viernes, 28 de febrero de 2014

CAPITULO 66


Joder, necesitaba una buena follada. Se me ocurrían un par de
cosas para que se callara. Uno pensaría que después de la última noche se
despertaría suave y complaciente como un gatito soñoliento. No tenía esa
suerte. Yo tenía un loco y salvaje escupiendo en mis manos.
Noté que olvidé el café que ella me compró sobre el portavasos en mi
auto. Que se joda el jodido café, necesitaba una botella de Van Gogh y una
docena de cigarrillos.
También necesitaba una ducha y dejarle un par de cosas
perfectamente claras a mi absolutamente frustrante mujer. Cristo, era un
muy difícil cuando se ponía así, pero una ducha y luego podría sentarla e
intentar razonar con ella. Regresé al baño de mi dormitorio porque me la
imaginaba vistiéndose para el trabajo allí, y pensé que un poco de
intimidad sería bien apreciada, tomando en cuenta que ella me dijo que
me perdiera. Dejé mis zapatos y la camisa y entré.
Y los ojos casi se me salen de mis orbitas y ruedan en el suelo.
Paula se encontraba semidesnuda, usando una lencería jodidamente
sexy, maquillándose, o peinándose o algo así.
Se giró y me lanzó una mirada que decía lo mucho que aún seguía
cabreada. —Encontré la nota que dejé para ti —Cogió un trozo de papel del
buró—. Estaba bajo las sábanas donde lo empujaste —Sonrió, dejó caer el
papel, y luego se volvió hacia el espejo, mostrando su precioso trasero en
bragas de encaje negro, lo cual me sentir que mis nervios ópticos
comenzaban a sobrecargarse.
Pensé en su culo y la última noche. Lo que hice, y lo que no lo hice...
Sus ojos se cruzaron con los míos en el espejo justo antes de que
ella bajara la mirada, rubor rosado sobre las curvas de sus pechos en ese
sujetador de encaje negro del que estuve locamente celoso.
Esa es mi chica.
Estaba recordándolo, también. Algunas cosas entre nosotros podrían
estar jodidas justo ahora, pero en el departamento de sexo eran fuertes.
—Ni siquiera estamos cerca de terminar esta discusión de tu
seguridad. —Di un paso detrás de ella, mi mano hasta su pelo y agarrando
un puñado. Respiró profundamente y sus ojos se encendieron
encontrándose con los míos en el espejo—. Y estás metida en muchos
problemas —Tiré de su cabeza hacia un lado y desnudé su cuello para
poder llegar a él.
—Ah—respiró más pesado—. ¿Qué estás haciendo?
Descendí en su cuello y arrastré mis labios por su delgada curva,
mordiendo con los dientes. Mordí lo suficiente como para provocarle
algunos gemidos. Olía tan bien que su aroma me embriagaba hasta el
punto de que no iba a mantener el control por mucho más tiempo.
—No yo. Tú eres quien ordena. Vas a decirme qué hacer, nena. ¿Qué
te estoy haciendo en primer lugar? —Mantuve una mano en su pelo y llevé
la otra a su estómago plano y con la mano extendida, presionando con
fuerza mientras descendía por debajo del fino encaje.
Ella se retorció pero la abracé con fuerza, deslizando mi dedo medio
justo entre sus pliegues y sobre su clítoris. 
—¿Esto? —Moviendo mi dedo
hacia atrás y hacia adelante, lubricándola, poniéndola húmeda para mí,
pero sin penetrar. Ella tendría que ganárselo.
—Oh, Dios —gimió.
Tiré de su pelo un poco. —Respuesta equivocada, cariño. No me has
dicho qué es lo que estoy haciéndote todavía. Ahora di: "Pedro, te deseo..."
—Retiré mi mano de entre sus piernas y llevé el dedo que había ido
deslizando alrededor de su coño hasta mi boca. Chupé, limpiando con un
montón de espectáculo—. Umm, como la miel con especias. —Mordí su
cuello otra vez.
Estaba frustrada y caliente y necesitada, y yo disfrutaba castigarla
por lo que había hecho. Se inclinó hacia mí y frotó las nalgas contra mi
polla. Eché mis caderas hacia atrás y reí bajo al oír sus protestas cuando
lo hice.
—Pedro…
Chasqueé la lengua y le tiré del pelo otra vez. —Has estado muy
desafiante hoy. Todavía estoy esperando, nena. Dime lo que quieres de mí.
—Llevé mi mano libre hasta su culo y apreté con rudeza—. Tú comenzaste
este pequeño juego, y lo sabes, así que dime lo que quieres que haga para
ti —Se quedó sin aliento cuando clavé los dedos e intentó frotarse contra
mi polla de nuevo—. Nop. No tendrás nada hasta que me lo pidas bien —
Eché mi mano hacia atrás y la dejé caer sobre su culo con una bofetada.
Ella gritó y se puso rígida de puntillas, arqueándose como la diosa
hermosa que era.
—Pedro, te deseo… —Se rindió y trató de volver la cabeza contra mi
pecho.
—Umm, así que te gusta ser golpeada en tu magnifico culo, ¿no?
¿Quieres que te dé otro? —Susurré contra su oreja—. Te merecías unas
cuantas nalgadas, nena. Sabes que las merecías, y todavía no has hecho lo
que te he pedido, cosita traviesa. Dime lo que te haré contra y sobre el
lavabo.
Ella gritó un sonido hermoso, tan sumisa que tenía mi corazón
latiendo con fuerza y mi polla a punto de estallar.
—Dime —golpeé su culo otra vez, conteniendo la respiración
mientras esperaba su respuesta.
—¡Ahhh! —Se levantó en un arco elegante y abrió la boca en un
grito. Yo sabía que había ganado, sabía lo que ella me pedía, y la emoción
no se parecía a nada que haya conocido antes cuando dijo las palabras—:
¡Pedro, me vas a joder en el lavabo!
—Inclínate hacia él y aférrate a la orilla —ordené, dando marcha,
esperando a que obedeciera. Ella tembló un poco, pero se posicionó como
yo le había dicho, con un aspecto tan sensual que era casi imposible para
mi mente aceptar lo inmensos que estábamos en esto, pero el hombre en
mí se sentía demasiado bien como para detenerse.

No hay comentarios:

Publicar un comentario