domingo, 7 de septiembre de 2014

CAPITULO 181




Paula



Sabía que Pedro estaba en mal estado al segundo en que salí de la habitación de Facundo. Podía ver las líneas de preocupación alrededor de sus ojos y el duro gesto de su mandíbula. Y más que definitivamente, sentí la tensión de su cuerpo cuando se negó a que el auto nos llevara casa e hizo a Len esperar por nosotros en su lugar. Pedro no aceptaría otro bocado de nada del senador. Había terminado.


Al momento en que Leo nos dejó en el vestíbulo de nuestro edificio, Pedro me empujó dentro con pasos rápidos. No desperdició ni un segundo en un simple saludo a Claude, nuestro conserje, como siempre hacía. Nos movió con un singular propósito, arrastrándome al ascensor sin pronunciar una sola palabra.


Me llevó a una esquina y apretó su cuerpo contra el mío, dejando caer su cabeza en mi cuello e inhalando. Aún en silencio, simplemente me sujetó ahí y respiró de mí. Podía oler la esencia masculina y seductora emanando de él. El olor de deseo sexual, y las ardientes ganas de aparearse.


Pedro —gemí su nombre.


—Shh. —Llevó un dedo a mis labios y lo mantuvo allí—. No hables.


Podía sentir la longitud de su polla presionando mi cadera y un largo escalofrío rodó por mi espina dorsal. Ya estaba mojada y él aún no me había hecho nada excepto presionar su cuerpo contra el mío y expresar su descontento por la conversación. Todo estaba en el poder de sugestión en sus
maneras, la forma en que me comunicaba con su mente y cuerpo lo que quería, era tan persuasivo.


Pedro quería follar. 


A mí.


Sabía que él solo estaba frenando la tormenta de fuego que vendría hacia mí en el momento en que las puertas estuvieran cerradas.





El clic del pestillo de la puerta sonó increíblemente fuerte contra el tenso silencio.


Con mis sentidos en máxima alerta, me preparé para cuando viniera a mí. No tuve que esperar mucho. En menos de un segundo, estaba cubierta desde detrás por un duro cuerpo absorto en otro y con sólo una meta. Entrar en el mío.


Pedro tenía las manos debajo de mi falda y sus dedos deslizándose sobre mi clítoris antes de que pudiera dar un paso. Su contundente sondeo en mi sexo fue primitivo, y me envió a una lujuria instantánea. Fue su desesperación animal lo que accionó el interruptor. Pedro era una bestia salvaje justo detrás de mí, y la erótica imagen que evocaba en mi mente me volvía igual de salvaje.


—Así que ya empapada —ronroneó con aire de suficiencia en mi cuello, sus caderas empujando en mi trasero mientras tocaba mi coño, trabajándome hasta que mi cuerpo se hizo cargo, y mi mente no tuvo que pensar en otra cosa más allá de esto.


Me empujó hacia adelante, encima de la mesa del vestíbulo.


—Pon tus manos ahí y mantenlas —ordenó.



Cuando tomé mi lugar, sentí mis bragas bajar bruscamente, una pierna levantada fuera de ellas y entonces… sus mágicos dedos estaban de vuelta en mi coño. Gracias. Esta vez, él saqueaba desde el frente para poder triturarme desde atrás. Extendiendo mis jugos arriba y bajo, trabajándolos talentosamente alrededor con los dedos, acariciando y lubricando mi carne hasta que estuve cerca del orgasmo. Pedro era bien versado en los signos, y sabía por eso que él podía subir de marcha las cosas. Me dejó ir hasta que empecé a balancearme con el ritmo que él había marcado, montando su mano como una libertina. Entonces se detuvo.


—No —grité en protesta cuando sus dedos me dejaron.


—Te tengo, nena. Aguanta. —Golpeó mi nalga con una firme bofetada, el escozor aumentando mi placer a un nivel superior. Mis músculos se tensaron y se estremecieron, desesperada por él dentro de mí. ¿Cómo lo sabe?


El ruido de él bajándose la cremallera era el mejor sonido que había oído en todo el día. Todavía temblando, gemía en anticipación mientras sentía la punta de la cabeza de su polla en mi entrada, caliente y listo.


Apoyando los brazos en la mesa, miré hacia el suelo hecho de hermoso mármol Travertino. La escena debajo sólo podía ser descrita como sexo personificado. Piedra forrada cremosa, creada por la naturaleza, y yuxtapuesta con un desorganizado grupo de ropa abandonada. Los pantalones gris oscuro de Pedro y el cinturón de cuero amontonado debajo de sus rodillas, mis bragas rosas de encaje enrolladas todavía en mi tobillo izquierdo, mis altos zapatos Gucci de punta abierta sosteniendo mis piernas. Un espectáculo realmente asombroso para la vista, debido a lo que representaba. Salvaje, sexo sucio entre dos amantes demasiado desesperados como para molestarse en desnudarse.


Y también que estaba a punto de ser follada hasta quedarme sin sentido.



Pedro me llenó con un empuje constante, sus manos en mis caderas para impulsarse. Hizo ese gemido entrecortado de placer que adoraba escuchar de él cuando se hundía en mí.


—Siéntelo, mi bella. Todo esto… sólo para ti. —Siguió con un glorioso deslizar de su gruesa polla—. Te ves tan bien, tan jodidamente hermosa en este momento, doblada sobre la mesa… —se sumergió más profundamente en mi interior— tomando mi polla.



Dios, se sentía tan bien dentro de mí.


—¡Sí… ohh! —No podía responder a sus eróticos desvaríos con ninguna coherencia. Todo lo que podía hacer era tomarlo.


—¡Me perteneces! —Ladró con empujes más duros, su ritmo casi castigador mientras golpeaba más rápido.


Sí, lo hago. Mi hombre intentaba restablecer su reclamo sobre mí después de dejarme en el hospital. Él necesitaba esto. Yo lo necesitaba. Una y otra vez bombeaba dentro de mí, su carne caliente hundiéndose y retrocediendo en un endiablado avance que me dejó casi sin poder respirar.


—Quiero escucharte decirlo —gruñó él.



Mi orgasmo construyéndose, apenas podía pensar, y mucho menos hablar, pero su demanda siempre lo sacaba de mí.


—¡Oh Dios mío, Pedro… sí… sólo te pertenezco a ti!
Sentí la primera convulsión empezar, llevándome a la cima cuando me cerré sobre su polla martilleando tan duro como pude.


—Oh, mierda, sí. ¡Apriétame justo así! —Su mano agarró mi cabello en un enorme puñado y tiró de mi cuello hacia atrás. 


Entendía por qué. Pedro necesitaba la intimidad de nuestras bocas y ojos encontrándose, no sólo la unión de nuestros sexos. Llevó su otra mano alrededor de mi garganta y me sostuvo inmovilizándome, su polla golpeando sin descanso desde atrás mientras tomaba mi boca. Su beso fue abrasador, devorante y voraz. Me mordió y succionó con sus labios ásperos y dientes, poseyéndome en todos los sentidos, demostrando que yo era, de hecho, suya.


Justo como yo necesitaba serlo.



Cuando llegué al clímax en una bendecida explosión de intensidad, su lengua se hundió profundamente en mi boca reclamando mi aliento, mi alma, mi todo.


Sentí que se endurecía y se hinchaba dentro de mí. Grité su nombre en un largo y bajo gemido, incapaz de vocalizar otra cosas que no fuera una palabra. “Pedro” era la única palabra que conocía.


—Te amo —dijo él con voz áspera contra mis labios, justo antes de que empezara a correrse.

3 comentarios:

  1. wow que intenso,buenísimos los capítulos!!!

    ResponderEliminar
  2. ira a verlo de vuelta o ya se termini lo del senador y lo de facundo ?

    ResponderEliminar
  3. No quiero q lo vuelva a ver a FP .. ojala el senador los deje vivir en paz !!

    ResponderEliminar