viernes, 21 de febrero de 2014

CAPITULO 43






Para cuando tuve a Paula tras las puertas cerradas de mi
departamento, la noche de verano había caído en la ciudad.
En el camino habíamos parado una vez más para comprar un nuevo
teléfono para ella. Había tomado casi una hora escojerlo, pero era
necesario. Su viejo teléfono ahora lo tenía yo. Quien fuera que llamara
buscando a Paula Chaves tendría que lidiar conmigo.
Quizás esta noche investigara al periodista y hablaría con Miguel Chaves. No era algo que me emocionaba, pero no iba a evitarlo. «Hola,
Miguel. Estoy follándome a tu hija de nuevo. Oh, y antes que lo olvide, debes
saber que su seguridad está totalmente en mis manos ahora. ¿También
mencioné que es mía? Mía, Miguel. Mantengo lo que es mío cerca y a salvo.»
Me pregunté cómo tomaría las nuevas noticias, y luego noté que no
me importaba. Era él quien puso a Paula en mi camino. Ahora ella era mi
prioridad. Me importaba ella. Sólo quería protegerla y evitar que la
dañaran. Él tendría que lidiar con el asunto como yo.
Caminé detrás de ella, de pie ante la ventana, mirando las luces de
la ciudad. Me había dicho que amaba la vista la primera vez que la traje a
casa. Le dije que verla en mi casa era la mejor vista, sin comparación. Mi
opinión no había cambiado.
La toqué cuidadosamente, mis manos en sus hombros, mis labios en
su oído. —¿Qué miras?
Ella vio mi reflejo en el vidrio por lo que no se asustó. —La ciudad.
Amo las luces de noche.
—Amo mirarte viendo las luces de noche —Moví su cabello a un
costado y besé su cuello. Inclinó la cabeza para darme acceso mientras yo
inhalaba, la esencia de su piel drogándome, volviéndome loco por ella—.
Se siente tan bien tenerte aquí —susurré.
Todo el tiempo luchaba con mis deseos cuando ella estaba cerca.
Este era un nuevo problema que nunca había enfrentado en una relación
antes. Amaba la parte de follar —soy un chico y tengo un pene. Tampoco
he tenido grandes problemas encontrando una cita. A las mujeres les
gusta mi aspecto y, como papá decía, hace todo más fácil, pero no mejor.
Cuando las mujeres te persiguen porque creen que eres sexy y tienes poco
dinero rápidamente se reduce todo a un intercambio muy básico. Una
cena, algo de sexo, quizás una segunda cita… follar. Y luego… adiós. El
punto es no me gusta que me usen, y he tenido años de intentos de
mujeres que quieren salir solo por sexo.
Paula evoca una reacción diferente de mí y lo hace desde el primer
encuentro. Para empezar, ella nunca me buscó. Si no la hubiera oído
llamarme atractivo esa noche en la galería no sabría que me miró. Presionó
todos los botones correctos, y por primera vez me importaba la mujer
mucho más que el sexo con ella.
Oh, aún me importaba el sexo, pero era muy diferente ahora. Las
necesidades dominantes en mí se habían modificado al conocer a Paula,
como si ella fuera la causa. De hecho, yo sabía que lo era. Quería cosas
con ella que me asustaban, porque yo no quería… no, no podía soportar
perderla por eso.
Lo que compartió conmigo esta noche me asustaba como nunca.
También dejaba en claro su misterioso comportamiento del principio. Al
menos tenía unas respuestas de por qué ella huía.
—También me alegra —suspiró profundamente—. Te extrañé tanto,
Pedro.
Se inclinó contra mí, la curva de su trasero justo contra mi cadera.
Con sólo las capas de su pantalón corto cubriéndole esa hermosa parte, mi
polla se despertó enseguida, lista y preparada para el servicio.
¡Santo Cielo! Eso fue todo lo que necesité para comenzar. Ella
sentiría mi erección en un momento, ¿Y después qué? No debería
acercarme a ella así ahora. Seguía frágil y necesitaba compartir su
historia. Si pudiera decirle eso a mi pene. La volví para poder besarla,
intentando tirar de ella hacia mí. Sabía tan bien. Paula se derretía justo
donde yo quería, y sabía que ya no podía retroceder. Necesitaba volver a
reclamar a mi mujer.
Sólo un bastardo querría llevarla a la cama y desnudarla ahora
mismo. Error, yo era un bastardo enfermo.
Podía vivir con eso.
Paula siempre me decía que le gustaba que fuera directo. Dijo que
se sentía mejor cuando yo le decía lo que quería porque sabía lo que venía.
Ella necesitaba eso de mí. Por lo que inspiré hondo y se lo dije.
—Quiero llevarte a la cama ahora mismo. Te quiero en mis brazos y
quiero… estar en ti —Sostuve su cara entre mis manos y esperé su
respuesta.

También te deseo —Asintió y se inclinó para besarme—.
Llévame a la cama, Pedro. —Las palabras más hermosas
que había escuchado en días y días llegaron a mis oídos.
Tomé esos labios dulces que me ofrecía y la levanté del
piso, su cuerpo apretado contra mi pecho.

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