martes, 2 de septiembre de 2014

CAPITULO 162


Pedro


24 de Agosto


Somerset


—Puedo oír el océano —dijo ella contra mí, su mano detrás de mí cuello acariciando suavemente atrás y adelante, su suave aroma floral volviéndome loco.


—Mmm mmm. —Me detuve al sentir que era el lugar perfecto para la sorpresa—. Hemos llegado a nuestro destino nupcial, Señora Alfonso. Voy a bajarte para que veas el efecto completo —le advertí, antes de inclinarla para que se bajara por sí misma. La puse en frente de la casa y le cubrí los ojos cuidadosamente con las manos.


—Quiero mirar. ¿Vamos a dormir aquí?


—No estoy muy seguro de que dormir sea lo que vayamos a hacer… pero pasaremos aquí la noche. —La besé en la parte posterior de la cabeza y aparté mis manos—. Para ti, mi bella. Ya puedes abrir los ojos.


—La Corte Stonewell —dijo en voz baja mientras observaba la vista de la gran casa iluminada por completo desde la entrada a la azotea—. Me imaginé que aquí es donde estaríamos. Recuerdo el olor del mar y el sonido de la grava cuando caminamos aquí ese día. Es tan bonito. No-no puedo creer que estemos realmente aquí. —Abrió los brazos de par en par—. ¿Quién hizo esto, Pedro?


Todavía no lo entiende. Llevé mis manos a sus hombros desde atrás y besé un lado de su cuello, la necesidad de tener mis labios sobre su piel me gobernaba en este momento. 

—Luciana en su mayoría —murmuré—. Ella ha estado intentando hacer un milagro a larga distancia para mí. Agradezco a Cristo por las reuniones virtuales y la firma electrónica en los documentos jurídicos.


—¿Qué? —Preguntó, volviéndose hacia mí con una mirada perpleja rompiendo sobre su hermoso rostro. Me encantaba sorprenderla, y hasta ahora parecía ser algo que iba a ponerla contenta. Hacer feliz a Paula me hacía feliz. Fin de la historia. Ambos habíamos terminado con el segundo y tercer lugar en el mostrador de registro del Hotel Heartbreak durante los últimos meses, y cualquier cosa que pudiera aliviar ese sufrimiento, venía con retraso. Así es como lo racionalicé al menos. 

—Esta noche la casa es para nosotros —dije, cogiendo un rizo de su cabello sedoso para metérselo detrás de la oreja mientras inhalaba un poco más de su embriagador olor y, me permitía la aceptación y satisfacción de saber que
realmente lo habíamos hecho.Que verdaderamente lo habíamos conseguido.


Habíamos sobrevivido y lo habíamos hecho hasta el punto de estar justo aquí,justo ahora.


Casados. Marido y mujer. Un bebé en camino. Propietarios de una casa jodidamente grande en el país. Difícil creer que todas estas cosas pudieran estar bajo mi nombre, cierto, pero aquí estaba yo mirando la prueba tangible de ello. 

Una cosa era cierta. Lo quería todo. Sin dudas. Ni una.
Todo mío. 

Paula tiró de su labio inferior entre sus blancos dientes y lo mordió en un lado.Tuve que ahogar un gemido al verla hacer eso  Esa boca deliciosa… necesitaba esa boca sobre mí. Desesperadamente. Mientras rodaban por mi cabeza imágenes pornográficas sobre cómo íbamos a pasar las próximas horas, ella dijo en voz baja:


—Bueno, creo que tu hermana ha tenido éxito, y algo más. Me quita el aliento Pedro.  Este es el lugar perfecto para pasar nuestra noche de bodas… nada podría ser más perfecto para mí.


—Tú eres más perfecta. —Cogí su rostro entre mis manos y me incliné, poniendo mis labios sobre los suyos, empujando mi camino hasta el fondo de su dulce sabor mientras estábamos parados en frente de la casa, rodeada por el brillo de las antorchas y la brisa nocturna de verano. La convencí a abrirse para mí,  y por supuesto lo hizo. Tomé una buena, larga y profunda probada de mi chica, replanteando mi reclamo de posesión, como siempre había estado impulsado a hacerlo con ella, desde el mismísimo comienzo. Mi mujer.


Tan. Malditamente. Sexy.


—¿Te gusta? —Pregunté cuando conseguí sacar mi lengua de ella. Había pasado mucho tiempo desde que había tenido el placer de dejarme llevar, sin tener que tomar las riendas. Y mis bolas estaban en perfecto tono azul para
demostrarlo. Ella había estado durmiendo en la casa de su tía Maria para los preparativos de la boda. Me quedé sorprendido de cómo en el maldito infierno había aguantado ser célibe y seguir funcionando con normalidad. Bueno, en realidad lo sabía. Eso apestaba a masivos cojones y apenas era capaz de hacerlo.


—Más que gustarme, Pedro. Me encanta aquí. —Se dio la vuelta y se enfrentó a la casa de nuevo, ajustando sus deliciosas curvas justo entre mis caderas. ¡Oh, joder sí! Ella iba a sentir cómo de dura como una roca estaría mi polla contra su hermoso culo debajo del encaje de su bonito vestido de boda en un minuto, también. Estaba más allá de la capacidad de parar las cosas en este punto  Dos semanas era mucho maldito tiempo de estar sin ella…
especialmente cuando me había vuelto completa y totalmente adicto a que estuviera en mi cama. No dormiría bien sin ella nunca más. Simplemente ahora no funcionaría para mí si Paula no estuviese justo a mi lado en la cama…respirando, y envolviéndome.


Y si tuviera uno de esos sueños de mierda.


Por mucho que odiara que ella fuera cargada con los despojos del tren emocional de mi maldito equipaje personal,  mi parte vulnerable se dio cuenta de que sólo su presencia junto a mí podría hacer algo para calmar a esos hijos de puta. Paula era mi único consuelo, y sin embargo, agonizaba por asustarla con toda esa horrible mierda, trataba de hacer todo lo posible para evitar que mis terrores nocturnos sucedieran. A veces me salía con la mía. A veces no.


Hasta ahora me las he arreglado para evitar otra mala noche como aquella antes de que ella fuera tomada por Bruno Westman.


Él. Sentí mi sangre hervir ante la mera sugerencia de él. Esa mancha de semen nunca volvería para lastimarla, o a nadie más para el caso, pero incluso el pensamiento de cómo había tratado de llevársela consigo me puso físicamente enfermo…


—¿Pedro? ¿Qué sucede? 

Empujé mis pensamientos lejos y meneé la cabeza, abrazándola un poco más fuerte.


—Lo siento  Estaba… yo… nada está mal, nena. —La besé detrás de la oreja.


—Te estaba diciendo lo mucho que me gusta que podamos quedarnos aquí esta noche y no respondiste…



La interrumpí antes de que pudiera llegar más lejos. Mi chica era muy intuitiva conmigo. Ella se daría cuenta por dónde iban mis pensamientos y se preocuparía.Paula sabía más sobre mi lugar oscuro que cualquiera, pero al mismo tiempo no podía meterla más profundo de lo que había hecho ya.
Simplemente no le podía hacer eso a ella, no a mi dulce e inocente chica, ahora a mi adorada esposa y la madre de mi hijo. Y ciertamente no ahora, no con nuestra luna de miel frente a nosotros. Iba a disfrutar nuestro tiempo juntos. O morir en el intento. Mayormente follando, definitivamente. 

Así que la distraje sutilmente en su lugar. 

—Estoy muy contento en cuanto a eso, Señora Alfonso, porque después de haber estado aquí juntos no podía sacar este lugar de mi mente.
Quería traerte aquí. Los interiores necesitan un poco de atención, pero las tejas están bien y los cimientos  sólidos como una roca mostrándose aquí con el mar debajo. Esta casa ha estado aquí un largo tiempo, y con suerte lo seguirá estando a partir de ahora.


Deslicé el pequeño sobre de mi bolsillo y lo puse frente a ella para que lo pudiera ver.  

—¿Qué es esto? —El dulce sonido de su voz cuando formuló la pregunta hizo que mi corazón resonara en mi pecho.

—Es tu regalo de bodas. Quiero que lo abras.
Ella levantó la solapa e dejó caer la extraña clasificación en su mano, algo moderno, algo antiguo.  


—¿Llaves? —Se volteó hacia mí de nuevo, su cara se transformó en admiración, sus labios se abrieron—. ¡¿Compraste la casa?!


No pude evitar sonreír ante su reacción.


—No exactamente. —Le di la vuelta para que apreciara la casa una vez más y puse mis brazos alrededor de los suyos, descansando mi barbilla en su cabeza—. Nos compré un hogar. Para ti y para mí, y para los melocotones, y algunas otras moras rojas o moras azules que pudieran venir con el tiempo. Este lugar tiene bastantes cuartos para ponerlos ahí.


—De cuántas moras hablamos aquí, porque estoy buscando una casa realmente grande y debe tener muchos cuartos para llenar.


—Eso, Señora Alfonso, está por verse, pero puedo asegurarle que le daré mis mejores esfuerzos para llenar algunos. —Oh sí, lo haría.


—Ahh, ¿entonces qué estás haciendo ahí afuera? ¿No sería mejor que te pusieras manos a la obra? —Sonó muy presumida ahora y claro que me gustó cómo sonó aquello. 

La levanté en brazos y empecé a caminar. Rápido. Si ella estaba lista para la Tierra de la Luna de Miel, entonces no sería un tipo lo suficientemente idiota como para estar retrasando asuntos. De nuevo, no un idiota.


Mis piernas se tragaron el resto del camino rápidamente, y luego los escalones de piedra de nuestra nueva casa de campo.


—Y la novia atraviesa el umbral —dije, empujando la pesada puerta de roble con el hombro.


—Se está volviendo más y más tradicional todo el tiempo, Señor Alfonso. —Se rio suavemente hacia mí.


—Lo sé, como que me gusta.


—Oh espera, mi equipaje. Quiero que abras tu regalo también, Pedro.Bájame. El iluminado vestíbulo será perfecto para que lo veas.


Me entregó una caja negra atada con una cinta plateada que había estado sosteniendo cuidadosamente, mostrándose muy contenta, y adorable en su encaje de boda, usando el pendiente de corazón en su garganta. Tuve un pequeño destello de lo que tuvo que soportar con Westman cuando se la llevó, porque recuerdo que ella lo usaba cuando la recuperé y revisé cada centímetro de su cuerpo por alguna señal de maltrato o abuso. Era la única cosa que ella había usado en el momento que nos metí a la ducha. Solo una joya de corazón en una cadena, adornando a mi hermosa chica Americana… Mentalmente me pateé a mí mismo y me sacudí de ello, enfadado de haber permitido los malos pensamientos otra vez. Acallé el recuerdo lo más lejos posible en los recovecos de mi mente. No había lugar para lo feo esta noche. Esta era nuestra noche. Solo lo bueno y maravilloso iba a ser permitido para nosotros en este momento especial.


Levanté la tapa de la delgada caja y saqué un papel negro tejido. Las fotografías reveladas debajo me quitaron el aliento. Paula hermosamente desnuda en muchas poses artísticas, usando nada más que el velo de bodas.


—Para ti, Pedro. Para tus ojos solamente —susurró—. Te amo con todo mi corazón, toda mi mente, y con todo mi cuerpo. Todo te pertenece a ti ahora.


—Las fotos  son hermosas —susurré mientras las estudiaba con detalle.
Creo que finalmente la entendí mientras observaba las imágenes. Estaba tratando con todas mis fuerzas de entender su motivación al menos—. Son hermosas, nena, y yo… creo que ahora puedo ver por qué quieres tenerlas. —Paula necesitaba hacer hermosas fotos con su cuerpo. Era su realidad. Yo necesitaba poseerla, y cuidar de ella para llenar un dominante requerimiento en mi conciencia. Mi realidad. Sabía que tampoco podía evitarlo. Solo sabía que nohabía otra forma para mí de estar con ella. Yo era quien era, y no podía cambiarme para encajar en ningún otro espacio en lo que respecta a Paula. 

—Quería que tuvieras estas fotos. Son solo para ti, Pedro. Solo tú verás alguna vez estas fotos de mí. Son mi regalo para ti. 

—Apenas tengo palabras. —Observé las poses más lentamente, absorbiendo las imágenes y saboreando cada una de ellas—. Me gusta ésta, en donde estás mirando sobre el hombro y tu velo cae sobre tu espalda. —Estudié las fotografías un poco más—. Tus ojos están abiertos… y me están mirando.


—Lo están, pero mis ojos  sólo han estado realmente abiertos desde que nos conocimos. Tú me diste todo. Tú me hiciste querer abrir realmente los ojos a lo que estaba a mi alrededor, por primera vez en mi vida de adulta. Tú me haces quererte. Tú me haces querer… vivir. Tú eres el mejor de mis regalos, Pedro Alfonso—Se estiró para tocar mi rostro y sostuvo su palma ahí, sus claros ojos marrones me mostraron tanto de lo que ella sentía. Me ama.
Cubrí su palma en mi mejilla con la mano.


—Al igual que tú... eres el mío. 

Besé a mí esposa en el vestíbulo de nuestra nueva y vieja casa de piedra durante un largo tiempo. No estaba apurado, ni ella lo estaba. Sentí como si tuviéramos el lujo del para siempre.


Cuando estuvimos listos la cogí en brazos otra vez,  amando su liviano peso contra mi cuerpo, y la tensión de mis músculos cargándola escaleras arriba. Aferrándome a ella para poder aferrarme a mí. El concepto simplemente tenía sentido para mí. No se lo podía explicar a nadie más, pero entonces, no lo necesitaba. Era algo que sólo yo necesitaba saber.


Paula era mi mejor regalo. Ella fue la primera persona en realmente ver dentro de mí. Sólo sus ojos parecían ser capaces de hacerlo. Sólo los ojos de mi Paula


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