martes, 9 de septiembre de 2014

CAPITULO 186



PAULA

—¿Cómo está tu dolor de cabeza? —Preguntó Gaby.


—Por desgracia para mi cabeza, todavía está conmigo —le contesté irónicamente—. Una de las partes no tan agradables del embarazo, y el hecho de que no puedo tomar nada para ello, apesta a lo grande. —Levanté el agua helada y presioné el lado del vidrio en mi frente.


—Bueno, te ves hermosa si eso ayuda —dijo ella, recogiendo la falda de su vestido de gasa de dama de honor—, y tienes un vestido nuevo bastante lindo para agregar a tu colección de vestidos lindos. —Se encogió de hombros—. Yo estoy consiguiendo toda una variedad. —Eliana nos había pedido a ambas estar en su boda, lo que aterrizó a Gaby en su segunda tarea como dama de honor en tan sólo siete semanas. Primero mi boda, y ahora la de Eliana… ella debía estar ahogándose en un mar de acaramelados, rogando por un rescate.


—Desearías poder estar en cualquier lugar menos aquí, ¿eh?


—Por supuesto que no. Quiero estar aquí, Pau. —Me dio una mirada que me dijo mucho más que las palabras que acababa de pronunciar. Conocía a mi amiga, y por consiguiente, estaba al tanto de la información que confirmaba porqué esto sería difícil para ella.


—Eres una hermosa mentirosa, querida. —Le palmeé la mano cariñosamente—. Pero sé que Eliana aprecia que estés aquí para ella.


—No, no estoy mintiendo —dijo ella tercamente, tomando un sorbo de algo alcohólico que se veía maravilloso, y yo no iba a tenerlo—. No quiero estar en ningún otro sitio más que aquí mismo, para Eliana, en el día de su boda.


Me reí de mi mejor amiga, quien nunca parecía reconocer su propia belleza. Gabriela Hargreave era una absolutamente preciosa mujer, con su cabello caoba y ojos verdes, y un cuerpo que no se quedaba corto, pero ella no lo veía. Los hombres jadeaban tras ella todo el tiempo. Y habían hombres justo aquí, mirándola en este mismo momento. El primo de Pedro, Tomas, era uno de ellos.


—Entonces, ¿qué pasa contigo y Tomas? —Lancé una mirada hacia la barra, donde Pedro y Tomas estaban charlando con cervezas. Un montón de cervezas. Mi marido podría emborracharse en esta recepción de boda. A ambos se nos había pedido estar en esta boda, al igual que Pablo y Eliana habían estado en la nuestra. Supongo que se estaba dejando relajar un poco, y tenía derecho a eso. Durante la ceremonia había parecido un poco tenso para mí. Me pregunté por qué. Era un momento feliz. Su mejor amigo acababa de casarse con la chica que había amado por años. El comportamiento de Pedro no tenía sentido, incluso para él.


—¿Qué quieres decir? —Los ojos de Gaby ahora estaban enfocados hacia donde Pedro y Tomas estaban instalados. 
No me perdí cómo Tomas la encontró en el instante en que ella miró hacia la barra, tampoco—. Nos conocimos en tu boda, obviamente como dama de honor y padrino. Hemos… hemos estado forzados a estar en la compañía del otro.


—Forzados, ¿eh? Tomas es tan dulce... y caliente. ¿Por qué no querrías estar cerca de él? —Olí a una canalla con su explicación poco convincente. Pero también, estaba pescando con mi mejor amiga. No había olvidado lo que Pedro me había dicho acerca de la noche en la Gala Mallerton cuando la alarma se accionó y todos tuvieron que huir del edificio a toda prisa. Pedro los había visto todo revueltos, como si quizá podrían habían estado juntos. 


Pedro también parecía conocer el tipo de mujer que le gustaba a su primo, y me había dicho más de una vez que Gaby tenía todas las cualidades necesarias.


—Bueno, creo… creo que él es-está muy... um... Tomas es un hombre interesante. —Torció la servilleta de papel en la forma de un palillo—. Me contó todo sobre los Mallerton en su finca en Irlanda. Él quiere que vuelva allá y trabaje en la catalogación de toda la colección.


Ahhh, ahí estaba. La nerviosa destrucción de la servilleta, el tartamudeo, el rubor en sus mejillas, todo sugería que la predicción de Pedro era un objetivo en la mira.


—¿Que vuelvas allá? —Pregunté.


—¿Hmmm? —Su mirada inocente no me engañó.


—Dijiste, “que vuelva allá” como si ya hubieras estado en su finca irlandesa. —Incliné la cabeza hacia ella—. Gaby, ¿has ido a ver las pinturas de Tomas y no le dijiste a tu mejor amiga al respecto?


—Um... sí, fui enviada allá por Luis Langley para comprobar lo que estaba ahí. —Ella negó con la cabeza—. No pude quedarme, sin embargo. El tiempo era… malo para mí. —Tomó otro sorbo de su copa y miró hacia abajo, evitando el contacto visual.


—Bueno, quizá encuentres un mejor tiempo para volver allá luego. Apuesto a que las pinturas son magníficas si se parecen en algo a mi Lady Percival. —Decidí dejar mi sondeo, por ahora. Me di cuenta de que ella había terminado con la confesión, y no quería hacerle daño al traer a colación remembranzas de cosas que no necesitaba recordar.


—Sí. Espero que sí. —Levantó la vista y preguntó sinceramente—: ¿Cómo estás lidiando con tu celebridad política?


Bonito cambio de tema, Gaby. Ahora era mi turno para abrazar lo esquivo.


—Trato de no prestarle atención —mentí—. Los dos teníamos que montar un espectáculo, y lo hicimos. Ahora, sólo quiero seguir adelante y dejar que mi pasado permanecer allí, ¿sabes?


—Lo sé, amiga mía. —Me apretó la mano cariñosamente antes de irse a buscar a Oscar, que estaba haciendo las fotografías de boda.

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