viernes, 7 de marzo de 2014

CAPITULO 89



No esperaba encontrármelo despierto cuando salí del baño, pero tenía los
ojos abiertos y me recorrió con la mirada a cada paso hasta que volví a la
cama. Alargó la mano y me sujetó la cara, algo que solía hacer cuando
estábamos así de cerca.
—¿Cómo es que sigues despierto? Debes de estar muerto después de un
viaje tan largo —hice una pausa para darle énfasis— y después de un sexo
tan increíble.
—Te amo y no quiero soltarte nunca —interrumpió.
—Pues no lo hagas. —Le miré a sus ojos azules, que me abrasaban bajo
la luz tenue.
—Nunca lo haré —dijo con cierta contundencia, y sentí que iba en serio.
—Yo también te amo, y no voy a irme a ninguna parte. —Me incliné
para besarle en los labios y el roce de su barba ya se había convertido en
algo muy familiar. Me devolvió el beso pero me di cuenta de que tenía más
cosas que decirme y podía notar su nerviosismo, lo que resultaba
sorprendente teniendo en cuenta la de orgasmos que me acababa de dar.
—La cosa es que nece… necesito algo más serio. Necesito que estés
conmigo todo el rato para poder protegerte y poder estar juntos todos los
días… y todas las noches.
Sentí que el corazón me empezaba a latir a toda velocidad y me invadía
el pánico. Justo cuando estaba a gusto con un aspecto de nuestra relación,
Pedro me presionaba y me pedía más.
Él siempre ha sido así…
—Pero ahora estamos todo el día juntos —le dije.
Frunció el ceño y entrecerró los ojos una fracción de segundo.
—No es suficiente, Paula. No después de lo que ha pasado esta noche y
de la mierda del mensaje ese que a saber quién te lo mandó. Tengo a Pablo
trabajando en el rastreo de tu móvil en este momento y llegaremos al fondo
del asunto, pero necesito algo más formal que le haga ver al mundo que
estás fuera de su alcance y que eres intocable sea lo que sea que tengan
planeado para ti.
Tragué con dificultad, mientras sentía cómo sus pulgares empezaban a
moverse por mi mandíbula mientras trataba de imaginar adónde quería
llegar con todo esto.
—¿Qué quieres decir con formal? ¿Cómo de formal? —Dios, me
temblaba la voz y sentía como si el corazón se me fuera a salir del pecho
en cuestión de segundos.
Me sonrió y se inclinó para darme un beso suave y dulce que me calmó
un poco. La verdad es que Pedro siempre me calmaba. Si estaba intranquila
o asustada, él sabía consolarme y acabar con el estrés del momento.
—¿Pedro? —le pregunté cuando por fin se apartó.
—No pasa nada, nena —respondió con suavidad—, todo va a salir bien y
yo cuidaré de ti, pero sé lo que necesitamos hacer, lo que necesito que
suceda.
—Ah ¿sí?
—Mmm, mmm. —Me dio la vuelta y me sujetó la cara de nuevo,
apoyado en sus codos y atrapándome debajo de su cuerpo escultural, fuerte
y suave contra mis partes más íntimas.
—Estoy seguro de eso, de hecho. —Sus labios bajaron a mi cuello y me
besaron en la oreja y luego en la mandíbula y la garganta, para volver a
subir a la otra oreja—. Muy, muy seguro —susurró entre dulces besos—.
Me he dado cuenta esta noche en cuanto llegamos aquí y vi que llevabas
eso puesto. —Me besó en la parte hueca de la garganta, donde pendía el
colgante de amatista que me había regalado.
—¿De qué estás tan seguro? —Mi voz era débil, pero cada palabra
resonó en el poco espacio que nos separaba y parecía que le estuviera
gritando.
—¿Confías en mí, Paula?
—Sí.
—¿Y me quieres?
—Sí, claro. Y lo sabes.
Volvió a sonreírme.
—Entonces está decidido.
—¿El qué está decidido? —imploré a su preciosa cara, la cual me había
fascinado desde el principio, y vi cómo la comisura de su bonita boca se
levantaba con confianza mientras me tenía bien sujeta debajo de él de la
manera posesiva tan típica de Pedro.

—Casémonos.

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