domingo, 16 de marzo de 2014

CAPITULO 117




Encontré unas mallas suaves para cambiárselas por los vaqueros y un par
de calcetines de pelo de color morado que a ella le gustaba ponerse por la
noche. Paula tenía unos pies preciosos y le encantaba darse masajes. La
había visto echarse crema por las noches y luego ponerse unos calcetines
como estos. Ella decía que por eso los tenía tan suaves.
Le desabroché los vaqueros y se los bajé por sus largas y sexis piernas
con delicadeza. Arrastraron sus braguitas azules. Podía ver su cuerpo como
lo había visto muchas, muchas veces, tan perfecto y sumamente
cautivador, pero ahora mismo no pensé en sexo. Miré fijamente su vientre,
tan plano y firme, y en su lugar pensé en lo que podría estar creciendo ahí
dentro.
¿Vamos a tener un hijo?
Paula podría tenerle un miedo atroz a esa posibilidad, pero si era cierto
no tenía ninguna duda de que sería una madre maravillosa. Mi chica era
brillante en todo lo que hacía.
Movió la cabeza inquieta en la almohada, pero no se despertó. Le
susurré unas palabras al oído y esperé que pudiera escucharlas de algún
modo. Le puse las mallas y a continuación los calcetines, agradecido de
tener las manos en su piel solo para ayudarla y ser útil.
Tenerla de vuelta y a salvo era lo más importante. Aun así, un
«Waterloo» dirigido a mí por segunda vez en nuestra relación no me había
sentado bien. Pero al fin y al cabo me alegraba de que lo hubiera utilizado
cuando lo necesitaba. Me había puesto «lo siento» antes de escribir la
palabra en su mensaje. Suspiré. Sabía que Paula estaba haciendo todo lo
que podía, y al menos era sincera cuando necesitaba su espacio y un poco
de tiempo. Yo sentía que me estaba comportando de la única forma que
sabía hacerlo. No sabía qué otra cosa podía hacer.
Ponerle una camiseta holgada era un poco más difícil. Me decidí por su
camiseta de Hendrix porque era muy suave y quería que estuviera lo más a
gusto posible. Agradecido por que el cierre de su sujetador estuviera
situado en la parte delantera, lo abrí para revelar sus preciosos senos y
pensé que no notaba ninguna diferencia. Solo perfección, eso es todo. Pero
las apariencias engañan, y había visto cómo había reaccionado cuando la
toqué antes. ¿Cómo narices la he dejado embarazada con lo cuidadosa que
es con la píldora?
A pesar de todo, la estúpida de mi polla reaccionó al ver su cuerpo
desnudo. Me entraron ganas de retorcerla y arrancármela por habernos
metido en este lío, pero sabía que era inútil. La única forma de mantener a
esa traidora lejos de Paula sería desde la tumba.
Lo que podría ser pronto, dada la velocidad a la que avanzábamos. Por
Dios, apenas podía mantener el ritmo y sentía que en las últimas
veinticuatro horas había envejecido años.
Con prisa por terminar de vestirla, la levanté de la cama con delicadeza
para meterle la camiseta por la cabeza y pasársela por la espalda. Después
la estiré hasta que su hermosa piel desnuda estuvo cubierta de nuevo.
No pude resistirme a besarla en la frente antes de meterle los brazos por
las mangas. No se despertó en todo el proceso, lo que no me tranquilizó en
absoluto. No quería que estuviera enferma, necesitaba tenerla de vuelta.
Desesperadamente. Intenté mantener mis sentimientos a raya pero no fue
fácil, sobre todo cuando mi Bella Durmiente no iba a despertar de su sueño
solo porque la besara. ¿Dónde me dejaba eso en este despropósito de fin de
semana? Los cuentos de hadas en realidad son mentira.
Cuando agarré las mantas para taparla, algo cayó a los pies de la cama,
haciendo un ruido sordo. ¿Su teléfono? Seguro que era el móvil de Paula
que se había salido del bolsillo de sus vaqueros. Me agaché para recogerlo
del suelo y vi algo más que se había caído del bolsillo. Estaba allí tirado
sobre la tela azul. Un palito blanco de plástico con una tapa morada en la
punta que predecía una parte de nuestro futuro.
Sabía lo que era ese palito blanco de plástico, pero aún no conocía su
secreto. La pantalla del indicador estaba boca abajo, mirando al suelo.

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