lunes, 3 de marzo de 2014

CAPITULO 74



Esa debe ser la tía Maria! Pedro, ¿puedes dejarla entrar?
Estoy hasta los codos aquí. —Paula se señaló a sí misma,
frenética, terminando los toques de última hora para la cena.
—Lo tengo. —Le di un beso al aire y dije—: Que comience el
show, ¿no?
Asintió con la cabeza, luciendo hermosa como siempre en su falda
larga y camiseta negro púrpura. El color se veía precioso en ella, y ya que
ahora sabía que era su favorito, tenía que creer en mi suerte aquella
primera vez en que le envié las flores púrpuras.
Todo o nada, nena.


Abrí la puerta a una mujer encantadora de la que no tenía otras
expectativas más que se trataba de la tía abuela de Paula. La hermana
de su abuela por parte de mamá. Pero la persona que se encontraba en la
puerta de mi casa, sonriéndome, era lo menos que pensarías cuando
escuchabas la palabra abuela. Con una piel libre de arrugas y cabello de
una tonalidad rojo oscuro, se veía joven, con estilo, y bastante... caliente
para una mujer que no podía estar por encima de los cincuenta y cinco.
—Tú debes ser el Pedro del que he estado escuchando tanto —dijo
en una lengua nativa.
—¿Y tú debes ser Maria, la tía de Paula? —dudé, por si estuviera
equivocado,pero en realidad,las mujeres de su familia eran
impresionantes. Me pregunté de nuevo cuán bella debía ser la madre de
Paula.
Ella se echó a reír con encanto. —Suenas un poco inseguro.
La hice pasar y cerré la puerta. —No, en absoluto. Como ve,
esperaba a su tía abuela, no a su hermana mayor. Ella está bastante
ocupada en la cocina y me envió a darle la bienvenida. —Le tendí la
mano—. Pedro Alfonso. Es para mí un gran placer, tía Maria. Todo el
tiempo escucho a Paula alabarla y esperaba con impaciencia poder
conocerla.
—Oh, por favor llámame Maria —dijo, tomando mi mano—, eres
bastante encantador, Pedro. Su hermana, ¿eh?
Me eché a reír y encogí mis hombros. —¿Demasiado halagador? No
lo creo, y bienvenida, Maria. Te agradezco que te hayas tomado el tiempo
para acompañarnos esta noche.
—Gracias por la invitación a tu preciosa casa. No veo a mi sobrina
muy a menudo, por lo que es un extra. Y tu comentario fue encantador,
aunque demasiado halagador. Ganaste mi voto, Pedro. —Me guiñó un ojo,
y creo que en ese preciso momento, me enamoré de ella.
Paula salió de la cocina y abrazó a su tía. Vi su sonrisa de felicidad
por encima del hombro de Maria. Estaba claro que cualquier problema que
tenía con su madre, no los tenía con Maria y eso me hacía muy feliz. Todo
el mundo necesitaba a alguien quien le diera amor incondicional. Se
fueron a la cocina y yo fui por bebidas antes de que el timbre volviera a
sonar. Sonreí para mis adentros por lo que papá pensaría de Mariacuando
le echara un vistazo. Sabía que ella era una viuda sin hijos, pero por su
belleza, tenía que haber una larga fila de hombres aclamando por un poco
de su tiempo. No podía esperar para que Paula me contara su historia.
Oscar y Gabriela llegaron después y puesto que ya conocían a
Maria, todo lo que tuve que hacer fue preparar bebidas y pasarlas
alrededor. Oscar y yo tuvimos una especie de tregua fácil, muy parecida
a mi relación con Gabriela. A todos nos importaba Paula y queríamos
que fuese feliz. No me emocionaba que él le tomara fotos, pero no había
razón por la cual no ser amable, ya él era gay. En serio, sé que ese es justo
mi problema, ¿pero si fuera heterosexual y le tomara fotos desnuda a
Paula? Ahora mismo no estuviese en mi casa.
Una vez que Pablo y Eliana aparecieron, me sentí un poco más a
gusto. Oscar fue a ayudar a Paula y Maria en la cocina mientras
Gabriela y Eliana parecían hacerse buenas amigas hablando de libros—
especialmente uno muy popular sobre un multimillonario muy joven y su
obsesión con una mujer aún más joven... y el sexo. Habían montón de
escenas de sexo eróticas en el libro, aparentemente en cada página.
Pablo y yo nos miramos con simpatía el uno al otro, y no tuvimos
absolutamente nada que añadir a la conversación. Es decir decir, ¿quién
lee esta basura? ¿Quién tiene tiempo? ¿Por qué incluso leer sobre sexo en
un libro cuando se puede tenerlo en la vida real? No lo entiendo. ¿Y
multimillonarios a los veinte años? Mentalmente negué con la cabeza y
fingí importancia. Soy un hijo de puta.
Miré mi reloj y como si lo hubiese convocado, el timbre sonó. Mi
papá, por fin. Salté de mi asiento para abrir la puerta. Pobre Pablo, parecía
que deseaba poder venir conmigo.
—Papá. Estaba preocupado. Ven a conocer a mi chica.
—Hijo. —Me dio una palmada en la espalda la cual era nuestro
saludo estándar y sonrió—. Te ves más feliz que la última vez que puse
mis ojos en ti. Luciana me dijo que irás a Somerset a visitarla. Llevarás a
Paula.
—Sí. Quiero que todos se conozcan. Hablando de conocer, vamos,
papá, está por allí. —Lo llevé a la cocina y fui recibido por el resplandor
más brillante en el rostro de Paula cuando le dio un vistazo a papá. Esto
hizo que mi corazón saltara. Conocer a la familia y provocar impresiones.
Era algo grande. El deseo de que se llevaran bien, de pronto, era muy
importante para mí.
—Bueno, esta debe ser la encantadora Paula y su… ¿hermana
mayor? —dijo papá hacia Paula y Maria.
—¡Oye! ¡Te robaste mi línea, papá!
—Tiene razón —dijo Maria—. Tu hijo dijo lo mismo cuando llegué.
—De tal palo, tal astilla —dijo papá, sonriendo alegremente entre
Paula, Maria y Oscar.
—Mi padre, Horacio Alfonso. —Salí de mi estupor al hacer las
presentaciones y froté lentamente de arriba a abajo en la espalda de
Paula. Me pregunté cómo tomaba todo esto. Habíamos llegado muy lejos,
bastante rápido, lo cual era más que un poco loco, pero como había dicho
antes, no había ninguna vuelta atrás en nuestro camino. Íbamos a toda
velocidad por una montaña y no nos detendríamos por nada. Se inclinó
hacia mi lado y le di un pequeño apretón.
Mi papá tomó la mano de Paula y la besó, como había estado
saludando a las mujeres durante toda su vida. Le dijo lo bonito que era
por fin conocer a la mujer que me había capturado, y lo hermosa que era.
Ella se sonrojó y presentó a Maria y Oscar. Maldita sea si el viejo
coqueto no besaba la mano de Maria también. Negué con la cabeza,
sabiendo que lo haría alrededor de todas las mujeres que habían aquí esta
noche. Si tenían una mano, él tendría sus labios sobre ella. Ah, y sí, pensó
que Maria era caliente. Algo muy fácil de notar, así que estaba seguro.
—No voy a besar tu mano —dijo papá a Oscar mientras se
estrechaban la mano.
—Si de verdad quieres, puedes hacerlo —ofreció Oscar, en
ultimátum para romper el hielo.
—Gracias por eso, amigo. Creo que lo has dejado mudo —le dije a
Oscar.
Paula me miró y luego a papá. —Ahora Sé donde Pedro aprendió a
hacer esa cosa de besar la mano que tanto amo, señor Alfonso. Puedo
ver que ha sido entrenado por un maestro —le dijo con una hermosa
sonrisa. Una sonrisa con el poder de iluminar una habitación.
—Llámame Horacio por favor, y aguanta conmigo un poco más,
cariño, mientras me tomo un poco de libertad más adelante. —¡Papá se
inclinó y la besó en la mejilla! Ella se sonrojó un poco más y se puso un
poco tímida, pero parecía feliz. Seguí acariciando su espalda y realmente
esperaba que no fuera demasiado... de todo.
—Tranquilo, viejo —le dije, sacudiendo la cabeza—. Mi chica. Mía. —
La atraje muy cerca de mí hasta que Paula chilló.
—Creo que entendió, Pedro —dijo ella, apretando su mano en mí
pecho.
—Está bien, siempre y cuando nadie lo olvide.
—Es como imposible que eso suceda, nene.
Me llamó nene. Todo está bien ahora, pensé, alegre de poder reírme
de mí mismo ya que nuestro propósito de reunirnos esta noche había
salido bien.

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