sábado, 15 de febrero de 2014

CAPITULO 19


Se inclinó hacia mi lado y llevó su boca hasta mis labios, pero estos
no me tocaron. —Yo siempre sonrío, como tú dices, cuando obtengo lo que
quiero. —Me besó decentemente y se alejó.
—Y cuando no obtienes lo que quieres, eres la persona más
demandante que he conocido en mi vida. —Templaba el sarcasmo con una
pequeña sonrisa de mi parte.
—Cuidado, nena. No tienes idea de la profundidad de lo que quiero
hacer contigo. —Sus ojos se oscurecieron.
Dejé que esa amenaza sensual flotara entre nosotros y traté de
mantener mi respiración constante. —Me asustas un poco cuando dices
cosas como esas, Pedro.
—Sé que lo hago. —Con la punta de su dedo llevo mi mentón hacia
su boca y me besó otra vez. Esta vez, mordió mi labio inferior y me
molestó—.Es por eso que estamos tomando las cosas con calma. No
quiero volver a asustarte. —Sus ojos se movieron tan rápido de ida y
vuelta como si estuviera tratando de leerme, sus labios estaban tan cerca,
pero no me tocaban—. ¿Te das cuenta de que esta es nuestra primera vez
juntos en la cual no te tengo que obligarte para salir conmigo? Tengo algo
de esperanza, ¿te das cuenta? —Me dio un último beso antes de poner las
llaves para encender el auto—. Y esa es, señorita Chaves, la razón por la
cual estoy muy sonriente. —Sus ojos azules bailaban ahora.
—Suficiente lejos, Sr. Alfonso, no podré vivir con eso. —Me ayudó
a ponerme el cinturón de seguridad y salimos del estacionamiento. Me
recosté en el cuero suave y aspiré su olor, permitiéndole que me llevara a
cualquier lugar y confiando por el momento en que todo estaría bien.

—La doctora Roswell se ve muy capaz —dijo Pedro casualmente
mientras volvía a rellenar mi copa de vino—. ¿Desde hace cuanto que eres
su paciente?
Me encontré con sus ojos y me preparé a mí misma. Aquí viene,
ahora, ¿cómo va lidiar con eso? Al respirar, dije—: Cerca de 4 años. Desde
que me mudé a Londres.
—¿Fuiste a verla hoy a causa de lo que está sucediendo conmigo?
—¿Si hablas de ir a mi casa con un completo extraño y dejar que me
folle cuando nunca nos hemos visto? Si, por esa parte lo hice. —Tomé otro
trago de vino.
Su mandíbula se tensó, pero su expresión no cambió para la
siguiente pregunta. —¿Y dejarme a mitad de la noche, es la parte por la
que también lo hiciste?
Mi cabeza se vino abajo y asentí.
—¿Qué te lastima, Paula? —Hizo la pregunta con tanta suavidad
que de hecho consideré contárselo por un segundo, pero aún no estaba
lista.
Dejé mi tenedor en la mesa y supe que mi camarón fettuccini estaba
terminado. El pasado y la comida mezclados definitivamente no van. —
Algo malo.
—Que te puedo decir. Vi tu cara cuando despertaste de la pesadilla.
—Miró mi plato con comida, lo apartó y regreso su mirada a mí—. Siento lo
de esa noche. No te estaba escuchando. —Llegó hasta mi mano y frotó su
dedo pulgar sobre la parte superior de la misma—. Supongo… Yo solo
quiero saber si puedes confiar en mí. Espero que puedas hacerlo. Quiero
estar contigo, Paula.
—¿Quieres una relación o no? —Miro su pulgar frotando mis
nudillos—. Le dijiste a la doctora Roswell que eras mi novio.
—Sí, lo hice. Y te quiero Paula. Quiero una relación. —Su voz se
volvió firme—. Mírame.
Lo miro rápidamente, su belleza tan dura contra el mar de sabanas
blancas detrás de él. —¿Incluso con mi forma de ser, Pedro?
—Tu forma de ser es perfecta para mí.
Quito mi mano de su agarre. Tuve que tirar un poco de él para que
la dejara ir. Así que siendo muy de Pedro, queriendo a su modo todas las
maneras posibles, pero él me permitió regresar a la palma de su mano y
mantenerla así. Estuve trazando sobre su línea de vida y luego sobre su
línea del corazón y me pregunté si alguna de mis líneas era salvable.
—No lo soy, Pedro. Perfecta y mi no van juntas en la misma oración.
—Hablé a la mano.
—La  redacción correcta debería ser perfecta y yo —dijo a
sabiendas—, y estoy totalmente en desacuerdo contigo, mi hermosa
americana con acento sexy.
Lo miré otra vez. —Eres demasiado controlador, pero lo haces de
una manera que me hace sentir extrañamente… segura.
—También lo sé, y eso me hace sentir una mierda para ti. Y eso es
porque tú deberías confiar en mí y dejarme cuidar de ti. Yo sé lo que
necesitas, Paula, y eso te lo puedo dar. Sólo quiero saber, tengo que
saber qué es lo que quieres. Qué quieres ser conmigo.
El mesero llego a la mesa. —¿Ya terminó, madame? —preguntó.
Pedro pareció molesto cuando le dije al mesero que se llevara mi plato y él
ordeno un café para mí.
—Apenas comiste nada esta noche. —Podía decir que no estaba
contento.
—Tuve suficiente. No tengo tanta hambre. —Tomé un trago de vino—
. Así que, quieres que sea tu novia, y darte control, y que confíe en que
nunca me harás daño. ¿Es eso lo que realmente quieres, Pedro?
—Si, Paula, eso es exactamente lo que quiero.
—Pero hay muchas cosas aquí que no sabes sobre mí. Cosas que no
sé sobre ti.
—Cuando tú estés lista de compartirlo conmigo, ahí estaré yo para
escucharte. Quiero saber todo sobre ti y si tu quieres saber sobre de mí,
puedes preguntar.
—¿Qué pasa si no quiero darte el control sobre algunas cosas,
Pedro, o no puedo hacerlo?
—Luego me lo dices. Estamos negociando y ambos debemos respetar
nuestros límites.
—De acuerdo.
Él inclino su cabeza y habló suavemente—: Quiero estar contigo en
estos malos momentos. Quiero llevarte a casa conmigo y tenderte en mi
cama y tener horas y horas tu cuerpo envuelto en el mío y hacerte todo lo
quiera. Quiero tenerte ahí en la mañana, así cuando despertemos
puedo hacerte venir diciendo mi nombre. Quiero manejar hasta tu trabajo
y recogerte cuando termines tu turno. Quiero ir a las tiendas contigo y
comprar comida que podamos cocinar para la cena. Quiero ver un
programa tonto de televisión y tenerte cayendo dormida en mi pecho, así
podría verte y oír tu respiración.
—Oh, Pedro...
Mi café llegó y yo realmente quería abofetear al mesero por
interrumpir ese hermoso discurso. Me ocupé con la azúcar y crema. Tomé
un trago y traté de encontrar mis palabras. Para ser honesta, ya estaba
atrapada en él. Gancho, sedal y caña. Quería todas esas cosas con Pedro,
simplemente no estaba segura de si iba sobrevivir.
—¿Es demasiado? ¿Te estoy asuntado?
Sacudí mi cabeza. —No, de hecho suena lindo. Y tú deberías saber
algo, nunca antes, nunca tuve una relación como esta, Pedro.
Él sonrió. —Eso es trabajo para mí, nena. Quiero ser el primero. —
Arqueó su ceja con una mirada llena de insinuaciones sexuales que me
dieron ganas de ir esta noche a su apartamento para iniciar nuestro
acuerdo—. Pero quiero que lo pienses esta noche y me digas lo que
decidiste después. Y tienes que saber que soy muy posesivo con lo que es
mío.
—¿Enserio, Pedro? —Sentí el sarcasmo saliendo de mí—. Nunca me
lo hubiera imaginado anoche cuando salías de mi apartamento.
—Podría tocar tu hermoso trasero ahorita por el labio que me estás
dando. —Me guiñó un ojo—. Simplemente no puedo evitarlo Paula, es
como me siento sobre ti. En mi cabeza, tú eres mía y eso es lo que he
sentido desde la primera vez que te vi. —Suspira—. Así que me voy a
contener por hoy, te llevaré a tu apartamento y te daré el beso de buenas
noches en tu puerta, y espera a que me digas lo contrario. —Le hace una
seña al mesero—. ¿Estás lista para irnos?
Reí ante la imagen que vino a mi cabeza.
—¿Señorita Chaves, acaso se está riendo de mí? Por favor,
compártelo.
—Señor Alfonso, me lo imaginé esperando tocarme, jugando a
contenerse dándome besos de buenas noches en mi puerta.
Gimió y movió sus piernas en la silla, sin duda trataba de controlar
su furiosa erección. —Si mi coche se las arregla para llegar a tu calle,
habrás presenciado un milagro esta noche.

No hay comentarios:

Publicar un comentario