir el nuevo número de su móvil
dado a que ella no se dignó a dármelo? —Sonaba más como una víctima
herida ahora, y a un intento de deshacerse de mí tan rápido como fuera
posible.
Y ahora yo sonreí. Amaba jodidamente tener la mano ganadora. —
Oh, por favor, no, señora Shultz, no se ofenda. Todo esto sucedió muy
repentinamente. Paula me dijo algo ayer y tomé la decisión de que
necesitaba un número nuevo. Es así de simple. No ha tenido tiempo de
ponerse en contacto con usted todavía, estoy seguro de que es por eso. —
Era fácil ser magnánimo cuando tenías las mejores cartas.
—¿Usted tomó la decisión, señor Alfonso?
—Sí. —Hombre, mi cigarrillo sabía a gloria.
—¿Por qué está tomando esas decisiones por Paula? —Mamá tenía
garras al parecer.
—Porque como dije antes, señora Shultz, la mantendré a salvo de
cualquier persona o cosa que trate de hacerla daño. De cualquiera… o
cualquier cosa. —Di una gran calada y saboreé el sabor.
Se tranquilizó entonces. La esperé, y eventualmente cedió. —¿El
nuevo número, señor Alfonso?
—Cierto, señora Shultz. Le diré algo. Le enviaré el nuevo número
desde mi móvil, y de esa forma podrá tener el mío también. Si tiene alguna
duda sobre esta situación con Paula o surge alguna indagación sobre su
pasado de parte de los medios de comunicación o de otros, me gustaría
que lo compartiera conmigo. Por favor, llámeme en cualquier momento.
Nuestra conversación terminó muy rápidamente después de eso y
estaba un poco más que agotado para cuando colgamos. Señor, era difícil.
Pobre Paula. Pobre Miguel Chaves. ¿Cómo diablos salió con ella alguna
vez? No podía ver cómo esa relación pudo haber despegado, y ni siquiera
sabía qué aspecto tenía. Apostaba a que era hermosa, sin embargo. Fría,
pero bella.
Le envié un mensaje a la madre de Paula con el nuevo número y
un pequeño mensaje:

Un placer hablar con usted, Sra.Pedro. —PA; 

y sonreí todo el tiempo mientras lo hacía.

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