martes, 18 de febrero de 2014

CAPITULO 33


Era el segundo día de mi exilio de Paula y ya no
soportaba. Estuve inquieto y haciendo cosas, pero nada
se sentía bien. ¿Cuánto más estaría así? ¿Debería
llamarla? Si pensaba demasiado en mi situación el
terror comenzaba a incrementarse entonces, así que
intente evitarlo. La deje en paz. El espacio vacío dentro de mí exigía acción,
pero yo sabía que era demasiado pronto para intentar buscarla. Ella
necesitaba tiempo y yo ya cometí ese error antes. Presionándola demasiado
rápido y demasiado fuerte. Y fui un completo imbécil egoísta.
Estacioné en la calle al lado de la casa donde yo crecí. El césped
muy arreglado, la puerta limpia y los arbustos cortados como ha sido
siempre. Papá nunca se marcharía de aquí. No de la casa donde él vivió
con mamá. Mi padre le daba al término “viejo terco” un nuevo significado y
allí era donde él moriría algún día.
Recogí la cerveza fría del asiento del copiloto y entré por la puerta.
Un gato negro corrió frente a mí y esperó. No era precisamente un gatito,
pero tampoco adulto. Un gato adolescente, supongo. Se sentó justo
delante de la puerta, se giró y me miró. Sus brillantes ojos verdes
parpadearon, como diciéndome «mueve tu perezoso culo y déjame» entrar
en la casa. ¿De dónde diablos consiguió papá un gato?
Toqué el timbre y luego abrí la puerta y asomé mi cabeza dentro.
—Papá —El gato se deslizó dentro de la casa más rápido que la
velocidad de la luz y todo lo que pude hacer fue mirar—, ¿tienes un gato
ahora? —Lo llamé y fui a la cocina. Puse la cerveza en el refrigerador y me
dejé caer en el sofá.
Apuntando con el control remoto encendí el televisor. La liga
Europea. Jodidamente perfecto. Podía concentrarme en futbol por unas
pocas horas, con un poco de suerte beber cuatro de las seis cervezas y
olvidarme de mi chica por un rato. Y llorarle a mi papá.
Eché mi cabeza hacia atrás y cerré los ojos. Algo peludo y suave
subió a mi regazo. El gato volvió.
—Ah, así que estás aquí, y veo que has conocido a Lucas. —Mi papá
se acercó detrás de mí.
—¿Por qué compraste un gato? —No podía esperar por su respuesta.
De niños nunca tuvimos gatos.
Mi papá resopló y se sentó en su silla. —No lo hice. Se podría decir
que fue él quien me encontró.
—Me lo imagino. —Acaricié con mi mano el brillante cuerpo de Lucas
—Entro a la casa en el segundo que abrí la puerta, como si fuera el
dueño del lugar. Mi vecina me pidió alimentarlo mientras iba a cuidar a
su madre enferma. Pero tuvo que mudarse a la casa de su madre y ahora
yo lo tengo por defecto. Tenemos un acuerdo, supongo.
—¿Tú y tu vecina o tú y el gato?
Mi papá me miró astutamente, entrecerrando sus ojos. Horacio Alfonso era muy intuitivo por naturaleza. Siempre lo ha sido. Nunca
pasaba algo inadvertido para él. Siempre supo si yo llegaba a casa ebrio y
cuando empecé a fumar, o si yo estaba metido en problemas cuando chico.
Supongo que aprendió a serlo porque fue padre soltero la mayor parte de
nuestras vidas. Mi hermana Luciana y yo nunca fuimos descuidados a
pesar de la perdida de nuestra madre. Sus sentidos consiguieron más
sagacidad y podía oler los problemas como un sabueso. Lo hacía ahora.
—¿Qué diablos te paso, hijo?
Paula, eso fue lo que pasó.
—Es evidente, ¿no? —El gato empezó a ronronear en mi regazo.
—Conozco a mi propio hijo y sé cuando algo va mal contigo. —Mi
papá dejó la habitación por un minuto. Regreso con dos cervezas abiertas
y me lanzo una.
—¿Cerveza mexicana? —Arqueó una ceja hacia mí y me pregunté si
yo me veía igual a él cuando lo hacía. Paula hizo varios comentarios
sobre mis cejas arqueadas.
—Sí. Es buena con una tajada de limón metida en la garganta. —
Tomé un trago y acaricié a mi nuevo amigo peludo—. Es una chica.
Paula. La conocí y me enamore de ella, y ahora me ha dejado —Corto y
dulce. ¿Qué más podría decirle a mi propio padre? Eso era todo lo que
importaba o todo lo que podía pensar. Sufría por ella y ella me había
dejado.
—Ah, bueno, eso tiene sentido —Papá pausó por un momento como
si lo estuviera digiriendo. Yo estaba seguro que se sorprendió por la
revelación—. Mi muchacho, sé que te he dicho esto antes, así que no es
una novedad, pero obtuviste tu buena apariencia de tu madre, que
descanse en paz. Todo lo que obtuviste de mi fue el nombre y tal vez mi
cuerpo. Y tus características te facilitaron todo con las mujeres.
—Yo nunca he perseguido mujeres, papá.
—No dije que lo hicieras, pero el punto es que nunca has tenido que
hacerlo. Ellas te persiguen a ti —Sacudió su cabeza, recordando—. Dios,
siempre has tenido a las mujeres clamando por ti. Estuve seguro de que te
divertirías mucho y te atraparían pronto, haciéndome abuelo mucho antes
de lo planeado —Me dio una mirada que sugería que él se preocupó mucho
en el pasado, mucho más de lo que él hubiera querido—. Pero no lo
hiciste… —La voz de papá se desvaneció y surgió una mirada triste en sus
ojos. Después del instituto me enlisté en el ejército y me marché de casa. Y
casi no vuelvo con vida.
Papá me dio una palmadita en la rodilla y tomó un trago de su
cerveza.
—Nunca quise a nadie como la quiero a ella —Cerré mi boca y
empecé a beber mi cerveza en serio. Alguien anotó un gol en el partido y
me forcé a mirar y acariciar el gato.
Papá fue paciente por un rato, pero finalmente hizo sus preguntas.
—¿Qué hiciste para que te dejara?
Dolió sólo de escuchar la pregunta. —Mentí. Fue una mentira de
omisión, pero no le dije la verdad y ella lo descubrió —Puse el gato fuera
de mi regazo cuidadosamente y entré en la cocina por otra cerveza. Y mejor
cogí dos.
—¿Por qué le mentiste, hijo?
Me encontré con los oscuros ojos de mi padre y dije algo que jamás
había dicho antes. Nunca lo había admitido. —Porque la amo. La amo y no
quiero herirla sacando el tema de un recuerdo doloroso de su pasado.
—Así que fuiste y te enamoraste —Asintió con la cabeza sabiamente
y me examinó—. Y muestras todos los síntomas. Debí haberlo notado
cuando llegaste luciendo como si hubieras dormido debajo de un puente.
—Me dejó, papá. —Empecé mi tercera cerveza y puse el gato de
nuevo sobre mi regazo.
—Ya has dicho eso —Habló secamente y continuó examinándome
como si yo que no fuera su hijo en absoluto, sólo algún extraterrestre
impostor—. Así que, ¿Por qué le mentiste a la mujer que amas? Es mejor
que me lo digas, Pedro.
Es mi papá y confío en él con toda mi vida. Estoy seguro que no hay
ninguna otra persona a la que pudiera contarle. Aparte de posiblemente mi
hermana. Tomé una profunda respiración y le conté.
—Conocí al padre de Paula, Miguel Chaves, hace un año en un
torneo de póquer en Las Vegas. Nos llevamos bien y él era bueno con las
cartas. No tan bueno como yo, pero desarrollamos una amistad. Me
contactó hace poco y me pidió un favor. No iba a aceptar. Quiero decir,
estoy muy ocupado con el trabajo. ¡No puedo proporcionar protección a
una estudiante americana de artes y modelo cuando tengo que organizar
la seguridad VIP para las malditas Olimpiadas!
El gato se encogió. Papá simplemente arqueó una ceja y se acomodó
en su silla. —Pero lo hiciste —dijo.
—Sí, lo hice. Le eché un vistazo a la foto que me envió y despertó mi
curiosidad, además ella modelaba y es… tan hermosa. Me gustaría tener
ya el retrato de ella en mi casa. Pero la condición por la compra fue que se
quedara en exhibición en la galería Andersen por seis meses.
Mi papá sólo me examinó y esperó.
—Fui a la exposición de la galería y compré el maldito retrato a unos
pocos instantes de verlo, ¡Como un maldito poeta o algo! Tan pronto como
la conocí estuve dispuesto a enviar un guardaespaldas para mantenerla a
salvo si fuera necesario —Sacudí mi cabeza—. ¿Qué demonios me paso,
papá?
—Tu madre amaba leer a todos los poetas. Keats, Shelley, Byron —
Sonrió ligeramente—. Así sucede algunas veces. Encuentras la indicada
para ti y eso es todo, así de sencillo. Los hombre se han enamorado de las
mujeres desde el inicio los tiempos, hijo. Tú finalmente lo hiciste y ahora
eres uno más en la fila —Papá tomó otro trago de su cerveza—. ¿Por qué
necesita protección?
—Ese congresista que murió en el accidente aéreo ya tiene un
remplazo. El nombre es Senador Pieres, de California. Bueno, el Senador
tiene un hijo, un tal Facundo Pieres, quien solía salir con Paula. Hubo
algunos problemas… y un video sexual —Me detuve y noté cual horrible
debía sonar esto para mi papá—. Pero era muy joven. Solo tenía diecisiete.
Y fue terriblemente lastimada por su traición. Pieres fue un total imbécil
con ella. Va a un terapista… —Me fui apagando, preguntándome cómo
asimilaba todo mi padre. Bebí un poco más de mi cerveza antes de
contarle la última parte—. El hijo fue enviado a Iraq y Paula vino a
estudiar a la Universidad de Londres. Estudia artes y conservación de
pinturas, y es absolutamente talentosa en eso.
Papá me sorprendió al no reaccionar ante todo la fealdad que le
conté. —Asumo que el Senador no quiere publicidad sobre el mal
comportamiento de su hijo en la televisión —Me miró irritado. Mi papá
odia a los políticos sin importar su nacionalidad.
—El Senador y el poderoso partido que lo está apoyando. Algo como
esto los haría perder las elecciones.
—¿Qué pasa con el partido opositor? Estarán investigándolo tan
fuerte como la gente de Pieres está tratando de ocultarlo —dijo mi papá.
Sacudí mi cabeza, dudando. —¿Por qué no estás trabajando para
mi, papá? Deduces todo. Tienes una visión más amplia. Aunque necesito
diez iguales a ti —dije irónicamente.
—¡Ja! Estoy muy feliz de ayudar cuando me necesitas, pero yo no lo
hago por dinero.
—Sí, soy consciente de eso —dije, levantando una mano. Traté que
él trabajara para mí por un largo tiempo y ahora era una especie de broma
entre nosotros. Aunque él nunca aceptaría mi dinero, es un viejo muy
terco.
—¿Ha pasado algo que sugiere que tu Paula necesita protección?
Parece un poco alarmista. ¿Por qué su padre te pidió el favor?
—Al parecer, el hijo del Senador aún sigue metiéndose en
problemas. Fue a casa y salió de fiesta y uno de sus compañeros fue
asesinado en un altercado en un bar. Ya sabes, escándalos fuertes que los
políticos odian. Causó investigaciones exhaustivas en lugares que ellos no
quieren que la gente conozca. Podría ser solo un incidente aislado, pero
ese amigo sabía del video. El papá de Paula continúa alerta con ese
asunto. En sus palabras: «Cuando la gente que conoce del video comience a
aparecer muerta, en ese momento necesitare que protejas a mi hija» —Me
encogí de hombros—. Me pidió que lo ayudara. Inicialmente dije que no y
ofrecí recomendarle otra empresa, pero me envió la foto de ella en un
email…
—Y no pudiste negarte después de haber visto su foto. —dijo
papá como una afirmación. Entonces, supe que entendió lo que sentía por
Paula.
—No. No pude —Negué con la cabeza—. Estuve fascinado. Fui a la
exposición y compré su retrato. Y cuando entró en la habitación, papá, no
pude quitarle los ojos de encima. Ella tenía la intención de regresar en
metro en la noche y entonces me presenté y la convencí para que me
dejara llevarla a casa en mi auto. Intenté dejarla sola después de eso.
Realmente quería…
Sonrió otra vez. —Siempre has sido un chico protector.
—Pero se convirtió en mucho más que solo un trabajo. Quería estar
con Paula…—Examiné a mi padre sentado tranquilamente y escuchando,
su gran cuerpo aún en forma para un hombre de sesenta y tres años.
Sabía que él me entendía. No necesité explicar nada más acerca de mis
motivos y esa parte fue un alivio.
—¿Pero averiguó que su padre te contrató para protegerla?
—Sí, escuchó sin querer una llamada telefónica en mi oficina. Su
padre explotó cuando descubrió que estábamos saliendo y me reclamó por
ello —Pensé que mi papá debería también conocer todo el maldito
desastre.
—Se sintió traicionada y expuesta, supongo. Si su pasado con el hijo
del Senador, o quien sea, es algo que tú conoces, ¿Por qué no le dijiste
que lo sabias? —Papá sacudió su cabeza—. ¿Qué estabas pensando? Y ella
debió ser informada sobre la muerte de ese otro chico, sobre la posibilidad
de una amenaza. Y que la amas. Y que intentas aún mantenerla a salvo.
Una mujer necesita la verdad, hijo. Tendrás que decirle todo si quieres que
confíe en ti otra vez.
—Lo intenté —Dejé escapar un gran suspiro y eché mi cabeza hacia
atrás sobre el sofá para mirar el techo. Lucas se estiró y se acomodó de
nuevo en mi regazo.
—Bueno, esfuérzate más. Empieza con la verdad y parte de ahí. Ella
te aceptara o puede que no. Pero no tienes que rendirte, puedes seguir
intentándolo.
Saqué mi móvil y abrí la foto de Paula mirando la pintura y se lo
ofrecí a papá. Él sonrió mientras observó su imagen a través de sus gafas.
Una sugerencia nostálgica en sus ojos me dijo que estaba pensando en mi
madre. Me lo pasó de nuevo después de un momento.
—Es una chica adorable,Pedro. Espero que tengamos la
oportunidad de conocernos algún día —Papá me miró directo a los ojos y
dijo las cosas como son. Sin compasión, simplemente la cruel verdad—.
Tendrás que seguir tu corazón, hijo… nadie puede hacer eso por ti.

3 comentarios:

  1. me encantaron mas el ultimo de los tres ojala se efuerse pedro para recuperar a paula y que ella le crea

    ResponderEliminar
  2. Que buen capitulo ¡ me gusto don Horacio ja ja ja ojala se amigen pronto. :)

    ResponderEliminar
  3. Buenísimos los capítulos! Me encanta poder leer desde el punto de vista de Pedro! Q bien Horacio, qué bien lo aconsejó! Quiero seguir leyendo!

    ResponderEliminar