sábado, 8 de marzo de 2014

CAPITULO 92


—Cariño, estás soñando —me dijo una voz con suavidad al oído. Me giré
hacia la voz, tratando con dificultad de encontrarla. El sonido me calmó
como nada antes lo había hecho. Quería esa voz. Y entonces de nuevo—:
Pedro, cariño, estás soñando.
Abrí los ojos, cogí aire mientras la miraba y asimilé sus palabras.
—Ah, ¿sí?
—Sí, murmurabas y te movías de un lado a otro. —Me puso una mano
en la nuca y me miró fijamente—. Te he despertado porque no quería que
soñaras algo terrible.
—Joder, lo siento. ¿Te he despertado? —Seguía sintiéndome
desorientado, pero estaba despejándome rápidamente.
—No pasa nada. Quería despertarte antes de que se volviera… peor. —
Sonaba triste y sabía que intentaría que le hablara sobre este sueño como
hizo la última vez.
—Lo siento —repetí. Me sentía avergonzado por molestarla otra vez con
esta mierda.
—No tienes que disculparte por soñar, Pedro—dijo con firmeza—. Pero
me encantaría que me contases de qué se trata.
—Oh, nena. —La acerqué más a mí y le acaricié la cabeza y el cabello
con la mano. Posé los labios en su frente e inhalé. Solo respirar su aroma
me ayudaba muchísimo, al igual que el tacto de su pecho contra mi
acelerado corazón a medida que la sujetaba cerca de mí. Era real, estaba
aquí, ahora. A salvo conmigo.
Estaba excitado. Excitado y empalmado contra su suave piel.
—Sigo sintiendo mucho haberte despertado —dije pegado a ella cuando
mis labios encontraron los suyos. Adentré la lengua en su boca, hondo y
con fuerza, decidido a conseguir más. En este momento solo me podía
ayudar Paula. Ella era la única cura.
Y lo lamentaba, pero esto ya me había sucedido antes con ella.
Despertarme en mitad de la noche necesitando sexo para quitarme la
hiperansiedad o lo que fuera que me hubiera sucedido esa noche en mis
sueños.
—Todo está bien —me consoló con voz ronca contra mi boca.
Su respuesta me volvió loco. Casi todo lo que hacía me excitaba. Me
gustaba ser controlador, pero me encantaba cuando Paula me demostraba
que era receptiva y que me deseaba del mismo modo que yo la deseaba a
ella. De forma instintiva supe que le atraía. Era otro ejemplo de la gran
comunicación que teníamos. Ojalá todos los aspectos de nuestra relación
fueran así de fáciles. La parte del sexo la habíamos resuelto muy rápido,
desde el principio. Sí, el sexo siempre había sido salvaje y maravilloso
entre nosotros.
Le di la vuelta, la coloqué debajo de mí y le separé bien las piernas con
las rodillas, abriéndola mientras agachaba la cabeza. Aparté las mantas y
bajé los ojos a su precioso y receptivo cuerpo, en el que iba a estar
enterrado muy hondo en cuestión de segundos. Joder, gracias, Dios.

—Bien, porque necesito follarte hasta que te corras diciendo mi nombre —
afirmó de ese modo tan característico suyo—. Entonces voy a sacar la
polla de tu precioso coño y voy a follarte tu bonita boca. Y a observar tus
dulces labios envolverla y lamerla hasta que me dejes seco. —Sus ojos se
encendieron y su torso escultural se movía mientras respiraba
entrecortadamente a medida que se colocaba—. Sí, nena, voy a hacer todo
eso.
Pedro y su sucia boca. Era una locura, pero esas palabras obscenas
provocaban algo en mí.
Me excité por la expectación de lo que haría conmigo y gemí cuando
embistió contra mí fuerte y hondo, llenándome tanto, acercándonos tanto,
que mi mente volvió a pensar en lo que me había dicho antes. Casémonos.
No era una pregunta, sino una orden que solo Pedro podría dar y salirse con
la suya, tal y como había hecho tantas otras veces desde que nos
conocimos.

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