jueves, 27 de febrero de 2014

CAPITULO 63




Llevó al menos diez minutos conducir por las carreteras de regreso a
mi vecindario. Estaba furioso conmigo mismo —por varias razones, pero
mayormente por dormir mientras ella despertaba y se marchaba sin mi
conocimiento. En mi apresuramiento por ir tras ella estuve a punto de
pasar junto a la cafetería, y eso era simplemente inaceptable. Derrapé.
Decidí poner las razones de mi profundo sueño a un lado por el
momento.
¿Pesadilla del infierno y mucho sexo después, quizás?
Oh, sabía que tendría que sacarlo a la luz otra vez en una
conversación en algún punto, probablemente pronto, porque Paula me
preguntaría, pero ahora mismo yo estaba crudo para hacerle frente a lo
que estaba burbujeando en mi subconsciente. La negación parecía mucho
más atractiva.
¡No me jodas corriendo! Nunca mejor dicho.
Joder, ella no estaba en la cafetería como le había dicho que
estuviera, ¡sino afuera, en la acera, sujetando dos cafés! Y no estaba sola
tampoco. Un tipo estaba sobre ella, charlando, quién sabe quién coño era
para ella. ¿Alguien que conocía? ¡O alguien que la seguía hasta afuera solo
Dios sabe con qué propósitos! Le daría un azote por esta estupidez cuando
la pillara a solas.
Tuve que aparcar en el lado contrario de la calle y luego cruzar. Me
vio acercarme y le dijo algo a su acompañante, quien me miró. Sus ojos
parpadearon un poco y se acercó más a ella.
Movimiento equivocado, idiota.
—Pedro —dijo ella, sonriendo como si esta fuera una forma
perfectamente aceptable de empezar el día.
Oh, mi amor, necesitamos tener una larga charla.
Paula —dije forzadamente, tirando de ella hacia mí por la cintura
y consiguiendo una buena, larga mirada de su amigo, quien debió
continuar con su alegre camino como desde hace diez minutos. El tipo era
un poco demasiado atrevido para mi gusto, estando allí de pie como si
tuviera derecho a hablar con ella, como si lo hubiera hecho antes y tuviera
una historia con ella. ¡Mierda! La conocía. Éste hombre conocía a Paula.
—Pedro, este es Luis Langely, umm… un amigo del departamento
de arte. Él es maestro… yo ya me iba cuando Luis justo entraba.
Estaba nerviosa. Paula parecía incómoda y si yo era bueno en algo
era leyendo a las personas. Podía oler la molestia viniendo de ella. Pero el
tipo era una historia diferente. Parecía demasiado engreído y un poco
presumido y recto, como yo lo descifré.
Paula pareció notarlo y dijo—: Luis, éste es Pedro… Alfonso, mi
novio —Me tendió uno de sus cafés—. Te conseguí un con leche —Me miró
y tomó un sorbo de su vaso. Sí. Estaba incómoda.
El idiota tendió su mano y la ofreció primero.
Te odio.
Yo tenía un brazo alrededor de Paula y la otra mano ocupada con
el café que ella me acababa de pasar. Tenía que dejarla ir para estrecharle
la mano. Le odiaba en su traje inmaculado, profesional, de corte limpio y
toda la apariencia de dinero. Desenrolle la mano de la cintura de Paula y
acepté su apretón. Apreté firme e intenté no pensar en lo sumamente
asqueroso que me veía yo exactamente como si acabara de caerme de la
cama.
—Un placer —dijo Langley, sin querer decirlo.
Le devolví la más leve inclinación de cabeza. Era lo mejor que podía
hacer, y realmente no me importaba una mierda si estaba siendo grosero o
no. Era un tipo en un lugar equivocado, en un momento equivocado, para
ser amigo mío. Le odié a simple vista.
Sus ojos se posaron sobre mí. Decidí que sería quien le pusiera fin al
apretón de manos. O al concurso de quien es más macho, por así decirlo.
Retiré mi mano y presioné mis labios contra el cabello de Paula,
pero mantuve mis ojos en él mientras hablaba—: Me desperté y te habías
ido —Puse mi brazo alrededor de ella.
Ella rió nerviosamente. —Tuve antojo de un café mocha con
chocolate esta mañana.
—Todavía necesitas tu café matutino, ya veo. Algunas cosas nunca
cambian, ¿eh, Paula, cariño? —Langley le sonrió con complicidad a
Paula y en ese instante lo supe. Él se la había follado. O hizo su mejor
intento. Tenían alguna especie de historia y sólo pude ver la capa roja de
celos colgando ante mis ojos. Santo jodido infierno, las violentas
emociones me atravesaron en segundos. Quería mostrarle a Langley con
mi puño el camino que su rostro recorrería hasta la acera, pero necesitaba
alejarla de él aun más.
—Hora de irse, nena —anuncié, presionando mi mano contra su
espalda.
Paula se tensó por un instante, pero luego se relajo. —Fue bueno
verte otra vez, Luis. Cuídate.
—Lo mismo para ti, cariño. Tengo tu nuevo número y tú tienes el
mío, así que sabes dónde encontrarme, ¿verdad? —El bastardo me miró y
no había duda del desafío en su mirada. Pensaba que yo era alguna
especie de cabeza hueca y dejó caer una advertencia para mí de que si
Paula necesitaba ser rescatada, ella solo tendría que llamar y el Príncipe
Encantador vendría a por ella.
Bastardo. Detén. Tus. Patéticos. Intentos.
Paula asintió y le sonrió. —Adiós, Luis.
Si, lárgate bastardo… Luis.
Era evidente que el “Amante Luis” no quería dejarla. Quería besarla
y abrazarla para presumir de una despedida afectuosa, pero tenía
suficiente cerebro como para no intentarlo. Yo no dije que fuera estúpido,
solo mi enemigo.
—Te llamaré. Quiero oírlo todo sobre el Mallerton —Hizo un gesto
llevándose la mano a la oreja—. Adiós, cariño —Me dio una mirada y yo se
la regresé. Realmente esperaba que él pudiera leer mentes, porque yo tenía
algo digno de decir que él debería escuchar.
¡Tú, egocéntrico, saco de mierda sin valor! De ninguna manera la
llamarás para hablar sobre el asunto de Mallerton. ¡Tampoco la mirarás ni
pensarás en ella! ¿Entendido? Mi chica NO es tú “cariño”, ni lo será en el
futuro. ¡Fuera de mi vista antes de que me vea obligado a hacer algo que me
meterá en un montón de problemas con MI chica!
Empezamos a cruzar la calle, mi corazón latiendo con fuerza, la irá
brotando de mí, cuando ella abrió la boca:
—¿Qué demonios fue todo ese espectáculo,Pedro? Fuiste
increíblemente maleducado.
—Sigue andando. Discutiremos esto en casa —Me las arreglé para
decir mientras caminábamos.
Ella me miró fijamente como si me hubiera crecido una segunda
cabeza y se detuvo en la acerca —Te he hecho una pregunta. ¡No me
hables como si fuera un niño que está en problemas!
—Métete en el auto —espeté, tratando de contenerme de cogerla y
ponerla en el asiento, lo cual estaba peligrosamente cerca de suceder
incluso si ella no lo sabía aún.
—Perdóname, pero esto es una mierda. ¡Regreso caminando! —Se
alejó enfadada de mí.
Quería explotar. Estaba tan enfadado. Agarré su mano para evitar
que se marchara.
—No, no vas a regresar andando, Paula. Métete en el coche ahora.
Te voy a llevar a casa —hablé en voz baja y directamente en su cara, donde
podía ver sus furiosos ojos fulminándome. Ella era tan hermosa cuando
estaba irritada. Me daban ganas de arrastrarla a mi cama y hacerle cosas
muy traviesas a su cuerpo durante todo el día.
—No voy a recibir órdenes de ti. ¿Por qué estás actuando así?
Cerré los ojos y pedí paciencia. —No estoy actuando en absoluto —
La gente nos miraba. Probablemente también podían oír nuestra
conversación. ¡Maldita sea!—. ¿Podrías, por favor, meterte en el coche,
Paula? —Forcé una sonrisa falsa.
—Estás siendo un cretino,Pedro. Todavía tengo una vida. Voy a
salir a correr por las mañanas y puedo detenerme a tomar un café si
quiero.
—No si no estás conmigo o con Pablo. ¡Ahora mete tu dulce culo
yanqui en el puto coche!

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