viernes, 14 de marzo de 2014

CAPITULO 112




El tiempo pasaba lentamente mientras esperaba a que saliera. Mi temor
crecía con cada minuto que pasaba. Miré el móvil para ver si tenía
mensajes y estaba respondiendo a algunos de ellos cuando recibí uno de
Pablo: «Tengo noticias de Fielding. Denuncia de desaparicion».
Marqué y esperé a que lo cogiera, mientras miraba fijamente la puerta
del baño y me preguntaba qué estaba pasando ahí dentro. Mi mente se puso
en alerta cuando accioné el modo protector.
—Jefe.
—¿Desaparición? ¿Fielding está desaparecido? Por favor, dime que no
es cierto.
Pablo suspiró.
—Sí, la denuncia la pusieron sus padres hace solo unos días. Viven en
algún lugar del noreste; Pensilvania, creo. El último contacto confirmado
es del 30 de mayo. Según la denuncia, no fue a trabajar. Su apartamento
está limpio. Se dejó el pasaporte y no hay pruebas de una huida
precipitada. El consulado, por supuesto, no tiene ningún registro de viajes
fuera de Estados Unidos.
—Joder, eso no son buenas noticias, tío.
—Lo sé. Las posibilidades son infinitas. Su padre sospecha que se trata
de juego sucio, y así lo ha hecho saber en las entrevistas a los periódicos.
—Apuesto a que el equipo de Pieres está encantado con la cobertura —
dije con sarcasmo.
—Sin embargo, no ha hecho ninguna acusación. No menciona al senador
Pieres, así que no se han relacionado a Montrose y Fielding con Facundo Pieres.
—Entonces extrapolemos esto. El avión del congresista Woodson se
estrella a principios de abril. El nombre de Pieres empieza a sonar como
sustituto casi de inmediato. Montrose se mete en una pelea en un bar y
recibe múltiples puñaladas en el cuello y el pecho el 24 de abril. El muy
cabrón muere dos días después en el hospital. Miguel Chaves se pone en
contacto conmigo y yo empiezo a trabajar aquí el 3 de mayo con Paula en
la Galería Andersen. La última vez que Fielding es visto es a finales de
mayo. Todo está tranquilo durante un mes. El mensaje de ArmyOps17 al
móvil de Paula llega anoche, el 29 de junio.
—Sí.
—¿Qué te dice tu instinto sobre Fielding? Tú has visto los informes.
—Yo creo que está muerto en algún hoyo en alguna parte o quizá en el
Pacífico alimentando a los peces.
—¿Crees que está relacionado con Pieres?
—Es difícil de saber. Luciano Fielding tenía problemas con las drogas.
Cocaína, aparentemente.
Una de las razones por las que Pablo y yo trabajábamos tan bien juntos
era porque nuestros modos de razonamiento estaban muy bien
sincronizados. Pablo no era muy hablador. Decía lo necesario y no rellenaba
la conversación con estupideces inútiles. Solo hechos. Y sus instintos
daban en el clavo, así que cuando decía que no lo sabía, eso significaba que
las cosas todavía no encajaban.
—Está bien. Tenemos a dos de los autores del vídeo fuera de juego, uno
muerto y otro desaparecido. El tercero está de servicio activo en Irak y es
un sospechoso muy improbable. El mensaje llegó desde dentro del Reino
Unido y de alguien que había visto el vídeo en algún momento, puesto que
sabía la canción que aparecía en el original.
—Eso parece correcto.
—¿Cómo ves un viajecito a California?
—Podría hacerlo. Puedo currarme el bronceado y matar dos pájaros de
un tiro.
—De acuerdo entonces. Dile a Francisca que te lo arregle para principios
de la semana que viene. No quiero que te vayas hasta que yo no vuelva a la
ciudad.
—¿Cómo se encuentra Paula? Espero que esté mejor —preguntó Pablo
en voz baja.
Gemí al teléfono y traté de pensar qué contestar. ¡No le voy a contar
nada!
—Eh…, aún está enferma. Pero Angel la está ayudando. —Le dije adiós
de manera apresurada y corté rápido la llamada. Podría hablar de trabajo
todo el día, pero no tenía ninguna experiencia con las cosas personales ni
deseaba ponerme a hablar del tema.
Miré el reloj y me dirigí a la puerta. Habían pasado veinte minutos desde
que la cerró. Ahora parecían siglos. Toqué con los nudillos un par de veces.
—¿Paula? ¿Puedo pasar?
Nada.
Agité el picaporte y volví a decir su nombre, esta vez más alto.
Silencio.
Pegué la oreja a la puerta y escuché. No podía oír nada de lo que estaba
pasando dentro del baño y empecé a imaginarme la distribución de la
habitación. Después de todo, conocer la estructura de los edificios y la
forma más rápida de salir de ellos es parte de mi trabajo. A veces cuando
ves las cosas claras de repente es aterrador. Esa fue una de esas ocasiones.
El solárium lindaba con el baño al otro lado de la casa.
Entonces lo supe. Lo supe antes de que me llegara el mensaje al móvil
un momento después: «Tengo q hacerlo… lo siento mucho. WATERLOO».

4 comentarios:

  1. no , se fue por favor decime que vuleve o que ella llega a donde esta ella

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  2. No lo podés dejar ahí! por favor! dijo Watterloo!

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  3. Por dios, no es la muerte es un HIJO ¡¡ me da mas lastima Pedro q Paula ¡

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