sábado, 13 de septiembre de 2014

CAPITULO 199



PEDRO



3 de enero


Londres


VIENDO a Paula poniéndose su maquillaje no podía apartar los ojos de ella. Tenía la esperanza de que no me viera mirándola, porque no quería que se sintiera cohibida. Sabía que estaba un poco preocupada, porque su cuerpo había cambiado mucho. Pero para mí, mi chica estaba más hermosa que nunca. Nuestro pequeño arándano estaba creciendo junto con ella, y ahora era una personita diminuta de treinta y dos semanas, que pateaba y se retorcía alrededor de mí todo el tiempo.


—Será mejor que empieces a prepararte o vamos a llegar tarde. Los planes de tía Maria no esperan a ningún hombre... —se interrumpió, sin apartar su concentración del espejo donde se estaba aplicando algún tipo de mancha oscura alrededor de los ojos. Llevaba un atuendo corto de encaje negro que me ponía duro con solo mirarlo, pero solo estaba medio vestida.


Me di cuenta rápidamente, que sería mejor apegarnos al plan o nunca llegaríamos a tiempo a la cena de cumpleaños de papá. Así que me obligué a pensar en algo no muy interesante, como el trabajo en su lugar. No tomó mucho tiempo. El pensar en el joven príncipe Christian de Lauenburg XT de Europa sin duda ayudó a enfriar mi pene. 


Mi viaje era solo en dos días y ya temía dejar a Paula


Ridículo trabajo de mierda.


—Pero me gustaría mucho más observarte —dije.


Ella hizo un sonido suave.
—Bueno, mi trasero está creciendo cada segundo, en competencia directa con mi vientre. Espero que mi trasero no gane. Al final de esta carrera, solo quiero al bebé y no el culo extra. —Me miró por el espejo, su expresión me regalaba un poco de lo que estaba en su mente. Aun así era mi chica. Sin embargo, me encantaba ese aspecto de ella. Me hacía incluso más determinado a estar tan cerca de ella como me fuera posible, para que pudiera tocar, saborear y absorber cada molécula disponible. Mi necesidad de Paula seguía siendo tan fuerte como siempre. No tenía dudas de que jamás cambiaría.


—Tu culo es la perfección y nunca me escucharás quejarme de tener un poco más de ti para agarrar. —Le di un guiño lento y una sonrisa lasciva—. Desde aquí, ni siquiera parece que estuvieras embarazada. —Llegué detrás de ella, mis manos deslizándose por el resto de su panza—. Tengo que hacer esto, para comprobar si realmente tienes algo aquí. —Extendí mis palmas sobre la firme protuberancia redondeada de nuestro bebé creciendo fuerte en su interior.


Se inclinó hacia atrás y descansó su peso contra mí.


—Oh, algo de esto es cierto —dijo— que tú lo pusiste allí.


Me reí en voz baja detrás de ella.


—Realmente disfruté haciéndolo, por cierto.


—Creo recordar que lo hiciste —dijo secamente.


—Oh, tú lo disfrutaste también. —Deslicé mis manos hacia arriba, hasta sus deliciosas tetas y levanté una en cada mano, apretando suavemente—. Ahora, éstas… son una historia diferente. Han cambiado en el buen sentido y malditamente amo la transformación.


—Me he dado cuenta. —Cerró los ojos por un momento e inclinó su cuello, permitiéndome que la tocara a mi antojo. Siempre dándose a sí misma y a mis locas necesidades.


—Mmmm… eso se siente perfecto para mí, Sra. Alfonso y siempre lo será.


—¿Te he dicho alguna vez lo mucho que me encanta cuando me llamas Sra. Alfonso? —preguntó perezosamente, mirándome con esos hermosos ojos.


—Un par de veces, sí. Y estoy encantado de que te guste tu nuevo nombre. —Le sonreí en el espejo—. Sabes que amo decírtelo. Sabes que amo que mi nombre sea tu nombre ahora. Amo un montón de cosas… ahora.


Alargó la mano para sostener mi mejilla, sin dejar de mirarme en el espejo.


—Pero tú también estás consiguiendo un nuevo nombre. Ya tenemos a alguien que pronto llegará con nosotros y te conocerá por un solo nombre y no será Pedro.


—Papá.


—Sip. Serás el papá de alguien ahora. —Sonrió suavemente, una mezcla de felicidad y tal vez un poco de tristeza ante el pensamiento de su propio padre—. Serás el mejor de todos… —susurró.


Paula siempre me sorprendía con su generosidad —su capacidad para ser tan amorosa incluso al enfrentarse con el dolor y la pérdida. Valiente. Fuerte. Magnífica. La besé en la parte posterior de su cuello y apoyé mi barbilla en su hombro, los dos nos miramos en el espejo.


—Me encanta como suena, papá. Yo soy un papá y tú eres una mamá.


—Lo somos, sin duda


Regresé mis manos a su estómago.


—Amo a nuestra pequeña piña. —La giré para que me mirara y tomé su sonriente rostro en mis manos—.Y te amo, Sra. Alfonso.


—Yo te amo más —dijo.

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