lunes, 3 de marzo de 2014

CAPITULO 75


—Pollo Marsala… mmmm. Paula cariño, ¿qué es eso de aquí? —
preguntó papá entre bocado y bocado—. Es realmente maravilloso.
—Usé un vino de chocolate para saltear el pollo.
—Interesante. Me encanta el gusto que le da. —Papá le hizo un
guiño a Paula—. Así que ¿eres una gourmet?
—Gracias, pero no soy realmente una gourmet. Lo disfruto y aprendí
a cocinar para mi papá cuando mis padres se separaron. Tengo estos
maravillosos libros de cocina de Rhonda Plumhoff en mi e-reader. Ella
mezcla sus recetas con los libros populares. Es famosa desde donde vengo.
Adoro sus recetas.
Él inclinó la cabeza hacia mí. —Muy inteligente el hijo que crié.
—No soy un idiota, papá, y ella puede cocinar, pero al principio no
tenía ni idea de esa parte. Su primera comida conmigo fue una barrita
energética, así que imaginen mi sorpresa cuando comenzó a servir platos y
a agitar cuchillos afilados en mi cocina. ¡Sólo me mantuve alejado y salí de
su camino!
—Una vez más, siempre fuiste un rápido muchacho —dijo papá con
un guiño.
Todo el mundo se rió y parecían muy a gusto el uno con el otro, lo
cual me ayudó, pero todavía me sentía nervioso por lo que tenía que
decirles. No por la parte de seguridad, esa yo la sabía hacer y muy bien,
pero compartir la información con la presencia de Paula es lo que me
agitaba. No quería rebajarla como un trabajo de seguridad cuando ella era
mucho más para mí. Tampoco quería tenerla toda enredada en la
emotividad de la situación y alterarla, y a su vez perturbar nuestra
relación otra vez. Intentaba protegernos. Protegerla a ella. Sí, esa era la
cruda realidad y no lo cambiaría por nada. No podía soportar hacerle más
daño con ese lío sórdido, y tampoco dejaría que nadie más lo hiciera.
Así que hicimos un trato. Les informaría a Oscar y Gabriela
juntos en mi oficina mientras Paula jugaba de anfitriona con los demás,
y luego cambiaría con Maria y mi papá. De esta manera, Paula no tenía
que estar ahí con la sensación de incomodidad mirando la presentación en
PowerPoint que había hecho con los horarios y las fotos de las que todo el
mundo conocía las caras y nombres. Era importante que las personas más
cercanas a Paula conocieran todos los detalles de quién, qué, dónde, y
las posibles motivaciones de lo que puede avecinarse. No podrías obtener
ningún propósito político más alto que una elección presidencial en los
EE.UU. Y el lado queriendo explotar a Paula trabajaría tan duro como el
lado que quería que su existencia se desconociera. No sabía de qué otra
manera protegerla y sacarle información a las personas que importaban.
Eliana y Pablo ya estaban poniéndose al día y Paula había dicho que
estaba cómoda con que ellos y mi padre supieran. Los otros ya conocían
su historia, por supuesto.
Teníamos una reunión prevista con el Dr. Roswell para repasar
algunas cosas como pareja. Estuve de acuerdo cuando ella me lo pidió.
Paula todavía tenía esta idea en la cabeza que yo no podía amarla lo
suficiente como para pasar por alto que ella hubiese estado con esos
chicos en el video. El sello del tiempo la había marcado como una puta
para siempre a los diecisiete años. Se me hacía muy triste que se culpara
por ello. Definitivamente era un problema para ella, no para mí, pero que
crea que la amo menos debido a aquel ataque asqueroso que había
sufrido, era el verdadero obstáculo. Teníamos nuestras cosas sobre las que
trabajar y ni siquiera habíamos tocado en absoluto la superficie de mis
demonios. Por más de una vez me pregunté si necesitaba hablar con
alguien acerca de mis pedazos. El pensamiento de otra pesadilla siempre
me asustaba. Sobre todo que Paula me viera así de nuevo.
Durante toda la noche la observé con atención. En apariencia se veía
hermosa y encantadora, pero por dentro supuse que luchaba mientras la
noche avanzaba. En el momento en que terminé con papá y Maria, fui a
encontrarla en la cocina, donde preparaba café y el postre para nuestros
huéspedes. Mantuvo la cabeza baja a pesar de que sabía que me
encontraba allí. Por detrás, envolví mis brazos a su alrededor y apoyé la
barbilla en la parte superior de su cabeza. Se sentía suave contra mí y su
cabello olía a flores.
—¿Qué tenemos aquí, mi amor?
—Brownies con helado de vainilla. El mejor postre en todo el
planeta. —Su voz era plana.
—Luce exquisito. Casi tan delicioso como tú te ves ésta noche.
Hizo un ruido y luego se quedó callada. La vi limpiarse un ojo y
entonces lo supe. Le di la vuelta y tomé su cara entre las manos. Odiaba
cuando lloraba. No las lágrimas en sí, sino la tristeza detrás de ellas. —Tu
padre… —No pudo terminar pero ya había dicho suficiente. La puse contra
mi pecho y la atraje más hacia la cocina para que la gente no pudiera ver,
y sólo la sostuve por un momento.
—¿Te preocupa lo que piense?
Asintió con la cabeza apoyada contra mi pecho.
—Él te adora, al igual que todos los demás. Mi padre no es un
hombre de críticas. No es así. Nada lo hace más feliz que verme feliz. Y
sabe que lo que me hace feliz eres tú. —Puse mis manos en cada lado de
su cara—. Tú me haces feliz, nena.
Me miró con tristes y hermosos ojos que brillaron e iluminaron
cuando comprendió mis palabras. —Te amo —susurró.
—¿Ves? —Empujé mi pecho con un dedo—. Tipo muy feliz.
Me besó en los labios e hizo que mi corazón golpeara duro en mi
interior.
—Postre... —dijo, haciendo un gesto hacia el mostrador—, el helado
se va a derretir.
Es algo bueno que lo haya recordado, porque estoy seguro que yo no
lo habría hecho. —Deja que te ayude con eso —dije—, cuanto antes les
sirvamos, más pronto pueden regresar a sus casas, ¿no? —Empecé
recogiendo platos de postre y repartiéndoselo a la gente. Por lo menos, soy
un hombre de acción.

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