viernes, 21 de marzo de 2014

CAPITULO 135



La expedición de compras demostró mi teoría de que sería una auténtica
locura.
—¿A qué te refieres con que no vas a llevarte estos zapatos? —Oscar
sujetaba lo que resultaban ser unos stilettos de Louboutin de quince
centímetros con cristales incrustados—. Son fabulosos. No puedes no
llevártelos, amor. Harán tus piernas kilométricas.
Puse los ojos en blanco y después le miré.
—Y el objetivo de eso es…
—¿Estar sexi?
Sacudí la cabeza hacia Oscar.
—No, querido. El objetivo de ese día es casarse, no que parezca que
trabajo para un servicio de prostitutas de lujo. —Me señalé vientre—.
Embarazada, ¿recuerdas?
—Sí —dijo sarcásticamente Gaby a mi izquierda—. ¡Aún no me creo
que me ocultaras el secreto durante casi dos semanas!
—Lo siento, no era mi intención ¿y he mencionado que todo esto fue un
shock para mí? En todos los sentidos —le contesté con otra buena dosis de
sarcasmo—. Estoy empezando a sentirme humana. —Fruncí el ceño—.
Enfatizo el empezando.
Gaby sacudió la cabeza.
—Apuesto a que sí —dijo, y miró a lo largo de un perchero lleno de
vestidos con la esperanza de encontrar algo que pudiese servir para pasar
por una dama de honor—. Siete semanas, Pau. Tenemos siete semanas
para organizar esta boda. Es de locos.
—Lo sé. Ojalá pudiésemos tener un poco más de tiempo para planearlo
todo, pero Pedro quiere hacerlo lo antes posible. Tenemos un margen de
dos semanas tras la clausura de las Olimpiadas. —Bajé la voz hasta
reducirla a un susurro—: Cree que si nos casamos con una gran celebración
pública y anunciamos que estamos embarazados, impedirá que quienquiera
que me esté siguiendo haga algo. Solo espero que esté en lo cierto. —Se
me revolvió un poco el estómago, pero me deshice de cualquier miedo. Lo
cierto es que ya no tenía tiempo de preocuparme de quién podría ir tras de
mí. Iba a tener un bebé y era otra persona a la que proteger. Me sorprendió
lo fácil que era asumir ese papel. Me di cuenta de que la fuerza de la
naturaleza era innata en nosotros. Proteger a mi bebé era tan solo un
instinto natural que debía seguir. Respiré hondo y recordé que Pedro me
tenía bien vigilada y que no estaba corriendo ningún riesgo. Nunca más.
No, ese mensaje extraño en mi móvil antiguo me había aterrado
muchísimo, además de la idea de que dos de mis agresores del vídeo
estuviesen muertos con casi total seguridad. Miré hacia donde Leo estaba
haciendo guardia; la tienda de novias no le había frenado en absoluto. Esos
días era mi sombra, al estar Pedro y Pablo tan ocupados con las Olimpiadas.
Le sonreí y vi cómo suavizaba el gesto durante un momento antes de
regresar a sus obligaciones de guardaespaldas, analizando el lugar y
manteniendo a los locos alejados. Gracias a Dios.
Gaby debió de notar mi preocupación, porque me rodeó con el brazo.
—Has sufrido mucho. ¿Cómo has hecho para no enloquecer, Mujer? —
Apenas hizo una pausa para tomar aliento—. ¿Color? ¿Nos quieres en
tonos morados o lavanda?
—Esa es una muy buena pregunta. Una pregunta para la que no tengo
respuesta. —Me encogí de hombros—. Me refiero a lo de por qué no he
enloquecido —le dije suspirando—. Y me encantarían de morado si
encuentras algo que te guste. Quiero que Eliana y tú se sientan cómodas
lleven lo que lleven, Gaby. Y sus vestidos no tienen por qué ser
iguales en absoluto, o incluso del mismo tono o tela. Quiero que lleven lo
que les guste. Estaran preciosas con cualquier cosa.
—Bueno, ya basta de cháchara, señoritas. Tenemos que encontrar un
vestido de novia y el tiempo vuela —anunció Oscar de manera imperiosa
mientras miraba su reloj de forma teatral—. ¿Puedes decirme qué es lo que
buscas en el vestido, querida? Si sé lo que buscas será coser y cantar. —
Chasqueó los dedos de ambas manos haciendo una floritura.
Gaby puso los ojos en blanco ante la afirmación de Oscar.
—Eso es un poco osado, Oscar. Eres un hombre. ¿Qué te hace pensar que
puedes dar con el vestido de Pau entre el millón de tiendas de Londres?
Oscar miró a Gaby y le chistó.
—Soy gay. Con eso es suficiente, mujer. ¿Cuándo te he aconsejado mal?
—Repasó a Gaby de arriba abajo. No era ningún secreto que él siempre le
elegía la ropa y que ella siempre se tomaba sus sugerencias a rajatabla. Oscar
era muy bueno con la moda y el diseño. Dios, les quería tanto a los dos…
—Me gusta lo que sugeriste antes, Oscar . Algo de inspiración vintage,
un encaje sencillo es bonito, y quiero mangas. Pueden ser cortas, pero nada
de un vestido sin mangas. —Hice un gesto con las manos sobre mi vientre
—. Tal vez un talle alto sea lo mejor, por si acaso me empiezo a hinchar.
¿Un toque de morado tal vez?
Oscar miró al cielo.
—Para nada pareces embarazada, querida. —Inclinó la cabeza y dijo,
curioso—: ¿Tendrás barriga el 24 de agosto?
—No lo sé y no empieces, por favor. Todos los invitados saben que
estoy embarazada, así que no es como si intentásemos ocultarlo. Créeme,
ya he tenido que escuchar a mi madre. Como si fingir que no vamos a tener
un bebé fuera a ser más respetable de algún modo. Odio los numeritos que
monta. ¿Por qué no puede tan solo alegrarse por mí? Va a tener un nieto,
¡por el amor de Dios!
Gaby posó su mano en mi hombro.
—Con barriga o sin barriga, estarás preciosa, y tu madre tendrá que
superarlo sin más. La sorprenderemos con una boda maravillosa y una
novia tan radiante que no tendrá otra opción que encantarle todo.
Eran muy monos por decirme eso, pero no tenía muchas esperanzas de
que mi madre cambiara de opinión. No quería oír hablar de Pedro ni de
nuestra relación. De hecho tuvo el valor de decirme que estaba tirando mi
vida a la basura con Pedro y el bebé. Me preguntó para qué habían servido
los últimos cuatro años si todo lo que había hecho era quedarme
embarazada de nuevo. Eso duele. Pensaba muy poco en mí. La primera vez
no fue culpa mía y esta vez…, bueno, no pretendía quedarme embarazada.
Sé que Pedro y yo fuimos irresponsables, pero no me arrepentía de las
consecuencias. No podría arrepentirme. Me toqué el vientre y lo acaricié
de un lado a otro. Este bebé había sido concebido con amor
independientemente de lo que pensara mi madre o lo que yo opinara de mí
misma. Al menos sabía que eso era cierto. Amaba a Pedro y él me amaba a
mí. No tenía más opciones, lo entendiese mi madre o no; no había otra
opción para mí en este mundo.
—Gracias, chicos. De verdad…, no sé cómo habría organizado esto en
tan poco tiempo sin ustedes dos —dije suspirando—. Incluso Eliana y
Luciana están hasta arriba de trabajo. Espero que podamos de verdad sacar
esto adelante.
—Como si no pudieramos —se burló Oscar—. Tendrías que detenerme a
punta de pistola para evitar que te ayude con esta boda pija, llena de
famosos y organizada en una mansión ¡a la que Su Majestad ha sido
invitada!
—Sí, bueno, recemos para que no venga. Gracias a Dios que Eliana me
puso en contacto con esa planificadora de bodas, Victoria algo. Me ha
asegurado que se hará cargo de todo lo que tenga que ver con reinas y
príncipes. No sé nada del protocolo a seguir cuando se tiene a la realeza en
la boda de uno. —Miré a Oscar y a Gaby, lancé los brazos al aire y tragué al
pensar en todo—. Creo que me estoy poniendo mala.
—No. Nada de ponerse mala, pequeña —dijo Oscar con determinación,
colocando sus largos brazos sobre mis hombros—. Vamos a sentarnos para
tomar un agradable almuerzo y coger fuerzas para volver a la búsqueda del
vestido perfecto para tu Lujosa y famosa boda campestre. Que tendrá lugar en
siete semanitas. —Oscar miró al cielo y se santiguó—. Podemos hacerlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario