viernes, 21 de febrero de 2014

CAPITULO 42




La besé lentamente, mis manos moviéndose a su rostro. Empujé mi
lengua entre sus dulces labios y por todos los cielos, ella me dejó entrar.
Sí. Me permitió entrar y me besó de regreso, su cálida y suave lengua
deslizándome contra la mía. Premio Mayor. Sabía que gané esta ronda,
quería detener todo y agradecer a mi madre en el cielo.
En cambio, seguí besando a Paula. La dejé saber todo en ese beso,
tomando sus labios, jugando con mis dientes, intentando entrar en ella.
Mientras más entrara, más difícil sería para ella volver a dejarme. Así
funcionaba mi mente con ella. Estás eran estrategias de batalla y podría
hacerlas todo el día. Ya no huiría de mí, no se escondería, nada de finales.
Ella sería mía y me dejaría amarla.
Paula se derritió bajo mis labios, se volvió tan suave y permisiva,
encontró el lugar que necesitaba y se acomodó en ello, como hacía yo al
tomar el control. Funcionaba para nosotros, muy, muy bien. Me retiré y
suspiré profundamente. —Ahora vamos a casa.
—¿Qué pasó con ir despacio? —preguntó suavemente.
—Todo o nada, nena —susurré—. No puede ser de otra forma con
nosotros. —Si ella supiera lo que tenía en mente para el futuro podría
volverse temerosa conmigo de nuevo y no podía arriesgarme aún. Habría
tiempo de sobra para esa charla más tarde.
—Aún tenemos mucho de que hablar —dijo.
—Entonces hablaremos mucho —Además de otras cosas.
Se volvió en su asiento y se reclinó, poniéndose cómoda para
mirarme mientras salía del estacionamiento. Me miró todo el viaje. Me
gustaba tener sus ojos en mí. No, lo amaba, joder. Amaba que estuviera a
mi lado, pareciendo quererme tanto como yo a ella. También la miraba
cuando podía dejar de mirar el camino.
—¿Conque todo o nada? Tendré que aprender a jugar al póquer.
Me reí. —Oh, estoy de acuerdo. De alguna manera creo que te saldrá
naturalmente, cariño —Arqueé las cejas—. ¿Qué tal un póquer de prendas
primero?
—Esperaba que lo sugirieras. Qué bueno que no me decepciones —
dijo, poniendo los ojos en blanco.
Sólo sonreí y la imaginé quitándose la ropa en un juego de póquer
porque yo ganaría cada mano. Una muy, muy linda imagen.
Al final me pidió que pasáramos por su casa para que consiguiera
sus “pastillas”. No estaba seguro de si eran las anticonceptivas o las de
dormir y no tenía intención de preguntar. Definitivamente necesitábamos
ambas. Por lo que hice lo que cualquier tipo con cerebro haría. La llevé a
su departamento. De nuevo, me enorgullecí por no ser un idiota.
Esperé mientras ella preparaba un bolso. Le dije que trajera cosas
para varios días. Lo que realmente quería era que se quedara en mi casa
indefinidamente, pero no pensé que fuera el momento indicado para
sugerir eso —sigo manteniendo mi estado de un no-imbécil.
Los recuerdos llenaron mi mente cuando ella entró. La pared
adyacente a la puerta principal siempre estaría grabada en mi lóbulo
frontal. La imagen de ella en su pequeño vestido púrpura y botas,
sostenida por mí. Cristo, había sido sublime la forma en que manejó mi
polla contra la pared esa noche. Amo esa pared, joder. Divertido. Sonreí
por mi chiste inteligente.
—¿Ahora por qué sonríes? —preguntó Paula mientras salía de su
habitación con el bolso preparado, viéndose mucho mejor de lo que hacía
más temprano. Su personalidad de siempre había vuelto.
—Eh… sólo pensaba en cuánto amo tu pared —Le hice mi mejor
gesto sugestivo y tomé el bolso de su mano.
La expresión de sorpresa de Paula rápidamente pasó a ser de
humor. —Aún puedes hacerme reír, Pedro, a pesar de todo. Tienes un
extraño talento.
—Gracias. Me gusta compartir todos mis talentos contigo —dije
sugestivamente, rodeándola con un brazo mientras salíamos de su
departamento. Ella miró la pared cuando pasamos.
—Vi eso —dije.
—¿Qué viste? —preguntó inocentemente. Oh, ciertamente tenía una
cara de póquer. No podía esperar a jugar cartas con ella.
—Miraste la pared y recordaste estar follándome contra ella.
Me codeó juguetonamente mientras caminábamos. —¡No hice eso!
Además, tú me follaste a mí, no de la otra forma.
—Lo que sea —Le hice cosquillas y me hizo una mueca. Era
encantador volver a tenerla en mis brazos—. Sólo digo la verdad nena, fue
una follada épica la de esa pared.

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