domingo, 9 de marzo de 2014

CAPITULO 96




No sé qué me hizo abrir los ojos. Creo que fue el ligero olor a
mermelada,  pero en cualquier caso ahora entiendo por qué las películas de 
terror en las que salen niños son, sin lugar a dudas, las más terroríficas de
todas. No hay nada como un niño en silencio observándote mientras
duermes o, incluso peor, despertándote.
Me vienen un montón de preguntas a la cabeza, como: ¿cuánto tiempo
llevas ahí mirándome como una de las gemelas malditas de El resplandor?
Me aterró durante unos dos segundos.
Y después sonrió.
—¡El tío Pedro está despierto! —gritó con todas sus fuerzas al tiempo
que corría hacia la puerta, que dejó abierta de par en par.
—¡Delfina! Cierra la puerta, por favor. —Me senté detenidamente,
consciente de que estaba desnudo y con cuidado de seguir bien tapado con
las sábanas. Además estaba solo en la cama, así que me incliné y miré
hacia el baño para tratar de ver a Paula.
Pero ella no estaba ahí.
—Está abajo hablando con mami. Están tomando café. —Delfina asomó la
cabeza de nuevo.
—¿Sí? —dije, preguntándome por qué narices había dormido como un
tronco y cuánto tiempo llevaría mi sobrina merodeando a mi alrededor.
¿Nivel de escalofrío? Doce de diez.
Delfina asintió de manera contundente.
—Bajó hace siglos.
—¿Qué opinas de ella?
Ignoró mi pregunta e inclinó la cabeza hacia mí.
—¿Te has casado, tío Pedro?
Estoy seguro de que mis ojos se salieron de sus órbitas, porque Delfina me
miró fijamente mientras esperaba una respuesta.
—Hum…, no. Paula es mi novia.
—Mamá y papá están casados.
—Sí, lo están. Yo estuve en la boda. —Sonreí y deseé poder salir de la
cama y alcanzar algo de ropa, pero me tenía bien atrapado.
—¿Por qué duermes desnudo?
—Perdona, Delfina, necesito vestirme.
—Papá no duerme desnudo como tú. Paula es simpática. ¿Me llevarás
a tomar un helado con Rags? Le encanta el helado y yo dejo que lo lama y
mamá dice que eso es un asco, pero yo le dejo de todos modos. Mami me
dijo que no subiera aquí, pero me cansé de esperar a que te despertaras.
Eres el único que aún duerme.
Increíble. Una niña de cinco años me tenía preso en la cama y lo único
que podía hacer era escuchar, fascinado por su letanía de observaciones,
opiniones y peticiones, mientras rezaba para encontrar un modo de escapar.
Me dirigió una mirada indignada con la última frase. Una que parecía
decir: ¿Qué demonios te pasa, tío Pedro? Y de verdad, estaba de acuerdo
con su lógica de cinco años. Me pasaban un montón de cosas.
—Vale, te diré una cosa, señorita Delfina. Veré qué puedo hacer con lo de
ir a por el helado con Rags si sales de la habitación para que pueda
levantarme y vestirme. —Le brindé mi mejor movimiento de cejas—.
¿Trato hecho?
—¿Y qué pasa con mamá? —soltó sin cambiar en absoluto de expresión.
Esta niña podría jugar al póquer con los grandes algún día, no me cabía la
menor duda. Mi sobrina era magnífica.
—Si mamá no sabe nada acerca de lo de los helados, no le hará daño.
Ese es mi lema. —Me pregunté cuánto tiempo pasaría hasta que esa frase
se volviera en mi contra. Probablemente lo que tardase en llegar al piso de
abajo, pero ¡qué narices! Si servía para conseguir un poco de privacidad
inmediata…
—Trato hecho. —Me miró fijamente antes de ir hacia la puerta y
volverse con sus ojos azules clavados en mí con un mensaje: Será mejor
que muevas el culo enseguida o volveré a por ti.
—Bajaré de inmediato —insistí a la vez que le guiñaba un ojo.
Esperé un largo minuto a levantarme después de que se fuese. Utilicé
una almohada para cubrir mis partes y pegué una carrerilla, y antes de
entrar en la ducha cerré el pestillo del baño. Lo último que necesitaba era
que me pillara una niña con todo al aire. Así que Paula estaba abajo
hablando con Luciana… Me pregunté qué estarían diciendo de mí y me
apresuré.








3 comentarios: