sábado, 6 de septiembre de 2014

CAOITULO 177



PEDRO


Histérica, era la única manera de describirla cuando llegó a mi oficina. Leo hizo subir a Paula hasta el piso cuarenta y cuatro, y nos encontramos en la recepción. A partir de ahí la llevé directamente a la suite adyacente en donde trabajaba.


Ella miró alrededor del estudio con confusión, preguntándose probablemente por qué nunca estuvo aquí, o me oyó hablar de él. Decirle que este era el lugar donde me había follado a todas las mujeres antes de que ella llegara, no parecía apropiado en ningún momento, ¿pero ahora mismo? Estaba fuera de puta cuestión.


Así que la sostuve entre mis brazos en su lugar.


—Dime que estás bien, nena.


—Pedro, ¿por qué me hacen esto? ¿Cuándo, alguna vez, van a parar?—Sus preguntas me rompieron el corazón. Como si me clavaran un cuchillo en el pecho dándole un golpe cordial, rompiendo mis huesos y arrasando mi carne.


Paula, necesito que te calmes y que me escuches. —Tomé su rostro entre mis manos y lo levanté, obligándola a concentrarse en mí—. El senador Pieres me llamó esa noche después de que la noticia estallara. Él quiere que tú visites a su... hijo en el hospital, y mostrar al mundo lo buenos amigos que son. —Me puso enfermo tener que decirle eso, pero me había dado cuenta hace un par de noches, que no había manera de salir de este lío.


—¿Él te llamó? ¿Hablaste con él y no me lo dijiste?—Gritó en tono acusador.


Sacudí la cabeza.


—Lo siento, pero hice un juzgamiento de la llamada…


—Pero, ¿por qué? No quiero ver a Facundo Pieres otra vez, jamás mientras esté viva. No te atrevas a pedirme que vaya con él —espetó—. ¡No eres mejor que mi madre!
Con sus ojos quemándome violentamente, me di cuenta de que ella hablaba en serio, así que cerré esa idea de una puta vez.


—No, no es cierto —dije, agarrándola con ambos brazos, obligándola a enfocarse en mí—. Le dije que no. Le dije que no iba a pedirte que hagas algo que te molestaría, pero entonces me mandaron esa captura de Facebook. —Bajé la voz y le dije la brutal verdad—. Esa mierda no va a desaparecer hasta que vayas y registres que eres una amiga cercana de la familia.


—No… —dijo lastimosamente.


Paula, nena… hay otros que saben acerca del video, tú misma me lo dijiste. Esta visita para ver a Pieres en el hospital hará que sea inútil. No puedo arriesgarte más de lo que ya he hecho. Por favor, sólo escucha el porqué.


¿La mirada que me dio? Esa expresión trágica en su hermoso rostro, surcado de lágrimas y devastación… Jodidamente lastimándome.


Después de un momento, cerró los ojos y asintió con la cabeza casi imperceptiblemente.


La besé largo y lentamente. Sólo para acercarnos, y mostrarle primero y ante todo, lo mucho que la amaba. Entonces la hice sentarse y le hablé de mi conversación con el Senador. Acerca de lo importante que era evitar que algún otro que supiera de la existencia del video, intentara hacer lo que había hecho Bruno Westman. El punto degenerado chantajista. Y, también neutralizar cualquier efecto negativo al declarar la amistad con Facundo Pieres. Perro violador con dos pollas. Como si verlos siendo amigos, entonces un crimen nunca pudo haber ocurrido… sólo una indiscreción juvenil entre dos niños, en caso de que el video alguna vez saliera a la superficie para avergonzar al futuro Vicepresidente de los Estados Unidos. Gusano inmoral chupapollas.


Paula lo asimiló todo, escuchándome hablar sin interrumpir o arrastrar cada cosa con más preguntas. Sus claros ojos marrones me seguían, procesando silenciosamente la situación. Dios, admiraba su fuerza. Nunca dudaría de la valentía de mi chica, o su inteligencia.


Pero también estaba haciéndole daño en este momento. 


Sabía cómo era enfrentar las cosas que te asustaban. Para Paula, ser obligada a visitar a Oakley en cama la asustaba.


Está jodidamente matándome también.


Ella pareció pensar en cada cosa que le había dicho, y se levantó dirigiéndose al cuarto del baño, deteniéndose ante el espejo. Se quedó allí observándose, con aparentemente poca emoción, luciendo, en algunos aspectos, en nada similar a la chica apasionada que había conocido en mayo.
Finalmente se dio la vuelta para mirarme. Sus labios temblantes, con los ojos llenos de lágrimas, abrió la boca para hablar. Su garganta tragando reflexivamente, su voz quebrada:
—Yo-Yo tengo que ir a ver a Facundo… ¿no?


Me encogí ante su pregunta, sabiendo que solo había una respuesta que le podía dar. Puta situación llena de mierda.

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