jueves, 20 de marzo de 2014

CAPITULO 131



—Princesa, estás tan guapa… Me encanta verte cara a cara por aquí. ¿A
qué debo este honor, y qué narices haces despierta a la una de la mañana?
Sonreí a mi padre y sentí mariposas en el estómago ante la idea de
contarle nuestras noticias. De algún modo sabía que se alegraría por mí.
Nunca me había juzgado en el pasado y no lo haría ahora.
—Dios, te echo de menos. Daría lo que fuera por tenerte frente a mí para
esto, papá. —Mi guapo padre llevaba una toalla de piscina alrededor del
cuello y el pelo mojado.
—Acabo de hacer diez largos y me siento genial. Mi fin de semana ha
empezado muy bien. El tiempo ha sido muy agradable y me he podido dar
un baño en la piscina. Ojalá estuvieses aquí para disfrutarlo conmigo.
—A mí también me gustaría. ¿Te estás tomando las pastillas para la
tensión como se supone que debes hacer?
—Por supuesto que sí. Tu viejo padre está en plena forma.
—Oh, por favor, estás lejos de ser un viejo, papá. Cuando imagino a un
viejo, tú no eres la imagen que me viene a la cabeza. Incluso recibí un
mensaje de Jesi por Facebook en el que me decía que te ve en el gimnasio
y que eres encantador. Seguro que tienes que quitarte a las mujeres de
encima cuando entrenas.
Se echó a reír y evitó mi comentario. Siempre me preguntaba por esa
parte de su vida. Nunca hablaba de citas ni mujeres, así que no sabía
mucho. Debía de sentirse solo a veces. Los humanos no hemos sido hechos
para estar solos. Deseaba que encontrase a alguien que le hiciera feliz.
—Jesi es una chica muy dulce. Sobre todo hablamos de ti, Paula. No
me has contestado a mi pregunta. ¿Por qué estás levantada tan tarde?
—Bueno, Pedro y yo tenemos algo importante que contarte y no quiero
que pase más tiempo antes de hablar contigo.
—Vale…, estás sonriendo, así que creo que deben ser buenas noticias.
—Levantó la barbilla y miró de manera engreída.
Mi seguridad flaqueó un poco, hasta que sentí que Pedro se acercaba a
mi espalda y se sentaba. Me puso las manos en los hombros y se echó hacia
delante para que mi padre pudiese verle en la pantalla.
—Eh, Pedro, así que vas a pasar con mi hija por el altar, ¿eh? ¿Es lo que
queríais anunciarme?
—Ehh…, bien, mmm…, queríamos decirte un par de cosas en realidad,
Miguel.
—Bien, me muero de ganas de oírlas —dijo mi padre, encantado de
tener a Pedro sufriendo por Skype, con una enorme sonrisa en la cara. Dios,
esperaba que se alegrara una vez lo supiera.
Me lancé a ello. Me estaba tirando en plancha al fondo de la metafórica
piscina que era mi vida.
—Papá, vas a ser abuelo.
Noté que los dedos de Pedro se agarraban más fuerte a mis hombros y
vimos cómo la enorme sonrisa de mi padre se transformaba en una cara de
completo asombro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario