domingo, 16 de febrero de 2014

CAPITULO 24



El pestillo de la puerta hizo clic y mi protector se había ido.
Bueno, esto era raro. Sola en la casa de Pedro con mi bolso de viaje
y una cabeza revuelta. Me pregunté si alguna vez me sentiría normal otra
vez.
Primero, lo primero, fui al refrigerador y saqué una botella helada de
agua y drené la mitad de ella. El interior del refrigerador de Pedro estaba
bien equipado con un montón de cosas frescas con que trabajar, no habría
problema con la cena. Exploré la maquina de café al lado y empecé a
babear. Muy bonita, sin duda. Puse una tetera para infusiones y comprobé
su congelador bajo cero. El ama de llaves de Pedro parecía organizada, a
tal punto que etiquetaba y fechaba las comidas congeladas en lindos
contenedores plásticos para una fácil identificación.  No
estaba realmente hambrienta después del gran almuerzo chino con el que
me alimenté en su oficina.
Caminé al dormitorio y fui instantáneamente golpeada con recuerdos
de la última vez que estuve en esta habitación. Cerré mis ojos y aspiré el
olor de Pedro. Estaba en todas partes, incluso cuando él no se encontraba
aquí. Entre en su baño. La ducha de mármol era preciosa, pero esa bañera
magnifica era una fantasía para una chica que no tenia una bañera en su
piso. Sabía lo que haría primero.
Una hora más tarde, mi piel estaba rosada por el calor y la suavidad
de las burbujas. Me había vestido con mi camiseta de Jimi Hendrix y un
par de bóxer de seda de Pedro que eran muy elegantes en mí. Había
organizado mis compras de Boots en un cajón del baño, afeité mis piernas
y me unte una loción perfumada de primavera.
Regresé a la maquina de café y me preparé una taza antes de pasar
a las otras habitaciones del departamento de Pedro. El gimnasio en casa
tenía una lujosa caminadora frente a las ventanas que iban desde el suelo
hasta el techo. La visión me dejó sin aliento. Me encantaba la vista de las
luces de la ciudad, pero pensé que sería tan espectacular como durante el
día.
Encontré lo que creía era su oficina y giré el picaporte. La habitación
detrás de la puerta era de hecho una oficina. Flanqueado por un escritorio
de roble macizo, la pared opuesta sostenía un panel de monitores de
televisión y otro equipo de alta tecnología. Pero fue la pared detrás del
escritorio lo que llamó mi atención, un acuario de agua salada brillaba con
la luz, los colores y las burbujas sobre el agua ondulante. Me acerqué más
y miré el arcoíris del pez que nadaba elegante alrededor de las formaciones
de coral. El pez león no se ocultó. Vino hacia el vidrio y agitó una variedad
de aletas multicolores en mi dirección, como si me saludara.
—Hola, guapo. ¿Cómo te llamará, me pregunto? —Hablé con mi
compañero pez y bebí un sorbo de café.
Comí un yogurt de cereza en la barra de la cocina y preparé una
segunda taza de café. Una pared entera de la sala principal sostenía
estantes de libros. Examiné su colección que era ecléctica, por decir
menos. Clásicos, misterios y toneladas de ficción histórica llenaban la
mayor parte. Había algo de historia militar y libros de fotografía. Una gran
cantidad de estadísticas y juegos, también. Tenía ficción popular e incluso
algunos libros de poesía que me hicieron sonreír. Me gustó que Pedro
valorara los libros.
Tomé el libro de “Cartas de John Keats” que escribió Fanny Brawne
y me lo llevé a la sala para sentarme en el sofá y disfrutarlo. Tenía mi café,
cartas de amor de un angustiado poeta para su chica y las luces brillantes
de Londres frente a mí.
Pasé una hora agradable antes de poner el libro a un lado. Me asomé
a la ciudad. Este era el lugar donde Pedro me había desnudado, justo en
frente de la ventana de su balcón. Había dado un paso atrás y me había
dicho que nada se comparaba a verme de pie en su casa. Oh, Pedro. Decidí
enviarle un mensaje de texto.


«Paula Chaves: Estoy enojada contigo por lo de Pablo.
¿Acaso estás loco?»
«Pedro Alfonso:Loco por ti,y necesitamos hablar
sobre ese asunto. Te extraño mucho.»
«Paula Chaves: Estoy usando tus bóxer ahora mismo, ¡Y
es en serio, chico!»
«Pedro Alfonso: Estoy teniendo una erección
imaginándote en mi bóxer. Por favor, déjalo sobre la
almohada, porque nunca lo lavaré.»
«Paula Chaves: Aún estoy enojada y creo que tienes una
hermosa maquina de café.»
«Pedro Alfonso: Creo que yo tengo una hermosa novia.
¿Has comido algo?»
«Paula Chaves: Comí algo. Tienes un pez león de
mascota. »
«Pedro Alfonso: Ese es Simba. Lo mimo y él me tolera.
Ustedes dos tienen mucho en común.»
«Paula Chaves: No obtendrás  mas  SO solo por ese
comentario. »
«Pedro Alfonso: Quiero azotarte en este momento,
besarte y follarte. Me estás matando, nena.»
«Paula Chaves: Estoy somnolienta. Tomaré una píldora y
me meteré en tu cama. No me molestes.»
«Pedro Alfonso: Nunca… Ve a dormir, mi belleza. Te
encontrare. <3»


Me levanté del sofá de Pedro y me dirigí de vuelta a la cocina para
lavar lo que usé. Limpié la cafetera y la programé para la mañana. Todo lo
que tenía que hacer era ponerla en marcha. Usé mi nuevo cepillo de
dientes purpura y tomé la píldora. Las sabanas súper suaves de la cama
de Pedro olían a él, me calmaron y reconfortaron en mi soledad. Llené mi
cabeza con su perfume y me dormí.
Brazos firmes me sostenían. El olor que adoraba flotaba alrededor de
mí. Labios me besaron. Abrí mis ojos a la noche y vi sombras. Sabía quién
estaba conmigo, sin embargo. Mi despertar fue pacifico y suave, algo
bueno, y para mi, una experiencia totalmente nueva.
—Estas aquí —murmuré contra sus labios.
—Y tú, también —susurro—. Joder, me encanta encontrarte en mi
cama.
Las manos de Pedro habían estado ocupadas en mi sueño. Estaba
desnuda de la cintura para abajo, su bóxer de seda ya removidos. Pedro
también estaba desnudo. Podía sentir sus músculos duros y su carne
firme tratando de fundirse con la mía. Mi camisa fue levantada y mis
pechos fueron devorados por sus labios ásperos, su barba me hacía
cosquillas en la piel sensible, jugando con mis pezones, chupándolos hasta
que estuve gimiendo, retorciéndome como un animal debajo de él.
Enterré mis manos en su cabello y sentí el movimiento de su cabeza
mientras adoraba mis pezones, y ahuecó el peso de mis pechos con su
mano. Se detuvo y sacó mi camiseta por completo y me miró, hambriento y
hermoso. La luz del baño principal se filtraba lo suficiente para permitirme
verlo, y lo agradecí. Necesitaba ver a Pedro cuando venía hacia mí. Eso me
aseguraba de que estaría a salvo con él.
—Tu cama huele como tú —dije.
—Tú eres la única cosa que quiero oler, y ahora mismo necesito tu
sabor en mi boca. —Entonces, me extendió y él descendió.
—Oh, Dios, Pedro. —Trabajó su lengua sobre mi hendidura, dando
vueltas y abriendo mi carne caliente, pasándome de somnolienta a sexual
en menos de un segundo. No podía quedarme quieta a pesar de que él me
sujetaba y yo abría los muslos internos. El orgasmo se apodero de mí tan
rápido y con tanta violencia que me oí a mi misma gritando, montando su
lengua como desenfrenada, mis músculos apretados y palpitando en
ardiente placer.
Pedro gruñó contra los labios de mi coño y se alejó. Probablemente,
mirando lo que él quería tomar con su polla. Él no preguntaba, Pedro
tomaba.
Levantó mis piernas sobre sus hombros y me penetró duro y
profundo. Hizo sonidos cuando su polla me llenó. Estaba atrapada para su
invasión mientras me tambaleaba con un orgasmo que apenas podía
controlar mientras él me follaba. El sexo era feroz y demandante, con él
diciéndome lo bien que me sentía y lo mucho que me quería allí en su
cama y lo hermosa que era. Todas las palabras me acercaron más a él.
Más dependiente de él. Más enredada en su mundo. Lo sabía.
Pedro me hizo llegar al clímax otra vez, casi azotes de castigo para
reclamar primero y placer en segundo lugar. Pero el placer era exquisito
cuando llegué simultáneamente con él llenándome con su propio orgasmo
explosivo. Sentí las lágrimas deslizándose por las sábanas mientras
aceptaba lo que me daba. Se ahogó con mi nombre, sus ojos fijos en los
míos como otras veces. Sabía que había visto mis lágrimas.
Quitó mis piernas de sus hombros y se apoyó contra mí, tocando mi
rostro y acariciándolo. Sus ojos azules buscándome aun enterrado en mí,
flexionado despacio y profundo con su talentosa polla, extrayendo el
placer. —Eres mía —susurró.
—Lo sé —susurré de regreso. Pedro me besó reverentemente con
nuestros cuerpos unidos; exploraciones gentiles de mis labios y tirones
ligeros como una pluma y mordiscos con sus dientes que sólo me rozaban.
Se agarró a mí y me besó durante mucho tiempo antes de que finalmente
saliera de mi cuerpo.
Follar con  Pedro se puede ser descrito como hermoso en mi
cabeza. Yo sabía que para otros sería pornográfico, pero para mí, era
simplemente un acto hermoso de nosotros juntos. Tener intimidad como
esa, con él queriéndome tan intensamente, era una droga adictiva. Más
potente que nada de lo que había experimentado antes en mi vida. Creo
que podría perdonarle a Pedro casi cualquier cosa que hiciera para
lastimarme.
Y eso fue mi mayor error.

No hay comentarios:

Publicar un comentario