jueves, 27 de marzo de 2014

CAPITULO 154



Miré el reloj, deseando poder marcharme del estadio Lord’s Cricket
Ground enseguida, pero sabía que me quedaba como mínimo otra hora allí.
Tomas acababa de anunciar el tiro con arco y la gente de los medios de
comunicación había terminado la transmisión, pero todavía estaban
desmontando los puestos y sabía que eso llevaría algo de tiempo. Estaba
proporcionando a mi primo un servicio personal, el mismo que daba a los
miembros de la casa real, y por ahora todo iba bien. Las eliminatorias
individuales masculinas no habían resultado una gran sorpresa y no se me
ocurría nada que quisiera más que volver a casa con mi chica y hacer las
paces. Esta noche me tocaba retractarme… y yo era bueno en eso.
Tomas venía hacia mí cuando sonó mi móvil. Esperaba que fuera Paula.
No había contestado aún a mi mensaje anterior. Sonreí cuando vi su
nombre…, pero leí lo que había escrito en el mensaje.

no puedo seguir contigo. Pedro, anoche nos mataste. Mi Antigua vida es
lo que quiero ahora de vuelta… ya no te quiero… ni quiero tener nuestro
bebé. me voy a casa y quiero estar sola… ¡no vengas por mí ni me
llames por Teléfono! Busca ayuda, Pedro, creo que Lo necesitas
desesperadamente… Paula.

No recuerdo cómo salí de ahí. Sé que Tomas estaba conmigo, así que debió
de ayudarme. Mi padre apareció más tarde. Yo quería volver a casa porque
el GPS decía que Paula estaba ahí. La última señal registrada de su móvil
era de mi piso. Nuestro piso.
Pero no estaba allí.
Cuando descubrí su anillo de compromiso y su móvil en el fondo del
acuario de Simba, quise morirme. Era un mensaje alto y claro. Un mensaje
cruel y terriblemente doloroso, pero que entendí sin reservas.
Nuestro primer encuentro había sido en el acuario, aunque ninguno de
los dos lo supo en ese momento. Paula había visto a Simba antes incluso
de conocerme. Habíamos empezado con Simba. Y también terminaríamos
con Simba. Qué apropiado.
En cualquier caso, la situación no encajaba en absoluto. Mi lado
emocional quería rendirse, pero mi parte pragmática todavía luchaba por
razonar sobre toda esta mierda. Lo de anoche había estado mal, sí, pero
¿era digno de una ruptura? Difícilmente. Paula no era cruel. En todo caso,
tenía más corazón que la mayoría de la gente. Y era muy sincera. Si
hubiese querido dejarlo, me lo habría dicho en persona, nunca mediante
algo tan impersonal como un mensaje. El mensaje no era para nada su
estilo. También me había prometido que jamás me enviaría otro
«Waterloo». Es cierto que no me había puesto esa palabra en el mensaje,
pero me había prometido que nunca más saldría corriendo y me dejaría de
esa manera.
Leo ni siquiera sabía que Paula se había ido del piso. Me dijo que dejó
que el tipo de Fountaine fuera a mi despacho a trabajar en el acuario a las
cuatro en punto, como estaba programado. Sobre las cinco y media, Paula
le escribió pidiéndole que fuera corriendo al Hot Java a traerle un té
especial Masala Chai que le gustaba tomar ahora que estaba embarazada.
Leo fue a la tienda, pero mientras estaba en la cola ella le llamó y le dijo
que no importaba lo del té, dado que yo estaba camino de casa y ya le había
comprado algo. Leo nos relató que cuando volvió al piso, el tipo de
Fountaine al parecer había acabado su trabajo y se había marchado. Pudo
escuchar el agua correr en el baño y dio por hecho que Paula se estaba
duchando.
Hablé por teléfono con Maria y me transmitió un relato de una
Paula perfectamente normal, emocionada con echar un vistazo a unas
muestras de los regalos de los invitados que habían llegado. Encontré el
velo de su vestido de novia cuidadosamente doblado en una bolsa. Eso no
tenía ningún sentido para mí. ¿Por qué estaba emocionada con mirar los
regalos para los invitados si me iba a dejar? ¿Por qué había sacado el velo?
Encontré incluso su vestido morado sobre la cama, como si hubiera estado
escogiendo qué ponerse para la cena. ¿Por qué dejaría preparada la ropa
para una cita si estaba pensando dejarme? Y la parte de que no iba a tener
mi bebé tampoco cuadraba. Paula lo quería. Ella no se desharía de
nuestro niño. Ella ya amaba a nuestro bebé como lo hace una madre. Eso lo
sabía con el corazón, sin importar lo que dijera el mensaje.
Lo otro que me hacía de veras sospechar era que la cámara de seguridad
de la puerta había fallado mientras Leo estaba en la tienda de café. Durante
el mismo lapso de tiempo en el que Oscar debía de haber salido del piso y
en el que el servicio técnico del acuario supuestamente tendría que haberse
ido. Ese tipo de coincidencias simplemente no ocurrían en la vida real.
Solo pasaban en la tele.
Llamé a Fountaine y les pregunté a quién habían enviado para reparar el
acuario de Simba.
Su respuesta me heló la sangre, que se detuvo de golpe en su camino
hacia mi corazón.
—El señor Alfonso nos llamó esta mañana para cambiar el día del
servicio técnico, señor.
Fue entonces cuando supe que la persona que nos había enviado las fotos
de Paula y yo frente a Fountaine había estado en la jodida tienda. Nos
había seguido por todo Londres y había permanecido en la tienda, y me
había escuchado pedir la cita para el servicio técnico. Le había dado la hora
y el lugar, de forma que podía llevarse a mi chica de mi propia casa, a
plena luz del día, delante de mis propias narices.
Maldita sea, joder…

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