lunes, 8 de septiembre de 2014

CAPITULO 183




PAULA



Inmersa en la bañera con agua perfumada de lujo calentando mi cuerpo, procesé las últimas doce horas. 


Jesucristo, tomaría más que un baño entender todo ello.


Pedro se había dormido tan profundamente, después de haber terminado la segunda vez, que ni siquiera se movió cuando me deslicé fuera de la cama. Normalmente me hubiera seguido en cuanto escuchara la bañera llenarse, si no hubiera sido él quien lo hiciera en primer lugar. Pero no esta noche.


Imaginé que Pedro estaba exhausto por la simulación en el hospital. Podía decir que él estaba desgarrado por dentro, por tener que pedirme que fuera. Pero no teníamos opción. 


Facundo Oakley iba a asegurar la presidencia de Benjamin Colt debido a un giro del destino que hizo a su hijo un héroe de guerra en el momento justo. Un apuesto y joven oficial del Ejército consigue una pierna amputada en la guerra. Ah, y el guapo y joven oficial resulta ser el hijo del candidato a vicepresidente de los Estados Unidos de América. Las encuestas ya pronosticaban una victoria aplastante, y todo el mundo lo sabía.


¿La parte escalofriante de esto? Una vez que el senador Pieres fuera el vicepresidente, solo estaría a un paso de ser… el Presidente. La sola idea hacía doler a mi corazón. 


La respuesta normal sería frotar el área para aliviar la picadura, pero acuné mi vientre en su lugar, mi primer instinto siendo proteger a mi pequeño ángel mariposa. 


Había terminado con lo que tenía que hacer hoy. Tenía que conseguir algún tipo de garantía de que mi sórdido pasado con Facundo no dañara el futuro de su padre, o el mío. Y voluntariamente lo haría de nuevo, también. Cualquier cosa por mi ángel mariposa.


Facundo… Cuando había despertado esta mañana, él era la última persona que alguna vez imaginé ver. No estaba preparada para lidiar con él todavía, pero era lo suficientemente realista para ver que Facundo Pieres no iba a desaparecer. Especialmente ahora. “Paula, por favor ven a verme otra vez. Tengo que decirte cuán arrepentido estoy por lo que te hice.”


Lo que me llevó a mi segundo shock. ¿Estaba arrepentido? 


No sabía qué pensar de su petición, pero entendí que Facundo solo quería que yo lo escuchara, porque lo dijo en un secreto susurro. No importaba. No volvería allí para verlo de nuevo. No tenía que hacerlo. Extrañamente, estaba bien con lo que estaba pasando. Con todo, la forma en que la visita tuvo lugar, no fue traumático para mí como pensaba que sería. Estuve fuerte durante la reunión, e hice todo lo que me pidieron hacer. Como lo hizo Facundo.


Realmente no me iba a obsesionar con la idea de lo que esto significaba respecto a mi salud emocional, porque no tenía el tiempo o la inclinación de profundizar en ello. Tenía una vida que vivir, con un marido que me amaba y necesitaba mi apoyo, y un bebé que me necesitaba para todo. Toda la mierda del pasado con Facundo sólo tendría que ocupar un asiento trasero en el motor que era ahora mi vida. 


No veía otra manera de seguir adelante.


Y estaba decidida a seguir adelante. Llevé la mano a mi estómago otra vez y traté de sentir un mayor movimiento, pero el bebé no estaba de humor, supongo.


No podía dejar que Facundo, o su padre político e intrigante, me detuviera de hacer lo que tenía que hacer. La reunión realmente me había sorprendido por la manera en que Facundo parecía tan diferente de lo que había sido cuando estábamos juntos. Parecía a ciento ochenta grados de diferente. Todavía tenía algunos problemas conectando al hombre que había visto hoy, con el que había conocido antes. Ni siquiera se sentía como si fuera la misma persona. 


Quizá había ido cambiando con el curso de los años. Su cuerpo sin duda había cambiado con todos esos tatuajes…


—¡Noooo! Mauro, lo siento, hermano. ¡No lo haré de nuevo! Awww, mierda no. ¡MAURO! Dios, por favor no. ¡MIERDA! NO, POR FAVOR NO LO HAGAS. ¡NO….NO…NO!


Pedro. Le oí gritar desde el dormitorio y comprendí inmediatamente. Mi hombre tenía otra noche de pesadillas. 


Me puse de pie en el baño, el agua chorreando por mi piel, y tomé la bata. La ceñí en mi goteante cuerpo y salí corriendo del baño. Él me necesitaba, y yo tenía que ayudarlo. Tan simple como eso.

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