lunes, 24 de marzo de 2014

CAPITULO 143




Había descubierto que Facebook era una herramienta más que buena para
organizar una boda. Eliana me lo había recomendado porque ella estaba
metida de lleno en la planificación de la suya y sabía de lo que hablaba. Me
senté con un té Zinger de arándanos y abrí mi cuenta.
Creé un grupo privado para compartir fotos y enlaces comerciales que
estaba compuesto por mí y por mi pequeño grupo de soldados de
infantería: Gaby, Oscar, Luciana, Eliana, Maria y Victoria, la organizadora
oficial de la boda, que en realidad ahora estaba ganándose el sustento con
lo que debía de ser un trabajo muy exigente, en mi opinión. Las cosas
estaban yendo como la seda para contar con tan solo cinco semanas.
Teniendo en cuenta que estaba embarazada y llena de hormonas, además de
haber sufrido una devastadora pérdida personal, decidí que lo estaba
haciendo muy pero que muy bien.
Pedro estaba tan ocupado en el trabajo que apenas nos veíamos y la
mayoría de nuestras conversaciones eran a través de mensajes de texto.
Sabía que él se preocupaba por mí y que intentaba prestarme toda la
atención que podía, pero apenas había tiempo libre. Entendía la presión a la
que estaba sometido, y yo generalmente necesitaba tiempo para aceptar
todo lo que había pasado en las últimas semanas. Él llegaba a casa muy
tarde y en cuanto lo hacía quería básicamente dos cosas: hacer el amor y
tenerme cerca mientras dormía. La necesidad de contacto físico de Pedro
seguía siendo tan fuerte como siempre. No me importaba. Yo lo necesitaba
tanto como él, creo. Ambos nos preocupábamos por el otro.
Envié un mensaje rápido a Eliana sobre las fotos que había colgado de
los arreglos florales y le dije en broma que hablábamos más por Facebook
que en persona. En realidad era ridículo, sobre todo porque vivía en el
mismo edificio que yo. Eliana y Pablo estaban tan abrumados con sus
trabajos en Seguridad Internacional Alfonso como lo estaba Pedro.
Nadie tenía mucho tiempo libre.
Lo dejé ahí y miré mi perfil para ver algunos mensajes nuevos que me
habían llegado. Había varias notificaciones de donativos procedentes del
Meritus Collage Fund de San Francisco, que mi padre había apoyado
durante años. Se trataba de una hermosa obra benéfica comprometida con
ayudar a niños desfavorecidos pero motivados a obtener una educación
universitaria. Sé que él lo habría querido así, de modo que anuncié que en
lugar de flores podían mandar donativos directamente a Meritus. La
fundación me enviaba amablemente una notificación cada vez que alguien
dejaba un donativo en nombre de mi padre. Luis Langley había ofrecido un
donativo, así como el personal de la Galería Rothvale y el padre de Gaby,
Roberto Hargreave. Su consideración me conmovió profundamente y así se lo
dije a través de mensajes personales de agradecimiento.
Subí a mi perfil de Facebook una bonita foto de mi padre sosteniéndome
cuando yo era un bebé. Me había entretenido escaneando fotos de los
álbumes que había cogido de su casa y que me había traído conmigo. En
esta en concreto, ambos estábamos vestidos con lo que parecían ser
pijamas, por lo que debía de ser una foto hecha por la mañana. Mi padre
me tenía sentada frente a él, en su mesa, mirando a cámara, y ambos
lucíamos unas sonrisas enormes en nuestras caras. Me preguntaba quién la
habría sacado. ¿Mi madre? Mi padre estaba tan joven en la foto… y
parecía muy feliz. Al menos tenía recuerdos hermosos como este en el
corazón.
Me puse triste cuando me di cuenta de que no tendría fotos de abuelo,
con él y mi bebé. Ya no… Esa punzada se me clavó en el pecho y tuve que
cerrar los ojos un momento y respirar.
El dolor que se siente al tener que recordarle a tu cerebro que nunca más
los verás, los abrazarás, te reirás con ellos o hablarás con ellos de nuevo…
Es una mierda.
Aunque Horacio sí tendrá fotos como abuelo. Sí, las tendría. Sé que el
padre de Pedro será un abuelo muy comprometido. Me hace muy feliz
pensar que Horacio y Maria lo cuidarán. Yo tenía a mi tía para ejercer de
«abuela» de mi bebé en caso de que mi propia madre no mostrase interés.
Uf. Cambio de tema, por favor.
Un mensaje nuevo apareció de pronto en una ventanilla con un pequeño
sonido.

Bruno Westman: Eh, hola. Acabo de meterme y he visto tu puntito verde.
He logrado llegar a Londres para los Juegos y esperaba que pudiéramos
reconectar mientras esté en la ciudad. En realidad llegué ayer por la
mañana. Todavía ando recuperándome del jet lag :/ ¿Qué tal estás?


Bruno… Me había encontrado por Facebook poco después del funeral y
habíamos chateado un poco desde entonces. Recordaba que me había dicho
que su empresa lo iba a enviar a los Juegos Olímpicos, y Jesi también me
lo había recordado. En realidad ella estaba decepcionada por no haber
podido venir con él, ya que le encanta el deporte. Los Juegos tienen mucho
más que ver con ella que conmigo. Aun así, que los XXX Juegos Olímpicos
tengan lugar en donde vives es algo emocionante, lo mires como lo mires.

Paula Chaves: Las cosas van mejor… Gracias. ¿Dónde te alojas en
Londres?

Bruno Westman: ¡En Chelsea, por supuesto! No voy a perderme la
historia de Jimi si estoy aquí.

Paula Chaves: ¡Je! Lo recuerdo. Qué gracia, porque el padre de
Pedro me va a llevar a comer hoy. Él era taxista en Londres y conoce
todos los sitios y la historia de lugares como ese. Podrías unirte a
nosotros si quieres y recibir una clase exprés de historia.

Bruno Westman: Me encantaría. ¡Gracias! Envíame un mensaje con el
restaurante cuando lleguen y me reúno con Ustedes.

Cerré Facebook y me dirigí a la ducha. Tenía una comida con mi futuro
suegro y después una sesión de fotos. Hoy no había tiempo para el pecado
de la desidia.

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