viernes, 14 de febrero de 2014

CAPITULO 16




No parecía feliz cuando frunció el ceño ante la retirada del pelirrojo y
luego a mí. Pedro llevó su mano a mi espalda y me empujó hacia la mesa.
Noté que estaba molesto. Pero incluso molesto seguía viéndose hermoso en
su camiseta negra, jeans oscuros, chaqueta gris, y esa mirada
terriblemente seria en su rostro.
—¿Por qué estás aquí, Pedro?
—Es jodidamente bueno que esté aquí, ¿verdad? Ese simio estaba
sobre ti. Sus manos ya estaban en tu culo ¡Quien sabe lo que podría haber
intentado después! —Me frunció el ceño cuando me senté, su mandíbula
una línea dura, sus labios tensos.
—Creo que lo manejé muy bien por mi cuenta.
Pedro tomó mi cara en sus manos y me besó, sosteniéndome,
atrapada en su boca, empujando su lengua dentro, exigiendo que le
permitiera acceder. Gemí y le devolví el beso, saboreando la menta y el
débil sabor de cerveza. Aún no podía creer que fumara. Nunca podía olerlo
en él. Incluso si hubiera querido rechazar su beso, decirle no a Pedro era
cercano a lo imposible. Siempre lo quería. Presionaba todos los botones
correctos en mí, y por esa razón él era peligroso.
—Mira —dijo lentamente, sus ojos rastrillaron mi atuendo y
volvieron a mi cara—, es un milagro que no haya cincuenta chicos
intentando ligarte.
—Nop. Solo dos —Pelirrojo y él.
—¿Quién? —Entrecerró sus ojos.
Era mi turno para arquear una ceja. —Oscar estuvo conmigo hasta
hace unos minutos, y dejaré pasar ese asunto por el momento, Pedro. No
estoy segura de que hacer con él. —Crucé mis brazos debajo de mis
pechos—. ¿Se supone que estarías aquí, Pedro? Mejor aún, ¿Cómo sabias
que yo estaría en este club en particular? ¿Estas acosándome ahora?
Pasó una mano por su pelo, y miró lejos de mí. Una camarera rubia
apareció al instante, se ruborizó mientras tomaba su orden de bebidas.
Estoy segura que la señorita-sexo-en-la-playa no podría revolotear las
pestañas más si él le pidiera que se sentase en su regazo. En serio, ¿Cómo
podía incluso llegar a un lugar como éste sin hacer que las mujeres
tropiecen a sus pies?
Cuando Pedro preguntó si quería algo del bar, yo simplemente
sacudí mi cabeza y levanté la copa que Oscar me había comprado.
La camarera me lanzó una mirada mientras se marchaba, sus
caderas balanceándose.
—¿Qué hago para vivir, Paula? —Su voz era acelerada y tuve que
darle algo de crédito por no mirar su culo, considerando que ella
prácticamente lo sacudía para él como una bandera Olímpica, y el hecho
de que él hablara hacia la pista de baile, sin seguirla con la mirada.
—¿Eres el dueño de Alfonso Security International, y tienes las
herramientas a tu disposición para acosar a tus citas? —dije
sarcásticamente, ladeando mi cabeza en pregunta.
Se giró hacia mí y movió sus ojos sobre mi cuerpo. —Oh, hablamos
de algo mucho más que solo una cita, mi belleza —Se inclinó, sus labios
en mi oído—. Cuando follamos en mi cama pasaste a territorio
inexplorado… confía en mí.
Mi corazón tartamudeó al ver su cara y las palabras que acababa de
decir.
Instantáneamente húmeda para él, trate de llevar la conversación
lejos de lo sexual. No sabía porque me moleste, sin embargo; Pedro
probablemente sabía que estaba jadeando por él cuando nos sentamos
juntos.
—¿Cómo sabias que yo estaba aquí?
—Apareció la tarjeta de crédito de Clarkson en el sistema. Fue
cuestión de segundos —Alcanzó mi mano y la acarició con su pulgar—. No
te enojes conmigo por venir. Pensaba mantener distancia de ti y tus
amigos, pero ese maldito vaquero puso sus manos sobre ti.
Pedro llevó mi mano a sus labios, el roce de su barba, un toque que
comenzaba a amar ya, por supuesto. —Quiero que te diviertas. Te veías
tan triste la última vez que te vi en ese taxi.
Pedro  sonrió y su rostro entero cambio.
—Me encanta cuando haces eso —dije.
—¿Hacer qué?
—Cuando besas mi mano.
Bajo la mirada a mi mano, todavía entrelazada en la suya. —Es una
mano muy bonita, y yo estaría devastado si llegara a dañarla.
Sus ojos volvieron a los míos otra vez pero se quedo callado y me
miró, frotando círculos con su pulgar o llevando mi mano hasta sus labios
cuando se le daba la gana. Pedro  necesitaba tocar. Era algo parte de él y
yo lo entendía. Y curiosamente me reconfortaba. No podía explicarlo
realmente, pero sabia como me hacía sentir cuando me tocaba. Suponía
que era algo que debería hablar con la doctora Roswell en mi próxima cita.
La elección de las palabras de Pedro  me pareció extrañas, sin
embargo. Él era definitivamente sobre protector, como si le preocupara
lastimarme. El tren se detuvo en la estación hace seis años, Pedro .
Oscar y Gaby aparecieron, presentándose y saludando a Pedro , y
luego se alejaron casi tan discretamente como adolescentes en una redada,
pensando que estaban siendo geniales. Lo que sea. Estoy segura que se
quedarían especulando toda la noche de todos modos.
Cuando su bebida llegó, usó su mano izquierda para sostenerla.
Pedro  nunca dejo mi mano. No hasta que me metió en su auto para
llevarme a casa.
Siguió mirándome por encima en mi asiento, atrayendo mis ojos a él
repetidamente; excitándome hasta el punto en el que sentía el impulso de
retorcerme para aliviar el dolor entre mis piernas.
—¿Por qué sigues mirándome así? —pregunté finalmente.
—Creo que lo sabes. —Su voz era suave con un borde duro en ella.
—Quiero que me lo digas porque realmente no lo sé.
—Paula, te estoy mirando porque no puedo mantener mis ojos lejos
de ti. Quiero estar dentro de ti. Quiero follarte tanto que apenas puedo
conducir el maldito coche ahora mismo. Quiero estar en tu interior y luego
hacerlo otra vez. Quiero tu dulce coño envuelto alrededor de mi polla
mientras gritas mi nombre porque yo te hice venir. Quiero tenerte conmigo
toda la maldita noche, así puedo hacerte venir una y otra vez hasta que no
recuerdes nada excepto a mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario