jueves, 13 de marzo de 2014

CAPITULO 108



Cuál podría ser la causa de que no le funcionara la píldora? Paula me ha
dicho que lleva tomándosela desde hace varios años. Explícamelo —exigí
una respuesta.
Angel me miró con compasión.
—Relájate, tío. No es el fin del mundo. No va a estar obligada a hacer
nada. Vivimos en el 2012. Hay opciones.
—¡Oh, joder! —Con la idea de que pudiese estar embarazada ya tenía
bastante que procesar en ese momento, pero pensar en lo que Angel podría
estar insinuando era aún peor—. ¿Te refieres a un aborto?
—Sí. Está en su derecho, y es una opción. La adopción es otra —dijo en
voz baja.
Me dejé caer en una silla y apoyé los codos en las rodillas y la frente en
las manos. Me quedé allí sentado y respiré. Aun en estado de shock, sabía
que el aborto estaba descartado. No era una posibilidad. De ninguna forma
iba a permitir que matasen a un hijo mío o que se ocultase su existencia.
Solo esperaba que Paula pensase de la misma forma que yo. ¿Y si no es
así?
—Bueno, ustedes dos tienen que hablar y luego ella deberá hacerse un
test para confirmarlo. Si quieres que le haga uno y hable con ella lo haré,
pero primero tienes que ir tú, Pepe, y discutirlo entre los dos.
Asentí con la cabeza entre mis manos y levanté el culo del asiento. Angel
me dio una palmadita en la espalda en señal de apoyo.
—Pero ¿cómo? Si se toma la píldora, ¿por qué iba a pasar esto? —
insistí. Tal vez en el fondo esperaba que si alargaba mi patético intento de
negación, en algún momento me haría ver la luz y me diría cómo tenía que
reaccionar.
Angel sonrió y negó con la cabeza.
—Las cosas cambian, otros medicamentos pueden disminuir los efectos
de los anticonceptivos, los preservativos se rompen, la gente se
emborracha y se deja llevar, cogen enfermedades que alteran la capacidad
del cuerpo para metabolizar los fármacos, y lo que es más importante:
nada es cien por cien efectivo. Excepto el celibato. —Me echó una mirada
—. ¿Preservativos? —Negué con la cabeza y miré al suelo—. Ah, bueno,
pues si haces depósitos en el banco, amigo mío, puede pasar con mucha
facilidad.
Hice una mueca de dolor.
—¿Cómo voy a ir al piso de arriba a decirle que la he dejado preñada y
que tiene que hacerse un test? ¡¿Cómo?!
Angel fue al minibar, me sirvió un vodka doble y me lo pasó. Me lo
bebí de un trago y me dio una palmadita en la espalda por segunda vez.
—No creo que vayas a tener que ir al piso de arriba para hacerlo —dijo
Angel.
Levanté rápidamente la cabeza para preguntarle qué quería decir y noté
que se me aflojaban las rodillas de nuevo.
Delfina y Paula entraron en la habitación de la mano y sonriendo de oreja
a oreja. Estaba tan contenta… y hermosa… y… embarazada.

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