domingo, 14 de septiembre de 2014

CAPITULO 202



PEDRO




9 de enero


Suiza


El joven príncipe era un hombre del Renacimiento, había descubierto. Tenía habilidades en las pistas, y con las mujeres también. No era de extrañar que su abuelo estuviera preocupado por él. El muchacho podría muy bien estar en un peligro realmente serio aquí, en XT Europa.


De muerte-por-follar.


La ruidosa folla-fiesta en que se había metido ahora mismo, en el otro lado de la pared, obstruyó mi estado de ánimo aún más. Estaba en un verdadero infierno aquí… el adolescente de al lado seguía en su cogetlón, sin embargo. 


Lo que necesitaba era hablar con Paula y oír su voz. La única cosa que podría hacer los días venideros marginalmente soportables.


No nos habíamos despedido bien en absoluto. Con una horrible pelea por guardar secretos. Cuando las fotos de su reunión con Pieres me fueron enviadas en un Tweet, recibí la alerta de inmediato. Estaba totalmente impresionado, por supuesto, pero cuando llegó a casa, y me di cuenta de que no iba a decirme por qué había ido a mis espaldas a encontrarse con el hombre que arruinó su vida y casi la había matado… lo perdí.


Perdido. Exactamente cómo me sentía en este momento, sin mi chica.


Llené mi vaso de la botella de Van Gogh y tomé un trago. Mi bebida favorita… cuando la necesitaba. Seguro como la mierda necesitaba llegar a dormir esta noche si los "oh, mierda sí" y "sí, bebé" no se acababan pronto. Seguramente Su Alteza Real estaría follando una pulgada de su vida pronto, y el silencio podría ser una posibilidad. Por favor, bendito Cristo.


Paula no me dijo nada acerca de su visita con Pieres, durante o incluso después de nuestra pelea. Todavía no sabía por qué había ido a reunirse él. Puede que nunca lo supiera.


Solo seguía diciéndome la misma cosa una y otra vez. No puedo hablar de eso ahora, Pedro, y vas a tener que aceptarlo hasta que algo cambie para mí.


Cuando la presioné para decirme, se enojó y mordió a cambio con acusaciones acerca de Sarah y nuestras reuniones "privadas", diciendo que estaba censurándola para salir a favor de Sarah. ¿Lo estaba? No lo creo, pero luego, cuando Paula me preguntó por qué Sarah había estado en el piso para verme esa noche, no pude decirle. Aún no estaba preparado.


Su rostro había revelado lo herida que estaba, pero imaginé que el mío lo hacía, también. Nunca antes habíamos estado ni cerca de esta posición en nuestra relación. Ambos parados sobre nuestra propia tierra, con silenciosos asuntos que habían dado forma a gran parte del modo en que habíamos sido hechos. Eso malditamente apestaba.


Creo que podríamos haber arreglado las cosas si hubiéramos tenido más tiempo.


No habíamos tenido tiempo, sin embargo. Tuve que venir a este trabajo de mierda y dejarla atrás, embarazada y triste, y sola. Bueno, no totalmente sola. Pablo y Eliana mantenían una estrecha vigilancia en ella por mí.


Mi chica y yo teníamos que concederle seria atención a nuestros problemas cuando volviera, y le había dicho lo mismo cuando tuve que salir muy temprano a la mañana siguiente.


Tenía lágrimas en los ojos, estaban rojos e hinchados, cuando asintió y estuvo de acuerdo conmigo.


Cuando besé sus dulces labios en un adiós, se fundieron bajo los míos y sus brazos subieron para abrazarme fuertemente contra su aromática suavidad. Odiaba a alejarme. Tuve que hacerlo, sin embargo, y malditamente dolió tener que hacerlo. Tenía fe en que resolveríamos nuestras diferencias, y trabajaríamos en las dudas que ambos estábamos cargando. No aceptaría ninguna otra alternativa.


Ella me cogió el rostro con las manos y me dijo:
—Vuelve a mí. —Sabía que sus palabras significaban algo más que mi presencia física. Entendía lo que quería decir.


—Nada podrá alguna vez detenerme de volver a ti —dije—. O a ti, pequeñín —susurré contra su vientre.


Y creía en eso.




Los golpes que me despertaron no fueron del tipo agradable. De hecho, quien sea que estuviera haciéndolo puede que necesitara una lección de etiqueta, a través de mis puños si no se jodidamente detenían ya.


—¡Pedro! ¡Levántate, hombre! ¡Queremos ir a hacer esquí de travesía!


Parpadeé al el reloj de la mesilla. 3:12 a.m. Tropezando fuera de mi cálida cama, abrí la puerta para encontrar a mi joven carga preparado y sonriendo ampliamente.


—¿Ahora? —Ladré—. ¿Vas a subir ahora, Christian? —Podría haber esperado estar soñando que él se encontraba frente a mí, pero por desgracia, sabía que no lo estaba.


Él se echó a reír:
—Sí, hombre, adáptate. Es un día muerto de otra manera. Nos iremos ahora y podremos estar en la cima para la luz del día. Tengo que descargarme un poco antes de mañana.


—¿No lo has hecho ya? ¿Qué fue todo el jaleo de la follada de antes, entonces? —Era una pregunta válida. Cuándo carajo dormía este niño era otra. Tenía el mundo a sus pies con su dinero, buena apariencia, estatus real, y además una celebridad. Lo tenía todo a su favor. Realmente no podía culpar a Christian por nada de eso, pero él se las había arreglado para molestar la jodida mierda fuera de mí.


—Eso fue solo mi historia antes de dormir. —Se encogió de hombros con alegría y se tambaleó sobre los dedos de los pies, luciendo raro y ansioso por ponerse en marcha. 


Dudaba altamente que estuviera bajo el efecto de algo porque si él lo estuviera sería desclasificado por dopaje y su carrera con el snowboard terminaría. Creo que era solo su exuberancia natural... y el tener jodidos diecinueve años. Buen Dios de los Cojones. Si nuestro hijo es así de hiperactivo, estoy jodido. Bien podría arrastrarse a una muerte temprana y acabar de una vez.


Sacudí la cabeza hacia él y rodé los ojos.


—Dame un minuto para reunir mi equipo, ¿de acuerdo?


—Claro que sí, hombre. —Sonrió de nuevo, y por primera vez en mi vida me sentí bastante viejo.


Christian y su séquito de cuatro compatriotas eligieron la nieve profunda, no muy lejos fuera de pista, pero no permití que eso me diera una falsa sensación de seguridad, porque era muy consciente de que había riesgos al hacerlo. Les dije directamente antes de salir, que tuvieran las palas y el kit de sogas en sus paquetes, además de sus balizas con ellos. 


Había visto cómo la gente se vuelve eufórica en el esquí de travesía, y perdía de vista el peligro. La acumulación de nieve podría cambiar tan rápidamente, y un lapso de solo algunos pocos metros podría tener diferentes condiciones. 


Había sido testigo de los esquiadores en las laderas justo al lado de avalanchas deslizantes como si fuera una cosa completamente normal de hacer. Algunos terminaron muertos al final, de justo ese tipo de mentalidad, también.


—Recuerden lo que dije… dirijan su tabla de esquí hacia cualquier árbol o a la cresta de la montaña si escuchan un sonido rugiente detrás de ustedes. —Miré fijamente a cada uno—. Y no detengan su ritmo. Sigan adelante, no importa qué.


Christian se carcajeó, sus ojos riéndose de mí.


—Sí, Papá —dijo. Me di cuenta de que el color de sus ojos era como los de Paula… cambiaban con la luz, y con diferentes tonos de ropa. Eso me hizo extrañarla aún más.


—Lo digo en serio. No la jodas cuando venga una avalancha.


La tercera fuera de pista que eligieron no era un buen prospecto. Les dije que no. El exceso de polvo fresco, con poco tiempo para instalarse, se igualaba demasiado al riesgo.


Los muchachos no estaban de acuerdo, y estaban empeñados como el infierno en ir hacia abajo. Lukas y Tobias gritaron las primeras pistas y salieron antes de que pudiera gritarles que volvieran. Jakob y Felix comenzaron justo detrás de ellos.


—Lánzate, Pedro… si no es ahora, ¿cuándo? —gritó Christian alegremente antes de zarpar hacia abajo, su chaqueta verde neón a mi vista.


Mi elección fue hecha por mí en ese momento y tuve que seguirlo.


No estoy seguro de quién lo desencadenó, pero oí el rugido antes de que viera la nube.


Malas noticias.


Corté hacia un matorral de árboles y cogí el más grande que pude encontrar y me aferré. Una agitada ráfaga de nieve me despegó del árbol y me envió de culo por la montaña. Perdí la vista de alguna cosa, o alguien, y solo podía rezar para que los muchachos estuvieran viajando por los lados hacia lo seguro.


Fui sacudido violentamente debajo de la cintura, escuché un chasquido. No había dolor, solo una conciencia de llegar a descansar en un afloramiento de roca. Un voladizo me salvó de ser enterrado por la segunda ola que siguió un minuto más tarde.


Cuando abrí los ojos pude ver el cielo, eso era una buena señal. Significaba que no estaba enterrado bajo un metro de nieve. Podía respirar. Miré hacia abajo y descubrí a qué se debió el sonido chasqueante. Mi bota izquierda había girado 180 grados. Sabía que era muy probable que hubiera sufrido una fractura abierta. Mierda. Luché para sentarme y hacer un balance de mi ubicación.


Había sido empujado muy lejos de la diapositiva principal, mi campo de visión no ofreció más allá de franjas en blanco. Gotas brillantes de color rojo salpicaron en la nieve. Sentí un cosquilleo a lo largo del lado de mi cara, pero no podía decir a través de los guantes de dónde provenía la sangre.


El primer asunto era activar la baliza, así que lo hice, y luego revisé mi pierna. La jodida cosa estaba tan golpeada. 


Esquiar no iba a suceder. La tabla de esquí estaba perdida de mi voltereta por la montaña.


Tomé una respiración profunda y agarré mi pantorrilla. Conté hasta tres, y torcí a donde se suponía que debía estar... y me desmayé.

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