viernes, 14 de febrero de 2014

CAPITULO 14


Había estado en el trabajo durante algunas horas cuando Romy llegó
con un jarrón de las más hermosas dalias púrpura que había visto.
Caminó hasta mí con una radiante sonrisa en el rostro. —Una entrega
para usted, Srta. Paula. Tiene un admirador, me parece.
¡Oh, mierda! Hice una doble toma. El moño en el florero no era
realmente un moño. Era su corbata de seda púrpura de anoche. Pedro me
dio su corbata después de todo.
—Gracias por entregármelas, déjalas aquí atrás, Romy. Son
magníficas. —Mi mano tembló cuando alcancé la tarjeta en el soporte de
plástico. La dejé caer dos veces antes de ser capaz de leer lo que él
escribió:

Paula,anoche fue un regalo,Por favor,Perdoname por no escuchar lo que tratabas de decirme.Lo siento mucho.Tuyo,Pedro

Leí su nota varias veces y me pregunté qué hacer.
¿Cómo logró confundirme tan fácilmente? Un momento sentía que
necesitaba huir de Pedro y al siguiente que quería estar con él
nuevamente. Miré una vez más mis flores púrpuras y supe que,
definitivamente, necesitaba reconocer su regalo y esa disculpa manuscrita.
Ignorarlo sería cruel.
¿Texto o llamada? Fue una decisión difícil. Parte de mí quería
escuchar la voz de Pedro, y otra parte le asustaba la idea de escuchar la
mía cuando tuviera que responder a sus preguntas. Al final, decidí un
texto y me sentí como una enclenque total. Tuve que encender primero mi
teléfono y el aluvión de llamadas perdidas y mensajes de alerta que
aparecieron cuando encendió me enfermaron sin siquiera haberlos
escuchado o leído. Era demasiado para mí en este momento, así que
ignoré todo y abrí la opción de texto en blanco.

»Paula Chaves: Pedro, las  flores son hermosas. yo ♥ púrpura. –Paula«

Tan pronto como pulsé enviar contemplé apagar mi teléfono, pero
por supuesto no lo hice. La curiosidad mató al gato o en mi caso me hizo
hacer cosas estúpidas.
Me acerqué al jarrón de mis flores en su puesto y quité la corbata del
arreglo. La puse hasta mi nariz e inhalé. Tenía su aroma. El sexy olor de
Pedro que me encantaba. Nunca le devolvería esta corbata. No importa lo
que sucediera o lo que no pasará, la corbata ahora me pertenecía.
Mi teléfono se iluminó y comenzó a zumbar. Mi primer instinto fue
apagarlo, pero yo sabía que él llamaría. Y una parte egoísta de mí quería
escucharlo nuevamente. Puse el teléfono en mi oído.
—Hola.
—¿Realmente amas el púrpura? —La pregunta me hizo sonreír.
—Mucho. Las flores son hermosas y no te devolveré la corbata.
—¿La jodí mucho, no? —Su voz era suave y pude oír un murmullo y
luego exhaló un aliento.
—¿Estás fumando, Pedro?
—Hoy más que de costumbre.
—Un vicio... tienes uno. —Recorrí la corbata extendida en mi
escritorio.
—Tengo varios, me temo. —Hubo un momento de tranquilidad y me
pregunté si me consideraba uno de sus vicios, pero luego habló—, quería ir
a tu apartamento anoche. Casi lo hice.
—Fue bueno que no lo hicieras, Pedro. Necesitaba pensar y me es
muy difícil hacerlo cuando estás cerca. Y no es que hayas hecho algo mal
anoche. No fue tu culpa. Yo… necesitaba espacio después de que
estuvimos... juntos. Esto solo… es solo la realidad sobre mí. Fui yo la que
lo jodió.
—No digas eso, Paula. Sé que no te escuché anoche. Me dijiste lo
que necesitabas y te ignoré. Presioné demasiado, demasiado rápido. Rompí
tu confianza y eso es lo que más lamento. Lo lamento profundamente, no
tienes idea cuánto. Y si esto arruina mis posibilidades de estar contigo
entonces lo merezco.
—No, no. —Mi voz era apenas un susurro y había tanto que quería
decir, pero no tenía las palabras para expresar la frase—. No quieres estar
conmigo, Pedro.
—Sé que sí, hermosa Paula. —Pude oírlo exhalar de su cigarrillo—.
Y ahora la única pregunta es, ¿y tú? ¿Estarás conmigo de nuevo, Paula Chaves?
No pude evitarlo. Sus palabras me quebrantaron. Mi única salvación
era Pedro, no podía verme llorando por teléfono pero yo estaba bastante
segura de que podía oírme.
—Y ahora te he hecho llorar. ¿Es eso bueno o malo, nena? Dime por
favor, porque no sé. —El anhelo en su voz quebró mi resistencia.
—Es bueno... —Me reí torpemente—. Y no sé cuándo. Tengo planes
esta noche con Oscar y Gaby.
—Entiendo —dijo.
¿Accedí a volver a verlo? Ambos sabíamos la respuesta a su
pregunta. La cosa es que Pedro me atraía. Desde la primera noche que
nos conocimos me cautivó. Sí, nos habíamos movido rápido al tener
relaciones sexuales. Sí, me había presionado un poco, pero esto me llevo a
un lugar que se sentía maravilloso y a donde yo podía olvidarme de mi
pasado. Pedro me hacía sentir muy, muy segura, de una manera que me
sorprendía y me obligaba a considerar las razones de ello. No tengo una
tonelada de fe en que nosotros pudiéramos hacerlo funcionar, pero seguro
como el infierno que sería un asunto para recordar.
—¿Podemos ir más lento, Pedro Alfonso?
—Tomaré eso como un sí. Y por supuesto que podemos. —Escuché
una suave exhalación nuevamente. Una pausa, como si estuviera juntando
su valentía—. ¿Paula?
—¿Sí?
—Estoy sonriendo tan ampliamente ahora.
—Yo también, Pedro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario