domingo, 7 de septiembre de 2014

CAPITULO 180




—Paula.


—Facundo.


Su rostro se suavizó.


—Gracias por venir… aquí —dijo claramente, como si él también hubiera sido informado por el secretario de prensa de su padre.


—Por supuesto. —Me acerqué y coloqué las flores en el lado de la manta y extendí mi mano.


Sus dedos tatuados agarraron mi mano extendida, y milagrosamente… nada terrible sucedió. El mundo no se acabó, ni la puesta de sol se volvió oscura. Facundo llevó mi mano hasta su mejilla y la mantuvo allí.


—Estoy tan feliz de verte de nuevo.


El fotógrafo disparó el infierno en ese momento, y supe que iba a ver las imágenes en la prensa, en la televisión, las revistas, en todas partes. Estaba en esto ahora, y no había vuelta atrás. Para ninguno de nosotros.


Podía sentir a Pedro a mi lado, tan rígido como la cuerda de un arco a punto de romperse. Él estaba, sin duda, furioso de que Facundo me estuviera tocando de una manera íntima. Extrañamente, no me afectaba de todos modos. Me sentía entumecida más que cualquier cosa. Así que me obligué a mí misma a continuar con la farsa, a empujarla hacia delante para que todos pudiéramos ponerle fin a la tortura.


Recuperando mi mano de su agarre, dije:
—Facundo, este es mi esposo, Pedro Alfonso. Pedro, Facundo Pieres, un viejo… amigo de San Francisco.


Facundo le dio a Pedro toda su atención y le tendió la mano a modo de saludo.


—Mucho gusto en conocerte,Pedro.


Hubo una larga pausa en la que no estuve segura de si Pedro devolvería el apretón de mano. El tiempo se detuvo cuando todo el mundo contuvo la respiración.


Después de lo que pareció una eternidad, Pedro llevó su mano hacia delante y le dio una fuerte sacudida.


—¿Cómo estás?— El saludo fue expresado sin ningún problema, pero yo conocía a mi hombre, y él odiaba cada segundo que estaba aquí. Tener que fingir.


Entonces, como si de un director de cine estuviera llamando a escena, alguien se acercó y tocó a Pedro en el hombro, pidiendo disculpas por la interrupción, pero él tenía una llamada importante que requería de su atención. Y así como así, se excusó. Vi salir a Pedro, el modo rígido me demostró lo difícil que era para él, dejarme sola. Puedes hacerlo.



—¿Quieres sentarte?



—Sí, claro. —Seguí el guión, asombrada de que mi cerebro recordara lo que debía decir y hacer.


Una vez que estuve sentada junto a él, extendió la mano y tomó la mía de nuevo. Lo permití solo porque podía oír el clic de las cámaras, capturando fotos de nosotros charlando juntos como amigos, cuando uno de ellos estaba herido en el hospital. Estás haciéndolo y ya casi has terminado. Termínalo, y saldrás por la puerta para nunca volver a mirar hacia atrás.


—Luces tan maravillosa. Te ves feliz, Paula.


—Soy feliz. —Y como si necesitara recordar, mi pequeño ángel mariposa, eligió ese momento para asegurarme su presencia. Cerré los ojos y me permití sentir los movimientos oscilantes de mi bebé en crecimiento, a salvo dentro de mí. La belleza de esa especie de milagro hizo que toda la incomodidad de ese momento se desvaneciera de mi enfoque, permitiéndome soportarlo.


—Paula… lo siento mucho por esto… que tengas que venir aquí. Lamento que tuvieras que hacerlo, pero estoy tan agradecido por finalmente volver a verte. —Su voz era tan diferente ahora. La forma en que hablaba era diferente. Sentí sinceridad…


Abrí los ojos y lo miré, encontrando muy difícil dar con una respuesta. Finalmente lo hice.


—Espero... que te recuperes rápido, facundo. T-Tengo que irme. —El momento del golpe seguro, la parte que sería la más difícil para mí atravesar. Pero sabía que se esperaba que lo hiciera. Y así lo hice.


Me levanté de la silla y me incliné hacía él.


Su rostro cayó, su expresión cambió a una de desagrado porque estaba terminando la visita. Tomé una respiración profunda y presioné mi mejilla contra la suya en un sencillo abrazo. Sostuve el abrazo mientras la cámara explotaba en otra ronda de clics furiosos.


Facundo llevó sus brazos alrededor de mi espalda.
Cerré los ojos otra vez… y pensé en Pedro y en mi ángel mariposa para ayudarme a superar el momento


Mi misión estaba casi completa, la bandera cuadriculada a punto de caer, cuando Facundo me susurró al oído. Las palabras fueron pronunciadas apuradamente, y audibles sólo para mí, pero sólo había una manera de describir la forma en que sonaba. Desesperado.


—Paula, por favor vuelve a visitarme. Tengo que decirte cuánto lamento lo que te hice.

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