lunes, 10 de febrero de 2014

CAPITULO 8



Y de una manera que comenzaba a volverse costumbre en presencia
de Pedro, acepté que se hiciera totalmente a cargo de la situación de
nuevo. Él había establecido un control sobre todas las cosas, y me tenía
justo donde quería.
el Vauxmoor’s Bar & Grill era bastante popular, pero no tan
ruidoso como para que hiciera falta gritar. De todas
formas, disfrutaba lo que veía. Sentado sobre su filete,
Pedro era la imagen de la educación y el verdadero
interés. Había desaparecido la promesa de sudoroso sexo
que compartimos en los elevadores. Él lo apagó justo cuando logró
encenderme.
—¿Cómo es que una americana terminó en una universidad tan
lejos de casa?
Revolví mi ensalada pero preferí beber un trago de sidra. —Yo… yo
tuve algunos problemas después del instituto. Yo… —cerré los ojos—, era
un desastre en muchos sentidos, por muchos motivos —Inspiré hondo
para calmarme como siempre lo hacía cada vez que esa pregunta surgía,
dije—: pero con un poco de ayuda conseguí centrarme, descubrí un interés
en arte. Apliqué para venir aquí y por algún milagro me aceptaron en la
Universidad de Londres, y mis padres estaban tan felices de verme
entusiasmada que me enviaron con sus mejores deseos. Tengo una gran
tía, en Waltham Forest. Mi tía Maria, pero salvo por ella, estoy sola aquí.
—¿Pero ahora estás estudiando para tu postgrado, verdad? —Pedro
parecía realmente interesado en lo que yo hacía aquí, por lo que seguí
hablando.
—Bueno, cuando terminé el primer curso en Historia del Arte decidí
aplicar para estudios avanzados en conservación. Me aceptaron
nuevamente —Pinché un trozo de filete con mi tenedor.
—¿Algún arrepentimiento? Parecías algo melancólica mientras me lo
contabas. —Pedro tenía una voz muy suave cuando lo quería.
Miré su boca y pensé en cómo se sintió contra la mía, forzándome a
aceptar su beso.
—¿Sobre venir a Londres? —Sacudí la cabeza—.Nunca. Me encanta
vivir aquí. De hecho, estaré devastada si no consigo una visa de trabajo
para cuando termine mi maestría. Ahora considero Londres mi hogar.
Me sonrió.
Eres demasiado guapo para tu propio bien, Pedro Alfonso.
—Sí que encajas aquí… muy bien. Tan bien, de hecho, que no noté
que no eras extranjera hasta que hablaste, pero incluso entonces, con
acento americano y todo, encajaste perfectamente.
—¿Un acento, entonces?
—Un muy hermoso acento, Srta. Chaves —Sonrió a través de la
mesa, con los ojos centelleantes.
—Entonces, ¿qué hay de ti? ¿Cómo es que Pedro Alfonso
terminó como CEO de Alfonso Security International, Ltd?
Bebió un poco de cerveza y se lamió los labios, todavía usando un
fino traje gris de trabajo que sin duda costaba más que mi renta.
—¿Cuál es tu historia Pedro? Y tú arrastras las palabras, no tienes
acento. —Le sonreí burlonamente.
Alzó una sexy ceja. —Soy el menor de dos hijos. Mi papá nos crio a
mí y a mi hermana. Tenía un taxi en Londres y me llevaba con él cuando
yo no estaba en la escuela.
—Por eso no necesitaste indicaciones para encontrar mi
apartamento —dije—.Y he oído sobre el examen que los taxistas de
Londres tienen que tomar con todas las calles. Es gigantesco.
Volvió a sonreír. —A ese examen le llaman Conocimiento. Muy bien,
Srta. Chaves. Para ser americana está bastante al día con los hechos
culturales de Gran Bretaña.
Me encogí de hombros. —Vi un programa al respecto. Bastante
divertido en realidad —Comprendiendo que lo había alejado del tema,
dije—: Perdón por la interrupción. ¿Y qué hiciste al terminar la escuela?
—Entré al ejército. Estuve seis años. Lo dejé. Comencé mi compañía
con la ayuda de contactos que hice mientras estuve enlistado —Me volvió a
mirar largamente, al parecer, sin intención de seguir hablando.
—¿Qué rama militar?
—Fuerzas Especiales, principalmente en reconocimiento —No
ofreció más detalles, pero me sonrió.
—No es muy comunicativo, Sr. Alfonso.
—Si te dijera más, tendría que matarte, y eso rompería mi promesa.
—¿Qué promesa? —pregunté inocentemente.
—De que no soy un asesino serial —dijo mientras masticaba un
trozo de filete con su hermosa boca.
—¡Gracias al cielo! La idea de cenar filete con un asesino serial
habría arruinado la cita.
Tragó y me sonrió. —Muy graciosa, Srta. Chaves. Es muy ingeniosa.
—Bueno, gracias, Sr. Alfonso, realmente intento serlo —Me
desarmaba con tan poco esfuerzo con su encanto que yo tenía que
esforzarme en mantener el ritmo. Pedro podía poner la charla de su parte
en un instante—. ¿Qué haces en tu compañía?
—Seguridad, más que nada, para el gobierno Británico y algunas
organizaciones internacionales privadas. Ahora mismo estamos metidos en
los Juegos Olímpicos. Con tanta gente viniendo de todas partes a
Londres… especialmente después de lo ocurrido el once de septiembre… es
un desafío.
—Apuesto que sí.
Señaló mi ensalada con su cuchillo. —¿Te traigo al mejor lugar de la
ciudad por un filete Mayfair, y tú que haces? Pides ensalada.
Me reí. —Tiene algo de filete. De todas formas, no puedo evitarlo. No
me gusta ser predecible.
—Bueno, eres muy buena siendo impredecible, Srita. Chaves —
Sonrió y siguió comiendo.
—¿Puedo hacerte una pregunta personal, Pedro?
—Presentía que lo harías —secamente.
Sinceramente quería saber. La idea llevaba varios días en mi mente.
—Entonces, ¿Tú….coleccionas desnudos o algo? —Bajé la mirada a mi
plato.
—No —respondió inmediatamente—, trabajaba de seguridad para la
galería Andersen esa noche. Había algunas personas importantes invitadas
y yo sólo fui para echar un vistazo. Tengo empleados que hacen ese trabajo
—Hizo una pausa—. Pero me alegro de haber ido porque vi tu retrato —su
voz sonó divertida—. Lo quería, y lo compré.
Podía sentir sus ojos pidiéndome que los mirara. Levanté la mirada.
—Y luego tú entraste, Paula.
—Oh…
—Por cierto, oí lo que dijeron con Clarkson, sobre mí y mi mano —se
tocó la oreja—. Aparatos de seguridad de alta gama para el trabajo.
Mi tenedor cayó con un estrépito y debí haber saltado de la silla. Me
sonrió demasiado sexy para estar conmigo. Estaba tan avergonzada que
quería salir corriendo. —Lamento tanto que oyeras…
—No lo sientas, Paula. Intento evitar que mi mano haga ese
trabajo, especialmente si hay otras, más encantadoras, opciones.
Sentí sus dedos en mi barbilla. Sentí mi cuerpo calentarse.
Guau… tranquila Paula, respira.
—Me gustas —susurró—.Quiero lo real. Te quiero debajo de mí.
Quiero hacerlo contigo —Sus ojos azules nunca dejaron los míos.
Tampoco soltó mi barbilla. Me sostuvo firmemente para que oyera sus
palabras.

—¿Por qué, Pedro?

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