jueves, 6 de marzo de 2014

CAPITULO 85




Paula estuvo impresionada cuando abrí la puerta y la llevé dentro.
Podía decirlo por su expresión. Creo que se quedó sin palabras cuando sus
ojos recorrieron la habitación.
—¡Pedro!Esto es… simplemente impresionante. —Me sonrió
ampliamente y se veía feliz—. Gracias por traerme aquí. —Pero entonces
bajó la mirada y negó con la cabeza ligeramente—. Lamento que esta
noche fuera un desastre.
—Ven aquí, nena. —Abrí los brazos y esperé a que se moviera.
Prácticamente se abalanzó sobre mí y la levanté, dejándola envolver
sus piernas a mí alrededor en la manera que amaba. Intenté besarla en los
labios pero se alejó y en su lugar me dio el cuello.
—Necesito tomar una ducha y cepillarme los dientes antes de que
hagamos algo —murmuró en mi oído.
—No vamos a hacer nada. Vas a dormir después de tomar tu ducha,
tu baño o lo que sea que vayas a tomar.
—Oye. —Levantó la cabeza y me miró—. ¿Me está negando su
cuerpo, señor Alfonso?
Estoy seguro que era la última cosa que esperaba me preguntara. —
Um… por qué… err… No, señorita Chaves. Nunca haría una cosa tan
estúpida como negarle mi cuerpo cuando está tan obviamente necesitada
de él.
—Qué bien, porque me siento mucho mejor ahora. Mucho mejor…
Sostuvo mi cara en ambas manos y me dio una hermosa sonrisa.
—Ahhh, puedo ver que lo estás. —Se flexionó contra mi verga y nos
apretó más juntos con sus piernas a mí alrededor.
—Y puedo sentir que está completamente de acuerdo con mi plan,
señor Alfonso.
Bueno, por supuesto que lo estoy cuando tengo tus piernas envueltas
alrededor de mi culo y mi verga contra una parte tuya muy bonita.
Nos llevé cuidadosamente al baño y la dejé sobre sus pies. Encontré
el interruptor de la luz y disfruté de su segundo jadeo cuando tuvo una
mirada de la bañera y la vista.
—¿Es el océano fuera de esa ventana? ¡Dios mío! Es tan hermoso
aquí apenas puedo soportarlo.
Me reí. —Ahora, no estoy tan seguro de si estás más interesada en la
bañera o en violarme.
—Pero puedo ser tan multi-tareas como tú, bebé —dijo, tirando de
su sudadera sobre su cabeza y dejándola caer.
—¿Alguna vez te dije lo mucho que amo cuando me llamas bebé?
Su espectáculo de striptease iba a ser tan malditamente bueno que
en verdad ya podía sentir mi cuerpo empezar a zumbar por todas partes.
—Tal vez lo has dicho una o dos veces.
Se quitó la camisera y fue cuando lo vi.
—Estás usando tu collar.
Me asintió, de pie en sujetador de encaje azul y el colgante de
corazón que le había dado al inicio de nuestra noche infernal.
—Cuando nos cambiamos de ropa no quise quitármelo. —Llevó sus
ojos a los míos y tocó el corazón.
—¿Y eso? —pregunté.
—Porque tú me lo diste, y dijiste que me amabas y…
—No quiero que te lo quites —espeté en medio de la frase.
—…porque dijiste que estabas hasta el fondo.
—Lo estoy. Contigo, Paula, lo estoy, y lo he estado desde el
principio.
Quería decir cada palabra. Sabía que lo quería. Lo entendí tan claro
como el cristal y ahora no había vuelta atrás con ella.
Hasta el fondo es para siempre, nena.
Cuando llegué a mi chica, le mostré lo mucho que verdaderamente la
necesitaba, y se lo dije también con palabras. Supe entonces que la mejor
apuesta en mi vida no había sido las cartas que había jugado, sino esa
noche en una calle de Londres, cuando una hermosa chica americana
intentaba caminar en la oscuridad, y jugué la mano más importante que
alguna vez había tenido, y fue un asunto de… todo o nada.

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