sábado, 1 de marzo de 2014

CAPITULO 69


Quería intentar ser normal para ella, pero no sabía si podría.
Supongo que era algo que había que hacer frente a si quería quedarme con
ella. Paula era terca y una parte de mí sabía que no lo dejaría ir porque
dijera que no quería hablar de ello.
—Tú eres lo suficientemente importante, Paula. Tú eres todo lo que
importa. —Seguí la línea del cabello con el dedo y la besé de nuevo,
adentrándome profundamente con mi lengua, saboreando su sabor dulce
y suave y amando su aceptación de mí. Pero el beso tenía que terminar
con el tiempo.
Saqué un poco de valentía de alguna parte y respiré hondo, rodando
sobre mi espalda y mirando hacia el tragaluz. El día se había vuelto tan
gris como mi estado de ánimo y parecía que la lluvia era inminente. Justo
en sintonía con el lugar en mi cabeza, todo se empaña. Paula se quedó
en su lado, esperando a que yo dijera algo.
—Lamento lo de anoche, y como me comporté contigo después. Fui
agobiante y demasiado intenso —Hablé más suave—. ¿Me perdonas?
—Por supuesto que sí, Pedro. Pero quiero entender por qué. —
Extendió una mano y la puso sobre mi corazón y la dejó allí.
—Esa pesadilla era de una época en que yo estaba en las Fuerzas
Especiales. Mi equipo cayó en una emboscada, la mayoría de ellos fueron
asesinados. Yo era el oficial superior y mi arma se atascó. Me capturaron...
Los afganos me sostuvieron en el interrogatorio durante veintidós días.
Inhaló bruscamente. —¿Es así como conseguiste las cicatrices en la
espalda? ¿Hicieron eso? —Su voz era suave pero podía oír la preocupación
en sus palabras.
—Sí. Destrozaron mi espalda con latigazos de cuerdas... y otras
cosas.
Ella me agarró un poco más fuerte y tragué saliva, sintiendo
ansiedad, pero seguí su camino, sintiéndome mal por engañarla, pero no
pude explicar correctamente que mis peores cicatrices no eran las de mi
espalda.
—He soñado con algo que… que pasó... y era un momento en que
pensé que iba a ser ase… —me detuve. Mi respiración era tan fuerte que
no podía decir nada más. Yo no podía tocar el tema. No a ella.
—Tu corazón late con fuerza —Puso sus labios sobre el lugar en el
que músculo que bombea mi sangre y lo besó. Puse mi mano en la parte
posterior de su cabeza y la sostuve allí, frotando su cabello una y otra
vez—. Está bien, Pedro, no tienes que decir nada más hasta que sientas
que puede hacerlo. Voy a estar aquí —Su voz tenía el tono triste de
nuevo—. No quiero que te duela más por mi culpa.
Acaricié su mejilla con el dorso de mi dedo. —¿Eres real? —susurré.
Sus ojos brillaron y asintió.
—Cuando me desperté esta mañana y no estabas, pensé que podrías
haberme dejado por esa jodida situación de anoche y te había perdido.
Paula... No puedo estar sin ti ahora. Ya lo sabes, ¿verdad? Simplemente
no puedo hacerlo. —Toqué sobre la marca roja en su hombro donde la
mordí con los dientes cuando estaba en medio de ese orgasmo volcánico en
el fregadero—. Te marqué. Lo siento sobre eso también. —Corrí mi lengua
por la marca.
Ella se estremeció contra mi boca. —Escucha —Se apoderó de mi
cara y me abrazó—. Te amo, y quiero estar contigo. Sé que no lo digo todo
el tiempo, pero eso no quiere decir que lo sienta menos. Pedro, si yo no
quisiera estar contigo, o no podría estar contigo, yo no lo estaría... y lo
supieras.
Exhalé con alivio tan grande que me tomó un minuto para
encontrar mi voz. —Dilo de nuevo.
—Te amo, Pedro Alfonso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario