viernes, 28 de marzo de 2014

CAPITULO 159






Cuatro semanas después…

Por lo que he oído, tengo que darles la enhorabuena a los dos. —El doctor
Burnsley levantó la vista de entre las piernas de Paula, donde estaba
utilizando la sonda-plátano otra vez. Me di cuenta de que definitivamente
estaba celoso de la sonda. Esa maldita cosa estaba viendo más acción que
mi pene últimamente. Paula quería mantener la castidad en el dormitorio
durante las dos semanas previas a nuestro enlace para que la noche de
bodas fuese un poco más especial. La idea más ridícula que había
escuchado nunca, pero joder, yo hacía lo que me decían. Casi siempre.
—Así es. En nuestra próxima visita ya no será la señorita Chaves. De
ahora en adelante será la señora Alfonso. —Le guiñé el ojo a Paula.
Ella articuló las palabras: «Te quiero».
Yo también te quiero, preciosa. Pensé mis palabras.
—Muy buenas noticias entonces —dijo el doctor Burnsley, que ahora
estaba mirando el monitor y había encontrado la mancha negra en la
extensión blanca con el latido de un corazón, solo que nuestra mancha
había crecido de forma considerable y ya no parecía una manchita ni de
lejos. Mis ojos se quedaron fascinados, veía brazos, piernas, manos y pies,
que se movían sin parar. Nuestro bebé estaba ahí dentro convirtiéndose en
una personita—. Todo parece estar progresando muy bien. El bebé está
creciendo sano, ya es aproximadamente del tamaño de…
—Un melocotón —informé al buen doctor.
Él giró la cabeza con incredulidad y sorpresa.
Paula se rio por lo bajo pero mantuvo los ojos en la pantalla, mientras
observaba los ejercicios de gimnasia que nuestro pequeño estaba
realizando de forma brillante para nosotros.
—Sí, pesa alrededor de doscientos veinticinco gramos y ya está
desarrollando los dientes y las cuerdas vocales. —Le sonreí al doctor—. Y
Paula ha completado el primer tercio de su embarazo y está ahora
oficialmente en el segundo trimestre.
—Alguien ha estado leyendo —dijo el doctor Burnsley con un perplejo
levantamiento de su canosa ceja.
—Embarazo puntocom, doctor, una fuente brillante. —Le guiñé el ojo a
él también, pero no creo que le gustase demasiado.


Tres horas después…

Estábamos oficialmente de vacaciones.
¿Las maletas hechas y cargadas? Hecho.
¿El Range Rover lleno a reventar con todo lo que podríamos necesitar
durante nuestro viaje para la boda en Hallborough… y un poco más?
Hecho.
¿La novia? Hecho. Por supuestísimo.
Mi chica estaba tan apetitosa como siempre con su vestido morado de
flores y su pelo recogido en un moño descuidado. Me gustaba cuando lo
llevaba así porque me hacía pensar en soltárselo y pasar las manos por él
cuando estuviésemos desnudos en la cama. Pronto…
—Entonces ¿estás preparada para que te pongan los grilletes, señorita
Chaves? Última oportunidad para pasar de esta fiesta de famosos y fugarte
conmigo —bromeé mientras tiraba de ella contra mi pecho y le colocaba
un mechón de pelo detrás de la oreja.
—Mmm, ¿de quién dices que fue la idea? —preguntó de manera
burlona.
—Solo di una palabra y no tenemos que hacerlo, nena. —Iba en serio:
me echaría atrás si eso era lo que Paula realmente quería, pero tío, mi
hermana me mataría una y otra vez.
—No, no, no, señor Alfonso. Tú organizaste esta boda tan pija a la
que van a venir la realeza y dignatarios a comer platos de alta cocina y a
beber champán del caro a la histórica casa rural de tu hermana. —Levantó
una ceja—. Y ahora tienes que cumplir con todo eso. —Se agarró de mi
camiseta—. Recogemos lo que sembramos.
—Cierto.
—Además, quiero verte esperándome de pie en el altar, tan guapo con
esos ojos azules tuyos solo para mí.
—Joder que sí, solo para ti. —La besé concienzudamente, probé su
delicioso sabor y pensé en que tenía el resto de mi vida para disfrutarlo.
Ella sonrió y negó ligeramente con la cabeza.
—Esa boca…
—Te encantan las cosas que te hago con esta boca…
—Mmmm, muchísimo. —Sonrió—. Tienes razón, señor Alfonso —
Alisó el trozo de mi camiseta del que se había agarrado y me hizo sonreír.
Paula hacía eso cuando hablaba de sus sentimientos como ahora mismo.
Me parecía increíblemente sexi, pero todo en ella me lo parecía. Sobre
todo desde que llevaba demasiados días sin estar dentro de ella. Solo
cuarenta y ocho horas más de este sinsentido sin sexo, gracias a Dios. ¿Y
luego? Bueno, vendría la luna de miel, ¡allá vamos! Definitivamente habría
montones y montones de orgasmos también en ese viaje. Una villa italiana
en la costa, apartada, privada, nada más que tiempo para hacer el amor,
comer, dormir, nadar en el mar y hacer más el amor. Creo que podría hacer
eso el resto de mi vi…
—Además, tengo un bonito vestido y un velo para esta fiesta country. —
Me miró y me guiñó un ojo—. Lo has pagado tú.
—¿Fiesta country? ¿Qué clase de palabra yanqui es esa?
—Una muy apropiada, de hecho. Significa una fiesta campera con
música, baile y violines. —Hizo un rápido gesto de violín en el aire—. Sé
que este tipo de fiestas solo se dan en el campo, y además has contratado a
David Garrett. No hay ningún violinista mejor que él, por cierto, y no hablo
solo de sus habilidades musicales, Alfonso, así que sí, nos has
organizado una buena fiesta country a la que tenemos que asistir. Más te
vale empezar a mover tu sexi trasero británico para ponernos en camino.
—Conque te gusta David Garrett, ¿eh?
Fingió que se lo estaba pensando, puso cara de mala y se dio un
golpecito en la barbilla con el dedo.
—Una dama nunca cuenta esas cosas.
—¡Fabuloso, joder! ¡Mi mujer está a punto de dejarme por el violinista
de mi propia boda! Genial. —Saqué el móvil—. Disculpa, tengo que llamar
a David Garrett para cancelar su invitación a nuestra bo…
—Ni se te ocurra —me interrumpió seriamente—. ¡Si vamos a
tener a todos esos famosos en la boda, tengo derecho a elegir al menos a
unos cuantos de ellos como mis favoritos! Es lo justo.
Fingí estar celoso.
—¿Así que vas a aguantar todo el alto standing solo por el violinista? —
Mi pregunta era en broma, pero había algo de verdad en ella.
Resultaba irónico comprobar cómo el plan que puse en marcha solo por
su seguridad y protección había resultado ser innecesario después de todo.
Paula ya no necesitaba la posición de famosa de alto standing porque su
acosador estaba muerto, recibiendo el castigo eterno que tanto merecía.
Nunca averiguamos exactamente qué le pasó a Bruno Westman, pero yo
tenía una teoría muy buena. Después de que mi padre nos alejara en coche
de la escena, Pablo, Tomas y Leo se quedaron a investigar. Mi primera
prioridad era poner a Paula a salvo por encima de todo, y había visto
muchos cadáveres como para reconocer uno cuando lo veía. Westman
murió en el acto por el disparo de una bala de alto calibre en la cabeza.
Sin embargo, lo que sucedió allí fue extraño. Lo había deducido casi
todo y dudaba mucho de que fuese a haber nunca una confirmación por
parte del senador, pero Tomas me había dicho que cuando fue a recoger la
flecha que había lanzado, alguien se había llevado el cuerpo. Fue cuestión
de segundos. Solo los profesionales son capaces de llevar a cabo una
operación de ese tipo. Pablo y Leo volvieron a rastrear a la mañana siguiente
y allí no había nada. Habían limpiado hasta la sangre. Ni rastro de nada.
Paula había mencionado que todo el lugar mostraba una tranquilidad
demasiado siniestra y que no había visto ni una sola persona en el hotel, lo
cual no tenía sentido con los Juegos Olímpicos en marcha. Eso
prácticamente confirmaba que había gente involucrada de las más altas
esferas. El Servicio Secreto de Estados Unidos, lo más seguro. Westman
era hombre muerto incluso antes de llevarse a Paula del piso.
Desastre evitado, pero aun así faltó el canto de un duro. Todo este
desastre había pasado por una razón. Muy extraño, pero cierto. Si Westman
no hubiese empezado a acecharla no nos habríamos conocido, ni habríamos
empezado a salir, ni estaríamos a punto de casarnos y tener un hijo. A
veces se me escapaba de la razón, aunque fuese nuestra realidad. Intentaba
no pensar en esa parte.
Paula ahora era libre para vivir una vida normal, sin nadie ahí fuera
tramando secuestrarla o hacerle daño o molestarla en ningún aspecto, y ese
era mi mejor regalo. Gracias al cielo… y a un ángel muy especial en
particular.
—¡Pedro! —Me estaba mirando con el ceño fruncido.
—¿Sí? —pregunté mientras pasaba el pulgar entre sus cejas para alisar
las líneas de su expresión.
—No me estás escuchando. Te he contestado y estabas ausente, como
soñando.
—Lo siento. ¿Qué has dicho?
Me echó una mirada y luego empezó con lo de agarrar y alisar la
camiseta otra vez.
—Lo que estaba diciendo es que… aguantaría cien de estas ridículas
bodas de famosos si eso significara que me estaba casando contigo. —Sus
ojos marrones/verdes/grises se encontraron con los míos—. Mereces tanto
la pena, señor Alfonso.
Pasó un buen rato antes de que saliésemos a la carretera camino de
Hallborough.

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