jueves, 4 de septiembre de 2014

CAPITULO 170



Esta casa era realmente grande. Demasiado grande para nuestras necesidades, decidí. Esto fue confirmado por el tamaño del moderno garaje en el que estaba parqueando mi auto ahora. Seguía teniendo su fachada original, luciendo en el exterior como la casa señorial que había sido construida originalmente hace alrededor de doscientos años. Como si gigantescos coches y carruajes hubieran sido puestos aquí por grupos de caballos y manejados por cocheros. Era un poco extraño para mí, porque siempre había vivido en la ciudad. Nacido y criado. Pero, ya amábamos esta casa, y en mi interior había sabido que éste era el lugar adecuado para que nosotros hiciéramos un hogar. No podríamos vivir aquí todo el tiempo, sin embargo, pero tres o cuatro días a la semana servirían por ahora. Además, no podíamos abandonar Londres completamente porque los negocios estaban allá, y los estudios de Paula, a los que estaba decidida a regresar una vez que el bebé naciera.


El agente inmobiliario había compartido un poco de la historia de la Corte Stonewell con nosotros. Había sido fundada alrededor de 1761, después de varios años de construcción, antes de ser ocupada por un caballero Inglés que quería una casa de campo para pasar los perezosos días de verano en la playa cuando el calor de la ciudad fuera demasiado opresivo. Y el hedor de la ciudad, probablemente.


La Londres de los siglos pasados no era tan agradable como lo es en la era moderna, así que tenía sentido cómo se habían construido las mansiones de los grandes países en primer lugar. Era divertido pensar que estábamos haciendo lo mismo que los otros propietarios de hace siglos. Viviendo en Londres y visitando el campo por un descanso. Estábamos teniendo diversión jugando en la casa y eso era todo lo que me importaba.


Aún me hacía reír el pensar que se habían referido a esta monstruosidad de piedra como una “casa de campo.” Sacudí la cabeza mientras me dirigía a la parte trasera de la casa para encontrarla. Le di a Robbie estrictas instrucciones de mantenerla ocupada mientras yo estaba en la cautelosa misión de recoger su regalo de cumpleaños. Sí, mi chica cumplía veinticinco años hoy, y tenía una celebración preparada para ella esta tarde.


Pasé a través del arco que llevaba a los jardines y la busqué, y allí estaba. Jugando con las flores. Ella no lo llamaría jugar, pero lucía como si estuviera teniendo un buen momento, con guantes de jardinería y pala en mano, plantando una vieja jarra con algunas vides verdes.


Los jardines habían atraído a Paula desde el primer día que habíamos puesto un pie en la propiedad. Pensé que era interesante, aunque ella había afirmado no saber mucho sobre plantas. Había estado hablando sobre querer aprender desde que vio el jardín de la casa de mis padres en Londres. El lugar donde le había pedido que se casara conmigo.


Robbie James, el jardinero que habíamos heredado cuando compramos Stonewell, estaba ayudándola con diferentes cultivos y plantaciones, refrescando todo por los años en los que la casa había estado vacía. Estaba feliz de ver que había escogido un montón de flores moradas, las cuales eran sus favoritas. Lo sabía, por supuesto. Le había enviado flores moradas la primera vez… y ella me había dado una segunda oportunidad. Levanté la mirada hacia las nubes y di un silencioso gracias a los ángeles que creían en las segundas oportunidades.


Así que Paula realmente estaba asimilando esta parte de su nueva vida, y eso me alegraba. Si ella quería jugar en la tierra, entonces que lo hiciera. Pero, era estrictamente una observadora en el aspecto laboral mientras tanto. Me aseguré de que Robbie entendiera que no cargara algo que pesara más que una manguera de jardín. Si ella trataba de hacer demasiado, sería mejor que escuchara sobre ello, así podría ponerle un alto.


Lo saludé desde el otro lado del césped, haciéndole saber que había regresado y que sus tareas con Paula habían terminado. Le mostré los pulgares levantados y él saludó de vuelta. El regalo de cumpleaños estaba ordenado y todo estaba listo. Sonreí ante lo que podría decir cuando viera lo que había hecho.


Me acerqué por detrás y cubrí sus ojos con mis manos.


—Adivina quién.


—Llegas tarde, lo sabes. No tendremos absolutamente nada de tiempo para nuestra cita romántica ahora. Mi marido estará de vuelta en cualquier minuto y enloquecerá si te encuentra aquí.


Demonios, es rápida con la boca.


—Trabajo rápido. Estaré adentro y afuera antes de que se entere de algo.


—Oh, mi Dios. —Giró y puso sus manos en mi pecho, riendo y sacudiendo su cabeza hacia mí—. Tú simplemente no me hiciste esa broma.


—¿Qué broma? —Dije, inexpresivo—. Si queremos tener un revolcón rápido antes de que tu marido llegue tendremos que apurarnos.


Ella rió y se alejó de mí, haciendo un gran show al quitarse sus guantes de jardinería, disfrutando el jodido juego que estábamos jugando. Su cabello estaba recogido de nuevo, justo como me gustaba que estuviese, así tendría el placer de soltarlo cuando la tuviera en la cama.


La tímida y traviesa en su rostro era una clara señal de que estaba tramando algo. Esperé a que hiciera su movimiento, ambos en pie de guerra, a la espera, intrigados y riendo como idiotas.


Ella dejó caer sus guantes a mis pies.


Mi polla despertó.


Sus ojos bajaron seductoramente… y luego giró sobre sus talones y echó a correr a la casa.


¡Sí! Le di dos segundos de ventaja antes de correr detrás de ella.


Atraparla iba a ser el jodido paraíso.


Paula me montó con experiencia, girando sus caderas en un círculo que hizo que las paredes de su coño me apretaran tan duramente que supe que no pasaría mucho tiempo antes de que me viniera.


—Oh, Pedro… estás tan duro —dijo sin aliento—, te sientes tan bien.


—Tú me pones duro, para que pueda follarte así. —Agarré sus caderas e incliné su espalda ligeramente. Me gustaba vernos follar, nuestros cuerpos colisionando, conectando. 


Eso me mataba.


Pero tenía que hacer que Paula se viniera primero, antes que nada.


—Agarra tus tetas en tus manos para mí.


Y como la perfecta amante que era, acunó uno en cada palma, como ofreciéndomelos, como si fueran una preciada pieza de fruta. Jodidamente perfecta analogía la de aquí. Los senos de Paula siempre habían sido suculentas obras de arte, pero estaban cambiando por su embarazo. En una muy buena manera. Eran incluso más suculentos ahora.
Mientras apretaba los pezones rosados que estaban apretados en el centro de esas voluptuosas bellezas, gritó. Pude ver las claras señales de su placer combinado con un delgado filo de dolor, e hice mi movimiento para traerla el resto del camino. Llevé mis dedos a su clítoris y trabajé en su nudo resbaladizo mientras ella continuaba recibiendo los arponazos de mi hinchada polla.


Explosión nuclear inminente. Esperé a que la primera convulsión en su interior que succionara y tirara de mi miembro. Eso era todo lo que tomaría ahora. Que ella se viniera me llevaría a seguirla en cuestión de segundos. 


Sabía lo que me hacía y siempre era jodidamente magnífico.


—Ooooohhh… Me vengo… —canturreó en un hermoso gemido.


Tan hermosa en toda su completa y gloriosa desnudez, ella encontró su placer, esos grandes ojos marrones brillando con fuego ámbar hacia mí.


—¡Oh sí, oh sí! —Seguí a mi chica por el camino explosivo del placer en el instante en que sus ojos hicieron contacto con los míos, sus estremecimientos internos y el duro agarre succionaron hasta la última gota de esperma de la punta de mi polla. Seguí follando, trabajándola a fondo. Sabía que era burdo de mi parte, pero quería mi semen en ella. Como si de alguna forma pudiera quedarme dentro de suyo sin estarlo realmente.


Colapsó sobre mi pecho, los dos agitados, la respiración pesada que se sentía tan bien después de que te venías. La giré y cerré mis ojos. Éramos un desastre de dulzura, semen y su excitación. Un hermoso, sucio, y jodido desastre.


—Ése fue el mejor regalo de cumpleaños que una chica podría recibir —susurró—. Pero es mejor que te vayas antes de que mi marido te encuentre aquí - Reí y acaricié su mandíbula.


—Estoy feliz de que te gustara. Y tu marido debería vigilarte mejor.


—Lo que él debería hacer es mantener un ojo en asegurarse de que esté satisfecha —resopló—. Estar embarazada me hace casi insaciable.


—Yo puedo cuidar de ti, nena. Olvídalo. Es un jodido idiota.


—Sí, también tienes una polla mucho más grande que la de él.


—Joder, mujer, eres un poco energética. —Le hice coquillas hasta que chilló y me pidió que parara.


Reímos y nos acostamos de nuevo, disfrutando el momento de cercanía juntos. Esto era pura felicidad para mí. No necesitaba mucha, pero ahora que había experimentado el amor de Paula, estaría perdido sin él. Amor. Una cosa que jamás había buscado, me había capturado, atrapado completamente… a tal manera que ahora era dependiente de él para mi supervivencia emocional.


Respiré en su olor celestial, acariciando sin rumbo arriba y abajo por su espalda, cuando sentí un hormigueo en mi pecho donde ella tenía su mejilla. Pasé mis dedos por el lugar y encontré un charco de cálida humedad. ¿Qué demonios? Levanté mi mano para encontrar mis dedos llenos de sangre


Mi corazón simplemente cayó al puto suelo.


—¡Oh Dios, Paula, estás sangrando!

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