martes, 9 de septiembre de 2014

CAPITULO 185



PEDRO


19 de octubre


Escocia


Paula y yo estábamos vestidos para una boda, pero no éramos la novia y el novio. Ese honor era para Pablo y Eliana hoy. Eso si Pablo no caía muerto de ansiedad antes de que pudiera recitar los votos a su novia.


—Vas a hacer un agujero en este antiguo suelo de piedra si no dejas de andar de un lado a otro como un lunático. ¿Vas a sentarte en la esquina y balancearte de atrás hacia adelante, también? —No pude contenerme, la oportunidad de darle cuerda era demasiado dulce para ser pasada por alto.


Pablo me lanzó una mirada asesina y se mantuvo en marcha de atrás hacia adelante.


—Es fácil para ti decirme eso, ahora que ya estás casado. Recuerdo cuán loco estabas en esa habitación antes de que dijeras tus votos a Pablo. Te habrías fumado tus Blacks de tres en tres si no los hubiéramos escondido lejos de tu guarida, donde no pudieras encontrarlos.


Negué con la cabeza. Así que ahí era donde se habían ido mis cigarrillos. Hijos de perra.


—Escucha compañero, todo irá bien en muy poco tiempo. Estás empezando a preocuparme.


Pablo dejó de andar.


—Me siento mal —chilló—. Necesito agua.


—Creo que necesitas una jodida botella de whisky, pero de verdad, todo va a estar bien.


Él asintió débilmente y tragó grandes bocanadas de aire.


—¿Qué hora es?


—Alrededor de dos minutos después de la última vez que preguntaste. —Tuve pena del pobre diablo. Él era una ruina miserable. Así que me le acerqué y lo golpeé con fuerza en la espalda, bajo el disfraz de amor fraternal, y le dije una pequeña mentira—. Vi a Eliana en su vestido, toda lista para ti cuando robé un vistazo de mi chica en esa habitación lateral, donde están todas esperando. —Realmente no había visto a Eliana, pero él no necesitaba saber eso. Había visto a Paula en su vestido azul pálido, sin embargo. 


Deliciosa. Necesitaba asegurarme de que se sentía bien, porque había despertado con un dolor de cabeza por la mañana.


Pablo comenzó rápidamente a disparar preguntas, demasiado desesperado para esperar alguna respuesta, la cual sería inventada, pero mi mezcla de la verdad no venía al caso, necesitaba llevarlo al altar de pie y consciente, en lugar de sobre su espalda.


—¿La viste? ¿Cómo estaba ella? ¿Parecía nerviosa? ¿Lucía preocupada por alguna…?


Mentí bien, lo que no era difícil en absoluto. Eliana estaría encantadora como siempre.


—Ella se veía preciosa y como si no pudiera esperar a estar atada a ti, el más grande de los simios. ¿Tengo que tranquilizarte o algo así?


Mi comentario hizo el truco, porque él volvió a la vida y escupió de inmediato en respuesta:
—Voy a recordar esto, cuando Pablo esté lista para dar a luz a tu bebé, y seas una temblorosa masa de jalea en el suelo. No te preocupes, te devolveré el favor con la oferta de tranquilizantes.


Bueno, mierda. Él tiene un punto. Me negué a pensar en el nacimiento en ese momento. Si empezaba a bajar por esa pista, estaría en el suelo junto con Pablo. Estoy seguro de que mi boca se parecía mucho a la de Simba cuando quería un kril; colgando abierta por un momento antes de que pudiera conseguir un agarre y cerrarla. Pablo me sonrió y negó con la cabeza. Miré el reloj y decidí darle la brutal verdad. Era mi mejor amigo, y merecía saber lo que venía. Sobreviviría al igual que el resto de nosotros.


—Está bien, voy a ser honesto. La ceremonia es una puta bola de tensión de mierda, y no puedo ayudarte ni siquiera un poco. ¿La buena noticia? En cerca de cinco horas más, podrás empezar la noche de bodas y esa parte completamente vale oro. —Manipulé mi mano como un avión en un viaje suave.


Pablo me miró como si yo fuera el idiota más grande jamás visto para tomar aliento. Me encogí de hombros ante él y ambos rompimos en carcajadas por lo jodidamente ridículo que era esto, alejando toda la tensión. Se veía mejor y ése era el propósito principal de mi confesión. Pablo iba a estar bien. No conocía a nadie más fuerte que él, o más leal. Las dos razones por las que era mi compañero y confidente. Estaba consiguiendo a su chica después de años y años de esperar por ella, y yo estaba feliz de ver que sucediera. Honrado de estar parado arriba para mi amigo en el día de su boda.


Llamaron a la puerta, y la madre de Eliana asomó la cabeza.


—¿Está bien que entre?


—Te dejaré hasta entonces, hermano. —Me excusé, dejando a Pablo y su futura suegra en paz. Pablo se había sacado la lotería con ella. Caroline Morrison era una señora dulce y una madre amorosa. El polo opuesto de mi suegra, pensé con una mueca. Debe ser agradable.


Salí y miré mi Rolex de nuevo. Si lo hacía rápido, tenía el tiempo justo para tener un poco de humo antes de la llamada de paneles.


El impresionante paisaje en toda su cruda robustez enmarcaba la casa perfectamente. La casa de Pablo aquí en Escocia era muy similar al establecimiento de un hombre campestre. Me puse de pie debajo de un árbol en flor y encendí un clavo. Mi decisión de trabajar en conseguir algún tipo de tratamiento para mis problemas había ayudado con la ansiedad de los sueños en flashback gracias a Pablo, y sólo a ella. ¿Tanto como hacer algo para ayudarme a terminar con las uñas en los ataúdes? No tanto. Un paso a la vez, me dije a mí mismo, mientras aspiraba.


Apagué mi cigarrito y busqué un lugar para deshacerme de la colilla. No quería ponerlo en mi bolsillo, lo cual parecía un poco crudo teniendo en cuenta la ocasión, pero podría verme obligado a hacerlo.


—¿Pedro?


Me di la vuelta para encontrar a alguien que nunca pensé alguna vez volver a ver. Mi corazón se dejó caer como una piedra, y luego rebotó a lo largo de los adoquines, propulsado por un impulso que parecía no tener un puto final. Mi pasado viene para su debida notificación, supongo.


—Sarah... —Mi voz se quebró al decir su nombre cuando la capté, justo delante de mí, después de tanto tiempo. Ella se veía tan hermosa como siempre; no parecía haber envejecido ni un poco. La sonrisa que me dio, hizo cosas a mi corazón que no quería hacer frente de nuevo. No me jodidamente sonrías, Sarah. No lo merezco.


Cuando sus brazos vinieron a abrazarme, cerré los ojos, aterrado de lo que sentiría… y también, de la ironía del destino, que justo ahora, la ponía de nuevo en mi camino.




—¿Estás bien? —Preguntó Paula en voz baja, sus ojos mirándome con preocupación.


En realidad no.


—Sí. ¿Por qué lo preguntas?


Ella se encogió de hombros y movió su tenedor por el plato de la cena, haciendo un buen trabajo en no comer.


—Parecías preocupado durante la ceremonia, e incluso ahora —dijo con tristeza.


Recupera el control.


—No, nena. —Puse mi mano alrededor de su cuello y tiré de ella debajo de mi barbilla para besar la parte superior de su cabeza—. ¿Todavía tienes dolor de cabeza?


Asintió contra mi mandíbula. Froté arriba en la parte posterior de su cuello, masajeando profundamente sobre los puntos de presión.


—Mmmmm, eso realmente ayuda —gimió ella, enderezando su cuello en mi mano para que pudiera trabajar las torceduras.


—Bueno. Quiero que lo tomes tranquila en el…


—Pedro, no me has presentado a tu nueva novia —nos interrumpió Sarah desde atrás, con una expresión agradable que simplemente era una máscara por el amor al decoro.



Mierda.



Yyyyyy así comienza.


Así que, Sarah iba de mártir hoy. Solo arrojándose a los rieles ante un tren pasando a toda velocidad. Traté de envolver mi cabeza alrededor de sus motivos, pero no estaba funcionando. Ella deseaba conocer a Paula... ¿mi esposa? ¿Quería saber todo acerca de nuestra elegante boda y luna de miel? ¿Disfrutaba escuchar del bebé, y encontraba divertido que no íbamos a saber de antemano si tendríamos un niño o una niña? ¿Necesitaba felicitarme por mi buena fortuna con Alfonso Security?


¿Por qué? ¿Cómo podía soportar hacer algo de eso? 

Seguramente yo no podría. Tenía que largarme.


Pero no había ningún lugar donde esconderse aquí, a excepción de la parte inferior de una pinta. O cuatro. Lo mejor en que podía pensar dada la situación.


La boda de un ex soldado con mi novia embarazada a mi lado...


Emborracharme, posiblemente, podría opacar el borde lo suficiente para que pudiera quitar el ánimo feliz-y-agradable requerido para la celebración de un matrimonio. O quizá no.
Más bien era una bendición que Paula no se sintiera mucho en el ambiente de fiesta realmente. De esta manera, no podría darse cuenta qué tan jodida estaba la cabeza de su marido.


Pensé que había manejado la visita sorpresa de Sarah bastante bien, teniendo en cuenta que no tuve absolutamente nada de tiempo para procesarlo, antes de que se esperara que estuviera de pie para mi amigo delante de una multitud de personas. Y con Paula ahí, brillando con una nueva vida y disfrutando del momento. No era malditamente justo.


No digas eso. Nada de esto es justo. No para Sarah. Y ciertamente no para Mauro.


Había estado demasiado distraído durante la ceremonia para prestar mucha atención a lo que podría notar Paula. Mi chica podía leerme tan bien. Ella no necesitaba esta preocupación añadida a su plato, además de ya sentirse enferma. No podía permitirlo.


Había pensado que podría, de alguna manera, lograr pasar esta noche, hasta que Sarah me atrapó mientras estaba consiguiendo agua helada fresca para Paula. Vino a decirme que tenía que irse... con lágrimas en los ojos. Dijo que había esperado poder quedarse por el bien de Pablo, pero una vez que llegó y nos vio a los dos, fue demasiado difícil. 


Demasiado. Demasiado doloroso. Así que debía irse.
Y yo empecé a beber.

No hay comentarios:

Publicar un comentario