lunes, 8 de septiembre de 2014

CAPITULO 182




PEDRO


Paula apretando y aferrándose a mi alrededor mientras se corría… era tan bueno. Malditamente bueno. Cada convulsivo apretón y cada temblor viniendo de su sexo, poseía mi polla. Sentí el endurecimiento acelerar en mis pelotas cuando empecé a correrme.


—Uhn…uhn…uhmm —gruñí, con cada sumergida en su coño apretado.


Mi hermosa chica se entregó a mí con exquisita rendición.


—¡Joder, SÍ! —Dije entre dientes, con una caliente inundación de semen saliendo a borbotones, corriéndome buena y suciamente en ella. Seguí follando a través del éxtasis, sosteniéndola contra mí por partes de su hermoso cabello. Follar. Amar. Mía. Paula… Pensamientos aleatorios se filtraron en mi consciencia mientras me fundía en ella, pero sin embargo sólo una idea permanecía conmigo. No importa cuán lejos alguna vez iba, no perdía de vista la verdad: esta mujer me pertenecía de la cabeza a los pies, con todo lo demás en medio.


Y siempre lo haría.


Solté mi agarre de su cabello, enderecé su cuello, y enterré mi cara detrás del mismo. Inhalando su aroma floral, mezclado con el olor de su coño, tracé la parte posterior de su espalda con mis labios, susurrándole, acariciándola, besando entre las palabras. Puede que estuviera calmado ahora, pero era plenamente consciente que acababa de follar a mi esposa como un loco en el recibidor de nuestra casa.


—¿Estás bien?


—Mmm hmm —ronroneó sensualmente.


Me preguntaba qué estaba pensando. Aun así, sabía que no había nada que podría haber hecho diferente. Después de dejar a Oakley en el hospital, me había metido en un lugar muy oscuro dentro de mi cabeza. Entendía que la visita era necesaria, pero odié cada segundo de ella. Todo lo que quería era proteger a mi preciosa chica de las cosas que pudieran herirla. Y no fui capaz de hacer eso hoy. Tuve que hacerme a un lado y permitirle poner sus manos en ella… otra vez.


No pienses en esa mierda chupapollas.


Saliendo, subí mis pantalones, solo molestándome para que pudiera ser capaz de caminar. Ellos no estarían en mí en unos dos minutos.


Barrí mi mano sobre la magnífica imagen de su trasero y apreté una nalga, disfrutando de la vista.


—Eres tan… malditamente… hermosa. —La palabra ni siquiera hacía justicia a como lucía en este momento. No había palabras. Y nunca podría cansarme de mirarla.


Ella rodó su cuello como un gato consiguiendo un buen estiramiento a su manera. Mi chica parecía agradablemente saciada, pero yo no había terminado con ella todavía. La desesperada follada en el recibidor era simplemente un calentamiento.


—Creo que necesito estar de pie —dijo, desde su posición doblada en la mesa, su coño rosa enmarcado entre sus piernas abiertas, permaneciendo largas y rectas, todo el camino hacia los zapatos de tacón al final de sus delicados pies.


La culpa atravesó mis entrañas. Por supuesto que debía estar de pie. Estaba embarazada. Eres un maldito idiota a veces. La ayudé a enderezarse y la giré hacia mí.


—Lo siento por eso, nena. Déjame recompensártelo. —La recogí en mis brazos y la besé, aliviado de ver la sexy sonrisa burlona en sus labios cuando nos llevé hacia el dormitorio—. Voy a masajearlos durante largo tiempo.


—Bastante, por favor —tarareó en mi pecho.


Y eso es todo lo que tomó para que todo estuviera bien en el mundo. Sólo necesitaba una señal de ella. Una sonrisa, una palabra, una caricia… algo que me dijera que no estaba preocupada por mi pérdida de papeles, y que todavía me amaba. Eso, y el hecho de que tuviera al menos otro orgasmo cegador saliendo de mí. Paula, por otro lado, se merecía al menos dos más, además de un masaje muy agradable de pies.


—Lo será —le dije mientras la acostaba en nuestra cama.



En las FE(Siglas para Fuerzas Especiales)., los Capitanes lideran tropas de cinco hombres. Los escuadrones pequeños para operaciones tácticas requieren cero detecciones. Mis hombres fueron los mejores que el EB(Siglas para Ejército Británico) tuvo para ofrecer. Mauro, Dutch, Leo, Chip y Jackie. El día que encontramos al chico y a su madre muerta en medio de la carretera fue el último que estuvimos todos vivos al mismo tiempo. Por última vez que hermanos, maridos, padres e hijos de Gran Bretaña cogieron aliento. Veinte días después, ese número se redujo a… uno.
Mauro fue el único además de mí en lograr salir de la emboscada en la calle. Hubiera sido mucho mejor si no lo hubiera hecho…

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