sábado, 15 de febrero de 2014

CAPITULO 22



Usó su pulgar y frotó con más fuerza. Dos dedos entraron en mí y
comenzaron a frotar. —Estás tan malditamente mojada para mí. —Puso su
boca en la mía, también.
Grité mientras me venía en el regazo de Pedro con sus dedos dentro
de mi vagina y su lengua en mi boca, totalmente abrumada y dominada. Y
muy satisfecha. Me sostuvo firmemente como si tuviera miedo de que
intentara irme, pero no debería preocuparse.
Inspiré hondo, las sensaciones todavía recorriendo mi torrente
sanguíneo mientras intentaba procesar su efecto en mí. No tenía auto-
control con Pedro. Nada.
Lo miré cuando pude hacerlo y me sentí abrumada por sus ojos
increíblemente azules. —Tu mano debe ser un desastre —dije, sabiendo
que lo que él dijo era cierto. Estaba empapada para él.
Sonrió traviesamente y movió sus dedos aún en mí. —Me encanta
que mi mano esté justo donde está ahora. Desearía que en su lugar fuera
esto. —Presionó su polla contra mi trasero y no dudé que lo hacía. Sentí lo
duro que estaba y temblé.
—Pero… estamos en… es tu oficina.
—Lo sé, pero esa puerta tiene cerrojo y nadie puede vernos. Tenemos
privacidad total. —Acarició mi cuello y susurró—: Sólo tú y yo.
Me moví para alejarme de él, pero me sostuvo firmemente con una
mirada de placer en los ojos. Volví a intentarlo y esta vez sí me dejó ir. Me
deslicé al piso de rodillas y enfrenté su entrepierna, mi cuerpo oculto por
su escritorio. Puse mis manos en su erección y la apreté. Lo miré y vi una
mirada de ansias y deseo en sus ojos y supe lo que necesitaba hacer.
—Pedro… quiero chupar…
—¡Sí! —Fue toda la dirección que necesité. Desabroché y liberé mi
premio. Dios, tenía un pene hermoso. Pedro siseó cuando lo tomé con mi
mano y lamí la punta, amando el sabor salado de su carne. Me retiré y lo
miré un poco más. Esto había estado dentro de mí, varias veces, y nunca
lo había mirado realmente. Era grande, duro y suave. Acaricié su longitud
y sonreí. Él mordía su labio y me miraba como si estuviera a punto de
reventar con un poco más de presión.
—Eres perfecto —murmuré, y luego cerré mi boca sobre él y rodeé su
hermoso pene en mí. Pedro se aferró a la silla y empujó hasta el fondo de
mi garganta. Lo trabajé bien, acariciando con mi mano y chupando
profundamente en mi boca. Con mi lengua acaricié la gran vena que
alimentaba su erección y lo oí gemir. No me detuve. Seguiría todo el
camino hasta el final y yo quería salirme con la mía.
Debió haber leído mi mente porque sus manos fueron a mi cabeza y
me sostuvieron mientras follaba mi boca. Lo tomé todo sin atragantarme ni
una vez y, cuando sus bolas se tensaron, supe que no duraría mucho y
aferré sus caderas para que no pudiera retirarse.
—¡Oh, mierda, me voy a correr tan fuerte! —Se tensó y derramó su
cálida esencia por mi garganta, sosteniendo mi cabeza con ambas manos
mientras se corría—. Jesús… Paula. —Respiró hondo varias veces.
Levanté la mirada cuando salió de mi boca. Tragué lentamente y vi
su labio inferior temblar viéndome. Tiró de mi hacia él, desde el piso, con
ambas manos aún en mi rostro y me besó lenta, profunda y tan
dulcemente, que me sentí mucho mejor por haberlo complacido. Me hacía
feliz hacerlo feliz.
De vuelta en su regazo, después de acomodar nuestras ropas, nos
pusimos cómodos y nos sentamos juntos en su silla. Pasó sus dedos por
mi cabello y besó mi cuello. Jugueteé con el corbatero de plata que tenía y
parecía algo vintage. Lo dejé abrazarme así un rato.
—Esto es hermoso —dije.
—Tú eres hermosa —susurró en mi oreja.
—Me encantó tu oficina. Las fotografías de la recepción son
hermosas.
—A mi me encantó que me vinieras a la oficina.
—Lo noté, Pedro. Eres bastante… receptivo. —Sonreí. Me hizo
cosquillas y me dejó retorcerme demasiado en mi opinión. Golpeé sus
manos.
—¿Qué me trajiste de tus compras? Espero un dulce —dijo
estirándose para tomar la bolsa—. Me encantan los caramelos rellenos.
Los de cereza son mis favoritos…
Tomé la bolsa antes de que pudiera mirar. —¡Oye! ¿No sabes que no
hay que espiar las pertenencias de una dama? Podrías encontrar algo que
nos avergüence a ambos.
Apretó los labios y suspiró. —Supongo que podrías tener razón —
dijo demasiado fácilmente. Luego sonrió como un demonio y me quitó la
bolsa de las manos—. ¡Pero de todas formas voy a mirar! —La sostuvo
fuera de mi alcance y comenzó a rebuscar en mis cosas. Se puso silencioso
cuando sacó el cepillo de dientes púrpura y el tubo de pasta dental. Los
puso en su escritorio y volvió a la bolsa. Salió un nuevo cepillo, un
desodorante y un brillo labial. Siguió sacando todas las cosas que compré
en la farmacia. Mi marca de champú, el gel de afeitar, e incluso una
botellita del perfume Dreaming de Tommy Hilfiger acabó con los artículos
de tocador. Alineó todo prolijamente y me miró muy serio. —Pero pensé
que no podías hacerlo, Paula.
—Yo también, —Tomé lo único que había quedado en la bolsa. Mi
prescripción—, pero el doctor me dio estás, y un poco de esperanza de que
sí puedo. —Toqué su cabello—. Son píldoras para dormir, así no me
despertaré como lo hice la última vez. Quiero decir, si soy tu novia,
entonces quiero… intentar quedarme contigo alguna…
Me cortó con un beso antes de que pudiera decir algo más —Oh,
cariño, me haces tan feliz —dijo entre besos—. ¿Está noche? ¿Te quedas
está noche? Por favor, di que sí. —Su expresión me dijo todo lo que
necesitaba saber. Quería que me quedara, a pesar de mis hábitos de gritar
entre sueños.
Bajé la mirada a su corbatero y le hablé al artículo. —Si estás
dispuesto a intentarlo como yo, ¿cómo decirte que no?
—Mírame, Paula.
Lo hice, vi su mandíbula apretada detrás de su barba. Pude ver
todas sus emociones, también. Pedro nunca me las ocultaba. Podría ser
reservado en público, pero en privado conmigo, me mostraba su corazón.
Lo que veías era lo que recibías. Me dijo lo que quería de mí sin
disculparse por su franqueza.
—Quiero que lo veas en mis ojos cuando te digo que estoy muy
dispuesto a intentarlo, y tan feliz de que tú también. —Besó mi cabello—.
Y quiero que elijas una palabra. Algo que puedas decirme si tienes que irte
porque tienes miedo o si hago algo que tú no quieres. —Sostuvo mi rostro
frente al suyo—. Sólo di la palabra y me detendré, o te llevaré a casa. Sólo,
por favor, nunca vuelvas a irte así.
—¿Cómo una palabra de seguridad? —pregunté.
Asintió. —Sí, exactamente así. Necesito que confíes es mí. Necesito
eso, Paula. Pero también necesito confiar en ti. No puedo… no quiero
volver a sentirme así nunca. Cuando te fuiste esa noche… —Tragó con
fuerza. Vi el movimiento de su garganta pulsando y supe que yo era algo
importante para él—. No quiero volver a sentirme como me sentí cuando te
fuiste.
—Lamento haberte dejado así. Estaba abrumada por ti. Me
abrumas, Pedro. Tienes que saberlo porque es la verdad.
Llevó sus labios a mi frente y dijo—: De acuerdo, pero sólo dímelo. Di
tu palabra, sea cual sea y me retiraré. No vuelvas a irte así.
—Waterloo.
Sonrió. —¿Waterloo es tu palabra de seguridad?
Asentí. —Eso es todo. —Miré la comida en la mesa de nuestro
almuerzo e inspiré. China, como dijo Eliana, muy bueno—. ¿Vas a
alimentarme o qué? Creí que en el trato había un almuerzo. —Le golpeé el
pecho—. Una chica necesita más que orgasmos, sabes.
Pedro echó la cabeza hacia atrás, se rió y palmeó firmemente mi
trasero. —Entonces, adelante. Vamos a alimentarte, hermosa chica
americana. Tenemos que mantenerte en forma. Tengo grandes planes para
ti esta noche.
Me sonrió. Sabía que estaba perdida.

5 comentarios:

  1. A pesar de haber leído la historia original, esta me encanta!!!!

    ResponderEliminar
  2. me encantaron los capitulos, espero leer los proximo, que pasara la noche pau con pp

    ResponderEliminar
  3. Buenísimos! me encantaron! Q bueno que ella se animara! Ojalá puedan sobrellevar lo q sea q pase entre ellos con confianza!

    ResponderEliminar
  4. muy bueno me encanto besos espero el siguiente

    ResponderEliminar